viernes, 25 de febrero de 2022

Ucrania es el Mundo

 

Mario J. Viera

 


Sí, hoy Ucrania es el Mundo, como lo fuera en 1939 Polonia. Hoy, la agresión de Rusia a Ucrania no es solo un desastre para Ucrania, será también un desastre para todo el mundo. La política de apaciguamiento hacia la serpiente rusa, Vladímir Putin ha fracasado, como fracasó en 1939 la política de apaciguamiento que Francia y principalmente Gran Bretaña mantenía con respecto a Adolfo Hitler.

En 1938, Hitler puso sobre la escena el reclamo de los territorios denominados Sudetes, una región que formaba parte de Checoslovaquia, pero con una población de unos tres millones de habitantes que, en su mayor parte era de origen alemán. El pronazi Konrad Heinlein, asumió el liderazgo de aquella mayoría de alemanes exigiendo la autonomía de los Sudetes. En 2014, tras la caída del gobierno prorruso del presidente ucraniano Víctor Yanukóvich, en la región ucraniana del Donbás, donde existe una mayoría de la población ruso parlante los líderes Denis Pushilin en el territorio de Donetsk y Leonid Pasechnik en Lugansk se convirtieron en nuevos Heinlein, pero a favor de Rusia declarándose en rebeldía en contra del gobierno ucraniano ─ en ese entonces presidido por Petró Poroshenko ─ con apoyo militar ruso.

Aprovechando el conflicto del Donbás, Putin se apoderó de la península de Crimea anexando su territorio a Rusia. El mundo, sobre todo la Unión Europea opacamente condenó aquel acto agresivo cometido por el autócrata Vladimir Putin. En respuesta a la anexión de Crimea, el presidente de Estados Unidos Barack Obama impulsó una serie de sanciones económicas contra Rusia, alegando, como ahora hace le gobierno de Biden, que serían las medidas más duras adoptadas contra Rusia desde el fin de la Guerra Fría. Putin se rió de las sanciones y Crimea y Sebastopol quedaron bajo la soberanía del imperio ruso. Crimea compensaba cualquier sanción económica. Por otra parte, la guerra de secesión prorrusa en el Donbás ─ la zona más industrializada de Ucrania ─ constituía una afectación económica considerable para el ex estado de la Unión Soviética.

Acuerdos de Minsk

Con el propósito de poner un fin a la guerra en el Donbás, el 5 de septiembre de 2014 se firmó un primer acuerdo de paz en la ciudad de Minsk en Bielorrusia, entre representantes de Ucrania (Petró Poroshenko), Rusia (Vladimir Putin) y los rebeldes prorrusos de las denominadas, República Popular de Donetsk (Alexander Zajarchenko) y la República Popular de Lugansk (Ígor Plotnitski). Sin embargo, ambas partes violaban el cese al fuego, Se recurrió entonces a una nueva ronda de negociaciones en 2015 para acordar un segundo acuerdo de Minsk; esta vez auspiciado por el presidente de Francia Francois Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel.  

En Minsk I se aprobaron 12 puntos que obligaban a ambas partes; algunos conflictivos. En el segundo Minsk, se agregó un nuevo punto a los doce primeros dentro de la denominada “Serie de medidas para el cumplimiento de los Acuerdos de Minsk”: 1. Alto el fuego inmediato en ciertas zonas y su estricto cumplimiento a partir de las 00.00 horas (hora de Kiev) del 15 de febrero de 2015 (22.00 GMT). 2. Retirada de todo el armamento pesado (establece una zona de seguridad de 50 kilómetros para la artillería de 100 milímetros de calibre o más).  3La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) será la encargada de verificar el cumplimiento del alto el fuego y la retirada del armamento pesado. 4. Inicio de un diálogo para la convocatoria de elecciones locales en las zonas bajo control rebelde en consonancia con la legislación ucraniana y la ley de autogobierno aprobada en 2014 (lo que equivalía a la descentralización del gobierno de Kiev restándole fuerzas de decisión). 5. Amnistía general para todos los participantes en el conflicto en las regiones de Donetsk y Lugansk. 6. Liberación de todos los rehenes y canje de prisioneros de guerra. 7. Creación de corredores humanitarios para garantizar el suministro de ayuda humanitaria a través de un mecanismo internacional. 8. Acordar un programa de restablecimiento de las relaciones económicas entre Ucrania y esas regiones, incluido la reanudación de los pagos sociales, pensiones y de los servicios bancarios. 9. Restablecer el pleno control estatal de la frontera ruso-ucraniana en la zona de conflicto por parte del Estado ucraniano para fines de 2015 (condicionada al cumplimiento del punto 11).  10. Retirada y desarme de todas las formaciones armadas extranjeras, armamento y también mercenarios del territorio de Ucrania bajo la supervisión de la OSCE. 11. Reforma constitucional (como condicionante para asegurar el cumplimiento del punto 9: Constitución que prevea la “descentralización de Ucrania” como punto clave y la aprobación de una ley permanente sobre el estatus particular de determinadas zonas de las regiones de Donetsk y Lugansk. 12. Celebración de elecciones locales en las regiones de Donetsk y Lugansk que debe ser consensuada entre el Gobierno ucraniano y los representantes de esas zonas rebeldes, con supervisión de los observadores de la OSCE. 13Crear grupos de trabajo en el marco del Grupo de Contacto, que integra a Kiev, los separatistas prorrusos y Rusia y la OSCE como mediadores, para la implementación de estas medidas.

Un tratado este mal concebido y mal definido y sin que se obligara a Rusia a respetar la soberanía ucraniana. Es increíble que los representantes europeos no incluyeran en estos acuerdos la incorporación de un cuerpo de paz de las Naciones Unidas para asegurar el cumplimiento efectivo de los puntos 1, 2 y 3. Un cuerpo de paz de la ONU en Ucrania habría impedido la agresión de Rusia.

Ucrania abandonada en un limbo defensivo

Las aspiraciones hegemonistas y expansionistas de Putin se verían frustradas si Ucrania se incorporaba como el Estado 28 de la Unión Europea y la posibilidad de que en el futuro fuera parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por lo que se decidió por una solución ucrónica: Invadir a Ucrania, ocuparla y poder establecer un gobierno de facto partidario de Rusia, tal como lo fue Yanukóvich.

La agresión era previsible desde el mismo momento cuando se conoció de las agrupaciones de fuerzas militares rusas frente a las fronteras ucranianas. Ucrania no tiene firmado un tratado de defensa con ninguna potencia occidental, pero todo se dejó a los resultados que pudieran alcanzarse mediante la acción diplomática para el apaciguamiento de Putin; el mismo error de 1939 con Hitler y sus pretensiones sobre Checoslovaquia.

