miércoles, 30 de agosto de 2017

Katrina, Harvey y otras memorias

Mario J. Viera


Cuando México nos manda gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, y ellos nos traen esos problemas. Están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Son violadores. Y asumo que algunos son buenas personas”. Así se expresó Donald Trump el 16 de junio de 2015 en su discurso para anunciar su candidatura a las primarias del Partido Republicano y muy recientemente, ya cuando el Huracán Harvey golpeaba a Texas, Trump volvió a referirse a México diciendo: "Con México siendo una de las naciones con más criminalidad en el mundo, tenemos que tener EL MURO. México lo pagará por medio de reembolso/otro". ¿Cuánto hay de verdad en los exabruptos críticos de Trump sobre México?
 
Escuadrón 201 Las Aguilas Aztecas
No voy a tratar de dilucidar si Trump posee pruebas contundentes que justifiquen, su afirmación de que “México manda gente a los Estados Unidos” y lo obvio, aunque lo que dice es que llegan a Estados Unidos muchos, muchísimos mejicanos “con un montón de problemas”, que traen drogas, que traen crimen, que son violadores, aunque quizá algunos no sean tan malos y problemáticos... Sin embargo, hay algo que Donald Trump y muchos en Estados Unidos desconocen, ¡Caramba, no podemos ser tan exigentes para pedir que lo sucedido hace 73 años sea recordado por Trump y por muchos en estados Unidos! Trump ni había nacido en aquel tiempo. Eran tiempos aquellos cuando Estados Unidos combatía en el Pacífico contra el imperio japonés. El 21 de julio de 1944, esa vez sí, México envió, mandó gente a Estados Unidos: un destacamento de 300 voluntarios mejicanos que se habían enrolado en las fuerzas aéreas mexicanas y se disponían a partir hacia Estados Unidos, recibiendo entrenamiento militar durante siete meses en varias bases militares de Estados Unidos. Treinta de aquellos voluntarios fueron finalmente seleccionados para formar una unidad especial aérea, que serviría de apoyo a la fuerza aérea de Estados Unidos en la guerra del Pacífico. El “Escuadrón aéreo 201 - Águilas Aztecas”. Este Escuadrón mejicano bajo el mando del Coronel Antonio Cárdenas Rodríguez, realizaría 1 966 horas de vuelo en misiones de combate, sirviendo en observaciones, bombardeos y ametrallamientos sobre posiciones japonesas en Filipinas y Formosa, poniendo fuera de combate a 30 mil soldados japoneses y destruyendo infraestructura, armas y convoyes de abastecimiento y refuerzo de las fuerzas niponas. Cinco de aquellos pilotos mejicanos (Capitán Pablo Rivas Martínez, Subteniente Guillermo García Ramos, Subteniente Mario López Portillo, Teniente P.A. Héctor Espinoza Galván y Subteniente P.A. Fausto Vega Santander) morirían en acción de combate. Fueron héroes, no trajeron a estas tierras ni drogas, ni crímenes, ninguno de ellos fue violador.

Hay otra fecha que Donald Trump y muchos en Estados Unidos no debieran olvidar, aunque aparentemente lo hacen. Fue el 29 de agosto de 2005, cuando la furia desatada de la naturaleza devastaba Nueva Orleans bajo los efectos del poderosos huracán de magnitud 5 Katrina dejando a su paso un saldo de 1.836 muertos, 705 personas desaparecidas, 151.000 millones de dólares en daños y 1 millón de casas dañadas... La ciudad sumergida bajo olas de 6 metros y el desplome de los sistemas de diques que resguardan a la ciudad. Grande era la desesperación de los damnificados que vagaban sin encontrar sitio de resguardo seguro. Había hambre y había contaminación en las turbias aguas... Llegaba la ayuda, llegaba tardía, pero se abría como esperanza... En todo aquel panorama de angustia dolor y espanto México abrió su corazón solidario... El 30 de agosto de 2005, el presidente de los Estados Unidos de México Vicente Fox envió sus condolencias al presidente George W. Bush, mediante una declaración abierta donde expresaba:

"En nombre del pueblo y el gobierno de México, le expreso mis más profundas y sinceras condolencias por los devastadores efectos del huracán Katrina [...] México y los Estados Unidos son países vecinos y amigos y en momentos difíciles, los buenos amigos siempre están presentes. Haremos todo lo que está en nuestras manos para ayudar en esta situación tan desafortunada [...] Cuenten con todo nuestro apoyo..."

Si, como asegurara recientemente en un artículo que firmara para el Washington Post el ex diplomático Stephen Kelly, “Nunca se sabe cuándo vamos a necesitar un vecino amigable y una comida caliente”. Fue entonces que México envió a su gente y la envió con generosa ayuda. Y como nos informa el periódico La Prensa Gráfica, un convoy militar de 45 vehículos (con aproximadamente dos centenares de militares, médicos y otros trabajadores sanitarios) entró en Texas proveniente de México cuando en la costa estaba ya el buque militar mexicano "Papaloapan" con siete vehículos anfibios, ocho unidades todoterreno, una ambulancia y dos helicópteros de salvamento. Además, México donaría 1 millón de dólares a través de la Cruz Roja Mexicana y una ayuda humanitaria de más de 200 toneladas de comida que fueron llevadas en 5 aviones de la Fuerza Aérea Mexicana. De acuerdo con La Prensa Gráfica, tras una operación de tres semanas, los equipos mexicanos habían servido 170,000 comidas, habían ayudado a distribuir 184,000 toneladas de ayuda y llevado a cabo medio millar de consultas médicas. Los marinos mexicanos también ayudaron a limpiar de ramas y escombros de la localidad costera de Biloxi, en Mississippi. El Departamento de Estado reconocería la gran ayuda prestada por México: “Apreciamos mucho que el pueblo y el gobierno mexicano vinieran a la ayuda de aquellos que más lo necesitan”.

El 23% de la población hispana en Nueva Orleans era de origen mexicano y esa gente que “nos envía México” se entró con entusiasmo a las labores de rescate y de reconstrucción de la ciudad; la mitad de ellos, según un estudio realizado, “estaban en situación irregular” es decir indocumentados.


Ahora el huracán Harvey ha golpeado dramáticamente a Texas y de nuevo México se ofrece para mandar a su gente, no a llevar drogas, no a cometer crímenes, no a hacer violaciones, sino a llevar ayuda a los que han perdido todo en Corpus Christi y Houston: “"Hemos ofrecido al Gobierno estadounidense toda la ayuda y colaboración que puedan brindar las distintas dependencias gubernamentales mexicanas para atender los impactos de este desastre natural, como deben hacerlo siempre los buenos vecinos en momentos de dificultad", declaró la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. 

martes, 29 de agosto de 2017

El presidente ultrablanco

Guy Sorman. ABC

Cuando Donald Trump fue elegido presidente el pasado mes de noviembre, escribí inmediatamente en este periódico que asistíamos a la revancha del macho blanco. Por cierto, algunos lectores de ABC no aceptaron mi análisis, pero muchos cronistas estadounidenses acabaron por escribir lo mismo y el curso de los acontecimientos parece confirmar esta hipótesis.

Una categoría determinada de estadounidenses, los que se tomaban la revancha, nunca aceptó la victoria de Barack Obama ni las transformaciones que ha experimentado la sociedad estadounidense desde 1960. El feminismo, la diversidad étnica, la prioridad de las minorías en las universidades y los empleos públicos y el matrimonio homosexual han significado otras tantas muescas en la idea superior que el hombre blanco tenía de sí mismo, con una nostalgia por el tiempo en que era dueño y señor de su familia y su comunidad.

