jueves, 30 de noviembre de 2017

Por la senda de nuestras tradiciones

Mario J. Viera



Reproduzco ahora este viejo artículo publicado en Cubanet el 4 de mayo de 1999, que redacté con motivo de la entrada en vigor de la ley dictada por el régimen castrista para reprimir al periodismo independiente y denominada “Ley No. 88 de Protección a la Independencia Nacional y la Economía de Cuba”. Como mantiene todavía vigencia lo reproduzco nuevamente.


“La libertad de la prensa es un medio de obtener las libertades civil y política, porque, instruyendo a las masas, rasgando el denso velo de la ignorancia, hace conocer sus derechos a los pueblos y pueden éstos exigirlos”.
Ignacio Agramonte y Loynaz



Por años, el gobierno de Cuba se ha declarado defensor decidido de nuestras tradiciones políticas, ésas que se engendraron en las mentes de nuestros próceres desde los tiempos duros cuando los cubanos se conquistaban su identidad como nación peleando en la manigua al filo de sus machetes. También el congreso de los representantes oficiales de nuestra cultura se decidió por la defensa de todas nuestras tradiciones. Pero, ¿se está cumpliendo realmente con esta presunción?

El ideal cubano se fue forjando paulatinamente, tomando del venero que ofrecieron los enciclopedistas franceses, los padres fundadores de los Estados Unidos y el anhelo siempre buscado y no siempre realizado de la tríada de la Francia de 1789: libertad, igualdad y fraternidad.

La búsqueda de la libertad como expresión del pleno disfrute de las potencialidades individuales, en antitética relación con el centralismo exagerado del despotismo monárquico y colonial, siempre constituyó el quid divinum de los pensadores cubanos del siglo XIX, entre los que descuellan con esplendor propio el sacerdote Félix Varela y el poeta José Martí.

Y en ese élan libertario, fundado sobre la imperiosa condición de conservar el individualismo al que Agramonte consideró como necesario para la sociedad, y que se funda sobre la dignidad plena de la persona humana, el arma esencial fue, más que el sable de caballería, la palabra como envoltorio sonoro o gráfico del pensamiento y de la opinión sincera. Toda la tradición política cubana se nuclea alrededor del principio de la libertad de expresión y de la libertad de prensa, y le son extraños la autocensura y el silencio tímido.

Varela, sacerdote y filósofo, se hizo periodista, al igual que Martí, de quien la mayor parte de su obra escrita está formada de crónicas y artículos redactados para varios periódicos del continente y para el que fundara con el nombre de Patria.

El periodismo, visto como el derecho al ejercicio del pensamiento libre al que, de acuerdo con Ignacio Agramonte, “corresponden la libertad de examen, de duda, de opinión, como fases o direcciones de aquél”, constituyó el firme cimiento de nuestras tradiciones políticas. Cercenar el derecho al ejercicio del periodismo independiente es como negar, como anular, el sustrato de nuestras tradiciones políticas y civiles.

Hace mal el gobierno de Cuba cuando limita el derecho de prensa al simple ejercicio de un periodismo alabardero y prohíbe con sanciones penales la opinión escrita, pacíficamente expresada, que no le sea favorable. Esto va en contra de toda nuestra historia, y en contra de la libertad del hombre. Renunciar a la libertad de la expresión periodística por temor a una ley de corte draconiano es renunciar a la propia libertad, que es, como dijera Rousseau, “renunciar a la cualidad de hombre, a los derechos de la humanidad, incluso a sus deberes”.

No es justa ninguna ley, ni puede alegarse ninguna razón para justificarla, que suprima alguna de las libertades que le son sagradas al hombre. Suprimir ese derecho innato de expresar la opinión propia es atentar contra todas las libertades conferidas o naturales del género humano. Y así lo entendió José Martí cuando escribió: “Con las libertades, como con los privilegios, sucede que juntas triunfan o peligran, y que no puede pretenderse o lastimarse una sin que sientan todas el daño o el beneficio”. O retomando a Rousseau se puede concluir: “Privar de toda libertad a (la voluntad del hombre) es privar de toda moralidad a sus acciones”.

Es que lo esencial de nuestras tradiciones, el sendero por el que éstas transcurren no es el de la enojosa intransigencia, sino aquel concepto martiano de patria como equidad y respeto a todas las opiniones. No se ha de temer a la opinión puesta en la voz o en letra de imprenta. Las ideas, nobles o indignas, sólo pueden vencerse con ideas más elevadas y no con cerrojos y prisiones. Reprimir a otros por sus opiniones es el modo más acabado de reconocer la incapacidad de defender las propias.


Cuando los que en Cuba, aquéllos que nos decidimos por realizar un periodismo alternativo al de los medios oficiales, continuamos ejecutando nuestra labor de informadores públicos, a pesar de las amenazas contenidas en la Ley 88, no lo hacemos por el placer masoquista de formar parte de un nuevo martirologio, ni por el plante soberbio del reto suicida. Lo hacemos porque creemos que es justa la intolerancia de no ceder el derecho natural de pensar, de opinar, de examinar o de dudar. Y porque no podemos renunciar a seguir los senderos de nuestras tradiciones. Esas que constituyen el significado concreto de cubanía.

Un país sin educación política

(Desde Honduras y a propósito de sus elecciones)

Antonio Flores Arriaza. La Tribuna

Hace muchos años nació en el ámbito político el Partido de Innovación y Unidad (PINU) en 1970, la Democracia Cristiana (DC) en 1968 y la Unificación Democrática (UD) en 1992. Los tres partidos ostentando una ideología muy bien definida con la cual se presentaron al pueblo hondureño para que los considerara como opciones políticas para gobernar el país. El primero definido bajo la doctrina social-demócrata, el segundo presentando el cristianismo social auspiciado por la Iglesia Católica desde la encíclica Rerum Novarum en 1891 del Papa León XIII (que, no era algo nuevo con lo que se podía augurar un gran crecimiento en vista de que los hondureños eran mayormente católicos) y, el último como un partido socialista. Ninguno de ellos ha pasado de obtener muy pobres resultados. Los tres han mantenido su subsistencia legal con capacidades al borde del colapso. Así que la ideología no fue entonces algo que, a la vista de los hondureños, resultara para proponer alternativas políticas.

Más de cuarenta años han pasado y, se supone, el nivel educativo nacional debe haber mejorado, así como el desarrollo político de la población luego de varias décadas de vida democrática y de que, en el país, la política parece ser la primera agenda en la discusión de todos los días.

Ahora, recién hemos tenido un proceso electoral inédito. Lo ha sido porque en él han participado nuevos partidos políticos y, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) permitió la participación inconstitucional del actual Presidente del Ejecutivo para buscar su reelección, algo prohibido constitucionalmente. Pero, no sólo eso ha sido lo inusual. También lo ha sido la Alianza entre dos partidos preexistentes y su decisión de proponer a un candidato que no pertenece ninguno de ellos y que tampoco tiene un partido que lo respalde.

Esta Alianza conjunta un supuesto partido socialista con el partido social demócrata. Esto no es tan raro. Pero, si se hubiese funcionado ideológicamente, en esta alianza debió integrarse la Unificación Democrática (UD) que se supone también es socialista. Esto no ha sucedido porque la UD más bien se ha aliado con el partido de gobierno que, recientemente, se declaró social cristiano abandonando así, declarativamente, su origen liberal. Algo que en la realidad no ha ocurrido porque sus integrantes no han sido adoctrinados en estos supuestos nuevos principios y, este partido, es reconocido como de derecha. La guerra política se planteó entre la Alianza y el Partido Nacional. Se podría considerar que ideológicamente tiene sentido.