La diplomacia en caso de peligro de guerra debe ir acompañada de medidas más allá de lo estrictamente diplomático. Si se preveía que Putin estaba decidido a agredir a Ucrania, había, necesariamente, que asegurar la capacidad defensiva ucraniana, suministrarle armamento de defensa antiaérea y antimisiles, y artillería pesada. No se hizo y Putin ha podido lanzar su blitzkrieg sobre un país dotado de defensas militares pobres. Hay que escuchar el pedido del presidente Volodímir Zelenski de ayuda internacional para frenar el ataque ruso: “Si no nos ayudan ahora, si no ofrecen una ayuda potente a Ucrania, mañana la guerra llamará a su puerta”. Es un error dejar en soledad a Ucrania. No bastan solo las sanciones económicas en contra del agresor. Hay que ponerle cara a Putin y decirle que si él ha invadido a Ucrania, el mundo democrático cuenta con el derecho de prestarle ayuda en armamento y fuerzas militares. Putin ha lanzado un reto a Europa y a la OTAN, si no se le detiene, las consecuencias serán catastróficas para toda la humanidad.

Si Putin se sale con la suya en Ucrania, ¿Qué impedirá que China haga lo mismo sobre Taiwán?

Se pretende evitar una tercera guerra mundial, pero si no se da un golpe poderoso contra Putin y su régimen, la tercera guerra mundial estará ya a las puertas, Ucrania hoy es el Mundo.

domingo, 20 de febrero de 2022

CUBA EN LA BALANZA III

 

Mario J. Viera

 


Mientras la oposición interna, víctima no solo de la represión sino también de su carencia de estrategia política, se desmorona, los militantes del Partido Comunista de Cuba insertos dentro del denominado sistema judicial, Yamila Peña Ojeda, fiscal general de la República y Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular se sienten eufóricos y felices por las palabras que, el Secretario General del PCC y diz que Presidente de la República, Díaz-Canel, expresara en una reunión con dirigentes de la Fiscalía General de la República, para hacer un reconocimiento de la adecuada actuación de la Fiscalía General y del sistema judicial ante los hechos del 11 de julio.

El 2021, fue un año retador, difícil. Cuba estuvo sometida a situaciones de envergadura que nos demandaron trabajar de una manera distinta debido a varios factores, en primer lugar, un bloqueo recrudecido y una tremenda atmósfera de agresividad imperial, tanto de inteligencia como de campañas de comunicación calumniosas, perversas”. Sí, claro, porque han sido “acciones dirigidas a provocar el estallido social, a fracturar la unidad en torno a la Revolución, a socavar la confianza de la población, como parte de una guerra no convencional, y a aplicar el llamado ‘golpe suave’, y todo ello aprovechando las condiciones impuestas por la COVID-19”.

Sí, porque de esa manera distinta de trabajar, llevada con éxito plausible por la Fiscal General y por el presidente del Tribunal Supremo; ya se ven sus resultados; si es que el pasado 14 de febrero, por ejemplo, el Tribunal Provincial de Holguín ─ como reportó Diario de Cuba ─ condenó a 20 manifestantes del 11J por el delito de sedición, entre ellos cinco menores de edad, dos condenados a 20 años de prisión; tres a 18 años; dos a 17; uno a 15; dos a 14; dos a 12 y dos a siete. Por dicho delito fueron imputadas al menos 158 personas, de las cuales 14 eran menores de edad que, al momento de la detención, tenían entre 16 y 17 años. Otros 37 tenían entre 18 y 20 años de edad.

Por supuesto es que Díaz-Canel se frota las manos con satisfacción, porque ha podido demostrarle al jefe, a Raúl Castro, que contra él no cabe eso que llaman “Golpe suave”. El conoce muy bien que las manifestaciones del 11 J fueron totalmente espontáneas; y la Yamila Peña Ojeda y el Rubén Remigio Ferro saben muy bien, que esas manifestaciones no pretendían dar el golpe suave, que no existía un concierto explícito o tácito para impulsarlas, aunque no lo expresen, pues para ello es que se les paga. Lo que le preocupa a Díaz-Canel no es el tal “golpe suave”, sino el “golpe duro” que está a las puertas; que Raúl Castro lo vigila y que Raúl controla al generalato que le mira a él con desprecio; por algo si no, ahí está Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, colocado dentro del Buró Político del PCC, y quien, por demás, ha sido ascendido al grado de General de Brigada de las Fuerzas Armadas.

El régimen y sus aliados ven como golpe blando la aplicación de los métodos y técnicas de resistencia no violenta propuestos por Gene Sharp en su “De la dictadura a la democracia”. Técnicas estas que la oposición interna no ha sido capaz de, o no ha querido, aplicar, como tácticas políticas de resistencia no violenta frente a una dictadura. El término “golpe blando”, por otra parte, es inexacto y expresado con el propósito de desnaturalizar al movimiento de oposición no violenta de Cuba. No se trata de un “golpe”, se trata de una verdadera revolución democrática no violenta en contra del gobierno contrarrevolucionario antidemocrático de Díaz-Canel y del dominio del stalinista Partido Comunista de Cuba (PCC).

Las protestas masivas del 11 de julio tomaron de sorpresa a la oposición interna; no las vieron llegar; no las motivaron, no las organizaron, fueron resultado de la iniciativa de un pequeño grupo en San Antonio de los Baños, que luego, por contagio se fueron replicando en numerosos pueblos y ciudades a lo largo de todo el país. La inmensa mayoría de los manifestantes no estaban vinculados con los grupos opositores.

Tiempo precioso, tal vez irrecuperable, perdieron los grupos de oposición interna centrados solo, como lo señala el periodista Carlos Cabrera Pérez, “en el diagnóstico y la denuncia”, y, yo agregaría, en el mensaje hacia el exterior y en la ilusión de que un Donald Trump colocaría al régimen en bancarrota para propiciar ilusorias reformas por la vía del diálogo, o su caída. Pero estaba la masa en el fermento de sus frustraciones que, siguiendo a Cabrera Pérez, reclama una oferta alternativa de gobierno para saber cómo manejarán los asuntos que incumben a todos como la libertad, el empobrecimiento y la desigualdad, agravados por la hiperinflación y la dependencia del dólar norteamericano, el deterioro de la salud, la educación y las viviendas, el envejecimiento de la población, la violencia machista y la siniestralidad vial y laboral entre otros muchos males acumulados”. Una oferta alternativa con propuestas concretas más que abstractas; así lo hemos insistido por años.

Un accionar de manera directa ─ no a través de los medios sociales de internet ─ dentro del mismo seno del pueblo. No en pedir ilusos referendos vinculantes, ni estar proclamando la sonsera de que “los cubanos tienen derecho a los derechos” sino que los derechos se ganan con la resistencia al poder; no promover desde internet supuestas revoluciones de girasoles, que nadie secunda, salvo sus proponentes y la derecha republicana del exilio cubano; ni hacer labor caritativa entre menesterosos, sino haciendo labor política dentro de las masas populares, acciones de movilización y organización de acuerdo a un proyecto de estrategia de resistencia, inteligente y realista para impulsar la revolución democrática.

