Luis Cino Álvarez. CUBANET
No resultan convincentes las
explicaciones de La Habana y Pyongyang.
Si todo es legal, ¿por qué el
dulce ocultamiento bajo un cargamento de azúcar en el barco Chong Chon Gang,
retenido e investigado ahora en Panamá?
En este rocambolesco episodio, reminiscente
de los tiempos de la Guerra Fría y que no se sabe cómo terminará, hay algo que
huele muy mal. Por algo el capitán del carguero norcoreano infartó y quiso
suicidarse. Había que morirse por el camarada Kim Jong Un, la dinastía de los Kim y la ideología Juche… El tipo sabrá lo
que está en juego y cómo se las gastan sus
jefes…
Para Cuba, el asunto resulta bastante
inoportuno y peligroso, precisamente cuando parecía ─ luego de que no se le
brindase asilo a Edward Snowden, como hicieron casi todos los demás países de
la Alianza Bolivariana ─ que se
tanteaban las formas de relajar las tensiones y lograr acercamientos con los
Estados Unidos.
¿No tendría el gobierno cubano otro
país menos conflictivo donde reparar su armamento obsoleto? Digamos, en China, o
mejor aún, en Rusia, que fue donde lo fabricaron hace varias décadas, cuando el
nombre oficial del país era Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Hace unos meses, cuando visitó Cuba el
jefe del ejército norcoreano, el generalato de por acá le reiteró que el país
está en la misma trinchera anti-imperialista que Corea del Norte, a la que
ellos se empeñan en llamar República Popular y Democrática, a sabiendas de que
no es ninguna de esas tres cosas.
Supongo que se pusieron demasiado eufóricos los generales cuando
consiguieron que les repararan los cachivaches
de guerra soviéticos.
Solo unas semanas antes de esa visita
a Cuba del entorchado generalote norcoreano, el pasado 29 de marzo, Corea del Norte se había declarado en estado
de guerra con Corea del Sur. Como no existía un acuerdo de paz, sino solo el armisticio de Panmunjon, de 1953,
técnicamente las dos Corea estaban en guerra desde hacía 60 años.
Con voz altisonante, una
grandilocuente y operática locutora de
la TV única norcoreana, se hacía eco de las amenazas de Kim Jong Un de “ajustar cuentas con los
Estados Unidos”, y aseguraba que sus misiles nucleares apuntaban a objetivos
en el sur de la península, el Pacífico y el propio territorio norteamericano.
Fue solo otra bravata chantajista de
la dictadura norcoreana. Es probable que los misiles norcoreanos no tengan
suficiente alcance para llegar a territorio norteamericano. Pero el gobierno de
los Estados Unidos tomó muy en serio las
amenazas. Hizo bien. Tratándose de esa
dictadura y de un payaso megalómano y ridículo como Kim Jong Un, el nietecito
de Kim Il Sung e hijito de su papá, el no menos ridículo y megalómano Kim Song
Il, todo es posible.
Parece que los gobernantes cubanos,
que han sido amigos de tipos como Saddam Hussein, Muammar El-Khadaffi, los
narcoguerrilleros de las FARC, los etarras y el asesino Bachar Al-Assad, no pueden resistir la tentación de elegir sus amigos entre lo
peor de cada casa.
Le zumba eso de meterse en una misma
trinchera con una tiranía que a cada rato –cada vez que se queda corta de
comida, combustible o dinero- amenaza con
desatar una guerra nuclear.
Si fuese posible, los gobernantes
cubanos se aliaban con el emperador Mingus. Precisamente, aquel planeta
de la película Flash Gordon es lo que evocan las imágenes irreales que
llegan de Corea del Norte: tanta militarización, uniformidad y simbología siniestra, tanta
gente aplaudiendo al unísono y reverenciando al rollizo Líder, consumidos todos
por el hambre y el odio.
Por mucha necesidad que tenga el
gobierno cubano de mantener su capacidad defensiva, hacer tratos turbios con un
estado paria como el norcoreano, solidaridades y afinidades ideológicas aparte,
parece una actitud bastante irresponsable y que
dista mucho del “firme e
irrevocable compromiso con la paz, el desarme, incluido el desarme nuclear, y
el respeto al derecho internacional”, al que hacía referencia la
declaración del MINREX del pasado día 16.