viernes, 31 de agosto de 2012

El 7 de octubre


Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL

Todo parece indicar que el triunfo electoral de Capriles va en camino de ser irreversible. Y solo faltan 37 días.

 Eso quiere decir que el domingo 7 de octubre:

 -Se irá Chávez.

 -Será el fin del mundo chavista.

 -Los venezolanos despertaremos de esa pesadilla. Y volveremos a respirar con libertad. Como el 23 de Enero del 58, al terminar los 10 años de dictadura de Pérez Jiménez.

 -Nos daremos cuenta que hemos perdido muchas cosas. Sobre todo el miedo.

 -Surgirá un nuevo país, en Democracia.

 -Y haremos realidad nuestro sueño de reconstruir esta Venezuela destruida y arruinada. Con un nuevo Presidente electo por el pueblo para ser pensante  y líder de todos los habitantes de la nación. Orgullo de 28 millones de venezolanos. Digno representante de la patria y de nuestro gentilicio ante la comunidad internacional. Amante de la paz, de la reconciliación y del progreso. Fiel a la Constitución Nacional. Enemigo de la guerra y de interminables cadenas nacionales atiborradas de mentiras, de cinismo, de faltas de respeto, amenazas y ofensas a la dignidad de personas, instituciones y países.

 -Comenzará la cayapa de todos los venezolanos para salir de abajo y lograr la reconstrucción de este país que nos llevará muchos años. Sin presos políticos. Ni exiliados. Ni exclusión social. Ni represión de la disidencia o de los medios de comunicación social.

 -Retornará el derecho al trabajo para todos los venezolanos, sin listas Tascón, como el mejor camino contra el desempleo y la delincuencia.

 -Volverá el respeto a la dignidad del trabajador y de su familia para que nadie sea coaccionado impunemente en beneficio político al ser obligado a usar franela roja o gorra roja, asistir a contra-marchas o pintar propaganda del gobierno, bajo amenazas de perder su trabajo.

 -Y los edificios públicos no serán pintados solo de rojo ni se llamarán Patria, Socialismo o Muerte sino de cualquier color y con su nombre de registro público. Y los poderes públicos del Estado serán independientes en esa  resurrección de la democracia.

 -Y el pueblo volverá  a creer en sus Fuerzas Armadas, en Pdvsa, en la Asamblea Nacional, en el Consejo Nacional Electoral, en el Tribunal Supremo de Justicia, en la Fiscalía y en la Procuraduría General de la República, en la Defensoría del Pueblo, creados para defender la vida y los derechos de todos los venezolanos y extranjeros. Sin miedo e incertidumbre ante amenazas de expropiaciones e intervenciones, al retornar la seguridad jurídica.

 -Se irá el gas del bueno y los perdigones en las marchas, y volverá la práctica democrática de la concertación y del diálogo, y la educación primaria, secundaria y universitaria como símbolo de progreso y no como recurso político de implantación de un sistema foráneo de gobierno totalitario y fracasado del siglo XIX.

 -Cuando Chávez se haya marchado nos daremos cuenta del tiempo perdido. De nuestros valores morales destruidos. De los recursos económicos despilfarrados. De la profundidad de nuestro atraso y de la gran oportunidad perdida de haber alcanzado la mayor suma de felicidad posible en 14 años funestos.

 -Y recordaremos nuevamente a miles de familiares, amigos y compatriotas que murieron en manos de  la inseguridad  y la delincuencia.

 -Pero, cuando Chávez desaparezca nos daremos cuenta que nada perdura para siempre, salvo Dios, y que, gracias a Dios, recuperamos la Venezuela que siempre soñamos: libre, democrática y pluralista.

 Y gritaremos: Gracias a Dios. Viva Venezuela.

 Que así sea.

¿Blanca victoria?


Daniel Morcate. EL NUEVO HERALD

Aunque llevo muchos años metido en el rollo de las elecciones presidenciales, como ciudadano y por cuestión de pincha, no recuerdo ninguna tan étnicamente divisiva como la actual. Para tratar de derrotar a Obama-Biden, el binomio Romney-Ryan se está dedicando casi exclusivamente a conquistar el voto blanco no hispano. Y para seguir cortando el bacalao, la pareja titular se ha decantado por las minorías, sobre todo por la afroamericana y la hispana. Uno tras otro los sondeos de opinión reflejan resultados sugestivos de esta estrategia divisiva. Lo que me da que pensar en que las figuras determinantes en estas elecciones presidenciales podrían no ser los candidatos, ni los asesores de imagen y ni siquiera los votantes mismos, sino los matemáticos de las respectivas campañas. Los que mejor barajen los números probablemente estarán en condiciones de entregarle en bandeja la victoria a la dupleta que le paga la viruta.

Días antes de la convención republicana de Tampa, Romney y Obama marchaban tan parejos en la carrera que era una temeridad hablar de un puntero. La convención probablemente le dará una ventaja momentánea al candidato republicano ─ el previsible bounce ─ pero lo mismo sucederá con Obama tras la reunión demócrata de Charlotte, Carolina del Norte. A mi juicio, la clave del triunfo en noviembre para los candidatos será dividir lo más posible el voto de los grupos étnicos que les son menos afines. Y en esto Obama aventaja a su retador. A Romney le costará más trabajo atraer votos afroamericanos, hispanos e incluso asiáticos, de lo que le costará al presidente conseguir votos de blancos no hispanos.

El problema de fondo de la pareja republicana no es solo el tono negativo de su campaña para las minorías, como advierte a menudo Jeb Bush. Es más bien la contradicción esencial entre su necesidad de apelar a su base de votantes extremistas y de conquistar a la vez votos de minorías. La retórica que usan y muchas de las posturas que adoptan los republicanos para entusiasmar a sus partidarios radicales, y en ciertos casos por convicción, son precisamente las mismas que enajenan a hispanos y afroamericanos, para no hablar de muchos homosexuales y mujeres. La lista es amplia. En su original declaración de principios en Tampa, los republicanos se pronunciaron a favor de severas leyes de inmigración como la de Arizona, de terminar el muro en la frontera con México, del inglés como idioma oficial; y en contra de la acción diferida para dreamers, de la acción afirmativa, de los matrimonios gay y de los derechos reproductores de la mujer. Un verdadero breviario de ideas caducas o regresivas.

A estas posturas indigeribles hay que añadirle el cuestionamiento malicioso por parte de líderes republicanos del lugar de nacimiento del presidente Obama, algo que ofende a los afroamericanos y convierte la elección para ellos en un desafío personal. No es raro, entonces, que las más recientes encuestas arrojen porcentajes históricamente bajos para el candidato republicano entre las minorías. Una del WSJ y NBC le da a Obama 95 % de la intención del voto afroamericano frente a un 0 % de Romney. Varios sondeos sugieren que el republicano apenas alcanza entre el 22 % y el 26 % de la intención del voto hispano. Su propia campaña estima que necesita conquistar 38 % para ganar, 7 % más del que logró McCain en 2008.

La de Romney será una victoria blanca no hispana o no lo será. Para triunfar sin las minorías étnicas, necesitará el 60 % del voto “anglo”. En la actualidad lleva aproximadamente el 55% de la intención de ese voto que, por supuesto, sigue siendo el más cuantioso. En la historia moderna, los blancos no hispanos siempre le han dado apoyo mayoritario al candidato republicano. Romney y sus asesores lo saben y han apostado fundamentalmente por ese grupo de electores. Fue una de las razones por las que descartaron a hispanos y afroamericanos como candidatos a la vicepresidencia. Si esta estrategia les da resultado, los extremistas seguirán dictando la agenda del GOP. Pero si fracasa, entonces y solo entonces, las puertas del partido se abrirán a figuras moderadas como Jeb Bush y otros que, por ahora, predican en el desierto.

viernes, 24 de agosto de 2012

Carta de un joven que se fue de Cuba


Carta de  Iván López, un joven que se fue de Cuba, en respuesta a la carta del intelectual Rafael Hernández director de la revista Temas.