Pero para ejecutar este trabajo se requiere liderazgo, salir del estadio que Cabrera Pérez identifica como “orfandad de liderazgo”. “Una vez desterrados varios de los protagonistas del 27N, 11J y 15N ─ constata Cabrera Pérez ─ y a la espera de lo que ocurra finalmente con los principales líderes del Movimiento San Isidro, ahora encarcelados, la oposición cubana está obligada a reinventarse para salvar la espuria distancia que la represión totalitaria establece entre ellos y el resto de los dolientes, que son inmensidad”. No sé si el término correcto sea el de “reinventarse”, aunque prefiero mejor emplear el termino de “renovarse”, que el mismo autor emplea en su artículo, lo cual considero más exacto.

Renovarse es dejar atrás los métodos pasados de trabajar en aislamiento, encerrados dentro de una mentalidad de cacicazgo o tribal, para conducirse por nuevas vías de acción política, no violenta y movilizadora. Es establecer nuevos métodos de organización, tal vez creando, de manera anónima, pequeñas células en todos los municipios y barriadas; organizando células de apoyo cívico entre aquellos de la población que, opuestos a la dictadura, prefieren colaborar a la callada, pero útiles para la propagación de la propaganda, para obtener informaciones y recibir sustento y ayuda.

No yerra Cabrera Pérez cuando plantea: “Los cubanos debemos aprender a pensar como país y la oposición, incluida la exiliada, debe comunicarse con el pueblo, que es su público objetivo, con el objetivo de promover la identificación de la ciudadanía con su ideario y acción para cambiar el viejo e injusto orden impuesto y tambaleante”. Para ello se requiere trabajo directo de proselitismo y preparar activistas aptos para la actividad de agitación política. Para esto se requiere que el exilio apoye y secunde a la oposición interna, pero sin pretensiones de asumir el liderazgo desde la distancia o de controlar a la oposición interna. Y ciertamente hay que pensar como país sin compromisos con este o aquel partido político de Estados Unidos o con sus confrontaciones políticas internas.

Definir prioridades y objetivos es lo primario. La oposición no debe abandonar la labor de denuncias de las violaciones de derechos humanos, que acomete el régimen; esa es una labor siempre prioritaria. Objetivos principales, captar la voluntad cívica de las nuevas generaciones, de los trabajadores, de las amas de casa. Se deberá dejar bien definido que la política de recuperación nacional no comporta revanchismo, ni contra las fuerzas armadas, ni contra los efectivos de la policía, ni contra los militantes de fila del PCC o de la UJC; solo los grandes culpables de las miserias nacionales y de los abusos de poder deberán sentirse temerosos de la justicia que, más tarde o más temprano, los juzgará. Todo esto bajo los presupuestos de un programa de acción política adecuado al momento. Si no se capta la voluntad popular, la oposición democrática está condenada al ostracismo; y esa voluntad se logra actuando directamente dentro del pueblo, dentro de las universidades, dentro de los sindicatos, en cada barrio, en cada municipio. No será fácil hacerlo, se requiere inteligencia, entusiasmo, convencimiento y disciplina; pero es posible.

La masa fermenta y solo necesita organización. De acuerdo con los marxistas, una revolución solo es posible cuando están presentes las condiciones objetivas y subjetivas. Siguiendo el razonamiento marxista, las condiciones objetivas están presentes en Cuba: ruina de la economía; crecimiento de las condiciones de pobreza dentro de la población; elevadas tasas de inflación y desabastecimiento, que hacen más dura la vida del ciudadano común; deterioro de la salud, la educación y las viviendas; represión en contra del disenso, poder de solo un partido político; ausencia de libertades públicas de opinión, expresión y manifestación. Por condiciones subjetivas, se entiende como el crecimiento de la necesidad del cambio en la conciencia de la gran mayoría del pueblo; ejemplo de ello fueron las manifestaciones del 11 J; el salto a favor de los cambios en un importante número de intelectuales y artistas mayoritariamente jóvenes, como pueden ser el movimiento del 27 N y Archipiélago y, en menor cuantía, en las protestas del Movimiento San Isidro. He ahí donde se centra el punto, el público objetivo ─ como lo denomina Cabrera Pérez ─ al que debe dirigirse la oposición interna.

Se debe entender por todos que la democratización del país no vendrá de la mano de una potencia extranjera; que la vía hacia un sistema democrático la abre nuestro propio esfuerzo y solo nuestro propio esfuerzo. Y junto a esta ardua labor de lucha no violenta frente a un régimen totalitario, hay que ganarse el favor de la opinión pública internacional, de la derecha, del centro y de la izquierda. La palabra de orden ahora es: ¡Revolución de Patria y Vida!

LA CONTRARREVOLUCIÓN ANTIDEMOCRÁTICA DE VLADIMIR PUTIN

 

Fernando Mires (Blog POLIS: POLITICA Y CULTURA)

 


 

Hasta el cansancio ha sido repetida aquella verdad que dice que Putin intenta restaurar el edificio geopolítico de la URSS. Hay quienes sin embargo difieren y sostienen que lo que intenta restaurar es el antiguo imperio zarista. No vamos a entrar aquí en esa más bien académica y políticamente infructuosa discusión. Lo que interesa decir por el momento es que efectivamente Putin es un restaurador, un expansionista, un imperialista e incluso un colonialista, pero sobre todo, como ha destacado recientemente Anne Appelbaum en un emotivo artículo dedicado a analizar a Putin, un antidemócrata. Pero el problema no termina ahí. Putin, además, es el representante máximo de una enorme ola antidemocrática que avanza primero hacia la por él considerada “periferia rusa”, su utópica “Eurasia” religiosa y cultural, equivalente a la “Germania” con la que soñaba ese monstruo llamado Adolf Hitler.

No hay revolución sin contrarrevolución. Desde la Santa Alianza, pasando por los totalitarismos nazi y stalinistas, hasta llegar a nuestros días, han habido diversas olas antidemocráticas, surgidas como reacción a las por Samuel Hungtinton llamadas “olas de democratización”.

La última gran ola fue la que puso término al imperio soviético durante 1989-1990. Putin, desde esa perspectiva macro-histórica, representaría una reacción en contra de la revolución democrática, rusa y europea. En ese sentido es el anti-Gorbachov. Pero no está solo. Putin es solo una parte, quizás la principal, de la contrarrevolución antidemocrática de nuestro tiempo.