Pero, ¿quiénes integran a LIBRE, el supuesto partido socialista del Siglo XXI? Que fue creado bajo la sombrilla de Hugo Chávez y auspiciado por el chavismo venezolano. Es de sorprenderse que en este partido se han integrado empresarios y sacerdotes (católicos y cristianos), y sus seguidores. Esto resulta ideológicamente incongruente.

El pueblo se ha expresado en repudio hacia la violación constitucional por la búsqueda de la reelección del presidente del Ejecutivo. Pero, resulta, que el principal proyecto de la ALIANZA es buscar montar una Asamblea Nacional Constituyente para cancelar toda la actual Constitución y hacer una nueva. Es decir, Caperucita buscando al lobo para protegerse de la bruja. Esto es de lo más ilógico que se pueda pensar.

La ALIANZA se apellidó contra la dictadura, sin embargo, su candidato ha dado grandes, variadas y reiteradas evidencias de su vocación tiránica. Y, el principal poder “tras el trono” mostró su grandísima vocación tiránica cuando fue Presidente tratando de anular a los otros dos poderes del Estado e ignorando las leyes que regulaban su desempeño en el Ejecutivo. Así que, la Alianza muestra evidencias de que solamente busca sustituir a un tirano por otro. Realmente, esto no es raro en los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI, según se evidencia en América del Sur y en nuestra vecina Nicaragua.

Por otro lado, nos encanta disfrutar de las libertades que nos ha brindado nuestra Constitución liberal, nos gustan las libertades que el liberalismo ha instaurado en el mundo occidental, nos encantan las diversas libertades que el liberalismo nos ha brindado. Nuestros trabajadores gozan de un Código del Trabajo liberal y el sindicalismo que los gobiernos liberales nos enseñaron como conquista a los trabajadores con garantías que en otros países del mundo ni sueñan tener. Nos gusta que las autoridades respeten nuestras garantías constitucionales que son herencia liberal. Aun los socialistas del patio luchan por conservarlas sin ofrecer nuevas conquistas en los derechos humanos y civiles. Pero, los hondureños, cada vez despreciamos las conquistas liberales y buscamos un gobierno opresor. Que incongruencia. Necesitamos mucha educación política, pero no ideologización impuesta. La libertad en todo es la gran conquista liberal.


ideasafa1@gmail.com

martes, 28 de noviembre de 2017

Rafael Correa y los nuevos tiempos

Mario J. Viera



Ha regresado Rafael Correa al Ecuador que parece ya se le está escapando de las manos. Las condiciones de ahora, cuan diferentes son de las que prevalecían en aquel 4 de marzo cuando Lenín Moreno ganara la presidencia con el 51,12 % de los votos. El que fuera delfín de Correa, una vez encumbrado como jefe de Estado y de Gobierno, decidió seguir su propio libreto sin ser conducido desde afuera ni someterse a una fidelidad que no comparte.

Y ya está en prisión y esperando juicio por sospecha de corrupción Jorge Glas, el vicepresidente que delegara Correa para vigilar de cerca a Moreno. Alianza País, en medio de un terremoto que amenaza con derribar sus pilares fundacionales, y los diez años de la administración correísta están en cuestionamiento y se está esperando la puesta en práctica de una consulta popular que amenaza con deshacer el legado del expresidente que ahora regresa ahíto de venganza. Quiere que rueden cabezas, quizá tenga en cartera un intento de golpe de estado y llevar al díscolo delfín a un juicio político devastador. Pero, ¡Cuidado!, hay reclamos contra Correa y puede ser que la cabeza que caiga sea la suya propia.

Llegó Correa y ya alguien pide que no se marche de Ecuador, es más, se pide a la Fiscalía General prohibirle salir del país. Y es Geovanni Atarihuana el que lo pide a nombre y exigencia del Movimiento de Unidad Popular (UP), heredero del Movimiento Popular Democrático que, en 2009, junto a Pachakutik rompió con la coalición de gobierno de Rafael Correa. Y exigen Atarihuana y Natasha Rojas también de UP, medidas cautelares contra el líder de la Revolución Ciudadana, para que responda por los cargos que le imputan, conexiones con el escándalo de los contratos Odebrecht y de Petrochina; falsedad ideológica en el manejo de la deuda externa y tráfico de influencias en el manejo de la justicia. La izquierda ecuatoriana contra la izquierda del correísmo.

Al mismo tiempo, César Montúfar, el acusador particular en el caso que se sigue en contra de Glas, de su tío Ricardo Rivera y otras 16 personas, ya el 28 de agosto había pedido que se investigara al vicepresidente con respecto a cuatro delitos en los que pudiera estar complicado “por asociación ilícita, con el concurso de otras infracciones, como peculado, cohecho, lavado de activos, concusión”; y ya entonces había vinculado en el caso Odebrecht a Rafael Correa. “He presentado ─ había declarado ─ tres denuncias y una acusación particular porque tengo la absoluta convicción de que la información que existe no solo apunta a la culpabilidad del vicepresidente, sino también a la de otras personas a las que se tendrá que investigar, entre ellas, al expresidente Correa”; ahora, explicó que entre las acciones que impulsará está la de solicitar que se prohíba la salida de Correa del país por su presunta vinculación en los hechos que se imputan al vicepresidente.


Rafael Correa ausente del poder es ahora un particular. Tiene que enfrentar desde su presente condición a la oposición de siempre, a la que ahora se suma el sector que dentro de Alianza País se alinea a favor del presidente Moreno. Aunque Correa todavía cuenta con influencias dentro de las estructuras del poder, es evidente que existe un deterioro en su liderazgo.  El 3 de diciembre será definitorio en cuanto a la consolidación del presidente Lenín Moreno o a la decadencia final del Correísmo.

Rafael Correa - El regreso del padrino

Hernán Pérez Loose. EL UNIVERSO



Aunque la criminología moderna no ha validado aquello de que los delincuentes regresan a la escena de sus crímenes, lo cierto es que sí se ha podido observar que existe ese patrón de conducta en varios tipos de delincuentes. Por ejemplo, los pirómanos ─ por la incidencia sexual de su delito – son los que más acostumbran a hacerlo. Los asaltantes de casas tienden a regresar para volver a robar en ellas. En muchos de estos casos esta conducta se debe a su narcisismo: sienten un afán de demostrar que son muy inteligentes y que pueden regresar sin ser atrapados. Otros encuentran placer en ver el daño que causaron. Hay otros que quieren asegurarse de que la Policía no tenga pistas de ellos. Y hay delincuentes que regresan para demostrarles a los testigos lo poderosos que ellos son, y así amedrentarlos.

El regreso del jefe de la mafia, el capo di tutti capi – en avión de millonario y medio escondido –, parecería encajar en el mencionado patrón conductual. Su regreso al lugar donde provocó tanto daño parecería tener varios propósitos similares a los antes anotados. Uno, sería amedrentar al tribunal que está juzgando a su hombre de confianza, al que organizó una red de corrupción gigantesca desde su despacho, usando todos los mecanismos jurídicos y resortes del poder, órganos de control, jueces, cortes, decretos, etcétera. (Algo insólito en nuestra historia). Otro, sería darles un espaldarazo a sus entrañables jueces constitucionales que tan fielmente le sirvieron a él por años. Como se sabe, en estos días estos señores deberán emitir su dictamen a la consulta del presidente Moreno y no sería de extrañarse que la distorsionen. Una de las preguntas que más incomoda a la mafia es la relacionada con el Consejo de Participación, pues de aprobársela, el andamiaje de impunidad que montó el pasado régimen podría desaparecer.

