domingo, 7 de octubre de 2012

"Tiempos de dictadura"


Fernando Ochoa Antich. EL UNIVERSAL

La extraordinaria película venezolana "Tiempos de dictadura", dirigida por Carlos Oteiza, narrada en una excelente dicción por Laureano Márquez y en la cual dan su testimonio un importante grupo de venezolanos, Simón Alberto Consalvi, Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff, Víctor Maldonado Michelena, Enrique Aristiguieta Gramcko, José Agustín Catalá, Isabel Carmona, Oscar Yanes y Yolanda Moreno, quienes tuvieron, en esos tenebrosos años, una destacada labor en la resistencia de la dictadura o fueron testigos de excepción de ese período histórico que todavía no ha sido suficientemente estudiado. No puedo negar, que al ver esa película reviví mis tiempos de estudiante liceísta, la cárcel de mi padre, Santiago Ochoa Briceño, y el derrocamiento de la dictadura, el 23 de enero de 1958.

Carlos Oteiza hizo un extraordinario trabajo, complejo en sí mismo, porque un documental que dura dos horas es normalmente criticado severamente por los amantes del cine. Logró superar airosamente el reto. Desde el principio la película cautiva y el interés no decae hasta el final. Logra armonizar, con una habilidad sorprendente, documentales de la época con narraciones muy bien tejidas de protagonistas de la resistencia y testigos que opinan desde diferentes ópticas. Logra mostrar claramente, con una interesante visión de nuestra historia, la contradicción que significó el régimen de Marcos Pérez Jiménez. Fueron años de oprobio, de asesinatos y de abusos de poder, en medio de un importante proceso de modernización nacional y de seguridad personal que fue disfrutado ampliamente por nuestra clase media.

Uno de los aspectos que no logra explicar "Tiempos de dictadura" fue la crisis militar que derrocó el régimen del general Pérez Jiménez. Es importante profundizar en el tema. En enero de 1957, su gobierno se veía totalmente consolidado. Sorprendentemente, la cercanía del final del período presidencial y el inicio de un creciente malestar económico, empezó a fortalecer el descontento social, el cual tuvo algunas expresiones políticas. El 1 de mayo de 1957, monseñor Rafael Arias Blanco, arzobispo de Caracas, hizo pública una pastoral donde se criticaba con severidad las degradantes condiciones del trabajo en Venezuela. La camarilla gubernamental no percibió el significado de esta posición y mantuvo la tesis de la reelección presidencial a través de un plebiscito. El 21 de noviembre de 1957, una huelga universitaria alteró el orden público.

El gobierno nacional organizó el plebiscito y sin mayores escrúpulos, informó al país el triunfo del sí a favor de un nuevo período presidencial del general Marcos Pérez Jiménez. Todo parecía decidido. Las Fuerzas Armadas se presentaban monolíticas. El dictador planteaba, de manera permanente, que su gobierno era militar y lo demostraba utilizando en altas funciones públicas a militares activos y retirados. Además de ese permanente planteamiento se habían construido grandes obras de infraestructura militar, el hospital militar, el círculo militar, varios importantes y muy cómodos cuarteles, y se había adquirido un moderno material de guerra. El pueblo consideraba que los militares eran un sector privilegiado de la sociedad con excelentes ingresos y ventajas socioeconómicas indiscutibles.

Curiosamente, esa no era realmente la situación interna en las Fuerzas Armadas. Un creciente descontento había empezado a surgir en los cuadros medios y subalternos por causas intrínsecas al propio funcionamiento de la organización militar. Entre ellas se podrían enumerar las siguientes: permanencia en los mandos militares, por más de trece años, de una misma generación militar; predominio absoluto del Ejército, sobre las demás Fuerzas; marcado enriquecimiento, proveniente de los dineros públicos, de una camarilla militar; interrupción del tradicional proceso de consulta a los cuadros militares de las grandes decisiones políticas; disminución progresiva del nivel de vida de los profesionales de las Fuerzas Armadas, como consecuencia al proceso inflacionario; y control por la Seguridad Nacional, del personal militar.

Al mismo tiempo que este descontento surgía, alcanzó los grados medios una generación militar distinta a la del general Pérez Jiménez. Justamente, uno de sus más distinguidos representantes el teniente coronel Hugo Trejo lideró una conspiración militar en el Ejército que logró importantes vinculaciones con oficiales de la Aviación y de la Armada. La insurrección se iba a realizar el 6 de enero de 1958, pero al ser descubierta, se adelantó para el 1 de ese mes. Distintas circunstancias, que serían muy largas de analizar, condujeron a su fracaso. La sorpresa en la opinión pública fue inmensa, produciéndose de inmediato la ampliación de la crisis política, que fue aprovechada por la Junta Patriótica para incrementar la resistencia popular. El régimen dictatorial, al perder su base de sustentación militar, se desplomó en 23 días...

Aprovecho la oportunidad para invitar a votar. El voto es secreto. No hay que olvidar que es el arma del hombre libre.

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