Como Stalin ayer, Putin mantiene fuertes enclaves en el Occidente político. Mas, a diferencias de la era Stalin, no se trata de organizaciones doctrinarias como fueron los partidos comunistas pro-soviéticos, sino de una gama de diversos movimientos y gobiernos abiertamente anti-democráticos. Los principales por ahora son los movimientos y partidos antidemocráticos de Europa.

Entre esos gobiernos nos referimos a las autocracias europeas, sobre todo a ese trío representado por Erdogan en Turquía, Orban en Hungría, Kaczinski en Polonia.

Parecerá raro quizás incluir al tercero en la triada pro-Putin dado que Kacszinski, como la mayoría de la ciudadanía polaca, teme a que Putin, en su no oculto proyecto por restaurar la geografía soviética, intente ocupar Polonia. No obstante, Kacszinski, en su visión anti-UE es el mejor aliado de Orban. Y Orban es el más estrecho aliado europeo de Putin.

Al jerarca ruso, a diferencias de Stalin, no importan las convicciones doctrinarias. Pero sí le interesa que sus aliados objetivos de Europa mantengan un desacuerdo vital con la UE y con la OTAN. En ese sentido Kaczinski, como sus homólogos húngaro y turco, comparten con Putin similares convicciones. Los tres son partidarios de un gobierno fuerte y autoritario representado en un líder que encarne la tradición mítica de sus naciones. Los tres se entienden como restauradores del orden familiar, sexual, patriótico y religioso (no importa cual religión). Los tres son enemigos declarados de la democracia parlamentaria. Los tres creen en “el principio del caudillo”. Los tres consideran a la democracia occidental como un producto de la decadencia de Europa.

I-liberalismo llama Viktor Orban al conjunto de ideas y creencias compartidas con sus homólogos. Pero ese i-liberalismo es solo una media verdad. Desde el punto de vista económico los aliados de Putin son radicalmente liberales. Y desde el político, el enemigo no es la ideología liberal sino las instituciones de las democracias europeas. Naturalmente, ellos dicen, y probablemente creen, ser democráticos. Y en sentido literal lo son pues su ideal político está basado en una comunicación directa entre pueblo y caudillo. La democracia que ellos enaltecen no está basada en instituciones ni en constituciones sino en el “principio del líder”, tal como lo formulara el jurista alemán Carl Schmitt al que los nuevos autócratas probablemente no han leído pero, visto objetivamente, han llegado a ser sus mejores discípulos. El odio que en los autócratas despierta lo que ellos llaman “democracia liberal” está, como todo odio, basado en un miedo, en este caso, el miedo a que el control unipersonal del poder sea cuestionado. Como bien observara el historiador polaco Adam Mischnick: “Es posible que Putin no pueda implementar cada escenario, pero ha concentrado el poder político incluso más que Stalin. Stalin, al menos formalmente, estaba limitado por su “politburó”, un organismo político que en principio podía decirle que no, aunque por supuesto no lo hizo. Putin no tiene politburó, es todopoderoso, un monarca absoluto, un César”.

Naturalmente, en su reciente aventura ucraniana, Putin ha contado, si no con el apoyo directo, con el consentimiento indirecto de las tres autocracias mencionadas. Puede que pronto aparezcan más. Los movimientos de la ultraderecha avanzan de modo zigzagueante en todos los países de Europa. La Liga Norte de Salvini ha sido temporariamente desplazada en Italia pero ahora avanza el Vox español que, si bien no se ha declarado miembro del putinismo, comparte con este sus valores esenciales. Las elecciones presidenciales en Francia decidirán sobre el futuro inmediato de Europa. Le Pen es abiertamente putinista y Zemmour puede llegar a serlo sin problemas. Todos son partidarios de una Europa des-unida. Eso al fin es lo que cuenta para Putin. Por si fuera poco, a la derecha nacional-populista europea habría que agregar algunos remedos de la izquierda del pasado. Podemos de España se declara “pacifista” y anti-OTAN. Lo mismo ocurre con los socialistas de Melenchon en Francia y “Die Linke” en Alemania.

Al igual que la antigua URSS, el imperio Putin tiene importantes aliados extra-continentales. Gracias a la vacilaciones de Obama logró convertir a Siria y parte de Irak en un condominio ruso. Irán puede contarse entre sus aliados estratégicos. Los ayatollahs han descubierto que comparten con Putin las mismas obsesiones anti-occidentalistas. Para el ruso como para la camarilla teocrática persa, Occidente es un mundo degenerado. En no pocos puntos, las ideologías teocráticas de los países del Oriente Medio son compatibles con las visiones integristas de la iglesia ortodoxa rusa que ve en Putin un paladín de la cristiandad, cabalgando en contra de los demonios lujuriosos y ateos que acosan Occidente. Sin necesidad de recurrir a Max Weber podríamos afirmar que Putin encabeza una rebelión de la tradición en contra de la modernidad. Pero solamente en contra de la modernidad cultural. No así con respecto a la modernidad tecnológica, la que en sus formas digitales y nucleares pone al servicio de la expansión territorial de su país.

La gran ventaja de Putin es que sabe que al interior de la mayoría de los países occidentales existen multitudes anti-democráticas y que en no pocos de esos países la democracia se encuentra en muy precaria condición. La gran revelación para Putin fue no tanto la presidencia de Trump, la que mal que mal debió ajustar su práctica a las férreas instituciones norteamericanas, sino el carácter del movimiento que encabeza Trump. Por cierto, el ex presidente nunca ha sido un modelo democrático. Su personalismo, su autoritarismo, sus convicciones patriarcales, su escaso respeto por los valores que han permitido forjar a su nación y, no por último, su radical anti-europeísmo, no hablan bien de sus convicciones democráticas. Pero mucho menos democráticos que Trump son los trumpistas. Quizás en este caso habría que invertir la relación entre líder y masas. No es, en el caso de Trump, el líder el que ha producido un fuerte movimiento radical antidemocrático en los EE UU, sino estos últimos son los que han producido el fenómeno Trump. El asalto al Capitolio, por ejemplo, fue una muestra de como la contrarrevolución anti-democrática ha logrado apoderarse, si no del corazón, por lo menos del sistema nervioso de la democracia más antigua de la modernidad. En otras palabras, Putin ha visto en Trump a uno de los suyos.

En donde las instituciones democráticas son débiles o precarias, donde surgen caudillos que enamoran y enardecen a sus pueblos, donde las masas son organizadas desde el estado, donde no hay sociedad civil, y sobre todo, donde los canales de comunicación política se encuentran obstruidos, allí está el campo abonado para que el imperio ruso reclute contingentes. Hay una alianza perfecta entre los movimientos y gobiernos nacional-populistas y el proyecto antidemocrático mundial del cual Putin ha pasado a convertirse en su máximo líder.