El padrino regresa, por lo demás, sabiendo que es intocable. Que ese andamiaje de impunidad que él dejó instalado todavía funciona. Si viviéramos en otro país, si tuviésemos jueces independientes y autoridades probas, él habría sido llamado a declarar como testigo en todos los casos de corrupción que se están investigando y juzgando, y a la presente bien podría estar encausado, tal como ha sucedido con otros expresidentes de la región por el caso Odebrecht. Recuérdese que el exvicepresidente está siendo juzgado por conformar una asociación para la comisión de delitos. (Delitos que se supone serán investigados y juzgados más adelante…), y su oficina, que era donde se fraguaba esa red de corrupción, quedaba a pocos metros del despacho del expresidente. Resulta inaudito, por ello, que ningún juez o fiscal no vea la necesidad de vincularlo judicialmente e investigar su papel en esa red de corrupción; de conocer, por ejemplo, sus correos electrónicos, que son documentos públicos; y de allí abrir sendas pesquisas que fácilmente podrían arrojar importantes resultados.


Pero nada de eso ocurre. Con razón es que el padrino se jacta de que no se le ha podido probar nada. (O)

lunes, 27 de noviembre de 2017

Talibanes anticomunistas del Versailles

Mario J. Viera



En política como en religiones existe el fundamentalismo y, muy principalmente, en ese fragmento de la política, que ocupa la visión del vulgo, de la calle, bien diferente de la alta política e incluso de la misma politiquería, la política de los seguidores ─ inmensa mayoría de toda sociedad humana ─, conformada por los prejuicios de cada cual y los estereotipos que se han ido forjando en la mente junto con las ideologías y las creencias religiosas que se sustentan; y este conjunto de condiciones, primordialmente de carácter psicológico, cuando no se conduce por el criterio y la razón, deviene en fundamentalismo ideológico e incluso en fanatismo; y de este modo se puede conformar una mentalidad política de talibán.

Existen los talibanes anticomunistas como existe su contrapartida, la de los talibanes comunistas. Estos último no son de mi interés y, por tal razón. me centraré en los primeros, pues en cuanto se supone que estos se encuentren en el marco de la democracia conviene considerar cuán diferentes son a los del segundo grupo. Existe un factor psicológico o tal vez sociológico, no sé, que denomino fenómeno de conversión por contradicción y que determina que en la mente colectiva de aquellos que sufren una dictadura prolongada y absoluta siempre se asumirá una posición antitética con respecto a la misma. Por contradicción se rechaza el tinte político de esa dictadura, si de derecha, se asume una posición de izquierda; si de izquierda, se asumirá una posición de derecha. En sentido general, el exilio cubano se identifica con el partido de derechas, el Republicano, por contradicción con el sistema de los Castro. De este modo, una gran parte de los exiliados cubanos integrados en la derecha política comienzan a mirar con sospecha cualquier opinión o posición que difiera de aquello que para ellos es lo ortodoxo, lo correcto, “lo que debe ser”: la base del fundamentalismo anticomunista.

¡Pobre de aquel que en opinión de los fundamentalistas parezca un poco “liberal” o un tanto izquierdoso! Como los fanáticos comunistas ven a los opuestos, así los fundamentalistas anticomunistas ven a sus opuestos, aunque estos “opuestos” no sean ni comunistas ni socialistas. Coinciden con su antítesis en las mismas descalificaciones y ataques ofensivos, y como los comunistas reclaman, también ellos reclaman, “Si no te gusta, vete”. Talibanes, se creen como los portadores de la verdad indiscutible y en realidad, los más fundamentalistas, los más intransigentes de todo ese que se conoce como “exilio histórico” ─ no por cierto todos ─ son aquellos que vinculados al régimen de Fulgencio Batista huyeron de la isla en 1959 o aquellos otros que emigraron tras las expropiaciones de tierras, de negocios y de industrias, o los que emigraron por la vía del puerto de Camarioca en 1965, o los que lo hicieron por los “vuelos de la libertad” entre 1965 y 1973, sin que ninguno o muy pocos de ellos hubiera confrontado de alguna manera al régimen castrista; sin haber realizado algún acto de resistencia y solo rememoran ─ como reportara Luisa Yánez en El Nuevo Herald ─ “sus últimos días en Cuba; de cómo hoscos soldados venían a sus casas para anunciarles la salida de la familia, al otro día. De cómo el gobierno inventariaba todas sus pertenencias y no podían sacar ninguno de sus bienes. De cómo les sellaban la puerta de la casa para que nadie pudiera entrar”. Esto ciertamente es duro y genera rencor en quienes lo sufrieron, como también aquellos que fueron llevados a las injustas y discriminantes Unidades Militares de Ayuda a la Producción, más conocidas por sus siglas UMAP, guardan el rencor por los maltratos y vejámenes que en ellas recibieron; sin embargo, estos no son la generalidad que compone al exilio denominado histórico, como tampoco son mayoría los sobrevivientes del movimiento guerrillero anticastrista del Escambray, que enfrentaron al incipiente régimen totalitario con las armas y sufrieron largas condenas de prisión bajo terribles condiciones de subsistencia....

Hay que verles, a aquellos que solo se opusieron al castrismo con la fuga, con el autoexilio, agrupándose en torno del Restaurant Versailles con sus protegidas protestas anticastristas, atacando con furia inquisitorial a los que no comparten sus puntos de vista o rompiendo con una aplanadora discos y cd marcados como malditos en su particular Index Librorum Prohibitorum. Magníficos emigrantes que supieron abrirse paso en Miami, que con su esfuerzo hicieron de Miami una gran ciudad, que no olvidaron sus tradiciones cubanas, que no perdieron sus raíces; pero sus frustraciones, a muchos de ellos, les convirtieron en verdaderos talibanes, extremistas e intolerantes. En muchos de ellos, su anticastrismo, su anticomunismo es solo el lamento por sus propiedades robadas, “porque ─ como dijo el gran florentino ─ los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio”.

¡Pero, atención! No todos los talibanes anticomunistas proceden del denominado exilio histórico, ni todos los que forman ese exilio son tales talibanes; porque los hay de reciente arribo como emigrantes que nunca levantaron su voz en Cuba para condenar una injusticia, ni para reclamar un derecho; que nunca formaron filas dentro de alguna organización opositora a disidente, y llegados a puerto seguro se transforman en radicales anticastristas, furiosos anticomunistas que ven comunismo en todas partes, en toda opinión que no entiendan debidamente. Estos quizá sean los peores, pues inundan las redes sociales, hacen uso constante de los tuits e invaden Facebook y You Tube, por lo general se declaran, ¡claro está! convencidos republicanos, porque para ellos los demócratas son un hatajo de comunistas. Estos newcomers son favorecedores de la polarización que existe hoy dentro del exilio y de la emigración cubana en Estados Unidos y especialmente en el sur de la Florida. En la polarización no hay centro, los polos siempre están bien distantes del ecuador.

Pero cuando alguien citó en su página de Facebook al trovador chileno Victor Jara, de inmediato la riposta del inquisidor no se hizo esperar: “a Victor lo capturaron y le dieron chicharrón, uno menos, lo mismo que Lorca; ahora todo el mundo dice que son mártires, uno chivato de Allende el otro de la nefasta Republica”; es que a los comunistas hay que matarles sin piedad, sin importar que uno fuera cantor y el otro un poeta que simpatizó con la República española aunque nunca militó en el Partido Comunista de España y quien en sus propias palabras decía que “se sentía a su vez católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico”, que no ocultaba haber tenido amistad con José Antonio Primo de Rivera el padre de Falange Española: “¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él”.

Así se manifiesta el talibán, si por él fuera, toda la obra artística y literaria de autores comunistas debía ser borrada para siempre. ¡Ah, las hogueras! Es algo así como la frase de Albert Leo Schlageter: "Cuando oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola". Si el autor es comunista, la obra no es merecedora de respeto. Victor Jara cruelmente asesinado solo porque cantaba canciones “espantosas” como esa de “Las casitas del barrio alto”. Si el autor huele, pareciera como comunista, porque así lo ve un talibán anticomunista, bien merece ser fusilado como lo fue Federico García Lorca, a quien, en realidad, el franquismo no le mató por sus opiniones políticas sino por ser homosexual.

El concepto de democracia del talibán anticomunista se semeja más de lo que se pueda conjeturar al concepto de los mismos comunistas. Los comunistas condenan la obra cuando condenan al que consideran un enemigo de clase o de ideología. De igual modo el talibán cierra los ojos y se tapa los oídos, nunca escuchará los cantos de Atahualpa Yupanqui, ni a Mercedes Sosa cantando con esa su voz melodiosa y dulce, ni aceptará que en las canciones de Silvio Rodríguez hay poesía como en el Unicornio Azul, solo porque es un miserable que le canta a los Castro. ¿Puede borrarse, desconocerse las obras de escritores como Mario Benedetti, Ernesto Sabato, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Rubén Martínez Villena y Nicolás Guillén, solo por sus convicciones comunistas? Imposible ignorar las obras literarias debidas a Máximo Gorki, Bertolt Brecht, Louis Aragón, Miguel Hernández, José Saramago, César Vallejo que militaban como comunistas. No podrán ser llevadas a las hogueras las obras pictóricas debidas a Pablo Picasso, Diego Rivera, Frida Kahlo.


Ha de llegar inexorable y necesariamente el cambio democrático en Cuba; atrás quedarán como un desgarre de la historia los años vividos bajo un sistema de comunismo estalinista. Vendrá el reacondicionamiento social e ideológico y tendremos que adquirir la cultura de la democracia, la capacidad de ver con mente amplia los avatares de la vida social y comprenderemos que nada es solo en blanco y negro, sino que todo está matizado. Entonces florecerán nuevas ideas y quizá aprendamos a no limitarnos viviendo en los extremos.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Fidel Castro, alcalde de Miami

Ernesto Morales. Cibercuba



Los cubanos pondrían a Fidel Castro otra vez. Mañana mismo. Si por una inesperada condena celestial los cubanos vieran al viejo Fidel ─ que siempre pareció haber nacido viejo ─ salir de entre la roca santiaguera donde le han enclaustrado, lo votarían, le pondrían la banda presidencial, el anillo de regente, lo que sea. Lo harían gobernante otra vez.

Pero no hablo de los cubanos de Cuba. Hablo de los cubanos de fuera de Cuba. Quise evitar decir los cubanos de Miami, pero no hay escapatoria. Enmiendo mi sentencia: Hablo de los cubanos de Miami. Porque los cubanos de Miami somos una peculiar especie de emigrados que no nos cansamos de gritar que nos fuimos, y que menos mal, pero que a hurtadillas seguimos viviendo como si jamás nos hubiéramos ido. El fenómeno merecerá un aparte bajo las lupas de la antropología futura.

Digámoslo de una vez: los cubanos suspiran por los dictadores. Quizás no lo sepan, lo nieguen, se rasguen las floridas camisas tropicales en arrebatos también tropicales de cólera cubana: "¿Qué dice esa boca acusatoria, que a los cubanos nos gusta qué?" Y dramatismos afines. Pero en el fondo, en el fondito, ahí en el software cubano, en ese ADN incrustado contra los glóbulos y las arterias y los nervios, ahí, algún demoníaco hijo de puta nos puso la semilla del mal: "Adorarás a los hombres fuertes por los siglos de los siglos, amén". Llámese Fidel Castro. Llámese Víctor Mesa. Llámese Hassán Pérez. Llámese Hugo Chávez. Llámese Donald Trump.

Los salvadores, los gritones, los yo sé más que tú, los Mesías todopoderosos. Esos nos encantan. Por eso los cubanos de Miami votaron en manadas por un presidente nacido en New York que los desprecia: a ellos y a todos los latinos. Por eso los cubanos salieron en jaurías sedientas a entregar su voto a un millonario inmobiliario para el que ellos – que no hablan inglés, que pronuncian fústan y requiu ─ son todos lo mismo: mexicans. Porque en el fondo adoramos a los mandamases. Detestamos a los intelectuales, a los hombres de ideas sin puñetazos en la mesa. Adoramos más el gesto que la mano dura.

Barack Obama fulminó con drones a cientos de talibanes, yihadistas, basuras de ISIS y AlQaeda, sin apenas hablar de ello. Donald Trump lanzó diez cohetes a un aeropuerto sirio donde no mató ni a la abuela de un general de Al Assad. Pero Donald Trump es el de la mano dura: él sabe gritar y amenazar. Los drones de Obama son armas del silencio.

Fidel Castro no habría usado drones jamás. Por eso los cubanos votarían mañana por Fidel Castro. Porque de haberlos tenido, él habría preferido los cohetes del ruido. Los manotazos sobre el buró. La bravuconería matonesca de quien habla y chisporrotea saliva con sus discursos vocíferos. Para Fidel Castro un drone habría sido una cosa demasiado afeminada, cuando siempre se tiene a mano una Katyusha equipada como Dios manda.

Eso enerva a los cubanos. Les pone la carne de gallina: "Ese es mi hombre". ¿Verdad que sí? ¿Verdad que cuando Donald Trump grita que va a lanzar furia y fuego contra Kim Jong Un, en un intercambio de grititos de Twitter, los cubanos de este lado del mar aplaudimos con un fervor de veintiséis de julio porque eso, amigos míos, eso es ser un verdadero presidente?

Los cubanos no analizamos circunstancias. Para nosotros vale el gesto. Por eso un cubano trumpista como Breitbar News manda, no se corta para decirte lo primero que le viene a la mente cuando siente que cuestionas, oh blasfemia, al comandante en jefe Trump: "Pues si no te gusta, vete de aquí". (Algunos ni siquiera saben que su cargo militar es ese, commander in chief, y cuando te oyen decirle comandante en jefe se arma la de sanquintín: comunista, malparido, venir a decirle eso a nuestro presidente).

Pues si no te gusta, vete de aquí. Te lo juro. Es lo que dicen. No se lo piensan mejor. Permiten la fuga por entre el cerco de sus dientes de esa construcción tan conocida, tan emblemática, tan de mural de la CTC, con que nos abofeteaban allá al otro lado del mar cuando algo no te gustaba de su gobierno familiar.

Que si no te gustaba que te fueras. Y si preguntabas que para dónde, o cómo, porque eso era lo que te desquiciaba, lo que estabas loco por hacer, irte, ellos no te buscaban opciones o mejores respuestas. Ellos solo te gritaban que te fueras, para que sepas.

Y te estigmatizan, en esta casa grande que han dado en llamar el exilio. No importa que hayas emigrado acá como hijo de un padre que te reclamó. No importa que vinieras con Visa Fiancé, a casarte en Estados Unidos como mismo hace un checo o un marroquí que aplique para ese trámite migratorio universal. No. Si eres cubano eres exiliado, no emigrado, y por tanto debes borrar de tu léxico la pareja de sustantivo más adjetivo "gobierno cubano" y sustituirla cuanto antes por "dictadura", o "régimen", so pena de caer atravesa´o a los secretarios del Partido (Anti)Comunista que por este lado pululan y ganarte por méritos propios el cartelito de comunista.

Comunista. Candela al jarro. Es más fácil ser comunista en Miami que en Pyongyang. Es más: yo diría que es casi imposible no ser comunista alguna vez en Miami. Yo mira que lo he intentado: yo que detesto a todo lo que me suene impositivo, gritón, totalitario. Pues nada, no lo consigo: en Miami he sido comunista demasiadas veces ya.