Blog POLIS

Estimado Rafael Hernández,


He leído con mucho interés su “Carta a un joven que se va”. Me he sentido aludido, porque hace dos años me marché de Cuba, tengo 28 años y vivo en Pomorie, una ciudad balneario situada en el este de Bulgaria. La razón por la que le escribo es para intentar explicarle mi postura como joven cubano emigrado. Sin solemnidades ni verdades absolutas, porque si algo me ha enseñado dejar mi país, es descubrir que esas verdades no existen.


Puede que algunos de los que nos hemos marchado en los últimos años (somos miles) tengan claro el momento en que decidieron hacerlo. Yo no. Lo mío fue progresivo, casi sin darme cuenta. Empezaría con ese recurso tan cubano que es la queja. Por nimiedades, tal vez. Por lo que no hay, por lo que no llega, por lo que pasa, por lo que no pasa, por no saber. O no poder. La queja no es grave, lo grave es que se cronifique como una enfermedad cuando nada parece resolverse. Y uno puede aceptar que eso es así, y es tu país para lo bueno y para lo malo, o pasar a la siguiente categoría, que es la frustración. O sea, descubrir que la solución a la mayoría de los problemas no está en tus manos. O no te permiten hacerlo. O aún más triste: no parece importar.


Abandonar o permanecer en tu país es una decisión muy personal que nunca debe juzgarse en términos morales. Yo elegí este camino porque quería un futuro diferente al que veía en Cuba, y salí a buscarlo consciente de que podía salir mal, pero quise correr ese riesgo. No voy a mentirle diciendo que fue doloroso. No lloré en el aeropuerto. Todo lo contrario, me alegré. Le digo más, me liberé.

 

Tiene usted razón cuando dice que mi generación carece de esos lazos emocionales que generan experiencias como Playa Girón, la Crisis de Octubre o la guerra de Angola. Pero no se equivoque, yo también he tenido mis epopeyas. A lo mejor no tan épicas, pero sí igual de demoledoras. En estos veintidós años que menciona, he visto degradarse el país por el tanto lucharon mis padres. He visto marchar a mis maestros de primaria y secundaria. He visto a familias discutir por el derecho a comerse un pan. He visto el malecón lleno de gente nerviosa gritando contra el gobierno, y gente aún más nerviosa gritando a su favor. He visto a jóvenes construyendo balsas para huir quién sabe a dónde, y a una turba lanzando mierda de gato contra la casa de un “traidor”. Incluso, Rafael, he visto a un perro comiéndose a otro perro en la esquina habanera de 27 y F. Y también he visto a mi padre, que sí estuvo en Angola, con el rostro pálido, sin respuestas, el día que un custodio de hotel le dijo que no podía seguir caminando por una playa de Jibacoa (frente al camping internacional) por ser cubano. Yo estaba con él. Yo lo vi. Tenía diez años, y un niño de diez años no olvida cómo la dignidad de su padre se va a la mierda. Aunque haya vuelto de una guerra con tres medallas.


Me habla usted de las conquistas sociales de la Revolución. De la educación y la medicina. Voy a hablarle de mi educación. Tuve buenos maestros, y cuando se marcharon fueron sustituidos por otros menos preparados que, a su vez, fueron reemplazados por trabajadores sociales que escribían experiencia con S y eran incapaces de señalar en un mapa cinco capitales de Latinoamérica (esto no me lo contaron, lo viví) Mis padres tuvieron que contratar maestros privados para que yo aprendiera de verdad. No lo pagaban ellos sino una tía mía radicada en Toronto. De modo que si somos honestos, buena parte de la formación que tengo se la debo a los clientes del restaurante griego donde trabajaba mi tía. Pero hay más. En tiempos de mi hermana mayor era extremadamente raro que un alumno sacara una nota de cien. En mi época el cien se volvió algo común, no porque los alumnos fuésemos más brillantes sino porque los profesores bajaron sus exigencias para maquillar el fracaso escolar. ¿Y sabe una cosa? Yo tuve suerte, porque los que venían detrás de mí en vez de maestros tuvieron un televisor.


De la medicina poco tengo que decirle porque usted vive en Cuba. Y salvo el hecho de mantenerse la gratuidad, cosas que admito sigue siendo meritoria, el estado de los hospitales, la precariedad de unos médicos mal pagados y la creciente corrupción empujan cada vez más al sistema de salud hacia ese tercer mundo del que tanto hizo por alejarse. Y lo cierto es que, hoy en día, un cubano que maneje divisas tiene más posibilidades de recibir un tratamiento mejor (haciendo regalos o incluso pagando) que uno que no lo tenga, aunque sea de forma ilegal. Y aunque la constitución diga otra cosa. Por triste que resulte admitirlo, Rafael, la educación y la medicina de la que disponen los cubanos de hoy es peor que la que disfrutaron mis padres.


Usted dice que el país hace un gran esfuerzo, que existe un embargo. Y yo le respondo que también existe un gobierno que lleva cincuenta años tomando decisiones en nombre de todos los cubanos. Y si estamos en el punto en el que estamos, lo más sano es que admitiera que no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido hacer las cosas de otra forma. Por la razones que sea. Porque el fracaso también está cargado de razones. Y en vez de atrincherarse con sus figuras históricas en el Consejo de Estado, debería dar paso a los que vienen detrás. Rafael, es muy frustrante para un joven de mi edad ver que en Cuba llevamos 50 años sin que se produzca un relevo generacional porque el gobierno no lo ha permitido. Y no hablo de que me den el poder a mí, que tengo 28 años. Hablo de los cubanos que tienen 40, 50 o incluso 60 años y no han tenido nunca la posibilidad de decidir. Porque las personas que hoy en día tienen esas edades y ocupan puestos de responsabilidad en Cuba no han sido formados para tomar decisiones, sino para aprobarlas. No son dirigentes, son funcionarios. Y ahí incluyo desde ministros hasta los delegados de la asamblea nacional. Son parte de un sistema vertical que no da margen para que ejerzan la autonomía que les corresponde. Todo se consulta. Y contrario a lo que dice el refrán: en vez de pedir perdón, todos prefieren pedir permiso.


Dice usted que en mi país se puede votar y ser elegido para cargos desde los 16 años. Y que la presencia de jóvenes delegados ha bajado desde los años 80 hasta ahora. Incluso me advierte que si seguimos marchándonos, habrá menos jóvenes votando y por tanto menos elegibles. Y yo le pregunto: ¿De qué sirve mi voto? ¿Qué puedo yo cambiar? ¿Qué han hecho los delegados de la asamblea nacional para que me interese por ellos? Seamos sinceros, Rafael, y creo que usted lo es en su carta, así que yo también quiero serlo en la mía, ambos sabemos que la asamblea nacional, tal y como está concebida, solo sirve para aprobar leyes por unanimidad. Resulta paradójico llamarle asamblea a una institución que se reúne una semana al año. Tres o cuatro días en verano y tres o cuatro días en diciembre. Y en esos días se limita a aprobar los mandatos del Consejo de Estado y de su Presidente, que es quien decide lo que se hace o no se hace en el país. Lamentablemente, yo no puedo votar a ese presidente. Y no sabe cuánto me gustaría hacerlo.


Hace unos días escuché a Ricardo Alarcón confesarle a un periodista español que él no cree en la democracia occidental “porque los ciudadanos solo son libres el día que votan, el resto del tiempo los partidos hacen lo que quieren...” Aunque fuera así, que no lo es (al menos no siempre, y no en todas las democracias), estaría reconociendo que desde que yo nací, en 1984, los electores en Estados Unidos, por ejemplo, ha tenido siete días de libertad (uno cada cuatro años) para cambiar a su presidente. Algunas veces lo han hecho para bien, y otras para mal. Pero esa es otra historia. Un joven de New Jersey que tenga mi edad ya ha tenido dos días de libertad para, por ejemplo, echar a los republicanos de Bush y nombrar a Obama. Los cubanos no hemos podido tomar una decisión así desde 1948 (no incluyo las elecciones de Batista, por supuesto). Y si usted me dice que la capacidad de nombrar a un presidente no es relevante para un país yo le digo que sí lo es. Y más para un joven que necesita sentir que se le toma en cuenta. Aunque solo sea por un día.


Usted probablemente piensa que los que nos marchamos elegimos el camino más fácil, que lo duro es quedarse a resolver los problemas. Pero le tengo que decir que mis abuelos y mis padres se quedaron en Cuba para pelearse con esos problemas. Renunciaron a muchas cosas por la Revolución y hasta se jugaron la vida por ella. Para darme un país avanzado, equitativo, progresista. Y el que me han dado es uno en el que la gente celebra poder comprar un carro y vender su casa como si fuera una conquista. Pero eso no es una conquista, es recuperar un derecho que ya teníamos antes de la Revolución. ¿A eso hemos llegado? ¿A celebrar como un éxito algo tan básico? ¿Cuántas otras cosas básicas habremos perdido en estos años? Para mis padres es doloroso asumir ese fracaso, y no lo quieren para mí. No quieren que con 55 años tenga un sueldo que no me alcance para vivir, ni el sueldo ni la libreta. Porque no alcanza. Y no quieren que para sobrevivir acuda al mercado negro, a la corrupción, a la doble moral, a fingir. Prefieren que esté lejos. A los 28 años yo me he convertido en la seguridad social de mis padres, ¿O cómo cree que sobreviven dos personas con 650 pesos? Sí, Rafael, hemos tenido que irnos cientos de miles de cubanos para que nuestro país no quiebre. Lo que Cuba ingresa de nuestras remesas es superior, en valor neto, a casi todas sus exportaciones. Eso sí, el país ha perdido juventud y talento, y en vez de abrir un debate realista sobre cómo parar esa sangría, sigue anclado a un inmovilismo ideológico que no es otra cosa que miedo al futuro. ¿Y qué hago yo en un país cuyos gobernantes le tienen miedo al futuro...? ¿Esperar a que se mueran...? ¿Esperar a que cambien las leyes por generosidad y no por convicción? ¿Qué hago yo en un país que sigue premiando la incondicionalidad política por encima del talento? ¿A qué puedo aspirar si no basta con lo que soy y lo que hago...? ¿A convertirme un cínico? ¿O me anima usted a que dé la cara y diga lo que pienso? Algunos jóvenes de mi generación ya lo han hecho, ¿Y dónde están? Recordemos a Eliécer Ávila, un estudiante de la Universidad de Oriente que tuvo la valentía de preguntarle a Ricardo Alarcón por qué los jóvenes cubanos no podíamos viajar como cualquier otro, y fue represaliado por el sistema. Él no tuvo la culpa de que allí hubiera un cámara de la BBC, ni de la respuesta ridícula que dio Alarcón (aquella barbaridad de que el cielo se llenaría de aviones que chocarían entre ellos) Hoy Eliécer vive marginado por razones políticas. Y no es un terrorista ni un mercenario ni un apátrida, es un joven humilde, mulato, universitario, que cometió el error de ser honesto. Qué triste hacer una revolución para terminar condenando a alguien por ser honesto. ¿Para eso quiere usted que me quede, Rafael?


Dejar tu país y tu familia no es un camino fácil. Ni la solución a nada, solo es un principio. Te vas a otra cultura, tienes que aprender otro idioma, pasas momentos muy malos. Te sientes solo. Pero al menos tienes el alivio de saber que con esfuerzo puedes conseguir cosas. Mi primer invierno en Bulgaria fue muy duro, conseguí trabajo como transportista y pasé cuatro meses subiendo y bajando lavadoras para ahorrar dinero y poder viajar a Turquía. Una ilusión que tenía desde niño. Y viajé. No tuve que pedir un permiso de salida ni mi avión chocó con ninguno. Pude cumplir el sueño de Eliécer. Y me alegro de haberlo hecho. He conocido otras realidades, he podido comparar. He descubierto que el mundo es infinitamente imperfecto, y que los cubanos no somos el centro de nada. Se nos admira por algunas cosas igual que se nos aborrece por otras. También he descubierto que irme no ha cambiado mis convicciones de izquierda. Porque lo de Cuba no es izquierda, Rafael. Póngale usted el nombre que quiera, pero no es izquierda. Yo estoy de parte de aquellos que buscan el progreso social con igualdad de oportunidades y sin exclusiones. Pienses como pienses. Sin sectarismo ni trincheras. Porque eso solo sirve para enfrentar a la sociedad y sustituir verdades por dogmas.


Por último, Rafael, la casualidad quiso que terminara en un país que también estuvo gobernado por un partido y una ideología única. Aquí no hubo revolución de terciopelo como en Checoslovaquia, ni derribaron un muro como en Berlín ni fusilaron un presidente como en Rumania. Aquí, como en Cuba, la gente no conocía a sus disidentes. Aquí no había fisuras, y sin embargo, en una semana pasaron de ser un estado socialista a una república parlamentaria. Y nadie protestó. Nadie se quejó. No puedo evitar preguntarme, ¿Acaso pasaron 40 años fingiendo? Desde entonces no han tenido un camino de rosas, han enfrentado varias crisis, incluso la población ha llegado a vivir con peor calidad de la que tenía en los años 80, pero curiosamente, la inmensa mayoría de búlgaros no quiere volver atrás. Y eso que el socialismo que dejaron ellos era bastante más próspero que el que hoy tenemos los cubanos. Pero en este país no piensan en el pasado, piensan en el presente. En mejorar la economía, en resolver las desigualdades (que las hay, como en Cuba), en combatir la doble moral, los personalismos y la corrupción que generó el estado durante décadas.


El día que ese presente importe en Cuba, no tenga duda, nos veremos en La Habana.

Ivan López Monreal


Pomorie, Bulgaria.

Verdugos sin castigo


Pedro Corzo

Las declaraciones de Alfredo Guevara a la Televisión Española obligan a reflexionar las causas que motivaron que un número importante de cubanos, casi todos con títulos universitarios y muchos procedentes de familias de clase media y alta, que eran los que más posibilidades tenían de disfrutar las libertades burguesas, así las denominaban, fueran los verdugos de los derechos de todos, y muy en particular los de las generaciones por venir.

Lo que dijo Guevara muy probablemente sea la conclusión a la que han arribado muchos de los que construyeron a sangre y fuego, arropados en la mentira y la difamación, el totalitarismo cubano, pero el caso de Guevara es muy especial, porque aunque no haya estado en la línea del frente, dirigido un centro de represión o un pelotón de fusilamiento, integraba la más alta cúpula del poder y era amigo personal de Fidel Castro, por lo que aquí cabe lo que dice el novelista José Antonio Albertini, “con la tinta también se mata”.

Mientras Ernesto Guevara, Ramiro Valdés, José Abrahantes, Sergio del Valle y otros más, dedicaron todo su esfuerzo y voluntad a destruir a la oposición conduciendo al paredón a miles de personas, a la cárcel a decenas de miles y a campos de concentración como los de la UMAP a miles de jóvenes; Manuel Piñeiro, Víctor Dreke y Ernesto Guevara entrenaban a miles de jóvenes del continente, inculcándoles la certeza de que la violencia era la única solución a los males de sus respectivos países, lo que llevó el luto y la pena a cientos de hogares de América Latina.