Casi no hay dictadura o autocracia en el mundo que no cultive relaciones con el gobierno Putin. Se quiera o no, Putin ha logrado articular en su torno a una internacional de gobiernos y movimientos anti-democráticos. No es casualidad que las tres anti-democracias latinoamericanas, la autocracia mafiosa de Maduro, la dictadura neosomocista de Ortega y la dictadura poscastrista de Díaz Canel, se declaren partidarios incondicionales de Putin.

El proyecto inmediato de Putin es convertir a Rusia en un poder mundial. En el hecho ya lo es. Pero para que este sea más sólido, Putin requiere asegurar su dominación en el que considera espacio vital de Rusia. Ucrania representaría, simbólica y fácticamente, el último bastión que hay que derribar para dar inicio a esa locura distópica llamada por el ideólogo del putinismo, Alexandr Dogin, “Eurasia”. Eso es precisamente lo que no han entendido algunos gobiernos europeos, particularmente el alemán. Si Occidente no opone a través de su diplomacia y de sus ejércitos un decidido “no pasarán” a Putin en Ucrania, Rusia puede, definitivamente, destruir la paz mundial.

Puede ser, así opinan muchos comentaristas, que por el momento Putin decida no invadir a Ucrania. De acuerdo a una relación costo-beneficios, el precio podría ser muy alto, piensan algunos. No obstante, aún sin invadir a Ucrania, Putin ha logrado mostrar al mundo que el bloque occidental se encuentra políticamente dividido a la hora de enfrentar a un enemigo común. Con esa victoria probablemente no contaba Putin antes de enviar a sus cien mil soldados a los límites con Ucrania.

La deserción (sí, objetivamente fue deserción) de Alemania, ha debilitado, se quiera o no, la hegemonía militar y política de los EE UU en Europa. Peor aún, ha debilitado al eje Francia-Alemania y con ello ha dejado a Occidente sin conducción unitaria. Logrado ese objetivo, la invasión a Ucrania –a la que Putin nunca renunciará- puede esperar un tiempo más.

La negativa del gobierno alemán a enviar armas a Ucrania tiene un enorme significado político-simbólico. Significa, lisa y llanamente, que la principal potencia económica europea disiente de las resoluciones de la OTAN negándose con ello a aceptar la hegemonía norteamericana en la región. Para los observadores bienpensantes, Alemania ha llegado a perfilarse como un adalid de la paz. Pero las apariencias engañan.

Si bien en Alemania existen fuertes tendencias pacifistas, no podemos obviar que estas no fueron absolutamente determinantes en la política de Scholz. Hay, se quiera o no, un espacio de decisión que corresponde solo al gobierno. En ese sentido, las razones de la negativa alemana a plegarse a las decisiones confrontativas de la OTAN hay que buscarlas más bien en Olaf Scholz y en su partido. Y aquí hay que nombrar dos hechos que se cruzan entre sí. Uno es que al interior de la socialdemocracia alemana, amparada en los negocios del gas, ha cristalizado una suerte de conexión con el putinismo, vale decir, políticos profesionales que de una u otra manera consideran legítimas las pretensiones territoriales de Putin en Ucrania. Probablemente piensan –y tal vez no les falten razones– que Putin tarde o temprano terminará por construir su imperio euroasiático y con ese imperio habrá que coexistir pacíficamente en el futuro. Ahora bien, si a esas tendencias derrotistas sumamos el fuerte anti-americanismo que prima al interior de sectores de la socialdemocracia alemana y del partido Verde, la mesa estará servida para las ambiciones inmediatas de Putin. No vale la pena, en fin, morir por Ucrania– eso es lo que piensa y no dicen, no solo alemanes sino también algunos políticos europeos-.

Sobre el papel, la idea podría parecer formalmente correcta. Pero la realidad no es un papel. Lo que probablemente no entienden los nuevos estrategas de la geopolítica alemana es que, al mostrar divisiones hacia afuera, Putin ha descubierto que, si anexa a Ucrania -lo dijo el ex minitro del exterior alemán Joschka Fischer- la puerta para apoderarse de los países bálticos sería abierta de par en par. Entonces muchos harán la pregunta que el conocido historiador escocés Neal Ascherson ya formuló irónicamente. ¿Valdrá la pena después morir por Estonia? Y así sucesivamente.

Sin embargo, el problema alemán, como todo problema, tiene dos caras. A la negativa alemana de sumarse a las disposiciones de los EEUU mostrando al mundo la debilidad de liderazgo del gobierno norteamericano, hay que mencionar que, con o sin esa negativa militar, esa debilidad de liderazgo precedió a la negativa alemana. Los europeos, entre otras cosas, recuerdan muy bien que en la caída del imperio soviético EE UU tuvo muy poco que ver.

Digamos de una vez: Desde Bush jr. hasta llegar a Biden pasando por Obama y Trump, los EE UU han descapitalizado su liderazgo mundial. La guerra desatada a Irak por Bush jr. pasará a la historia como uno de los grandes crímenes a la humanidad, más aún que la guerra de Vietnam, donde al fin y al cabo EE UU intentaba frenar la expansión soviética en el sudeste asiático. El invento de las armas de destrucción masiva denunciado por el general Powell es una mancha demasiado sangrienta sobre la historia norteamericana. La reacción anti-Bush de Obama, al ceder prácticamente el espacio sirio al colonialismo ruso, permitió la entrada de la Rusia imperial de Putin en la región islámica. El deterioro de la OTAN y el descrédito que llevó Trump a la UE terminarían por exacerbar los deseos expansionistas de Putin. Si hoy gobernara Trump, Ucrania sería rusa, quizás sin necesidad de una invasión. La retirada caótica de las tropas norteamericanas de Afganistán, no mostró precisamente la cualidades estratégicas del gobierno Biden.

Los latinoamericanos ya sabemos como los intentos norteamericanos, al apoyar a dudosos grupos políticos y económicos -ayer en Cuba y hoy en Venezuela- para derribar a gobiernos anti-democráticos, han bordeado el límite de lo grotesco. En otras palabras, por su poderío económico, militar y cultural, la nación mejor condicionada para ejercer el rol hegemónico en defensa de las democracias de Occidente, no ha sabido o no ha podido cumplir su papel histórico.

Sea porque EE UU ya no tiene pretensiones territoriales en ningún lugar del mundo, sea porque no posee una doctrina internacional supra-estatal, sea simplemente porque sus gobernantes han sido políticamente deficitarios, hay que constatar que en este momento Occidente padece de una seria crisis de liderazgo. Cómo y cuándo será superada esa crisis (seguramente lo será) nadie puede saberlo. Lo que sí sabemos es que en estos momentos, esa crisis –con o sin invasión a Ucrania- favorece a los planes de Putin. Y Putin lo sabe.