Esta resistencia a ser solo unos pocos entre el gran número de estadounidenses se remonta, evidentemente, a la época de la esclavitud y la negación de la emancipación de los negros, pero también de los asiáticos, que durante mucho tiempo tuvieron prohibida la entrada en el territorio de Estados Unidos. Desde hace unos cincuenta años, sin embargo, parecía que sociedades secretas como el Ku Klux Klan solo pertenecían al folclore sudista. Luego hubo el atentado de Oklahoma City, en 1995, cuando algunos supremacistas blancos hicieron saltar por los aires un edificio público para protestar contra lo que ellos consideraban un aumento de la intrusión del Estado en su vida privada, pero este atentado sangriento se achacó a algunos perturbados, anclados en una América del lejano Oeste.

Resulta que, el pasado sábado 12 de agosto, llegaron las manifestaciones y contramanifestaciones de Charlottesville, en Virginia, que provocaron refriegas y causaron víctimas. Y nos damos cuenta entonces de que los supremacistas blancos no han desaparecido y parece incluso que han recuperado su dinamismo gracias al reinado de Trump. De paso, señalaré que los manifestantes de Charlottesville blandían cruces gamadas y gritaban eslóganes antisemitas.

Recordemos que Trump, durante su campaña electoral, no dejó de exaltar los «valores» de la América blanca, sus cultos protestantes, su derecho a llevar armas y a defenderse contra las agresiones, incluidas las del Estado. Durante sus reuniones públicas también defendió la violencia y el ajuste de cuentas; muy pocas veces, por no decir nunca, se vio a un solo negro en sus mítines. El vocabulario de Trump, sus aires, su gusto por la injuria, todo eso pertenece al folclore de los supremacistas; ellos se encargan a menudo de su servicio de orden y han votado por él.

A estos hechos innegables se objeta que estos movimientos solo representan al 1 por ciento de la población de todo Estados Unidos, quizá menos. Es cierto, pero recordemos que Trump fue elegido gracias al apoyo de los estados en decadencia industrial, con márgenes electorales inferiores al 1 por ciento. En democracia, el activismo cuenta a veces más que el número.

Por tanto, no deben sorprendernos ni la violencia de Charlottesville ni la reticencia de Trump a condenar a los supremacistas: su reacción inmediata y espontánea, la que quedará en la memoria, ha sido la de equiparar a los racistas y los antirracistas. Esta igualdad en el tratamiento ha sorprendido a su propio entorno: los Republicanos más conservadores, como su ministro de Justicia, y su propia hija y asesora oficial, Ivanka Trump, han condenado sin reservas a los supremacistas. Muchos analistas han recordado en esta ocasión que, en total, los supremacistas han asesinado a más estadounidenses que todos los terroristas islámicos juntos. ¿Cómo interpretar la estrategia de Donald Trump en este asunto? ¿Se cree él mismo lo que dice? Lo que piensa un presidente es en realidad menos importante que su retórica.


Por tanto, se confirma que Donald Trump no es verdaderamente el presidente de todos los estadounidenses; y ni siquiera es el presidente, sino un candidato permanente en campaña electoral permanente. Su atención está fija en la reelección, algo que no oculta. Parece considerar que las tropas de asalto de los supremacistas podrán serle tan útiles dentro de tres años como lo fueron en el pasado. Pero me parece más probable que Trump no vuelva a ser elegido nunca, o que no termine su mandato, porque su propio partido le abandonará antes. A cada línea roja que cruza, como intentar privar a 30 millones de estadounidenses de su seguro de enfermedad, arriesgarse a una guerra inútil en Corea o apoyar a los supremacistas, vemos cómo se debilita el apoyo republicano. Estos días toda la prensa conservadora insta a Trump a denunciar el «nacionalismo blanco», algo que no hace, mientras que sigue dispuesto a agredir a los musulmanes y los mexicanos. Ahora bien, no se puede tener un presidente sin partido en un régimen político en el que el Parlamento cuenta tanto como la Presidencia; el Parlamento puede desembarazarse del presidente, pero no a la inversa. Cada día que pasa, Trump cava un poco más su propia tumba.

viernes, 25 de agosto de 2017

¡Despierten, ya están aquí!

