jueves, 31 de enero de 2019

¿Cómo se resolverá la crisis?


Trino Márquez



Estamos en presencia de la crisis institucional y política más grave desde abril de 2002. Llegamos a un punto de ruptura. La mayoría del país desea que el nudo se desate de forma pacífica, pero los factores del gobierno acaudillados por Diosdado Cabello buscan un desenlace violento. Debemos imaginar escenarios sólo a partir del cuadro actual.

El régimen intenta demostrar una fortaleza de la cual carece. El Psuv es un partido útil para intimidar y chantajear votantes en períodos electorales, pero sin arraigo popular.  Algunos de los miembros de la cúpula militar-civil que sostienen a Maduro tratan de convertirse en héroes. Intentan reeditar a los líderes de la revolución cubana cuando se produjo la invasión de Bahía de Cochinos. La diferencia reside en que los guerrilleros bajados de Sierra Maestra apenas tenían dos años gobernando. Carecían de recursos financieros para comprar lealtades. Apelar a la mística y al sacrificio era posible porque aún encarnaban una esperanza para numerosos cubanos y para la izquierda mundial. No habían tenido tiempo de destruir y esclavizar la isla, como lo hicieron poco después. Los rojos venezolanos pretenden recrear la historia 60 años después, pero sin ningún encanto. Perdieron desde hace años la admiración popular.

Existe un núcleo duro comandado por Cabello que, al parecer, prefiere salir a la fuerza, que los decapiten, antes que negociar lo único negociable para la nación: la salida de Nicolás Maduro, la formación de un gobierno provisional y la convocatoria en un plazo razonable de unas elecciones transparentes con supervisión internacional. Con ese sector extremista resulta imposible llegar a acuerdos. Consideran que no tienen escape. Este grupo militar-cívico bloquea cualquier opción basada en la restitución del orden constitucional roto por Maduro. Su fortaleza reside en la presión que ejerce la cúpula militar sobre lo que queda de la destartalada Fuerza Armada y en su alianza, hasta ahora indestructible, con la élite civil del Psuv. Allí se encuentran atrincherados Maduro, Padrino y Cabello. Reproducen el esquema de Noriega en Panamá. Creen que esa sociedad es suficiente para sobrevivir y retomar el control de la situación.

Los apoyos internacionales recibidos por el régimen muestran el talante autoritario de su postura. Sólo dictadores, tiranos y grupos terroristas lo han respaldado. Putin, Xi Jinping, Erdogán, Ortega, Díaz-Canel y Hezbollá son algunos de sus socios. Ninguno de ellos, desde luego, está dispuesto a asumir el costo financiero y militar de apoyar la pandilla venezolana. El respaldo militar de Putin es incierto. Venezuela queda demasiado lejos de Rusia. Esta no cuenta con una base logística en América Latina desde la cual elevar la eficacia de esa eventual ayuda. El costo económico de ese operativo resulta demasiado alto para esa economía tan maltrecha.

El apoyo internacional le sirve a Maduro para vociferar y torpedear una salida concertada. Afincado en ella y en control de los aparatos represivos, reprime. Viola los derechos humanos de los niños y adolescentes. Agrede. Comete excesos. Sanciona tímidamente a Juan Guaidó. Usa a los criminales del Faes y de los colectivos para masacrar y atemorizar. Pero no se afianza en el poder. Está rodeado por las fuerzas internas e internacionales que se desataron de forma súbita e inesperada.

La oposición vive su mejor momento desde 2002. Una nueva primavera. Se ha reconectado con la gente. La explosión popular del 23 de enero fue majestuosa. El optimismo se convirtió en un factor movilizador que se expresa a diario.  El respaldo internacional ha aumentado en cantidad y calidad. Gobiernos ambivalentes, como el de Pedro Sánchez, ahora llaman tirano a Maduro. La Internacional Socialista se deslindó de él. El único país importante de la región que no ha reconocido a Guaidó es México. López Obrador resultó peor de lo que imaginábamos. La estrategia adoptada por la Asamblea Nacional está dando resultados. La comunidad internacional ha pasado del apoyo retórico a acciones concretas. Las sanciones a Pdvsa son letales. Dejaron al régimen sin su músculo financiero. Esa fibra será trasladada al gobierno de Guaidó.

El nivel alcanzado por la oposición es muy alto, pero aún no logra producir la fractura de las Fuerzas Armadas que inicie una nueva fase. El gobierno no puede aplastar a la oposición. No puede entronizarse. La invasión militar, aunque aparece como opción en la mesa de Trump, nadie la quiere, empezando por los gringos. Maduro y su camarilla se hallan cada vez más acosados, aislados y débiles. El cuadro general favorece a la alternativa democrática. La caída del régimen luce posible y cercana.

Lo más importante consiste en combinar las jugadas políticas ─ como el nombramiento de representantes en países y organismos internacionales y de la nueva junta directiva de Citgo ─ con la movilización de la gente. Los ciudadanos tienen que sentir que el cambio está ligado a su compromiso y presencia en la calle. Todo indica que el retorno a la democracia será pronto.

@trinomarquezc.

¿Realmente es una asamblea, la Asamblea de la Resistencia Cubana?


Mario J. Viera




Sí, es posible que sea una asamblea y, tal como lo define la RAE, es la reunión de los miembros de una COLECTIVIDAD para discutir determinadas cuestiones de interés común y, en su caso, adoptar decisiones. Entonces, se supone que la Asamblea de la Resistencia Cubana reúna a toda la colectividad que conforma la resistencia cubana, pero, ¿es así?, ¿sin exclusiones? Sin embargo, la colectividad de la Asamblea de la Resistencia Cubana, es solo y única la que se define de tendencia derechista. Es la comunidad de exiliados cubanos que se identifican con las políticas del Partido Republicano y, en especial, con el colectivo republicano favorable a Donald Trump. En esa asamblea no tienen representación los exiliados cubanos que forman parte del Partido Demócrata y mucho menos, y esto es lo más destacable, los que se oponen a la administración de Donald Trump.

Esta Asamblea (trumpista) de la Resistencia Cubana toma sus decisiones sobre lo que debe hacer la resistencia interna, la de no poco numerosos grupos de la disidencia y la oposición de la isla. La Asamblea dicta sus acuerdos, democráticamente adoptados, y los impone como directivas a ser cumplidas por los grupos que controla en Cuba por medio de la verdadera matriz de la tal Asamblea, el Directorio Democrático Cubano, la poderosa ONG de cubano-americanos que cuenta con un generoso “grant” del gobierno de Estados Unidos y tan poderosa que hasta ha anulado el protagonismo de la que un día fuera la poderosa Fundación Nacional Cubano Americana, que en sus tiempos de apogeo fuera conducida por Jorge Mas Canosa.

Su líder, un graduado de Comunicaciones y Ciencias Políticas y con un doctorado en Relaciones Internacionales, Orlando Gutiérrez-Boronat, un hombre que en la actualidad tiene 53 años, muy dinámico, muy de fácil palabra, muy inteligente, o al menos así lo aparenta. De Cuba, de su tierra natal, solo tiene las vivencias del niño de seis años que junto a sus padres emigró a Estados Unidos en 1971. Claro que este detalle no impide que uno no deje de sentirse cubano y de sentirse obligado con el destino de la tierra donde se nació. Sin embargo, nada conoce en carne propia de los rigores de practicar la resistencia bajo un estado totalitario, como el implantado en su tierra de origen antes de que él naciera y sostenido a fuerza de demagogia y represión cuando ya él era un niño emigrante. Nada conoce de lo duro y sangriento que fue el combate contra la dictadura policial de Fulgencio Batista. Y, ¿qué puede conocer lo que fue el inicio del movimiento de oposición pacífica que iniciara, ya de modo abierto y oficial en 1988, Ricardo Bofill? Aquel reto valeroso que significó la entrada en funciones del Comité Cubano Pro Derechos Humanos y la fundación del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, lanzado cuando la resistencia al castrismo era solo una imagen fantasmal.

Con su Directorio Democrático Cubano y el apéndice de este, el líder de la nueva resistencia desde el exilio, es partidario de la desobediencia civil, esa que ya desde 1988 viene practicando sistemáticamente la disidencia interna y el periodismo independiente y contestatario desde 1991, y aboga por la resistencia noviolenta, que solo conoce de referencia leyendo las propuestas de Gene Sharp. Ya desde 1996, Orlando Gutiérrez-Boronat se había decidido a favor de la resistencia noviolenta y declaraba: “no podemos optar por una forma de lucha que resalte lo autoritario, lo brutal y lo violento en nosotros mismos”. Predicador de la teoría de la Resistencia Noviolenta, firme convencido del accionar por otros de la desobediencia civil y la noviolencia. Y es correcto. Creo que la mayoría, de los anticastristas somos partidarios del reto de la resistencia noviolenta, aunque no dejan de haber algunos que preferirían el recurso a la violencia, porque “ellos llegaron al poder por la fuerza y por la fuera hay que expulsarles del poder”. Pero él no es solo partidario de la lucha noviolenta, él la reclama, la exige como acto de lucha de los opositores, desorganizados, dispersos y aislados. El no aconseja, no propone ideas, él quiere acción ya. Y sus sostenidos en Cuba, ya se dicen estar actuando en resistencia noviolenta, aunque solo sea hacer alguna que otra declaración de “firmeza” y elaboren algún que otro proyecto, alguna otra iniciativa o declaraciones de Antonio Rodiles, de Berta Soler y Ángel Moya.

Y se impulsa el plan maravilloso que dará al traste con la dictadura castrista de una vez y para siempre, el “Todos marchemos” de Rodiles, porque “Si #TodosMarchamos los domingos, el miedo y la dictadura se acaban. Hagámoslo”. Y se animan Berta Soler y Jorge Luis García Pérez (Antúnez) a unirse a la consigna de Antonio Rodiles. Son todos gente dura y no carente de valentía, pero más mediáticos que cualquier otra cosa. Olvidan algo muy importante: a los pueblos se les moviliza a la acción luego de un trabajo sistemático de concientización dentro de su seno, al interior del mismo pueblo, no con alardes pueriles. Primero hay que ganarse la confianza del pueblo, con propuestas serias, con la confrontación de ideas, con un programa que incite a la necesidad al cambio en la mente colectiva. Labor silenciosa, callada, pero que debe ser conducida con inteligencia y astucia, como nacida desde las entrañas del mismo pueblo y no como sugerencias ni directivas provenientes del exterior, aunque se hagan estas con todas las mejores intenciones, porque, ya se conoce, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

Conocer y entender la psicología social de un pueblo sometido a sesenta años de propaganda tóxica impulsada por todos los medios informativos oficiales, sometido al temor y al fantasma tenebroso de la Seguridad del Estado que esos medios se encargan de popularizar como presente en todos los ámbitos de la sociedad, como argos poderoso que no solo todo lo ve, sino que también lo sabe todo, que está hasta presente como topo dentro de las organizaciones opositoras. Cuando los topos son “destapados”, ¡Ah, qué sorpresa! ¡Si hasta habían sido figuras destacadas dentro de la oposición! Así ocurrió con Héctor Castañeda presidente de la bullanguera Coalición Democrática Cubana; así también con Odilia Collazo, testigo de la fiscalía de primera línea durante los juicios de la Primavera Negra de 2003, y que era la muy reconocidísima presidente del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba; así sucedió con el “gran periodista independiente” Manuel David Orrio, o Néstor Baguer el distinguidísimo presidente de la Agencia de Periodismo Independiente de Cuba (APIC). Todavía no entienden políticamente esa psicología social.

Ahí vemos puesta en práctica esa psicología social del miedo. Cuando el régimen orquesta un acto de repudio frente a las puertas de algún disidente o ante la sede de las Damas de Blanco, allí hay grupos que observan en silencio o filmando con celulares el acto indigno, sin tomar parte, sin unirse a los cipayos, pero tampoco manifestándose en contra del atropello, y lo mismo ocurre cuando algún acto de protesta impulsado en la vía pública por algunos valientes de la oposición es de inmediato reprimido. Se forman grupos de curiosos tomando fotos y filmando con los celulares, pero no dan ni un paso en apoyo a la protesta ni respaldando tampoco al proceder policiaco.

Y cuando la élite de la oposición visita Estados Unidos, véaseles, levantan voces de protestas con más vigor en contra del Partido Demócrata y de Obama o de Hillary que las que lanzan contra los tiranos del patio. Son recibidos con pompa y destaque por congresistas republicanos y sus ídolos son solo Marco Rubio, Mario Díaz Balart e Ileana Ros-Lehtinen, sin que eleven alabanzas a Donald Trump, porque como dijera Oscar Elías Biscet durante su segundo viaje a Estados Unidos:  "Tengo mucha esperanza de que el presidente Trump, amante de la libertad, económica pero principalmente la de pensamiento y de posición de las ideas, pueda estimular y llenar de esperanza al pueblo para querer conquistar esta libertad".

Y ese culto a la personalidad de Trump es impulsada por el líder de la Asamblea de la Resistencia Cubana y es paradójico ver como supo caracterizar al régimen castrista y al propio Fidel Castro, cuando en julio de 2004 en entrevista que le concediera a Carlos Salvador La Rosa, refiriéndose al castrismo, dijo: “Yo creo que más que una persona es un régimen. Fidel es la pieza clave, pero hay un aparato, una serie de intereses que avalan la existencia de tal gobierno. Por eso no creo que éste desaparezca sólo porque muera algún día Castro. Primero porque el régimen surgió de realidades culturales propias, de un nacionalismo radical y un sentimiento antidemocrático y antipolítico que había en Cuba desde antes, que Fidel supo catalizar”, y agregó sobre la sintonía inicial de Castro con el fascismo: “Allí tuvo una fuerte influencia del fascismo y del falangismo, pero cuando Castro tomó el poder, el país más cercano al pensamiento totalitario era la URSS, por eso lo adoptó. Si hubiera existido Mussolini, o Franco hubiera tenido el poder de años anteriores, habría pactado con éstos”. ¿Es que Orlando Gutiérrez no puede ver las similitudes existentes entre el fenómeno del castrismo y el fenómeno del trumpismo? ¿Acaso el régimen de Trump no surgió de iguales realidades culturales propias, de un nacionalismo radical y un sentimiento antidemocrático y antipolítico, presentes en grandes sectores de la sociedad de Estados Unidos?

Ahora, la Asamblea de parte de la Resistencia Cubana está invitando a una “caravana” que sea señal de apoyo hacia la libertad de Venezuela ─ ¿Quién estará en contra de tal propósito? ─, y, al mismo tiempo, esa caravana se haga en respaldo de Donald Trump por su supuesto “liderazgo a favor de la democracia en el hemisferio”. Otra caravana como otra que organizara a lo largo del área de Westchester en Miami para apoyar "la causa de la libertad de Cuba", y, sobre todo y fundamentalmente para protestar en contra de la política de Obama hacia Cuba.   

¡Qué pena que esta supuesta Asamblea de la Resistencia Cubana, desfile para apoyar a Donald Trump, cuando lo principal debía ser únicamente expresar el apoyo decidido a favor de la oposición venezolana y al reto planteado por Juan Guaidó para enfrentar a la dictadura! Da pena, de verdad que en su manifestación pública esta supuesta Asamblea de la Resistencia Cubana, al mismo tiempo no hiciera un llamamiento al pueblo de Cuba para emprender la lucha noviolenta contra el régimen castrista e invitar a que todos voten NO contra el engendro constitucional que el régimen intenta imponer en Cuba. Da pena titular a Trump de "liderazgo a favor de la democracia en el hemisferio" cuando ha demostrado que ni siquiera en Estados Unidos ha tenido liderazgo en el fortalecimiento de la democracia. ¿Por qué ligar la lucha por la libertad, ya sea en Venezuela o en Nicaragua o en Cuba, con este o aquel político de Estados Unidos o con este o aquel presidente ya fuera electo por el voto popular o solamente electo por un colegio electoral? La lucha por la libertad tiene que nacer por inspiración popular en Venezuela, en Nicaragua y en Cuba, y para ello, no se necesitan salvadores supremos, ni mesías extranjeros.