Cierto, no hemos hablado de China todavía. Ya lo haremos. Cada cosa a su tiempo.

miércoles, 16 de febrero de 2022

CUBA EN LA BALANZA (II)

 

Mario J. Viera



En un artículo que antes redactara, califico al actual gobierno que rige en Cuba, como un Estado policiaco altamente militarizado, donde el poder real descansa en los altos mandos de las fuerzas armadas que controlan al gobierno monigote de Miguel Díaz-Canel y a las altas instancias del Partido Comunista de Cuba. Su esencia policiaca y militarizada se hace evidente cada vez más a partir de las demostraciones del disgusto de la población del 11 de julio del pasado año.

Tomados todos por sorpresa, tanto la dictadura como la oposición, el régimen se sintió desconcertado y temeroso; las masas, que siempre había sabido manipular, ahora se viraban en su contra. Se estaba perdiendo el miedo ─ el arma más poderosa con la que cuenta el poder ─ y se hizo necesario imponer con más fuerza el temor; para ello cuenta con su sistema penal y con los tribunales; con los antisociales de las brigadas de respuesta rápida, con el Departamento de la Seguridad del Estado, con la policía, con las tropas especiales del ministerio del Interior y, si fuera preciso, con las fuerzas armadas. Cientos son violentamente detenidos, muchos el mismo día de las protestas, otros a posteriori en sus propias casas. En un inicio los cargos que se imputan a los detenidos son los de “desórdenes públicos”; pero se produce la convocatoria pública del grupo Archipiélago de llevar a cabo una marcha cívica en todo el país en reclamo de la liberación de todos los presos políticos; inicialmente propuesta para el 20 de noviembre. Una convocatoria que, de manera cándida, se hizo pública y presentada en carta pública al gobierno de Díaz-Canel. Sus principales impulsores se mostraban ante el mundo con sus propios nombres. La dictadura toma nota y ordena la celebración de tres jornadas de ejercicios militares y la celebración, para el mismo día 20, del Día Nacional de la Defensa, con lo cual el régimen ponía en marcha los postulados de la Ley 75 de Defensa Nacional del 21 de diciembre de 1994, y la activación de los Consejos de Defensa y del estado de emergencia.

Ante tal coyuntura, el colectivo de Archipiélago adelantó en cinco días la fecha de la convocatoria, cayendo nuevamente en la misma candidez de hacerla pública y de informar a la Asamblea Nacional del Poder Popular del cambio propuesto y de creer que el régimen del PCC se ajustaría al respeto del artículo 56 de la gatopardista Constitución vigente, por el cual formalmente se establece: “Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley”. Archipiélago parece no haber tomado en cuenta la última línea del precepto de est artículo,

El acoso de los agentes de la seguridad del Estado y de las brigadas de acción rápida se descarga sobre los miembros del 27 N, de lo que restaba del Movimiento San Isidro y de la inoperante UNPACU; y de los promotores del 15 N, principalmente en contra de quien era la figura más conocida del grupo Archipiélago, Yunior García quien se viera obligado a ponerse a salvo en España, prácticamente desmanteló a lo poco que quedaba de la oposición interna.

Como muchos comentaristas han evidenciado, tras el fracaso del 15 N, el régimen cambió los cargos iniciales de “desórdenes públicos:” contra los encartados por los sucesos del 11 J, para imponerles cargos de sedición; sin importar que, hasta el momento, como hiciera evidente Lucía Alfonso Mirabal, del Diario de Cuba, “no se ha podido probar que existiera concierto explícito o tácito entre los manifestantes [elemento básico para la imputación del delito de sedición] … El régimen no ha podido mostrar una sola prueba de que las manifestaciones hayan sido lideradas u organizadas por alguien”. Lo que se busca con los cargos de sedición que comportan hasta pena de 30 años de prisión es volver a imponer la obediencia por medio del temor y desalentar la realización de cualquier manifestación pública de descontento.

Las nuevas generaciones de opositores cubano no han sido capaces de recoger las experiencias acumuladas de los iniciadore de la oposición pacífica de Cuba y la de sus continuadores hasta el 2003. Las mismas faltas de expectativas adolecidas en el periodo posterior a Concilio Cubano, están presentes dentro de la nueva oposición.

Años llevamos advirtiéndole a la nueva oposición de ser cautos como las palomas y astutos como las serpientes; que el material de trabajo está en lo interno del país, con proselitismo directo dentro de las masas populares, sin hacerles concesiones a las organizaciones de la ultraderecha del exilio, abriéndose hacia todas las corrientes democráticas que se oponen a la dictadura del PCC, ya sean las de derecha como las de izquierda. Sin embargo, lo que más caracteriza a la oposición interna es la actual carencia aguda de liderazgo, de un liderazgo que no puede ser vertical, sino horizontal.

Hoy prima el desconsuelo, la falta de esperanzas y el derrotismo. Pero no todo se ha perdido, como lo demuestran esos batallones de un solo hombre que están haciendo pintadas antigubernamentales sin formar parte de ningún grupo opositor. Ante la arremetida gubernamental y el desarme de prácticamente toda la oposición cubana, como bien lo dice el periodista Carlos Cabrera Pérez, en un interesante artículo redactado para CiberCuba, “está obligada a reinventarse”.

En la parte III de estos comentarios haré un análisis sobre el artículo de Cabrera Pérez, “Orfandad de liderazgo en Cuba”.

domingo, 13 de febrero de 2022

CUBA EN LA BALANZA (I)

 

Mario J. Viera       

 


El 11J fue el acto legítimo de la protesta por algunos miles de cubanos en contra de la errática conducción de la economía y la mala conducción de la pandemia del COVID-19 del gobierno y las estructuras estatales de poder autoritario. Fue un acto político ejecutado por la población. La reacción del gobierno ante las protestas asumió un verdadero acto de crimen de Estado, tal como su actuación en el empeño de frustrar la convocatoria para una marcha cívica el 15 de noviembre, cuando el régimen incitó a sus brigadas denominadas de respuesta rápida para acosar y agredir a los promotores de la marcha cívica.

Tal como lo ha expuesto Carlos de la Torre Reyes (citado por Erick Alejandro Astudillo Canessa), constituyen como autores de crímenes de Estado “los representantes de la autoridad pública, guiados por móviles de política represiva; incitan a las masas o a sus adeptos a perpetrar ataques personales, muchas veces culminantes en el homicidio, contra los elementos de la oposición”. En el mismo hecho criminal actuaron también las ilegítimas fuerzas de la denominada Seguridad del Estado y las fuerzas policiacas que arremetieron en contra de los manifestantes.