Por su parte, Arnaldo Ochoa, Ulises Rosales del Toro, Raúl Menéndez Tomasevich, Leopoldo Cintas Frías y otros entorchados cubanos, cumplían los sueños imperiales de Fidel Castro en África y América Latina, mientras en la isla Armando Hart Dávalos instrumentaba el control absoluto de la educación e intentaba crear y promover nuevos valores sobre los que se desarrollaría el nuevo orden. Entretanto, Luis Felipe Carneado organizaba la represión a las iglesias y sus fieles, instrumentaba la infiltración en las diferentes religiones y logias fraternales, para asumir su control en el momento preciso.

Simultáneamente los medios de comunicación pasaron al control del estado. Se estableció un absoluto control en la información y el derecho de expresión, varios fueron los artífices de esta misión tan destructiva.

Aceleradamente el estado cubano se enfiló a la quiebra económica. Las industrias y los comercios fueron confiscados. La construcción paso al control del estado. Los bienes de consumo empezaron a desaparecer.

Raúl Roa García se prestó como instrumento principal para que Cuba se convirtiera en un país dependiente de la Unión Soviética. La política exterior cubana fue un reflejo de la soviética a excepción de aquellos puntos en los que el máximo líder tenía un interés especial.

Por su parte Nicolás Guillén no fue menos. Aceptó dirigir la UNEAC, un engendro castrista para controlar a los escritores y artistas, mientras Alfredo Guevara, uno de los más influyentes colaboradores de Fidel Castro, cumplía los suyos, fundando el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica.

Se instauraron otros engendros culturales para atar a los intelectuales. Uno de ellos fue el Consejo Nacional de Cultura y otro la Casa de las Américas, dos piezas claves para impedir una actividad intelectual independiente.

De hecho y por encima de los demás cancerberos de la creación Guevara asumió el control del mundo intelectual cubano. Impidió que los creadores se expresaran con libertad imponiendo en todas las instancias la ortodoxia fidelocastrista de “con la revolución todo, contra la revolución nada”.

Se asalarió la creación intelectual y aquellos que fueron y son todavía hoy capaces de negarse, a pesar del mea culpa de Guevara, sufren en el mejor de los casos el exilio interno o externo.

Guevara dice asumir como propios los errores de la Revolución y que en su opinión lo que está sucediendo en Cuba, aludiendo a las supuestas reformas de Raúl Castro, es una apertura para que retorne la libertad, las libertades que nunca debieron ser mal vistas, frase con la que sigue escondiendo su complicidad con los dos grandes responsables de la destrucción moral y material del país, Fidel y Raúl Castro, porque en Cuba las libertades nunca fueron mal vistas, los que lucharon y siguen luchando por ella sufren persecución y acoso, se exilian, van a la cárcel o encuentran la muerte como Porfirio Ramírez, Laura Pollán, Orlando Zapata Tamayo, Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero.

El perverso número 17


Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL

A nadie le gusta hablar de la muerte. Aunque es lo más seguro que tenemos.

Deberíamos de acostumbrarnos a la idea que algún día vamos a morir. Como los genoveses.

Los genoveses trabajan duro toda la vida para cumplir con su sueño: ver terminado el mausoleo donde descansará su cuerpo para siempre. Vi que se esmeran de tal manera en la construcción de su tumba que logran verdaderas obras de arte. Y el cementerio ya no es cementerio, es museo.

Otras personas se devanan los sesos para escribir el mejor epitafio o recordatorio que desean sea colocado en la lápida de sus tumbas. Algunos increíbles serían:

-Disculpe, señora, que no me levante. Groucho Marx.

-Parece que se ha ido, pero no. Cantinflas.

-Murió vivo. Antonio Gala.

-Ahora estás con el Señor. Señor, cuidado con la cartera. Tomás T. Chinchilla

-Por fin dejé de fumar. Pedro Labastida.

-Y un epitafio dantesco: la muerte golpeará con su bieldo a quien perturbe la paz del faraón, grabado sobre el sarcófago de Tutankamón.

Pero, hay personas que manipulan la enfermedad y la muerte de otra manera: para implantar sus ideas no tan democráticas, por las malas o por las malas. Son los políticos perversos.

Lo hizo Hitler, al asesinar unos 11 o 12 millones, incluyendo 5 a 6 millones de judíos, con el propósito de perfeccionar la raza alemana. Keegan.

Lo hizo Mussolini, el Duce de Italia, al enviar a la muerte, además, a 1.500 soldados en la guerra contra Etiopía. Por cierto, un cartel de su propaganda decía: con el Duce hasta la muerte. Y en sus discursos: soy el corazón de Italia, en su revolución fascista. Del Boca. De Felice.

También lo hizo Stalin en Rusia, con 1,4 millones de muertos por motivos políticos. Zemskov. E Idi Amín en Uganda, con unos 500 mil ugandeses. Kyemba. Y así sucesivamente.

Por eso, a todos esos angelitos, que ya están hechos polvo, se les puede recomendar un epitafio único. Por ejemplo: si no viví más, fue porque no me dio tiempo. Marqués de Sade.

Sin embargo, todavía existen perversos en el mundo que manipulan la muerte con fines políticos: Bashar Al-Assad, presidente de Siria, es uno de ellos. Robert Mugabe, de Zimbabwe. Omar Al-Bashir, de Sudán. Mahmoud Ahmadinejad, de Irán. Y 20 dictadores más. Por cierto, nuestro Presidente saliente ocupa el puesto número 17, en esa lista de 23. Foreign Policy.

Y es que uno de los grandes logros del Presidente saliente ha sido instalar en Venezuela la cultura de la muerte. Por una sola razón: irresponsabilidad política. Con más de 123 mil muertes violentas en una década. La muerte de una persona cada 9 minutos. OVV. Y 304 muertos en las cárceles venezolanas, en el primer semestre del 2012.VTV. Sin incluir los 25 de la cárcel Yare I, ocurridos hace 5 días. El Universal.

Y lo peor en este escenario fúnebre: el Presidente saliente ha hecho mutis del problema y solo ha manipulado su supuesta enfermedad neoplásica maligna y los restos mortales de Simón Bolívar, como estrategia de distracción. De paso, ha lanzado su cínica campaña electoral para su reelección, con slogans dirigidos a manejar el aspecto emocional de los alcornoques, con el cuento de amar mucho a Venezuela o de ser el corazón de la patria. Como ll Duce Mussolini. Y, el colmo, todavía hay venezolanos que le creen.

Pero, ante tanta perversidad y ante su inevitable final político en las elecciones del 7 de octubre, no estaría demás abrir un concurso para su epitafio. Mi propuesta:

Morir de amor. O, siempre había creído que era inmortal.

Que así sea.

El show de Correa con Assange

Andrés Oppenheimer

Mientras el presidente populista de Ecuador Rafael Correa intensifica su ofensiva internacional para dar asilo político al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, un conocido periodista ecuatoriano que está pidiendo asilo político en Estados Unidos tiene algunas interesantes perspectivas sobre los motivos que hay detrás de este último show mediático del presidente de su país.

Emilio Palacio, ex columnista estrella del diario ecuatoriano El Universo y autor del libro de próxima aparición titulado “El periodista de los 80 millones”, dice que la campaña de Correa a favor de Assange no tiene como propósito único reparar su imagen como el enemigo número uno de la libertad de prensa en Ecuador, sino que también es parte de su ofensiva propagandística para ganar espacios políticos en el campo de la izquierda radical latinoamericana.

Según Palacio, Correa sospecha que el presidente venezolano Hugo Chávez y el líder histórico cubano Fidel Castro morirán pronto, y está tratando de proyectar su propia imagen internacionalmente para convertirse en el nuevo líder del ALBA, el bloque de países actualmente liderado por Venezuela.

Palacio es uno de varios periodistas ecuatorianos que han sido víctimas del ataque sistemático de Correa a la libertad de prensa en Ecuador, según los principales grupos de defensa de la libertad de prensa — incluyendo el Comité de Protección de Periodistas, Human Rights Watch y la Asociación Interamericana de Prensa.

Correa, bajo cuyo gobierno se han cerrado varios medios y que ha impulsado medidas para limitar a los medios independientes, presentó una demanda por $80 millones y tres años de cárcel contra Palacio y tres directores de El Universo, por una columna en la que Palacio llamó “dictador” al presidente.

Un juez ordenó que los acusados pagaran $40 millones, y Correa luego perdonó a los cuatro. Palacio, sin embargo, está pidiendo asilo político en Estados Unidos porque tiene otro juicio pendiente de un canal de televisión oficialista de Ecuador financiado por Venezuela, y teme por su seguridad si regresa a Ecuador.

En una entrevista, Palacio reiteró su afirmación de que Ecuador es una “dictadura”. Agregó que Correa está tratando de aparecer en los titulares para eclipsar su imagen de pupilo de Chávez y Castro. Nunca le gustó haber sido tratado como un líder de segunda línea por Venezuela y Cuba, señaló.

Cuando Correa asumió la presidencia en el 2007, Chávez se refirió a él como “este muchacho”. Y Cuba siempre consideró a Correa como un aliado errático, al punto de que Correa visitó la isla cinco veces, pero sólo en una ocasión se le concedió una visita oficial, dice Palacio. Presintiendo que pronto podría haber un vacío del poder en el ALBA, Correa ha aumentado su activismo internacional en los últimos meses, afirmó Palacio.

En abril, Correa acaparó los titulares durante la Cumbre de las Américas de los países latinoamericanos con el presidente Barack Obama, en Cartagena, Colombia, al boicotear el evento. En junio, Correa fue el único líder extranjero que se presentó en la reunión anual de cancilleres de la Organización de Estados Americanos en Cochabamba, Bolivia.

En julio, Correa le pidió al Comité Olímpico que le permitiera desfilar al frente del equipo de su país en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos en Londres, según informó la agencia española de noticias EFE. La petición de Correa fue rechazada por el Comité. Y ahora, Correa pretende acaparar los titulares presentándose como defensor de los oprimidos, al garantizarle asilo a Assange, agregó Palacio.

Mi opinión: Palacio se excedió un poco al calificar a Correa como un “dictador”. Por ahora, Correa es un aspirante a dictador, o un presidente narcisista populista que está utilizando demasiadas energías para acaparar poderes absolutos, y demasiado pocas para mejorar las condiciones de vida de los ecuatorianos. Ecuador puede terminar siendo una dictadura como Cuba, pero todavía no lo es.

Pero lo que dicen Palacio y otros no justifica los ataques de Correa contra la prensa. Como bien señaló recientemente Tim Padgett en la revista Time, Obama es atacado a diario por críticos que aseguran — contra toda evidencia — que no nació en Estados Unidos, y sin embargo el presidente de Estados Unidos no se dedica a clausurar Fox News, o a demandar a columnistas críticos.

Palacio tiene razón al ver la cruzada de Correa para presentarse como un campeón de la libertad de expresión como una hipocresía. El solo hecho de que Correa diga que le ha concedido asilo a Assange en Ecuador — un país con un sistema de justicia cada vez menos independiente — porque supuestamente no gozaría de suficientes garantías de que recibirá un trato justo en Suecia, un país cuyas instituciones están entre las más sólidas del mundo, es algo digno de risa.

jueves, 23 de agosto de 2012

Solamente las fotos


Tania Díaz Castro. CUBANET
La quinceañera. Foto de Tania Díaz Castro

Uno de los personajes del presente cubano que pasará a la historia es, sin duda, el fotógrafo particular, llamado hoy cuentapropista y prohibido durante las primeras décadas del dominio fidelista.

Si la fotografía es diabólica, porque lo mismo nos amplía que nos reduce, nos hace ver mejores o peores sobre el papel, también se emplea para hacer verdaderos trucos y crear memorias de cosas que en realidad nunca pasaron, por suerte para los jóvenes cubanos que no tiene los medios para celebrar sus fiestas.

Para inmortalizar una boda celebrada en casa, con cinco o seis participantes, un par de tragos de ron barato por persona y algunos pastelitos comprados en el timbiriche de la esquina, el fotógrafo particular cubano hace maravillas, sin necesidad de usar la magia de Photoshop.

Lleva a los novios a un estudio, preparado en su domicilio, con decorados escénicos con cortinas, alfombras, efectos de luces, grandes ramos de flores artificiales, ventanas y balcones románticos, con un jardín al fondo. La esposa o ayudante del fotógrafo los viste con ropas y joyas de fantasía, los peina y los maquilla. Como resultado, los novios tienen para mostrar a sus hijos en el futuro, según las fotos, algo ─ en su opinión ─ muy parecido a una gran boda celebrada al estilo capitalista.

Resulta irónico que, después de medio siglo de socialismo, los once millones de cubanos que viven en plena pobreza, prefieran que sus hijas guarden fotos de la boda o de sus quince, donde aparezcan disfrazadas de burguesas o aristócratas.

En las fiestas de quinceañeras, estos fotógrafos, que los hay en todo el país, realizan una tarea casi de magos. Una jovencita triste y poco agraciada, que apenas sabe sonreír, posa ante una cámara, y en la foto aparece esbelta y hasta distinguida. Los fotógrafos-magos  la convierten en una linda princesa o en una bella reina.

Margarita llegó a mi casa con sus fotos de quince. Se disculpó por no haberme invitado, muy apenada. Me explicó que sólo pudo reunir dinero para las fotos, ampliaciones con buen papel, buenos colores y, según ella, buen gusto. En las fotos, Margarita parece una actriz de la televisión, o hasta de Hollywood.

Muestra sus fotos con tanto orgullo que siento pena por ella. Ni siquiera le digo que me parecen falsas, que me hubiese preferido haber visto las fotos de una sencillísima fiesta, con los pocos invitados sonrientes y naturales, aunque se vieran las descascaradas paredes de su casa y el techo con deseos de caerse.

Terminó su historia como era de imaginar: no se pudo conseguir el dinero para la fiesta. Su papá no roba. Su abuelo tampoco. El dinerito de la comida del mes es sagrado. En definitiva, puesta a escoger entre la fiesta y las fotos, prefirió las fotos. Así tiene un recuerdo falso, pero hermoso, de lo que en realidad fue un día triste para ella.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Anatomía de un intento de asesinato de mi reputación


Carlos Alberto Montaner. DIARIO DE CUBA

Ignoro si Anna Cherubini existe, o si es el nombre real o el seudónimo de una comunista italiana que escribe al dictado de los servicios cubanos de inteligencia. Da igual. Lo importante no es la persona, sino lo que ha escrito. Es una muestra perfecta para explicar cómo funcionan las llamadas "medidas activas" contra los demócratas de la oposición desarrolladas por el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba dirigido por el coronel Rolando Alfonso Borges, versión caribeña de Joseph Goebbels.

 El 17 de agosto pasado, en las páginas de TellusFolio, un exitoso site italiano, con motivo de la presentación en Italia de la traducción de mi novela La mujer del coronel (Edizioni Anordest), una persona que firma como Anna Cherubini me pide que responda un cuestionario (Le domande da fare a Montaner).

 En realidad no se trataba de una legítima entrevista, sino de lo que los abogados llaman, en español, un intento de "asesinato de la reputación" y en inglés "character assassination". No obstante, voy a responder extensamente el cuestionario y, al mismo tiempo, me gustaría que la señora Cherubini, o quienquiera que se esconda tras ese nombre, responda, a su vez, las preguntas que deseo hacerle.

 En todo caso, para entender en qué consiste esta medida activa desarrollada por los servicios de inteligencia, muy utilizada por la Unión Soviética y sus satélites cuando existía el comunismo en Europa (no hay que olvidar que el gobierno de los Castro, y en especial el Ministerio del Interior, fueron modelados por el KGB y la Stasi en la década de los 60), a continuación sigue una definición escrita por el Dr. Juan Antonio Blanco, profesor e historiador quien era, hasta hace una década, analista del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, y hoy vive exiliado y al frente de un departamento de estudios latinoamericanos en el sur de la Florida. Dice Juan Antonio Blanco en la segunda edición del libro El otro paredón:

  "El asesinato de reputación (character assassination) es un proceso deliberado y sostenido dirigido a destruir la credibilidad y reputación de una persona, institución, grupo social o nación.


Los promotores del asesinato de reputaciones para lograr sus fines emplean una combinación de métodos abiertos y encubiertos como son la formulación de acusaciones falsas, fomento de rumores y la manipulación de informaciones.

 El asesinato de reputación persigue la finalidad de anular la capacidad de influencia de la víctima, silenciar su voz y lograr su rechazo por la sociedad. Al transformar a sus víctimas en no-personas las hacen vulnerables a abusos aún más graves como pueden ser la agresión física, el encarcelamiento, la expropiación de bienes, el destierro, asesinato e incluso genocidio de todo el grupo social al que pertenecen.

 La propaganda nazi antisemita y el Holocausto que le siguió son el ejemplo más extremo de los peligros asociados con las campañas estatales de asesinato de la reputación. Cuando un gobierno se vale de ese recurso para justificar agresiones y abusos contra sus víctimas puede considerarse a esas campañas como una forma de terrorismo estatal. Por lo general, las masacres, crímenes de lesa humanidad y genocidios son precedidos por una campaña de este corte.

 En el siglo XXI, con el arribo de las Web 2.0 y las redes sociales virtuales, la diseminación de falsedades se realiza de modo mucho más rápido y efectivo. Los prejuicios sociales sembrados contra la víctima terminan por arraigarse gradualmente en la memoria social colectiva y las personas —en especial las nuevas generaciones— los aceptan como la historia verdadera o la biografía real.

 Con el paso del tiempo, las percepciones falsas que fueron deliberadamente fabricadas y difundidas por diversos medios de comunicación, pueden ser incluso incorporadas a los sistemas de educación, y se convierten en parte de la historia oficial que se acepta socialmente y resultan entonces difíciles de revertir".

 La 'entrevista' de Anna Cherubini

A continuación reproduzco las preguntas de la señora Cherubini en Le domande da fare a Montaner, así como mis respuestas:


Ya han pasado unos días desde que Gordiano Lupi moderó, el pasado viernes, en el marco incomparable de las islas Tremiti, la presentación de un libro de Carlos Alberto Montaner Suris. No pude asistir a este interesante evento, así que encomiendo a continuación a Tellusfolio las preguntas que quería hacerle al señor Montaner.

¿Cree usted que es éticamente aceptable que alguien que dice ser periodista reciba pagos regulares del gobierno de EE UU a través de la Oficina de Transmisiones a Cuba, para producir noticias negativas contra Cuba, como se descubrió en 2006?

Este escándalo llevó a la destitución de tres periodistas del diario The Miami Herald (Pablo Alfonso, Olga Connor, Wilfredo Cancio Isla) y se han puesto al descubierto las conexiones entre la administración de EE UU y los periodistas en el sur de Florida, incluyendo a Montaner, destinatario de miles de dólares.

 El Nuevo Herald y The Miami Herald jamás me han pagado por publicar noticias negativas sobre Cuba. Son dos publicaciones serias y objetivas. Yo no hago esa clase de periodismo sectario, semejante al de Granma, que es el órgano de un partido político. Los dos diarios, en inglés y español, como muchos periódicos del mundo, compran y me pagan mi columna semanal.

 Radio Martí es, como sucedía con Radio Free Europe, una emisora financiada por la sociedad norteamericana para burlar la censura totalitaria de los Castro. Es una reliquia de la Guerra Fría, sencillamente porque el gobierno de los Castro es una reliquia de la Guerra Fría. Esa entidad, como todos los medios en donde aparecen mis escritos, había contratado mi columna para que la leyera semanalmente. La columna podía ser sobre Cuba, la Unión Europea o sobre cualquier cosa, porque escribo a propósito de múltiples temas, y por esos artículos pagaban el mínimo que autorizan las normas (cien dólares). La razón por la que ellos me ofrecieron ese espacio para reproducir mis columnas, y por la que yo acepté pese a la ridícula remuneración que pagaban, era porque Cuba, mi país, es el único de América Latina en el que no aparecen mis columnas debido a la censura estalinista que allí impera. Era la única forma de compartir mis puntos de vista con mis compatriotas.

 Tampoco es verdad que los periodistas de The Miami Herald que colaboraban con Radio Martí — como los que en Europa trabajan en otros medios y esporádicamente colaboran con la BBC o con Radio Exterior de España, ambos medios pagados con fondos públicos — resultaran expulsados del periódico. Quienes salieron del diario fueron el presidente de The Miami Herald, Jesús Díaz, como consecuencia del absurdo reportaje publicado, y el periodista autor de la información, Oscar Corral, este último por un penoso delito de carácter sexual en el que incurrió poco después.

 Olga Connor cotinúa escribiendo en el periódico semanalmente. Pablo Alfonso y Wilfredo Cancio fueron readmitidos cuando se comprobó la injusticia que habían cometido con ellos, y luego decidieron marcharse. A mí, muy cordialmente, me llamó Humberto Castelló, director de El Nuevo Herald, para ofrecerme excusas y jamás dejaron de publicar mis columnas.

 Radio Martí, por cierto, está obligado por la ley a mantener los mismos altos estándares informativos de La Voz de América, entidad que controla sus emisiones. En esos micrófonos no se puede mentir ni difamar, como hacen Granma y los otros voceros del régimen. Por eso, una parte sustancial del pueblo cubano escucha Radio Martí con la misma avidez que en época del Telón de Acero los pueblos sojuzgados por el comunismo escuchaban Radio Free Europe.

 ¿Cómo se justifican los contactos con el terrorista Juan Felipe de la Cruz, en julio de 1973 en Madrid?

 Juan Felipe de la Cruz, autor del atentado realizado en Montreal en 1972 contra el diplomático cubano Sergio Pérez Castillo, murió en el Avrain Hotel, cerca de París, víctima de la bomba que se prepara para golpear la Embajada de Cuba, pocos días después de la reunión en España con Montaner, quien le dio un coche de alquiler, según lo confirmado por Orlando Bosch en su libro Los años que he vivido.

 Yo no tengo absolutamente dada que ver con esos hechos. El Dr. Orlando Bosch, en su libro dice lo siguiente: "Acción Cubana recibió de su gente en Cuba informes confidenciales sobre la visita de un alto funcionario castrista a Francia. Se planeó un atentado. La misión fue encomendada a Juan Felipe de la Cruz, quien voló a Madrid y se trasladó a París en auto alquilado que le propició, sin conocimiento de causa, Carlos Alberto Montaner".

¿Qué fue lo que realmente ocurrió? Algo que sucedía con alguna frecuencia. Muchos cubanos de Miami, como yo tenía cierta popularidad entre los exiliados, vivía en España y mi teléfono estaba en la guía, cuando viajaban a Madrid llamaban para pedir informaciones de cualquier tipo (hoteles, pensiones baratas, restaurantes, médicos, y hasta colegios para sus hijos). Pues bien, hace 40 años, creo recordar, alguien, presumiblemente el señor Felipe de la Cruz, invocando el nombre de un periodista amigo, llamó a mi oficina de Madrid para preguntar qué agencia alquilaba coches a buen precio. Como era habitual, lo atendí cortésmente y le pasé la llamada a mi secretaria, quien le dio los nombres y teléfonos de tres agencias, como solía hacer. Eso fue todo. Por ello el Dr. Bosch aclara que, el alquiler del auto lo "propició, sin conocimiento de causa, Carlos Alberto Montaner". No tenía la menor idea de nada.

Dejémoslo claro: me repugna profundamente el terrorismo. Me parecía abominable cuando lo practicaba abundante y cruelmente el Movimiento 26 de Julio, la organización creada por Fidel Castro durante la lucha contra la dictadura de Batista (hubo noches en las que hicieron estallar cien bombas en La Habana), y me siguió repugnando cuando la oposición, en los primeros tiempos de la dictadura comunista, integrada casi toda por personas que procedían de la revolución, recurrió a ese método de lucha.

También, por supuesto, y en mayor medida, me resulta aún más injustificable el terrorismo de Estado practicado por el gobierno de Castro, cuando adiestra, ayuda y alienta a terroristas como el venezolano Carlos Ilich Ramírez, El Chacal, formado en Cuba y preso en Francia por numerosos crímenes, así como en el pasado hizo con los tupamaros uruguayos, los montoneros argentinos y los etarras españoles. Si es condenable que existan organizaciones terroristas, más lo es que existan gobiernos terroristas, como sucede con el de los Castro, que así figura en la lista que compila anualmente el Departamento de Estado norteamericano.

Si a la señora Anna Cherubini le interesan los vínculos de Bosch con otras personas que practican el terrorismo, no debe señalarme a mí, sino a Fidel Castro. Además, debe tener en cuenta la afectuosa relación que existió entre Bosch y Fidel Castro desde fines de los años cuarenta. Ambos fueron amigos y ambos militaron en la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) que dirigía Emilio Tro. Por eso, Orlando Bosch, cuando triunfó la revolución en 1959, se convirtió en el coordinador del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Las Villas y Fidel le ofreció el cargo de Ministro de Salubridad, distinción que no aceptó porque era, realmente, anticomunista.

De paso, como veo que tiene interés en los hechos de sangre originados en las riñas políticas cubanas, la señora Cherubini debe averiguar y contarles a los lectores italianos por qué en la época en que Fidel y Bosch eran amigos y militaban en la UIR, Castro trató de matar al estudiante Leonel Gómez (lo hirió por la espalda) el 12 de diciembre de 1946. Y por qué asesinó al sargento de la guardia universitaria Oscar Fernández Caral el 4 de julio de 1948, si éste no mentía al acusarle de dispararle, poco antes de fallecer. Asímismo, podía aclarar, de una vez por todas, la responsabilidad de aquel joven Fidel Castro en el asesinato del líder estudiantil Manolo Castro (no estaban relacionados) el 22 de febrero de 1948, entonces acusado de ser el autor intelectual del crimen.

Sin embargo, como italiana que es, o dice ser, o se supone que sea, si de verdad está interesada en el terrorismo y la violencia revolucionarias, acaso le interesará explorar las relaciones entre el aparato subversivo cubano y las Brigadas Rojas, y, sobre todo, el Gruppi di Azione Partigiana fundado por Giangiacomo Feltrinelli, un millonario comunista totalmente deslumbrado por la figura de Fidel Castro, como me contó el periodista italiano Valerio Riva, quien viajó a La Habana en los primeros tiempos de la revolución junto a Feltrinelli.

¿Cómo responde usted a quienes dicen que estaba al tanto de la preparación del asesinato del rector de la Universidad Centroamericana, el jesuita Ignacio Ellacuría, que tuvo lugar en noviembre de 1989 en Salvador? ¿Y cómo se explica el hecho de que, justo una semana antes, en el curso de un programa de Mercedes Mila, amenazó a Ignacio Ellacuría?

 En noviembre de 2009, el diario español El Mundo informó que, de acuerdo a los documentos desclasificados de inteligencia de EE.UU. y la CIA y el CESID (servicio secreto español), sabían que el sacerdote salvadoreño Ignacio Ellacuría y cinco de sus compañeros serían asesinados por escuadrones de la la muerte del ejército salvadoreño.

Solamente la mala fe y la voluntad de difamar pueden llevar a Anna Cherubini —o sea, a los servicios secretos cubanos— a repetir una infamia que ya he desmentido con pruebas que están al alcance de cualquiera que busque en YouTube.

Mi debate con el jesuita Ignacio Ellacuría en el programa de Mercedes Milá ocurrió cinco años antes del monstruoso asesinato de éste y otros sacerdotes y colaboradores. Y fue un debate intenso, pero respetuoso, como correspondía a dos personas decentes. Por supuesto que no existió por ninguna de las dos partes la menor amenaza. Fue un simple intercambio vigoroso de ideas.

Es interesante analizar cómo el aparato de difamación del gobierno cubano monta la mentira que ahora repite Anna Cherubini: 1) aparece una información en un diario español que dice que los servicios de inteligencia de ese país sabían que iban a matar a Ellacuría el 16 de noviembre de 1989. 2) Con el mayor descaro, mienten y afirman que una semana antes del asesinato, yo había discutido con el sacerdote en la television y lo había amenazado de muerte. El gobierno cubano oculta que el debate había sucedido cinco años antes, y que en él, por supuesto, no había existido ninguna amenaza. 3) Hacen la afirmación canallesca de que, como yo vivía en España, sabía que los militares salvadoreños iban a matarlo y por eso lo amenacé.

Con lo que no contaba el aparato de difamación castrista es que existía una copia del debate que se puede ver en YouTube o en mi blog. No obstante, el gobierno de los Castro continúa repitiendo la mentira, como ahora ha hecho Anna Cherubini.

¿Cómo se definen las actividades dirigidas a bloquear las inversiones extranjeras en Cuba, como las visitas a las oficinas de las compañías extranjeras que operan en Cuba por los miembros de la PDC (Plataforma Democrática Cubana) y por el propio Montaner? ¿Es verdad que por ese tono amenazante Montaner fue expulsado de las oficinas de Tryp Hoteles? ¿Es cierto que Montaner y el PDC amenazaron con elaborar el "Salón de la Vergüenza", una lista negra de las compañías extranjeras que operan en Cuba?

Jamás en mi vida he estado en las oficinas de Tryp Hoteles, así que es absolutamente falso que fui expulsado de ellas (ni siquiera sé dónde se encuentran). Por el contrario, hace unos años, unos ejecutivos de esa empresa, muy amablemente, me invitaron a cenar en Madrid para conocer mi opinión sobre estas inversiones de los hoteleros españoles o de cualquier nacionalidad en Cuba.

Tras escucharlos durante veinte minutos quejarse y burlarse de la realidad política cubana, les dije, y ahora reitero, que por dos razones fundamentales esas inversiones en hoteles pueden tener consecuencias penales, cuando se restablezca en Cuba la democracia.

La primera: las multiples violaciones de las normas establecidas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), institución a la que pertenecen tanto España como Cuba. En esa Isla, el Estado, de común acuerdo con su socio inversor extranjero, les confisca a los trabajadores el 95% del salario mediante un cambio de moneda tramposo, y le prohibe todos los derechos sindicales, comenzando por el de huelga. Eso constituye delito.