Mario J. Viera

 “Levantaos, vámonos; mirad, está cerca el que me entrega”. (Marcos 14:42)




El Maestro está al tanto, conoce que la hora de las angustias está próxima, que todo ya está dispuesto para un fatal desenlace y se va con sus discípulos a un monte a meditar. Es bien entrada la noche y les pide a sus seguidores que se mantengan alertas, que no se dejen vencer por el sueño, y se aparta para poder meditar, y se angustia previendo lo que se avecina. Contempla a sus discípulos rendidos por el sueño, es que ¿ni siquiera una hora han podido mantenerse en vigilia?, pero él sigue alerta, meditando en alerta, adivinando lo que se mueve por las laderas del monte, del enemigo que se acerca... “Cómo, ¿todavía están dormidos? ¿No se percatan que el enemigo, siempre en acecho, ya está al alcance? ¿Cómo es posible que, en esta noche, en esta oscura noche, no comprendan que tienen que mantenerse alertas...?” Ya el Maestro escucha el sonar metálico de las armas del perseguidor, el ruido de sus pasos, los rumores de sus voces... ¡Ya llegan...! Decepcionado llega junto a sus discípulos y les grita: “¡Despierten, ya están aquí, y ustedes ni siquiera se han dado cuenta!”

Pensemos y extraigamos enseñanzas de esta anécdota. No podemos ser como los discípulos displicentes del relato que se quedan dormidos en una noche que pudiera ser decisiva. No podemos permitirnos ser sorprendidos en medio de la noche. Ya están aquí, y ganan fuerza, si nos dormimos y no estamos vigilantes, ahora, en este mismo momento, luego ya será tarde. Sabemos quién es el enemigo, sabemos que por años han estado aletargados carentes del necesario apoyo, del imprescindible estímulo’ pero siempre a la espera de cualquier oportunidad para hacer adelantar su prédica de odio e intolerancia. Ahí están, les vimos marchando con actitud marcial, con milicias propias, armadas con fusiles de asalto, por las calles de Charlottesville en Virginia. Hordas, todavía escuálidas, de neo nazis, de miembros del Ku Klux Klan, de los que se creen supremos por tener una piel descolorida, como anémica, de toda esa caterva de la extrema derecha que se propaga por todo el Sur profundo del Jim Crow.

¡Alerta, ya están aquí! Ya se levantan, ya se alían todos los fascistas; ya toman aliento de la retórica del populismo nacionalista reaccionario de un presidente inepto e irresponsable, opuesto a todo principio democrático. “Make America Great Again!”, hacer grande a los Estados Unidos, “Only White” como ordenaban las leyes de Jim Crow; “Land and blood” reclaman los nazis de ahora como antes lo hicieran los nazis iniciales, los de Adolfo Hitler, los de las terribles SS. Ya toda la piara racista se moviliza cuando Jason Kessler convoca a la concentración de Unite the Right a celebrarse en Charlottesville con el pretexto de impedir que se remueva de su pedestal la estatua ecuestre del jefe del Ejército esclavista del Sur entre 1861 y 1865. Y fueron al encuentro de lo más retrógrado, la flor y nata de la intolerancia racial, haciendo acto de presencia el ex líder del KKK que apoya fieramente a Donald Trump, David Duke y junto a él se encontraba el ultra nacionalista y supremacista blanco Richard B. Spencer que ve una conexión profunda entre la ultraderecha y los postulados de Donald Trump y considera que, como él mismo ha dicho, “El partido republicano es el partido de la gente blanca, quiera admitirlo o no. El 90% de sus votos viene de gente blanca, expresa nuestra cultura, Donald Trump dio el primer paso al reconocer esa identidad política”, y le acompañaba el mismo Jason Kessler, junto a otros de menor categoría como Christopher Charles Cantwell y James Alex Fields Junior el asesino del auto, el neo nazi que asesinó a Heather Heyer y atropelló a 19 otras personas que se oponían a las marchas de los supremacistas y neo nazis.


Escuchemos el llamado: “¡Despierten, ya están aquí!

lunes, 21 de agosto de 2017

Organizaciones de Odio = Organizaciones terroristas

Mario J. Viera



Preguntémonos, si a organizaciones como Al-Qaeda y el Estado Islámico, la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos pudiera reconocerles el derecho de reunión, de asociación y de divulgación de sus opiniones, si organizaran sus grupos dentro de las fronteras de este país. ¿Constitucionalmente esos grupos tendrían derecho a ser reconocidos como organizaciones de la sociedad civil? ¿Se pudiera alegar que tienen derecho de asamblea, de reunión pacífica y libertad de expresión...? No hay que ser un especialista en Derecho Constitucional para dar una respuesta adecuada a estos cuestionamientos: De ninguna manera se les reconocerá el derecho de asociación y de divulgar sus programas o plataformas políticas, porque son organizaciones que promueven el odio, que promueven la violencia y son intolerantes y fanáticas. Son organizaciones calificadas de terroristas como en su momento lo fuera el Ejército Popular Boricua-Macheteros, para ellas no rigen los postulados de la Primera Enmienda, implícitamente están excluidas del amparo de la Primera Enmienda. Los ciudadanos de Estados Unidos tienen prohibido prestarles ayuda material a cualquier organización que el Departamento de Estado categorice como organización terrorista; en este caso no rigen para nada los postulados de la Primera Enmienda.


En Estados Unidos, todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones, las que sean, aunque sean grandes estupideces, sin embargo, Andrés Gascón Cuenca, pone ante nosotros una idea inquietante en torno a este asunto cuando afirma: “Aunque parezca que los estadounidenses tienen derecho a decir lo que quieran, cuando quieran y como quieran, esto no es completamente correcto. Este derecho ha estado (o está en la actualidad) limitado por cuestiones de “seguridad nacional, moralidad pública o seguridad personal” (E. Bleich) La libertad de expresión, de acuerdo a la jurisprudencia de Estados Unidos puede ser limitada por “peligro claro y presente” (clear and present Danger). Gascón Cuenca explica que “en la sentencia Abrams v. United States, el Tribunal Supremo confirma la condena al acusado, en la que se limita la libertad de expresión respecto de la publicación de dos folletos, en los que se llamaba al alzamiento de las clases trabajadoras en contra de los abusos del capitalismo y a favor de la Revolución rusa”.


Otra excepción de la Primera Enmienda se considera con respecto a las denominadas “fighting words”, es decir, según el autor que he citado, “son aquellas (expresiones) que mediante su utilización, infligen un daño o tienden a incitar a una inminente ruptura de la paz”. En este sentido, toda organización de carácter terrorista no cuenta con el amparo de la Primera Enmienda, ni para la libertad de expresar sus opiniones, ni para el derecho de asociación. Pero ¿Cuál es la característica distintiva para que una organización pueda ser considerada terrorista?

La Real Academia Española, define terrorismo con tres acepciones: (1) “Dominación por terror”; (2) “Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”; (3) “Actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”. Walter Laqueur, quien ha devenido un autor de referencia para el tema del terrorismo, en su “Terrorismo: una reseña histórica” se pregunta ¿qué es el terrorismo? Y responde diciendo: “Existen más de cien definiciones (...) Ninguna de ellas es enteramente satisfactoria (...) No se encontrará nunca una definición que lo abarque todo por la simple razón de que no existe un solo tipo de terrorismo, sino que ha habido muchos tipos de terrorismo, los que han diferido grandemente en el tiempo y el espacio, en motivación y en sus manifestaciones y roles”. El Buró Federal de Investigaciones (FBI), por otra parte, define el terrorismo como “un uso ilegal de la fuerza o violencia contra las personas o la propiedad para intimidar o ejercer coerción sobre un gobierno, la población civil o cualquier otro segmento, en búsqueda de objetivos sociales o políticos”.


 El Código Penal Argentino calificaría como organización terrorista a aquella “cuyo propósito sea, mediante la comisión de delitos, aterrorizar a la población u obligar a un gobierno o una organización internacional, a realizar un acto o abstenerse de hacerlo...”, y entre las características que ofrecía de las tales organizaciones terroristas está la de “tener un plan de acción destinado a la propagación del odio étnico, religioso o político”, y subrayo intencionalmente estas últimas expresiones, como característica clave de las organizaciones terroristas, junto a las manifestaciones de violencia contra las personas o la propiedad, ejercidas por bandas que actúan de modo irracional, imponiendo la coerción sobre el gobierno y la población civil para alcanzar sus demandas e imponer sus criterios ideológicos. De aquí que debemos considerar el odio irracional como el fundamento característico que iguala a todos los grupos u organizaciones terroristas. Las organizaciones de fondo islamita como Al-Qaeda y el Estado Islámico son organizaciones establecidas sobre los pilares del odio, son poderosos grupos de odio del terrorismo internacional.


De acuerdo con el Southern Poverty Law Center (SPLC) ─ organización que monitorea el estado de los derechos civiles y los crímenes de odio ─, los grupos de odio “son organizaciones de individuos cuyas creencias o prácticas atacan o difaman una clase de gente, típicamente por sus características inmutables, como la raza o la orientación sexual, pero a veces también por sus características mutables, como las creencias religiosas”: “propagación del odio étnico o religioso”.


Los grupos u organizaciones de odio incentivan los crímenes de odio, los que, como define Beatriz Vallet Gomar (Crímenes de odio. Crimipedia, 03/05/2016), un crimen de odio “es cualquier agresión contra una persona, un grupo de personas, o su propiedad, motivado por un prejuicio contra su raza, nacionalidad, etnicidad, orientación sexual, género, religión o discapacidad. Los motivos fundamentales por los que estos crímenes se diferencian de los ordinarios son los siguientes: (1) la víctima tiene un estatus simbólico, es decir, no se la ataca por quién es sino por lo que representa. Así, esta víctima podría ser intercambiable por cualquier otra que comparta las mismas características; (2) la intención de este tipo de violencia no es solamente herir a la víctima, sino transmitir a toda su comunidad el mensaje de que no son bienvenidos; (3) en estos crímenes suelen participar múltiples agresores”. El SPLC reporta que, en 2017, en Estados Unidos existen 197 grupos de estas características intransigentes en los que se incluyen organizaciones como el Ku Klux Klan, los grupos neonazis, entre los que se destacan por su agresividad los Skinhead, los ultranacionalistas blancos y los neo confederados, todos ellos definidos como supremacistas blancos afiliados políticamente con la derecha alternativa (léase “ultra derecha”), y los separatistas negros. Todos estos grupos en mayor o menor cuantía asumen posiciones de carácter terrorista; en esencia constituyen dentro de Estados Unidos una red interactuante de terrorismo doméstico. En opinión de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) los crímenes de odio incontrolados plantean para los gobiernos un serio reto a la seguridad, los que como actos individuales ascienden en espiral hasta convertirse en trastornos civiles, llegando, en las situaciones más extremas, a conducir a conflictos dentro y fuera de las fronteras nacionales. Aunque todos los crímenes de odio no son ejecutados por miembros de organizaciones o grupos específicos, estos grupos, no obstante, son motivadores para la ejecución de tales crímenes por individuos influidos por la propaganda que los grupos de odio impulsan, las “fighting words” o “hate speech” que pueden considerarse excluibles del derecho que se concibe por la Primera Enmienda, teniendo en cuenta que los llamados a la incitación de la violencia son considerados como delito por una gran cantidad de Estados occidentales.