Dentro de este concepto penal, se habrá de considerar como autores intelectuales de la comisión de crimen de Estado a las altas instancias del gobierno cubano y al ministro del Interior, y como ejecutores directos, los miembros de la Seguridad del Estado y de la Policía Nacional Revolucionaria, así como todos los que participaron organizados en bandas para cometer delito, como son los integrantes de las Brigadas de Respuesta Rápida.

Como cómplices en crimen de Estado deberán considerarse tanto los fiscales como los jueces que participaron en juicios donde se dictaron contra los manifestantes del 11 J, sentencias de prisión bajo la acusación de sedición, atentado y vandalismo.Insurgencia

El gobierno de facto, que existe en Cuba desde 1959, no electo por la voluntad del pueblo, en el ejercicio de su derecho soberano de emitir su voto en elecciones, libres y transparentes, es de hecho un gobierno usurpador autor de un delito de usurpación de la soberanía del pueblo y puesto en evidencia con los actos represivos contra los manifestantes de 11 J y loa impulsores del 15 N. De acuerdo con lo reconocido en muchas de las Constituciones democráticas del mundo, la insurgencia, es un derecho de los ciudadanos; así, por ejemplo, se recoge en el artículo 146, de la Constitución de Colombia, que “nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, ni a quienes asumen funciones públicas en violación de la Constitución y de las leyes. La población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa al orden constitucional"; o en el enunciado del segundo párrafo del artículo 40 de la Constitución de 1940 que establecía tajantemente: “Es legítima la resistencia adecuada para la protección de los derechos individuales garantizados anteriormente”. Toda la estructura del Estado que rige actualmente en Cuba constituyó, desde 1959 hasta 1976 y posteriores, una violación de los postulados de la Constitución de 1940.

En abundancia, pedir en manifestaciones públicas la renuncia de un gobernante, por muy legítimo que este ocupe el cargo, de ningún modo puede ser catalogado como acto de sedición. El artículo 100 del Código Penal vigente en Cuba establece: “Los que, tumultuariamente y mediante concierto expreso o tácito, empleando violencia, perturben el orden socialista o la celebración de elecciones o referendos, o impidan el cumplimiento de alguna sentencia, disposición legal o medida dictada por el Gobierno, o por una autoridad civil o militar en el ejercicio de sus respectivas funciones, o rehúsen obedecerlas, o realicen exigencias, o se resistan a cumplir sus deberes”. Salvo el ambiguo término de realizar exigencias, que permite cualquier interpretación que le quiera dar a los sometidos tribunales del país, los actos del 11 J no configuran el delito de sedición. En Derecho Penal, por lo general se considera la sedición como "alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina militar, sin llegar a la gravedad de la rebelión". El artículo 544 del Código Penal de España, por ejemplo, establece: “Son reos de sedición los que, sin estar comprendidos en el delito de rebelión, se alcen pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes o a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público, el legítimo ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales”.

Si el régimen se empeña en calificar las protestas como actos de delito común de “perturbación del orden”, y para ello hace mención de algunos de los actos de vandalismo que se cometieron contra las Tiendas MLC, no puede deducirles como lo ha hecho, de sedición, y, en tal caso estos actos de vandalismo deben entonces ser considerados como delito conexo del delito político de sedición, como lo define Luis Jiménez de Asúa en su “Tratado de Derecho Penal”, al considerar como delito conexo “cuando se comete una infracción de derecho común, en el curso de un delito político, teniendo relación con este acontecimiento; como por ejemplo, el hecho de asaltar arsenales, oficinas de Estado...”

martes, 1 de febrero de 2022

REPLICA A UN ARTICULO DE LA ECONOMISTA RAFAELA CRUZ (II) LA ALTERNATIVA NEOLIBERAL

 

Mario J. Viera

 


Muchos de los que creemos que no existe plena democracia donde no hay justicia social, sin ser socialdemócratas, no necesariamente desconfiamos de las “leyes del mercado”, sino de las deformaciones a esas mismas leyes por sistemas o teorías económicas dirigidas solamente a la obtención del lucro. Es que no puede perderse de vista que el mercado, tal como lo consideró, el que fuera canciller federal de Alemania Occidental entre 1963 y 1966, Ludwig Erhard, “el mercado en sí” es social; así la Constitución cubana de 1940, en su artículo 87 reconocía “la existencia y legitimidad de la propiedad privada en su más amplio concepto de función social”; o como el mismo Adam Smith expresara que, “ninguna sociedad puede ser próspera ni feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables”. En estas dos consideraciones se asienta el principio de la justicia social, que, para la Sra. Cruz, es un concepto o término indeterminado.

Confundiendo estado de beneficio con socialdemocracia, la Sra. Cruz acierta en parte cuando afirma que, “solo es posible en ambientes de prosperidad económica y en culturas específicas”; en parte, porque para ello no existe especificidad cultural, aunque sí se requiere de la prosperidad económica para poder incrementar los beneficios sociales. Igualando estado de beneficio con la socialdemocracia, Cruz se lanza contra esta afirmando que no es un camino hacia el crecimiento, “pues está comprobado que sus políticas redistributivas modulan a la baja el crecimiento económico”. Me pregunto, ¿qué estadísticas avalan esta afirmación? Entonces, ¿qué decir de los sistemas nórdicos, a los cuales ella define como un paradigma concreto para la socialdemocracia? ¿Qué decir de Portugal? Portugal con una población de 10 295 909 habitantes (2019), donde durante décadas se han sucedido en el gobierno socialistas y socialdemócratas, es un país desarrollado, con un índice de desarrollo humano considerado como “muy elevado”,​ y con una alta tasa de alfabetización. El país está clasificado en el puesto 19 mundial con mejor calidad de vida, tiene uno de los mejores servicios sanitarios del planeta y es considerado una nación globalizada y pacífica. Desde 1975, el panorama político portugués ha estado dominado por dos partidos: el Partido Socialista (PS) y el Partido Social Demócrata (PSD). Portugal, además, es un país activo dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). ¿Qué decir de Gran Bretaña, donde el gobierno ha sido ocupado en diferentes ocasiones por el Partido Laborista (socialdemócrata)?

¿Cuál es el principal contrario al que ahora mismo debemos enfrentar? ¿El poder del régimen del PCC o la corriente socialdemócrata que en Cuba se alinea en contra del sistema, al cual Cruz solo identifica como castrismo? ¿Los por ella denominados “socialistas puros”, aquellos de ellos colocados del “lado de la oposición más intransigente”? ¿Cuál es esa oposición más intransigente? Ella no la identifica, aunque, en específico, la ubica por su procedencia; este grupo de “socialistas puros” lo ve Cruz “entre los jóvenes universitarios” y “donde más extendido está este grupo ─ asegura ─ y desde donde más daño hace (…) es en una parte muy amplia de la intelectualidad y la elite cultural criolla que desconoce, e incluso rechaza aprender, principios básicos de economía e historia”. ¿Hacia dónde apunta su índice, cuando se refiere a estudiantes universitario y hacia artistas e intelectuales, integrados dentro de una oposición “intransigente”? Las generalizaciones, no bien definidas de Rafaela Cruz, nos inclinan a la suspicacia, porque para sus propuestas, caben muchas interpretaciones.