La segunda razón: la complicidad entre la gerencia extranjera de esos hoteles y las actividades ilegales de espionaje a que someten a muchos de los huéspedes. La cadena Tryp, Meliá y el resto de los empresarios hoteleros son cómplices en la colocación de cámaras de video y grabadoras de audio en las habitaciones, y saben que entre sus empleados hay policías dedicados a esos menesteres. Incluso aplicando la propia ley cubana actual, esas actividades son ilegales.

Téngase en cuenta que no se trata de empresarios que invierten en países controlados por dictadores, sino de empresarios que se asocian con la dictadura para ganar dinero sin importarles los derechos de los trabajadores o la intimidad de las personas que utilizan sus servicios. Si en Madrid o en Roma un hotel oculta micrófonos o cámaras en las habitaciones de los huéspedes, los responsables de ese delito pueden acabar en la cárcel y resultar severamente multados.

Lo que entonces les dije a los hoteleros de Tryp, en el tono cordial que suelo utilizar, porque me pidieron mi opinión, es que esa colaboración es profundamente inmoral, y les recordé lo que les sucedió en Alemania a empresas como Bayer, Krupp y Volkswagen por colaborar con la dictadura nazi: además de pedir perdón públicamente por lo que ahora llamaríamos "irresponsabilidad moral coorporativa", hasta hace unos años estuvieron pagando altas multas por su comportamiento contrario a la ética.

¿Está de acuerdo de haber apoyado, como admitió ("... porque nos detuvieron casi en el momento en que planeábamos ayudar a las guerrillas campesinas de las montañas del Escambray...", en Havana Journal, 16 de agosto de 2005), el trabajo de las bandas terroristas que aterrorizaron a la Sierra del Escambray en los años 60 y que cometieron crímenes atroces como el del alfabetizador Manuel Ascunce Domenech?

1960. Situémonos en Cuba. Apenas ha pasado un año de la fuga de Batista y ya se ha constituido una dictadura comunista. La revolución, hecha para restaurar la libertad, ha sido traicionada por Fidel Castro. Todos los periódicos, medios de comunicación y escuelas privadas fueron confiscados por el Gobierno en los primeros 18 meses. Sorpresivamente, Fidel entregaba la revolución a la Unión Soviética y calcaba esa manera siniestra de organizar la sociedad. La diversidad, incluso el homosexualismo, se convertía en un crimen. Cualquier crítica se pagaba con la cárcel. En ese momento, ya había unos 19.000 presos politicos en el país y no cesaban los fusilamientos.

Ante esa traición, numerosos revolucionarios que habían luchado contra Batista, vuelven a tomar las armas contra la nueva dictadura. En las montañas del Escambray, en el centro de la Isla, se produce una verdadera rebelión campesina dirigida por el comandante Plinio Prieto, el capitán Porfirio Remberto Ramírez, presidente de los estudiantes de la Universidad de Santa Clara y el comandante Evelio Duque.

Todos son oficiales del ejército revolucionario que derrocó a Batista. Quieren y piden democracia. Han visto con horror cómo apresaron y condenaron a 20 años de cárcel al comandante Huber Matos, uno de los héroes de Sierra Maestra, por escribirle una carta privada a Fidel Castro denunciando la entronización del comunismo.

El ala democrática del primer gobierno de la revolución, tiene que huir del país o esconderse para volver a la lucha. El Dr. Manuel Urrutia, primer presidente de la revolución, debe buscar refugio en una embajada junto a toda su familia. Se sabe que hay poco tiempo para evitar que la dictadura de corte estalinista arraigue en el país. Todas las universidades se convierten en focos de conspiraciones contra la nueva tiranía.

Es en ese contexto en el que yo, a los 17 años, hace más de medio siglo, junto a un grupo de estudiantes, como hicimos miles de muchachos, nos integramos a la Resistencia, como hicieron los franceses o los italianos honorables y patriotas contra los nazis y los fascistas.

Fue en ese contexto en el que planeábamos ayudar a las guerrillas campesinas del Escambray para evitar la tiranía que se cernía sobre el país y rescatar la democracia negada por Castro pese a sus previas promesas.

Lamentablemente, los cuatro amigos (entre miles de estudiantes que conspiraban) fuimos apresados y condenados a largas penas. A uno de ellos, a Alfredo Carrión Obeso, lo asesinaron los guardias en la cárcel. Yo logré escaparme al poco tiempo de haber sido apresado.

No dudo que algún grupo guerrillero antitotalitario haya cometido excesos condenables, pero los fusilamientos en masa de los detenidos los cometía el Gobierno. Como me contó un médico, oficial del ejército de Castro que luego desertó en España, mataban inmediatamente a los prisioneros de un tiro en la cabeza, para abrirles rápidamente el estómago y los intestinos con el objeto de averiguar cómo se alimentaban.

En el Escambray, en efecto, hubo crímenes lamentables. De cada 100 crímenes, 99 los cometió la dictadura. Esta historia ya le he contado en alguno de mis libros.

Estas son las preguntas que me gustaría hacerle al señor Montaner. Una vez dicho esto, me pregunto: ¿le compraría un coche usado a este hombre? Un coche que no lo sé, pero no es un libro!

 Mis preguntas a Anna Cherubini

Este final de la señora Cherubini sirve para demostrar, con sus palabras, por qué miente y difama, por qué intenta asesinar mi reputación: su propósito — que es el de la policía política cubana — es intentar impedir que se publiquen o se lean mis libros o los escritos de cualquier demócratas de la oposición. A eso se dedican las dictaduras totalitarias: a censurar, a impedir que las personas se expresen libremente. En eso consiste el "asesinato de la reputación". Afortunadamente, es inútil. Un día los pueblos derriban los muros.

Por último, en vista de que yo he respondido las preguntas de la señora Anna Cherubini — o de quien las haya formulado —, me gustaría que en justa reciprocidad me respondiera las mías. Son muy sencillas:

1)  ¿Por qué en Cuba, después de 53 años de dictadura de partido único, no se les pregunta a los cubanos, como proponía Oswaldo Payá, si quieren seguir con ese fallido sistema, o si prefieren un modelo de Estado multipartidista en donde haya diversas opciones, como existe en las 20 naciones más prósperas del planeta y, además, en toda América Latina?

2)  ¿Por qué los cubanos no pueden organizarse y reunirse libremente para defender las ideas y los intereses que comparten? ¿Por qué no pueden crear sindicatos que no dependan del Estado-patrón? ¿Por qué no pueden escribir y debatir sus ideas y propuestas con libertad?

3)  ¿Por qué los cubanos no pueden leer los libros y los diarios que desean, o escuchar las emisoras internacionales de radio que les plazca, o tener antenas parabólicas para ver televisión de otros países, o acceder libremente a internet? ¿No han bastado 53 años de adoctrinamiento y pensamiento único, infligidos a tres sucesivas generaciones de cubanos, para convencerlos de las bondades de un sistema que tiene que dedicarse a ocultar la realidad exterior como mecanismo de defensa?

4)  ¿Por qué los cubanos no pueden entrar y salir libremente de la Isla, sin necesidad de permisos? ¿Son esclavos o menores de edad?

5)  ¿Por qué se les niega a los cubanos la posibilidad de enriquecerse con el producto de su esfuerzo, como se autoriza a los extranjeros? ¿Por qué los cubanos talentosos, capaces de crear riqueza si los dejaran, no pueden aspirar a vivir con las comodidades con que viven, por ejemplo, Raúl Castro o Ramiro Valdés?

Si Anna Cherubini no desea o no puede responder estas preguntas, tal vez el coronel Rolando Alfonso Borges se anime a hacerlo. Al fin y al cabo, en su condición de Jefe Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba no solo le corresponde la tarea vil de intentar asesinar la reputación ajena. Entre sus funciones está defender la maltrecha reputación de la revolución. Aquí tiene una oportunidad de hacerlo.