En muchos países, las leyes criminalizan también la comunicación oral, escrita o simbólica que promueva o incite al odio basado en la discriminación. Por otra parte, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos reconoce la limitación del ejercicio de los derechos de asociación y de libertad de expresión en determinadas condiciones. El artículo 19.3 del Pacto Internacional establece que el derecho a la libertad de expresión “entraña deberes y responsabilidades especiales” y, por tanto, sujeto a ciertas restricciones para asegurar “el respeto a los derechos o a la reputación de los demás” y a la protección de “la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas”. En su artículo 20 expresa: “Toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia estará prohibida por la ley”. En cuanto al ejercicio del derecho de asociación el Pacto Internacional reconoce que este derecho “sólo podrá estar sujeto a las restricciones previstas por la ley que sean necesarias en una sociedad democrática, en interés de la seguridad nacional, de la seguridad pública o del orden público, o para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de los demás”.


No obstante, la primera enmienda de la Constitución le prohíbe al Congreso dictar leyes que limiten la libertad de expresión, de prensa y del derecho de reunión pacífica, y bajo este criterio, los grupos extremistas de Estados Unidos se escudan para reclamar su derecho de existir y de propagar sus ideas de odio y de discriminación racial y de este modo, individuos detestables como el “Imperial Wizard” de los Leales Caballeros Blancos del Ku Klux Klan, Chris Barker, puede blasonar su odio y decirle a la periodista que le entrevista, Ilia Calderón: “Matamos 6 millones de judíos, 11 millones (de indocumentados) no son nada” y antes le expresara: “Me enoja haberte visto, y a todos los de tu tipo que veo cada día… Para mí eres mongoloide”. Esta bestia con figura humana y que reside en Yanceyville (Carolina del Norte), demostrando su incapacidad de razonar diría más tarde, hablando de los negros, “Dios los maldijo para que sean servidores y esclavos. Las personas de raza negra siguen siendo salvajes cuyo cerebro no se desarrolló” y refiriéndose a los homosexuales expresó: “El homosexualismo no es una condición natural. Los gays deben morir y por eso Dios se inventó el sida”.


Los grupos supremacistas, nazis, KKK y neo-confederados, sintiéndose alentados por la retórica ultranacionalista y xenofóbica de Donald Trump, decidieron mostrar sus fuerzas en un acto provocativo y racista en la ciudad de Charlottesville en Virginia, convocado a través de los medios sociales y que contó con la participación de entre 2 mil a 6 mil personas procedentes de diferentes partes de Estados Unidos, todas reunidas bajo la consigna de “Unite the Right”. Allí presente se encontraba el ex dirigente máximo del KKK, David Duke, un hombre que se ha caracterizado por su antisemitismo y por su proximidad con el nazismo. De este, el Presidente George H. W. Bush diría: “Cuando alguien asegura que el Holocausto nunca tuvo lugar, entonces no creo que esa persona merezca nunca un ápice de confianza pública. Cuando alguien recientemente ha endosado el nazismo, es inconcebible que ese alguien pueda razonablemente aspirar a liderar un papel dentro de una sociedad libre”. Ese mismo Duke, en la concentración de Charlottesville afirmaba: “Vamos a cumplir con las promesas del presidente Donald Trump y retomar el país”.


Armados con instrumentos contundentes, portando, además de los carteles racistas y de corte fascista, escudos y cascos de guerra, como una milicia fuertemente armada, los manifestantes de la ultraderecha, al grito de "Un pueblo, una nación, terminemos con la inmigración" invadieron el campus de la Universidad de Virginia y rodearon a un pequeño grupo de estudiantes que se oponían al supremacismo blanco, lanzándoles antorchas y agrediéndoles físicamente, tal como lo informaría en un comunicado la Presidenta de la Universidad Teresa Sullivan quien además expresaría: “Estoy profundamente entristecida y perturbada por el odioso comportamiento desplegado esta pasada noche en nuestro recinto por estos manifestantes. Condeno enérgicamente el asalto que han perpetrado, sin mediar provocación alguna, contra miembros de nuestra comunidad que intentaban mantener el orden”. Y David Duke y ese furioso partidario de Donald Trump y figura destacada de la ultra derecha Jack Posobiec, acusaron a los contra manifestantes como “terroristas domésticos”. Allí en el acto provocativo de los supremacistas blancos se encontraba el creador del título de Alt-right para referirse a la ultraderecha, Richard Spencer, quien ya antes, en el mes de mayo condujo una marcha con antorchas al estilo nazi en Charlottesville en rechazo del acuerdo del consejo municipal de esa ciudad de retirar la estatua ecuestre del general confederado Robert Edward Lee y partidario de lo que denomina una “limpieza étnica pacífica”. La provocación, el reto de los ultraderechistas, provoca la respuesta airada de los que se oponen al racismo y al fascismo y se desata la confrontación al calor de aquellos actos un joven, con su mente turbia de racismo y de propaganda nazi, James Alex Fields Jr. Sube a su auto y a toda velocidad lo lanza contra los contramanifestantes provocando la muerte de una joven, Heather Heyer y numerosos lesionados en un acto que el mismo Fiscal General del Gobierno de Trump, Jeff Sessions calificó como “terrorismo doméstico” pero que para Justin Moore, el Gran Dragón de los Leales Caballeros Blancos del Ku Klux Klan, era un motivo de alegría: “Me alegra que esa gente fueron golpeadas y me alegra que esa chica muriera. Eran un montón de comunistas protestando contra la libertad de expresión de alguien, por eso a mí no me importa que todos ellos sufrieran daños. Pienso que veremos más cosas como esta que está pasando en los eventos de blancos nacionalistas”.


El odio es el distintivo de la organización a la que representan Chris Barker, Justin Moore y David Duke, el Ku Klux Klan, la más antigua de las organizaciones de odio fundada en 1865. El odio es la marca distintiva de los grupos nazistas; el odio y la intolerancia son los rasgos representativos de toda la fauna de supremacistas blancos. Deben ser declaradas organizaciones terroristas tanto los grupos nazi como las asociaciones del Klan. Debemos exigir se dicten leyes que persigan a los instigadores del odio racial; debemos criticar firmemente el doble estándar de Donald Trump al igualar a los fascistas con los demócratas, a los racistas con los integracionistas y saludar las palabras proferidas por el senador republicano por Carolina del Sur, Lindsey Graham: "Yo, junto con muchos otros, no respaldamos esta equivalencia moral. Muchos republicanos lucharán contra la idea de que el Partido de Lincoln tiene una alfombra de bienvenida para los David Duke del mundo”, o las dichas por el senador republicano por Arizona Jeff Flake cuando declaró al respecto: "No podemos aceptar excusas sobre la supremacía blanca y los actos de terrorismo interno. Debemos condenar. Punto”.



Tal como se señala en el Censo Anual del SPLC, "La carrera de Trump electrizó a la derecha radical, que vio en él alguien que promovería la idea de que Estados Unidos es fundamentalmente el país del hombre blanco", y añade acerca del polémico asesor de Trump, ahora suprimido, y sus ideas racistas: "En Steve Bannon, estos extremistas creen que finalmente tienen un aliado con capacidad de influir al presidente". Pero como bien lo ha expresado el destacado atleta negro americano: “El odio siempre ha existido en América. ¡Sí, eso lo sabemos, pero Donald Trump lo ha vuelto a poner de moda! ¡Las estatuas ya no tiene nada que ver con nosotros!”