Mario
J. Viera
Jesús
(Yehshua) es la negación personal de la vieja ley. Se presenta ante las
multitudes como un hombre común, semejante a aquellos que escuchaban su
prédica, como un sencillo provinciano, sin rangos, sin estudios. No provenía
del sacerdocio. Él era como Juan (Yojanán) el bautista, tal vez algunos le
vieran como un hasidei, un esenio. Y, aunque sus seguidores le llamaban Rabbi,
Maestro, no era propiamente un rabbi, es decir, no era un escribano maestro de
la Ley.
Yehshua
no sale a buscar a los sabios, a los bien vestidos, a los poderosos, sino a los
humildes, a los desdichados, a los olvidados y marginados. Y cuando se reúne
con los humildes les ve como son: “la sal de la tierra” y sin ellos, los
humildes, los que doblan sus lomos sobre un arado, que sudan cavando la tierra,
que levantan suntuosos edificios que no habitarán, si la sal pierde su sabor
¿qué será del mundo?
Jesús
no estableció sacerdotes; él mismo no ejercía como sacerdote; no puso a ninguno
de sus discípulos sobre los otros. No sacramentó a ninguno de sus discípulos
como sacerdotes, sino como apóstoles, palabra que proviene del griego Απόστολος
empleada en la redacción de los escritos del Nuevo Testamento que quiere decir
“enviados”; enviados para propagar sus enseñanzas. Tampoco diferenció a sus
discípulos por prominencias o categorías; todos eran iguales. En el libro de
Marcos (9:35) se dice al respecto: “Yehshua
se sentó, llamó a los doce discípulos y les dijo: ‘Si alguien desea ser el
primero, será el último de todos y el servidor de todos’".
Es
la sencillez, la humildad sincera. Ninguno de los mortales es superior a otro
mortal. El que quiera ser el primero, que se haga el último. ¿Líderes?
¿Caudillos? No, el cristiano no se inclina ante líderes y caudillos, ante
políticos carismáticos y de hablar florido. El cristiano elige, razona, no
ofende al que difiera de su opinión y solo ha de buscar la Verdad; pero la
verdad, “¿qué es la verdad?”, preguntó Pilato. En este mundo terrenal, cada
cual tiene su propia verdad.
Yehshua
nunca fue a adorar en el Templo; oraba en el desierto, oraba en un monte, pero
asistía al Templo solo para predicar y enseñar. Ese es el Templo sagrado, la
naturaleza entera; entonces cuando el hombre descuida el ambiente, cuando
contamina los mares, destruye las especies silvestres y contamina la atmósfera
sin que nada detenga su ambición, el hombre está mancillando el Templo, está
contaminando el Templo, entonces es que hay que expulsar a los mercaderes del
templo, a los que solo piensan en sí mismos.
Vivimos
en sociedad y la sociedad impone inter relaciones entre sus miembros y entre
unos y otros hay acuerdos y desencuentros, coincidencias de ideas o
contradicciones y no necesariamente tienen que, ni deben ser, antagónicas. ¿Por
qué has de imponer dentro del conjunto social donde habitas tus propios
conceptos como si fueran válidos para todos como dogma de fe? Y la fe, ¿por qué
quieres llevar tu fe, tus creencias religiosas a lo político? No mezcles
religión y política, porque ambos conceptos tienen sus propias dimensiones, sus
propios espacios. No por ello dejarás de ser menos cristianos; ¿acaso Yehshua
(Jesús) no dejó dicho: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”
?; ¿por qué quieres imponer tu ideología a toda la poli?; ¿por qué quieres
juzgar a todos con tu propio rasero de fe religiosa? Jesús separó muy
claramente lo político de lo religioso