¿Que le llamas gobierno cubano a la dictadura cubana? Comunista. ¿Que aplaudes en YouTube los jonrones de Antonio Pacheco y Orestes Kindelán? Comunista. ¿Que dices que Alicia Alonso  es una bailarina descomunal, y que Juan Formell , que no bailaba, inventó entre los humanos eso que llaman baile? Comunista. ¿Que dices que Barack Obama dio el mejor discurso de la historia de Cuba allá, en un aula magna de La Habana? Miserable, rata, malagradecido, que Trump te deporte. Ah, y comunista.

Por eso los cubanos de Miami hablan más de Fidel Castro que los de Cuba, y con esto no pretendo descubrir nada nuevo. ¡Es que en La Habana desterraron sus cenizas a Santiago de Cuba, a 900 kilómetros de distancia, cuando en Miami pareciera que es el alcalde!

Porque a los hombres duros, rufianescos, bocones, a esos los cubanos los respetan y les dan su venia. Sea para amarlos o para odiarlos. Pero esos son los suyos. Para los cubanos, un verdadero enemigo tiene que ser como un verdadero amigo: rudo, rústico, autoritario. Por eso Raúl Castro jamás será merecedor del verdadero odio de los cubanos de Miami: es muy flojo. Se rumorea su afición a los pecados nefandos. Y habla poco. Y cuando habla, la voz le tiembla.


A ese, no le votarían en Cuba ni en Miami. Pero al otro, al cenizas, mejor ni te digo. No se me ocurre especular el resultado de unos surrealistas comicios entre Fidel Castro y Donald Trump aquí, en la cuna (o Cuba) del exilio.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Y dice Rafael Correa...

Mario J. Viera



El que era bastión formidable de la “revolución ciudadana”. Alianza País parece desgarrarse en su propia negación. Ya no es el partido de Rafael Correa, al menos no del todo y lo afirmó Augusto Barrera, miembro de la Directiva Nacional y del Buró Político de Alianza País cuando dijo: “Él no es dueño del movimiento PAIS” y. aunque diga y reafirme que llegando de regreso al Ecuador él sacará a alguien, es decir, expulsar a Moreno de Alianza País, Barrera lo define: “Ya esta formulación inicial de que viene a sacar a alguien a mí me hace pensar en una persona que se cree dueño, como si fuera una propiedad privada, y esto no es así”. Y no es así, aunque exista un sector correísta recalcitrante que el pasado 31 de octubre decidió y dictó la separación de Lenín Moreno, del Presidente de Ecuador, de la presidencia de Alianza País.  

Y esos correistas aguardan el regreso prometido de Rafael Correa, el líder, el caudillo, el jefe de esa cosa que nadie entiende que es, el Socialismo del siglo XXI en su vertiente ecuatoriana. Entonces, se apresuran y convocan a una convención nacional de PAIS para el 3 de octubre en la ciudad costera de Esmeraldas y allí abrazarán a Correa y le aplaudirán. Pero desde Bruselas Correa rumia su ausencia del poder factico y se cree que todavía tiene el poder y se arroja con todo su arsenal de epítetos contra su sucesor Lenín Moreno y le acusa de débil y dice Rafael Correa refiriéndose al gobierno de Moreno: “Es un Gobierno tan débil que yo soy su principal opositor, al otro lado del mundo, defendiéndome con iPhone por medio de Twitter. Así es la debilidad del Gobierno”; y le califica de incompetente y hasta de traidor, porque Moreno se empeña en desmontar sin ningún aspaviento la década de la revolución ciudadana.

Pero con todo lo que diga o mal-diga Correa, Alianza País se va por un tubo y ahora en respuesta a la convocatoria de los correistas Moreno ha convocado a una sesión extraordinaria de la dirección nacional del movimiento con el propósito de convocar a otra convención de Alianza País o de lo que queda de ella. Y en ese encuentro ─ deben haber quedado sorprendidos los miembros de la corriente correísta ─, fue entusiasta el apoyo popular recibido por el sector morenista y por partidos y organizaciones sociales entre las que, como cita El Telégrafo, se encontraban Fuerza Compromiso Social, Centro Democrático, Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), Alianza Bolivariana Alfarista (ABA) y Democracia Sí y delegaciones gremiales, sociales y artesanales, entre ellas las de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Federación Nacional de Trabajadores Públicos y Privados (FTPP) y diferentes grupos de transportistas.


Ya no hay vuelta de hoja. Alianza País quedará dividida en dos organizaciones opuestas, la Alianza correísta y la Alianza pro Moreno o tal vez desaparezca o se quede solo como una organización minoritaria y a Correa no le quedará más remedio seguir el consejo de Augusto Barrera: “Traer una voz de calma, unidad, tranquilidad, reflexiva, orientadora, que coloque argumento, que no sea de adjetivar”, ¿o no? Porque Correa es predecible y nunca dejará de ser Rafael Correa. 

Un año sin Fidel

Carlos Alberto Montaner



Hace un año que se anunció la muerte de Fidel. Parece un siglo. Durante más de una década, desde el 26 de julio del 2006 hasta el 25 de noviembre de 2016, vivió con un pie en la tumba. Esa agonía en cámara lenta le fue muy útil a su hermano Raúl. Le sirvió para atornillarse en la poltrona presidencial y para que los cubanos se adaptaran a su control, mientras él se afianzaba en el poder y situaba a gente de su confianza.

Raúl es el presidente porque así lo decidió Fidel. Le parecía una persona mediocre, sin lecturas y sin carisma, pero absolutamente leal, una virtud que los paranoicos valoran por encima de todas las demás, así que le fabricó la biografía para convertirlo en su escudero. Lo arrastró a la revolución. Lo hizo Comandante. Lo hizo Ministro de Defensa. Lo hizo vicepresidente y, por último, le dejó el poder en herencia iniciando la dinastía de los Castro.

Desde entonces Raúl gobierna con su entorno familiar. Con su hija Mariela, una inquieta y lenguaraz sexóloga. Con su hijo, el coronel Alejandro Castro Espín, formado en las escuelas de inteligencia del KGB. Con su nieto y guardaespaldas, Raúl Guillermo Rodríguez Castro (hijo de Déborah). Con su yerno o ex yerno (no se sabe si sigue casado con Déborah o se divorció), el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, Jefe de GAESA, el principal holding de los militares cubanos.

Ésa es la gente que gobierna junto a Raúl, pero tienen tres problemas gravísimos. Él más importante es que en Cuba quedan muy pocos creyentes en el sistema. Sesenta años de desastre son demasiados para mantener la fe en ese disparate. El propio Raúl perdió la confianza en el sistema en los años ochenta del siglo pasado cuando despachó a muchos oficiales a centros europeos a aprender técnicas de gerencia y mercadeo.

¿Para qué los militares cubanos debían dominar esas disciplinas? Para implementar el “Capitalismo Militar de Estado”, único y devastador aporte intelectual cubano al poscomunismo. El Estado se reserva las 2500 empresas medianas y grandes del aparato productivo (hoteles, bancos, fábricas de ron, cerveza, cementeras, siderúrgicas, puertos y aeropuertos etc.) dirigidas por militares o exmilitares de alto rango. Cuando no pueden explotarlos directamente por falta de capital o de conocimientos, se asocian a un empresario extranjero al que le ofrecen buenos beneficios y al que vigilan, eso sí, como al peor de los enemigos.

Simultáneamente, a los cubanitos de a pie se les prohíbe crear grandes empresas. Deben limitarse a pequeños lugares de servicio (restaurantes), elaborar pizzas, freír croquetas, o freírse ellos mismos como taxistas. Les está vedado acumular riquezas o invertir en nuevos negocios, porque el objetivo no es que los individuos emprendedores desplieguen su talento y reciban los beneficios, sino que absorban la mano de obra que el Estado no puede emplear. En Cuba, al contrario que en China, enriquecerse es delito. O sea, lo peor de los dos mundos: el estatismo controlado por militares y el microcapitalismo atado de pies y manos.

El segundo problema es que el Partido Comunista no significa nada para casi nadie en Cuba. En teoría, los partidos comunistas son segregados por una doctrina, el marxismo, que al perder toda significación convierte al PC en un asunto puramente ritual. Fue lo que sucedió en la URSS. Como nadie creía en el sistema, el PC fue liquidado por decreto y 20 millones de personas se retiraron a sus casas sin derramar una lágrima.

El tercero es que Raúl es un hombre muy viejo, con 86 años de edad, que ha prometido retirarse de la presidencia el próximo 24 de febrero, aunque probablemente permanezca agazapado en el Partido. En todo caso, ¿hasta cuándo vivirá? Fidel duró 90 años, pero basta leer sus escritos de los últimos años para comprender que había perdido muchas facultades. El mayor de los varones, Ramón, murió a los 91, pero llevaba varios años aquejado por demencia senil.

La suma de esos tres factores preludia un final violento para el castrismo, acaso a cargo de algún militar, salvo que el heredero de Raúl Castro (oficialmente Miguel Díaz Canel, primer vicepresidente, pero podría ser otro) opte por una verdadera apertura política y desmonte el sistema organizadamente para evitar que lo derriben y los escombros caigan sobre esa frágil estructura de poder.


Para esos menesteres sirven los procesos electorales, pero ya los raulistas se encargaron de cerrarles el paso al centenar de opositores dispuestos a participar en los próximos comicios, mientras se niegan a admitir la consulta que propone Rosa María Payá, la hija de Oswaldo Payá, un dirigente asesinado por pedir lo mismo que hoy, valientemente, reitera la muchacha. O sea: Raúl le legará a su sucesor una terrible sacudida. La dinastía morirá con él.

Ecuador: La autodestrucción de Alianza País

Andrés Jaramillo. Diario EL COMERCIO



El descalabro de Alianza País (AP) responde, en buena medida, a la forma como se ha concebido la política en el Ecuador y en la región.

Frente a la desazón de la ciudadanía por los partidos, las ideologías y los programas de Gobierno, los políticos optaron por apelar a lo emocional más que a lo racional. A los caudillos, antes que a las bases como pilares de las estructuras políticas. Al discurso de personalidades carismáticas, antes que a las propuestas de desarrollo.

Alianza País ahora enfrenta una crisis que es el reflejo del colapso de esa forma de ver la administración y el ejercicio del poder. Cuando se quedó sin su principal figura, el caudillo, sus dirigentes ─ que se habían acostumbrado a seguir instrucciones ─ de pronto se vieron en la necesidad de tomar decisiones propias. Y ante la falta de experiencia, erraron y acrecentaron la crisis interna del movimiento oficialista.

A esto se suma la visión de la ‘militancia institucional’ que ganó protagonismo en el movimiento. AP se hizo dependiente de la capacidad de control de las instituciones del Estado, en donde instaló su red de apoyo. Un ejército de funcionarios públicos dispuestos a salir a las calles cuando el movimiento lo requiera, desde cualquier rincón del país, pero siempre y cuando no se afecte su estabilidad laboral o económica.  

Cuando hubo el cambio de Gobierno y los anteriores administradores perdieron el control de las instituciones se les fue de las manos la capacidad de convocatoria y el apoyo político. Pese a permanecer más de una década en el poder, Alianza País nunca logró construir con las bases una estructura orgánica sólida, ideológica, que les permita sostenerse o sortear crisis como la actual.

Sin la participación directa de la ciudadanía en la toma de decisiones, una relación de poder horizontal, abierta, sin prejuicios y un Gobierno dispuesto a transformar las estructuras en función de los intereses de las mayorías, el Ecuador está condenado a repetir, una y otra vez, la historia de Alianza País.


lunes, 20 de noviembre de 2017

Disidencia cubana, ayer y hoy

Mario J. Viera


¡Cuánta diferencia existe entre la oposición cubana de ayer con la de hoy! Ayer la oposición se enfrentaba a la represión totalitaria con arrojo, sí, pero envuelta en la peor de las carencias, sin acceso a tribunas internacionales, sin acceso a la OEA o a la ONU, sin poder comunicarse de manera directa con gobernantes de otros países. Las denuncias de las violaciones de los derechos humanos en que incurría el régimen castrista salían desde las cárceles, desde el trabajo de un activista, que a veces se encontraba aislado, que, muchas más, era desconocido en los medios noticiosos, que siempre estaba bajo el acoso de los cuerpos represivos, que también muchas veces se movía sin nada en el estómago, si acaso solo con las calorías que pudiera otorgarle un vaso de agua con azúcar prieta.

Si se tenía acceso a un teléfono las denuncias se comunicaban a Radio Martí y a otras emisoras del exilio con bases en Estados Unidos y, en el mejor de los casos, cuando se podía, se ponían en conocimiento de funcionarios diplomáticos de la Sección de Intereses de los Estados Unidos o los de alguna que otra embajada europea, en rara ocasiones con alguna representación diplomática de América Latina; y no resultaba raro que ante las puertas de las dependencias diplomáticas les esperara la policía política para impedirles el acceso a esas oficinas diplomáticas donde solo serían escuchados amablemente por los diplomáticos que les recibían y les escuchaban con empatía y nada más.  

La única recompensa con la que seguro contaba el activista de la disidencia era una celda en Villa Marista o una en 100 y Aldabó o en otra de cualquier prisión de las tantas existentes en el país, y enfrentar largas condenas a cumplir entre criminales comunes.

Entonces, ayer, los opositores y disidentes se ayudaban mutuamente, se solidarizaban unos con otros, compartían unos con otros un plato de comida, pero no existía unidad de intenciones; no existía la voluntad de unión en la dispersión para elevar un verdadero reto político al régimen. El destino de muchos opositores y disidentes, cuando ya se agotaban las fuerzas físicas para enfrentar la persecución y la cárcel, era el exilio por la vía de la solicitud de refugio; una solicitud que muchas veces les era denegada.

Hoy ¡cuán distinta es la situación! Si hasta hay disidentes que llegan a Ginebra para exponer denuncias y proyectos; si a menudo viajan libremente entre La Habana y Miami, que visitan a Chile y son escuchados en numerosos foros internacionales de manera directa y, sobre todo, ya no viven en las estrechas condiciones económicas a las que antes estaban sometidos los precursores de la resistencia anticastrista. Cuentan con la tecnología, el fax y los teléfonos inteligentes y se convierten, muchos de ellos, en líderes mediáticos, se les menciona por sus nombres desde El Nuevo Herald hasta en el diario español EL PAIS. Todos con magníficos proyectos, maravillosos, bien pergeñados, pero también como antes, cuando se forjaban similares proyectos, solo son conocidos en el extranjero y prácticamente desconocidos por la mayoría de los cubanos en la isla. Y tal como fue ayer, ninguno de esos líderes ha promovido la unidad concertada de todos para empeñarse en un verdadero proyecto de resistencia noviolenta; ninguno de estos nuevos líderes posee la voluntad política de encontrar la vía para que toda la oposición pueda actuar mancomunadamente impulsando una estrategia de lucha común y presentarse ante el pueblo como una opción frente al castrismo.

Ahora cualquiera puede ser “un reconocido activista”, solo requiere que alguna organización del exilio le apadrine y le promueva y ya todo está hecho. Tal como ayer, muchos de los de ahora líderes de nuevo cuño, responden a los dictados, orientaciones y directivas que les trace alguna de las tantas organizaciones anticastristas del exilio estructuradas como organizaciones sin ánimo de lucro y subvencionadas por los “Government grants” y por las propias suscripciones de sus asociados y muy pocas de ellas, para no ser absoluto, se deciden a favor de una plataforma común de proyecciones políticas que den apoyo a los grupos y organizaciones opositores que en Cuba promuevan la lucha unitaria por el rescate de la democracia y la libertad ciudadana. Pocas de estas organizaciones de exiliados anticastristas se ven a sí mismas como lo que realmente deben ser, como la retaguardia estratégica de los opositores en Cuba.


Muy diferentes estos tiempos de la época de los precursores, cuando se hizo pública la aparición del Comité Cubano Pro Derechos Humanos impulsado por Ricardo Bofill y Martha Frayde y se realiza la primera Exposición de Arte Libre que diera origen a la Asociación Pro Arte Libre con Tania Díaz Castro, Rita Fleitas, Omar López Montenegro, Estela Jiménez y Reinaldo Bragado,  y se transmitiera por vez primera por Radio Martí una mesa redonda sobre la situación de los derechos humanos en Cuba y en la que participaban, además de Boffil, el ex periodista de Juventud Rebelde, Rolando Cartaya, actuando como moderador y los activistas Reinaldo Bragado, Rafael Saumel, Edmigio López, Raúl Montesinos y Tania Díaz Castro. 

Época esta cuando se funda el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba ─ 20 de junio de 1988 ─ con Samuel Martínez Lara como Secretario Ejecutivo y Tania Díaz Castro como Secretaria General. Cuando también se funda, inspirada en la perestroika que se impulsaba en la Unión Soviética, la organización Amigos de la Perestroika, presidida por el abogado Félix Fleitas, aparece la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional y se desarrolla el Comité Martiano por los Derechos del Hombre que presidió Hubert Jerez Mariño. En 1988 se funda por Yndamiro Restano y Huber Jerez la primera organización de periodistas disidentes, la Asociación de Periodistas Independientes de Cuba (APIC); aunque ya antes, en diciembre de 1988 “el Partido Pro Derechos Humanos funda lo que puede considerarse el primer periódico libre de Cuba, Franqueza, dirigido por el Dr. Samuel Martínez Lara. Después del segundo número fueron a la cárcel, sobre todo la familia González, ya que, en su casa, en Reina y Lealtad, fue donde se confeccionaba el periódico de manera artesanal” (Frank Correa).

Aquella época fue tiempos de fuertes confrontaciones entre opositores y órganos represivos que se resolvían con la aplicación de condenas a prisión de los principales activistas de derechos humanos; confrontación que no cesaría ni hasta después de 1991 cuando las organizaciones opositoras y disidentes se multiplicaban y se creara entonces el cuerpo paramilitar de la Respuesta Rápida organizado con elementos desclasados y mercenarios por el régimen castrista en un intento por acallar y reprimir al movimiento opositor.

Y se actuaba de manera hasta cándida, declarándose que no se aspiraba a la conquista del poder político y surgió la idea de dirimir los asuntos políticos por medio de una consulta al referendo semejante al producido en Chile en octubre de 1988. Así, confiados en la cláusula constitucional que reconocía a la población la iniciativa de las leyes amparada con las firmas de 10 mil electores ─ copia imperfecta de la misma previsión contemplada en la Constitución de 1940 ─, el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba presentó la propuesta ante la Asamblea Nacional del Poder Popular. Tal como hace recordar Frank Correa “Tania Díaz Castro, el Dr. Samuel Martínez Lara, el Dr. Pablo Llabre, el Dr. Félix Fleitas y otros activistas, salieron a las calles ese año (1988) en busca de miles de firmas para solicitar un Plebiscito a la Asamblea Nacional. Aunque tuvieron éxito en la recogida de firmas, todos terminaron en la cárcel”. La respuesta dada por el gobierno fue la represión y encarcelamiento de los promotores de la iniciativa.

Y comenzó la era de la multiplicación de los grupos disidentes y opositores y la era de los grandes proyectos. Creo que no hubo un nuevo grupo que dejara de elaborar un sustancioso proyecto que se pretendiera como la definitiva solución política. Así en 1991 aparece alguien que apenas era conocido entre la oposición promoviendo una colecta de firmas para reformar la constitución por medio del referendo, Oswaldo Payá Sardiñas que luego de ese primer intento ganaría renombre, casi internacionalmente, con el más formidable y el más debatible de sus proyectos, el Proyecto Varela, considerado por el ex director de la revista Vitral, Dagoberto Valdés como “el ejercicio cívico más importante en el último medio siglo”.

Existían por entonces y existen todavía dos bandos diferentes dentro del movimiento anticastrista, los que se alinean en el bando de los moderados (disidentes) y los que se agrupan entre los demoledores (opositores) y como anoté en una crónica del 2004 “si los opositores plantean un proyecto de concertación unitaria como fue en su momento Concilio Cubano, los disidentes procuran adueñarse del liderazgo, presentándose como politólogos experimentados, como consejeros y luego cuando llega la hora de las definiciones y de enfrentar la posibilidad de la prisión abandonan el proyecto y salvan el pellejo. Así actuó el autodenominado G7 integrado, entre otros, por los laureados Elizardo Sánchez, Oswaldo Payá, Vladimiro Roca. Ellos entregaron a Concilio; ellos rindieron las banderas de la desobediencia civil y de la resistencia pacífica”. Porque había dentro del movimiento anticastrista el sentimiento de la unidad, pero faltaba la voluntad política y esa voluntad surgió en la gran concertación que fuera Concilio Cubano; pero Concilio Cubano fue frustrado al ser detenidos sus principales promotores Leonel Morejón Almagro y Lázaro González. Bastó entonces la visita de un alto oficial de la Seguridad del Estado a Gustavo Arcos Bergnes para que en un boletín informativo Gustavo Arcos y otros cinco miembros del denominado Grupo de Apoyo, hablando como “grupo minoritario” dentro de Concilio Cubano, declararon acatar la prohibición comunicada por el oficial de la Seguridad del Estado “para evitar incidentes y un enfrentamiento violento”. El Grupo de Apoyo estaba integrado por Gustavo Arcos Bergnes, Félix Bonne Carcacés, Dr. René Gómez Manzano, Vladimiro Roca, Marta Beatriz Roque, Elizardo Sánchez Santa Cruz y Jesús Yáñez Pelletier.

Oswaldo Payá quien, en realidad nunca estuvo de acuerdo con la unidad, se había separado de Concilio Cubano en su carácter de Miembro Honorario, con voz, pero sin voto, desde que fuera citado ─ como denunció Amnistía Internacional ─ “misteriosamente en el Ministerio de Salud Pública, donde agentes del Departamento de Seguridad del Estado le interrogaron acerca de sus actividades con el Concilio y le advirtieron que las abandonase”. Es, luego de que Concilio Cubano se frustrara, cuando Payá presenta un nuevo proyecto de solicitud de referendo al que denominaría Proyecto Varela, un verdadero bodrio con alardes leguleyos donde se proponía la modificación de algunas leyes concernientes a derechos “establecidos en la Constitución de la República de Cuba, que no se cumplen” y entre los que se mencionaban “el derecho a la libre expresión, a la libertad de prensa y a la libertad de asociación. También el derecho de los ciudadanos a tener sus empresas, algo que ahora es privilegio de los extranjeros. Propone, a su vez, una modificación de la ley electoral nº 72, puesto que ésta es inconstitucional. Además, pide una amnistía para presos políticos, y nuevas elecciones”.

Bellas intenciones que de entrada legitimaban a la Constitución del Estado socialista reconociéndola como creadora de Derecho y a la espuria Asamblea Nacional del Poder Popular, un verdadero “Parlamento genuflexo”, concediéndole capacidad legislativa. No obstante que, por el Reglamento de la Asamblea Nacional aprobado con fecha 25 de diciembre de 1996, se regulaba, en cuanto a lo previsto en el inciso g del artículo 88 de la Constitución, en su artículo 64 que “los ciudadanos promoventes del proyecto, acompañan declaración jurada ante notario, donde se acreditará la identidad personal mediante los datos del carné de identidad como documento idóneo y probatorio de la individualización de una persona, así como de que no está invalidada para ejercer el sufragio activo o pasivo”. Esta disposición reglamentaria convierte en algo irrealizable cualquier iniciativa legislativa popular. Además, se establecía reglamentariamente que cualquier proyecto de Ley recibido por el Presidente de la Asamblea Nacional este lo remitiría a una comisión para su estudio y recomendaciones, la cual según el artículo 68 inciso c podía “rechazar el proyecto, exponiendo sus argumentos al respecto”. Todo dentro del sistema jurídico del castrismo anula cualquier iniciativa popular que esté en contradicción con el sistema impuesto en Cuba.

El Proyecto Varela se hizo conocido nacional e internacionalmente cuando el ex presidente Jimmy Carter se refirió a él en un discurso que pronunciara en La Habana en mayo de 2002, el mismo mes cuando Payá y sus colaboradores más cercanos presentaron la propuesta acompañada de 11 020 firmas ante la Asamblea Nacional del Poder Popular. En el 2003 se produce lo que se conoció como la Primavera Negra de Cuba, 75 activistas de derechos humanos y periodistas independientes fueron condenados a largos términos de prisión, muchos de ellos ardientes activistas en la recolección de firmas en apoyo al Proyecto Varela. Castro había decidido actuar con rigor contra el movimiento opositor en su conjunto, no porque temiera a las consecuencias que hubiera generado el Proyecto Varela porque ni lo tomaría en cuenta; el activismo político y la capacidad movilizadora que aquellos propulsores del Varela habían mostrado era a lo que temía Castro. Payá, aunque bajo vigilancia de los órganos de inteligencia, ni fue despedido de su empleo ni fue llevado a prisión.

El Varela fue un proyecto elaborado e impulsado en Cuba y por cubanos, pero fue un desperdicio de energías y un modo de apartarse de lo principal ante una dictadura totalitaria, de no diálogo, de no colaboración, de desobediencia civil, de resistencia noviolenta, de no reconocimiento de su ordenamiento jurídico. En el ordenamiento legal del totalitarismo no hay franjas de libertad para accionar y para pretender ir a la ley democrática a partir de las leyes de la tiranía. Este es el único mérito del Varela, la demostración de que la transición no se alcanza promoviendo reformas que el propio intolerante régimen debiera impulsar. El reformismo del Varela en definitiva causó más perjuicio a la oposición cubana que al mismo gobierno. 10 mil o 14 mil firmas no son significativas dentro de una población de 10 millones de habitantes. El Proyecto Varela no movilizó, no generó un movimiento de rechazo al régimen castrista, no resultó conocido en todos sus aspectos por la mayoría de los cubanos de la isla y, en cierta medida, resultó un factor de fractura dentro de todos los sectores oposicionistas.

Con la muerte de Oswaldo Payá en extrañas circunstancias que hacen sospechar que se trató de un atentado contra su vida por parte de la Seguridad del Estado, Payá alcanzó el crédito de los mártires y su figura ganó la grandeza política de la cual carecía.

Muchas fueron las acciones que tras el fracaso de Concilio Cubano desarrolló la oposición interna, como la protesta del Parque Buttari en la barriada de Lawton y el ayuno de Tamarindo 34, no recibieron apoyo declarado por Oswaldo Payá. El hecho real es que tras el fin de Concilio Cubano, la oposición cubana se mostraba desorientada; así en un artículo que en septiembre de 1999 escribí para Cubanet, expresé: “los grupos que rechazan el liderazgo absoluto de Castro y desean cambios políticos y económicos en Cuba no han podido sobrepasar el umbral de la disidencia manifiesta. La oposición política requiere un determinado nivel de representatividad y consenso junto a un definido grado de madurez y "olfato" político que les permita a sus organizaciones funcionar como alternativa o contrapartida al partido gobernante, y actuar como una fuerza de equilibrio entre la sociedad y el poder político”. Y agregué: “La escasa labor propagandística de la disidencia se dirige más hacia el exterior del país que hacia la formación de un estado de opinión favorable en el interior, y más a resaltar figuras por medio de poses protagónicas y de fuegos artificiales dirigidos a promover el entusiasmo de Miami. Los líderes más conspicuos de la disidencia a causa de todo lo anterior no son contrapartidas efectivas al liderazgo carismático de Fidel Castro, cuidadosamente elaborado por una propaganda que comprende muy bien la psicología de las multitudes”. Y esta era la triste realidad después de Concilio y mucho más agravada tras el proceso de los 75. La oposición entonces, como ahora, no ha podido presentarse como un ente con personalidad propia y se somete al apoyo que pueda recibir de los diferentes sectores del exilio. No ha encontrado el camino para la concertación en una estrategia unitaria de lucha noviolenta, de desobediencia civil y de reto político firme agrupando en torno suyo a las masas populares frustradas por los errores y abusos cometidos por el régimen usurpador que gobierna en Cuba. Como expresé entonces: “Sin la unidad, sólo alcanzable rechazando el ansia de liderazgo y de volverse solamente hacia el otro lado del Estrecho de la Florida, la disidencia siempre estará expuesta a la manipulación de la policía política e impedida de ejecutar una acción conjunta y del desarrollo de una propaganda política acertada dirigida hacia lo interno, hacia ese hombre y esa mujer que se sienten impotentes ante el poder de un gobierno que se cree el padrecito de la nación, y que ofreciéndole la zanahoria de algunos confusos beneficios sociales es capaz de "disciplinarle" a la primera manifestación de desobediencia o de comportamiento digno”.

Ya están apareciendo nuevas organizaciones e iniciativas “opositoras”, como Cuba
Decide
bajo la inspiración de Rosa María Payá, hija del difunto Oswaldo Payá, Todos Marchamos inspirado por la organización mediática Estado de Sats y que ya se quiere ver como la vía definitiva para “terminar con el castrismo” sin que manifieste el propósito de encontrar una vinculación estratégica de toso los grupos y movimientos opositores y disidentes en la isla. Esfuerzos que se dedican para favorecer cámaras y resalte mediático, que hacen un llamado desde el exilio, como Cuba Decide, a la desobediencia civil en Cuba, ¡Y hasta hay ya una organización sui géneris denominada “Candidatos por el Cambio” (CxC) con pretensiones de participar en las elecciones generales del 2018 y organizada bajo una Secretaría Ejecutiva y con página oficial por internet y que en esa misma página declarara: “La oposición democrática ya está dividida entre los que van al proceso electoral y los que se resisten” como si en Cuba existiera un Tribunal Electoral que dictara normas adecuadas para la realización de elecciones libres y dentro de la oposición aparecieran dos tendencias, la de electoralismo y la del abstencionismo.


Definitivamente, después de las represiones indiscriminadas de 2003, la oposición anticastrista, con faxes, teléfonos inteligentes, páginas propias en internet y posibilidades de viajar y de conexión con los grupos dispersos del exilio y con foros internacionales ya, salvo honrosas excepciones, se ha aclimatado y acomodado. No hay avance. No hay vinculación popular y lo triste del caso es que el régimen por su propia dinámica se desplomará y sus restos entraran en un proceso de reciclaje y reacondicionamiento para adaptarse a una democracia mediatizada y poder firmar el contrato social del “borrón y cuenta nueva”.