Ahora bien, ¿Cuál es el sistema económico que la economista Cruz propone para una Cuba posdictadura totalitaria (ella prefiere utilizar el término “poscastrista”)? Así dice: “Cuba necesita máxima libertad de mercado, mínima intervención estatal, enorme flexibilidad en el mercado laboral y minúsculos impuestos”.

Máxima libertad de mercado con mínima intervención del Estado, es decir retornar al laissez faire. Al Estado se le encomendaría cumplir, como su tarea principal dentro de la economía nacional, ajustarse al principio básico del monetarismo de la Escuela de Chicago para controlar la cantidad del dinero circulante. Ninguna regulación al sistema financiero de los mercados crediticio, de valores, de seguros y de pensiones. Esa carencia de las regulaciones bancarias, comenzando desde la época de Ronald Reagan en Estados Unidos, hizo su implosión en la economía nacional en 2008, comenzando por el mercado inmobiliario.

Enorme flexibilidad en el mercado laboral, un concepto surgido dentro de las directivas del neoliberalismo, es decir, desregulación de ese mercado; eliminación de la actividad sindical de reclamo de derechos laborales; y de los convenios colectivos de trabajo; la supresión del derecho de escalafón; eliminación de regulaciones para contratar y despedir empleados por parte de las empresas y organizaciones privadas; supresión de la ley de despido justo aprobada en Cuba bajo los postulados de la Constitución de 1940. En definitiva, la flexibilidad del mercado del trabajo es un eufemismo para ocultar la inseguridad laboral y los intentos de revertir los beneficios logrados por los trabajadores en sus luchas sindicales. La flexibilidad, por otra parte, oculta el deseo de los empleadores de hacerse más competitivos mediante el expediente de hacer menos seguras las condiciones de empleo y no a través de la tecnología avanzada o una fuerza de trabajo mejor capacitada. Como han expuesto Manuel Alejandro Ibarra Cisneros y Lourdes Alicia González Torres (La flexibilidad laboral como estrategia de competitividad y sus efectos sobre la economía, la empresa y el mercado de trabajo), dentro del concepto neoliberal “la protección del trabajador a través del estado de bienestar, la representatividad del trabajador vía sindicatos, la estabilidad laboral y la garantía de las percepciones salariales mínimas son vistas como una "traba" que imposibilita el uso eficiente del factor trabajo y no permite la adecuada maximización de las ganancias”. Salarios miserables, aparente disminución del desempleo mediante la contratación a tiempo parcial de trabajadores. Lo cual les impone la necesidad de asegurarse tres empleos como medio para solventar sus necesidades existenciales.

Minúsculos impuestos. Una vez suprimido el régimen del PCC e iniciada la necesaria liberación del mercado, el erario público estará en déficit, sin contar con los recursos necesarios para asumir sus principales funciones de seguridad pública, de inversiones en la infraestructura nacional en acueductos, alcantarillados, caminos, carreteras y puentes. Con la aplicación de minúsculos impuestos, el Estado, luego del periodo de transición a la democracia, tendrá que declararse en bancarrota o imponer elevados impuestos al valor agregado (IVA) más allá del aceptable 10%. El empresario pagará menos impuestos, pero el consumidor se verá obligado al pago de elevados impuestos indirectos que les limitará su capacidad de compra de los productos básicos de la canasta familiar. Como consecuencia se generará una amplitud en el cabildeo y en el clientelismo, factores decisivos para la generación de la corrupción pública.

No resulta de ningún beneficio luchar para liberarse de una dictadura comunista para caer bajo una dictadura neoliberal. Recuérdese que el Chile de Pinochet ─ un régimen donde se violaban todos y cada uno de los principios del liberalismo político ─, fue el laboratorio social para la práctica de los postulados de la Escuela de Chicago. No resulta de ningún beneficio para el conjunto del pueblo liberarse de las garras mafiosas de ineptos funcionarios comunistas, para caer en las garras de una mafia de empresarios extranjeros ávidos de ganancias seguras en un mercado laboral de bajos salarios. ¿Es esto lo que propone la Sra. Cruz y el Diario de Cuba?

Cuba no es un país industrializado; de la noche a la mañana no se hará el milagro de la industrialización. La acumulación de capital para desarrollar la industrialización nacional debe comenzar por el fortalecimiento de su sector primario, donde la agricultura juega un papel trascendental, junto con su potencial niquelífero. No debemos caer ni en una economía de hoteles ni, mucho menos, en una de maquiladoras.

Por otra parte, Cuba es un país que depende del mercado exterior. La liberación nacional posibilitará que el mercado estadounidense se abra a Cuba; pero Cuba no debe depender de un solo mercado externo, ese mercado debe diversificarse hacia Canadá, América Latina, al mercado europeo y a los mercados del Asia suroriental.

Ya de entrada, con la desaparición del régimen comunista, de modo natural y hasta espontáneo se iniciará la prosperidad económica de Cuba; para ello no se requerirán fórmulas económicas exóticas, sino sentido común.

Rafaela Cruz subtitula el último artículo de su trilogía como “la alternativa liberal”. La alternativa liberal debe entenderse dentro de los siguientes principios: la libertad individual mediante un marco jurídico que reconozca a todas las personas como iguales con los mismos derechos y deberes; la división de los poderes del Estado para la limitación de los poderes gubernamentales; reconocimiento de los derechos civiles de libertad de expresión, prensa, pensamiento y asociación para poder lograr sus objetivos, incluido en esto último, la asociación política y la actividad sindical de los trabajadores; la existencia de un estado de derecho establecido mediante los postulados de una Constitución que asegure el debido proceso y el respeto a los derechos humanos; la separación del Estado y la Iglesia; el ejercicio de la soberanía personal mediante el derecho al voto para todos los ciudadanos que hayan alcanzado la mayoría de edad legal. También existe un liberalismo social aparecido durante el siglo XIX en Europa, que exige condiciones justas para todos por igual, y propone la creación del gobierno como ente que propicie un marco regulatorio igualitario para todos. De este modo, el liberalismo social se encuentra en la mayoría de naciones que utilizan la democracia como sistema político dominante. Esto provocó que los sistemas de salud, educación y otros servicios públicos estén disponibles para todos por igual.

Rafaela Cruz, en realidad, no propone una alternativa liberal, la suya es la alternativa economicista del neoliberalismo. La alternativa que fuera impulsada por declarados conservadores como Margaret Thatcher, premier de Gran Bretaña y Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos.