lunes, 26 de septiembre de 2022

LO PRIMERO: NO COLABORACION CON EL REGIMEN. (Un comentario sobre los resultados (oficiales) del referendo por el Código de Familia)

 Mario J. Viera



De acuerdo con cifras oficiales emitidas al cierre del escrutinio electoral del referendo realizado ayer, 25 de septiembre, la opción del “Síalcanzó el 66,87 %, un total de 3. 936, 790 votos de las boletas válidas; en tanto que, la opción del “No” alcanzó el 33,13 %, un total de 1, 950,090 de los votos emitidos., junto un un 25.01 % de abstención, un total de 2,107,129 de electores, lo que puede considerarse como un rechazo al proyecto del 58.14 % del padrón electoral de 8.425.147 electores. Sin importar mucho que los números no cuadren perfectamente, podemos extraer algunas experiencias. El total de los que ejercieron el voto fue de 5,886,880 electores lo que corresponde al 69.9 % de todo el total de electores inscritos (no se definió el total de boletas anuladas ni entregadas en blanco); y se acepta oficialmente que hubo un abstencionismo que alcanzo un 25.1 % del padrón electoral, lo que representa un total de 2,107,129 electores).

Sea como sea queda demostrado que el principio de no colaboración con el régimen, que incluye la no participación en los procesos eleccionarios y referenciales, no se ha alcanzado; 69.9% fueron a ejercer el voto. Si sumamos los porcientos alcanzados entre los que votaron en contra del Sí y los que se abstuvieron de participar en el proceso se tiene un porciento de rechazo del 58.14.

¿Es significativa esta cifra? En apariencias, sí lo es. No es una demostración tajante al régimen, sino el ejercicio de determinados concurrente. Ahí están presentes los que mantienen una posición vertical de oposición al sistema, aunque muchos de manera solapada; como también están presentes aquellos con posiciones muy conservadoras de rechazo al tema del matrimonio entre homosexuales principalmente; tema este rechazado por las iglesias evangélicas como la iglesia católica De modo que no podemos inferir que ya existe una conciencia generalizada de no colaboración con el régimen. Por tanto, ha faltado la labor de convencimiento entre las masas populares; la propaganda opositora no se ha dirigido de la manera más efectiva.

Hay que demostrarle a todo el pueblo, que la sumisión siempre irá en su contra, que, bajo un régimen dictatorial, la población con su carencia de voluntad para decir no, o decir sí cuando se requiere, es, al mismo tiempo, víctima y sostén de la dictadura. La propaganda, la agitación política de la oposición en Cuba debiera plantearse como objetivo. la obtención de un abstencionismo, en las farsas electorales que organiza el PCC, que alcance como mínimo un 45 %.

No se debiera esperar a los días previos a cualquier convocatoria electoral para lanzar campañas a favor del no o a favor de la abstención; esta debe ser una condigna constante, machacante, insistente de todos los días; y sin hacer olvido de que, siempre habrá un número importante de simpatizantes con las directivas del PCC, los cuales siempre votarán a favor y según los interese de la dictadura. Ese número pude abatirse, cuando el porcentaje de quienes se nieguen a salir a votar, superen al de los seguidores de la dictadura.


viernes, 23 de septiembre de 2022

LA DEUDA QUE NO HAY QUE PAGAR

 

Mario J. Viera

 


¿Deberá la renaciente República, tras el derrocamiento del Estado totalitario, actualmente existente en Cuba, asumir alguna responsabilidad por la deuda externa contraída por los usurpadores del poder? Algunos pudieran alegar que asumir la deuda externa es un tema de continuidad del Estado y, por tanto, el nuevo gobierno tiene ese deber. Yo alegaría de manera diferente; no se trata del transito de un gobierno a otro dentro de los cánones del Derecho Internacional, no un cambio, sino la demolición de un sistema y el restablecimiento de la legalidad por el retorno de la República, tras la superación de ese lapsus político, durante el cual el Estado, la República, fue desplazada por una cuadrilla de usurpadores. El Estado cubano, la República no es continuidad del actual régimen; es la propia continuidad de sí propia, de la continuidad que fuera interrumpida desde 1959.

En artículo que publiqué en Facebook y en el blog El Fantasma, bajo el título NO ES CUBA, intenté demostrar que el régimen político, que hasta ahora subsiste en Cuba, no fue resultado del tan manido concepto de la “autodeterminación de los pueblos”, sino impuesto por la fuerza y mantenido a contrapelo de la voluntad popular. Un sistema de gobierno que ha creado su propio derecho, no originado en el tradicional republicano; por tanto, es un régimen usurpador del poder, de la soberanía popular.

Como consecuencia, señalé, y disculpen si me cito: “La usurpación del poder del Estado no es fuente de derecho. Todo acto acometido por los usurpadores no genera obligaciones a cumplir por el usurpado privado de sus legítimos derechos. La usurpación es un delito penal e implica que una o varias personas priven de la posesión o la tenencia, total o parcial, a otras personas usando violencia, amenazas, engaños o abusos de confianza [Esto precisamente es lo que el régimen, originado en el poder del Partido Comunista de Cuba, PCC, ha impuesto en la isla, por medio de la violencia, las amenazas y el engaño] (…) Una vez restablecida ─ no refundada ─ la República, el Poder legítimo surgido de elecciones libres, competitivas y transparentes deberá reconsiderar los compromisos que terceras partes contrajeran con los usurpadores ─ en este caso, la deuda externa ─”.

La República no tiene por qué asumir las obligaciones que, con terceros, contrajeran los usurpadores. La deuda externa del régimen totalitario constituye, tal como apropiadamente la denominó Rafaela Cruz, “deudas repugnantes”. Cruz se plantea la siguiente interrogante: “¿es Cuba —término abstracto que engloba a su población— quien debe ese dinero o es el Gobierno?” Sin llegar a formular explícitamente a los usurpadores de la soberanía que solo le corresponde al pueblo, Rafaela lo deja implícitamente dicho: es una deuda contraída por dictadores (un poder despótico) “no por las necesidades o los intereses del Estado ─ citando al jurista ruso Aleksandr Naumovich ─, sino para otorgar mayor fuerza a su régimen despótico, para reprimir a la población que se le enfrenta… Esta deuda no es una obligación para la nación; es una deuda del régimen, una deuda personal del poder que la ha tomado".  

Considerando el reclamo que los acreedores harían en rechazo a la calificación de repugnantes a las deudas que se hubieron contraidos con ellos, Rafaela considera necesariamente demostrar que la deuda se usó en perjuicio de los cubanos, por lo cual, “podría alegarse. que cualquier financiamiento otorgado al castrismo [régimen del PCC] contribuyó a dilatar su existencia y azote, lo que debe considerarse perjudicial para los ciudadanos”. Ahora bien, si reconociendo como cierto lo citado por Naumovich, de que la deuda externa contraída por usurpadores o un poder despótico, es una deuda personal ─ quede resaltada esta expresión “deuda personal” ─ de quienes tomaron la obligación”, entonces, debemos concluir que la República restablecida no tiene que obligarse al pago de la deuda externa del régimen del PCC.

Rafaela Cruz, concluye su artículo Una Cuba libre no debe pagar deudas 'repugnantes' (Diario de Cuba. 12 sep. 2022): “La deuda, entonces, de mantenerse tras un cambio de régimen en Cuba, podría muy bien recaer sobre quienes representaron y se beneficiaron directamente de la dictadura; con lo que los extranjeros que están enriqueciéndose en la tranquila Isla comunista de barata y dócil mano de obra, mientras comparten yates y juegos de golf con los jeques del Partido Comunista, mañana tendrán que exigirle a esos mismos camaradas, y solo a ellos, si quieren cobrar sus inversiones. ¡Cuba libre no pagará deudas repugnantes!

Coincido en general con los puntos de vista de Rafaela Cruz expuestos en su artículo. En el libro, Cuba-Resistencia Noviolenta, consideré un supuesto escenario político “en el cual se mantiene el embargo, todas las sanciones impuestas por la administración Trump y otras nuevas sanciones económicas; pero la oposición se ha organizado, ha captado una masa crítica de apoyo que le permita impulsar una poderosa campaña noviolenta de resistencia, mantenida por un tiempo apropiado y logre desestabilizar al sistema, de tal forma que le obligue a parlamentar con el movimiento de resistencia para transferirle el poder” ─ agregué ─ .“El nuevo gobierno que conduzca la transición hacia la democracia se tendrá que enfrentar a una situación financiera sumamente grave para acometer el proceso de cambio. Una elevada contracción económica; un elevado índice de inflación; una insoportable deuda externa; un muy bajo nivel de exportaciones; una moneda totalmente devaluada; unas reservas en divisas y moneda libremente convertible aún más deprimidas como consecuencia de las sanciones: y, junto a todo ello, un presupuesto público deficitario y un muy elevado gasto público”.

Toda esta situación generada por la incompetencia administrativa del régimen usurpador constituirá un profundo dolor de cabeza para el reacondicionamiento de la democracia en Cuba. ¡No hay vueltas de hojas! Hay que enfrentar todos los problemas financieros del país y darles soluciones, entre estos el conflicto de la deuda externa, y, desde ahora, hay que definir cual, al respecto deberá ser la posición y los objetivos del movimiento de resistencia noviolenta de Cuba: ¡No reconocimiento a la obligación de asumir la deuda externa contraída por el Estado totalitario ni promover su capitalización! La República de Cuba no deberá asumir las obligaciones contraídas por los usurpadores en cuanto a aspectos económicos y financieros.

Los acreedores que se den prisa y obliguen al Partido Comunista, a sus dirigentes, a los miembros del aparato gubernamental y aun hasta los descendientes de los fundadores del sistema corrupto y totalitario a que satisfagan la carga de la deuda externa. Vendrá, inexorablemente un mañana, y ese mañana será demasiado tarde para que, tanto el Club de París, como México, China y Rusia, reclamen los adeudos del régimen usurpador.

jueves, 22 de septiembre de 2022

La demagogia cretina del lenguaje inclusivo

 

Mario J. Viera

 


El lenguaje inclusivo, no ha nacido de la propia evolución del idioma, sino como una forma demagógica de una izquierda demasiado zurda y aplaudido por los regímenes del Socialismo del siglo XXI, y por algún que otro come raspas de características muy snob. Deforman el idioma, con ortografía y modismos absurdos, como el que utiliza la e como distintivo de un inclusivismo, supuestamente antisexista y la duplicación viciosa y aburrida de sustantivos y adjetivos genéricos; todo un atentado a la economía expresiva del idioma, además de complicar la redacción y la lectura de los textos.

Es una regla de la gramática española que todo sustantivo terminado en ente o anta, no posee su correspondiente género femenino, salvo unas pocas y recogidas por la Academia de la Lengua, como clienta, dependienta, presidenta y gobernanta; no obstante, si suena cacofónica la palabra se puede emplear el artículo femenino ante el sustantivo en masculino: la cliente, la dependiente, la presidente y la gobernante. Por otra parte, es gramaticalmente apropiado el uso genérico del masculino para designar a todos los individuos de una clase, sin distinción de sexo, como por ejemplo. Cuando en un texto constitucional se dice: “Artículo 9. - Todo cubano está obligado…” Se sobrentiende que están obligados todos los cubanos, sean hombres o mujeres; o el enunciado del Artículo 10, que dice: “El ciudadano tiene derecho…”, se sobrentiende que son todos los ciudadanos, sin exclusión, sean hombres o mujeres, los que tienen derechos”.

En ocasiones el empleo de este neo lenguaje hace caer en ridículo al que lo utiliza, como fue el caso de Nicolás Maduro, cuando afirmó que “millones y millonas me apoyan”. Otros pretendiendo destacar el conjunto de hombres y mujeres que ejercen idéntico oficio, hasta meten la pata, por ejemplo cuando dicen: “los poetas y las poetas”, algo hoy bastante generalizado pero con olvido, también generalizado de que existe un femenino para poeta, que es “poetiza”, que también existe para actor, el femenino “actriz”; y para héroe está el femenino “heroína”, algo que he visto en la redacción de algunos corresponsales de prensa mencionando “la héroe de aquel movimiento…” Hay hasta los que crean “emperadoras”, olvidando que existe el femenino emperatriz.

No existe o, al menos no es gramaticalmente aceptado decir “la disidenta” en lugar de “la disidente”, como tampoco es admisible referirse a la “cantanta” o  “sufrienta”, “estudianta”, “adoslecenta” o “pacienta”.

Veamos esta frase: “nuestros antepasados son dignos de todo nuestro respeto”; los (y las) inclusivistas redactarían la oración diciendo: “Nuestros antepasados y antepasadas son dignos y dignas de todo nuestro respeto”; o esta otra expresión: “Nuestros padres nos enseñaron ser ciudadanos dignos”. ¿Qué tal suena si se redacta en lenguaje inclusivo? “Nuestro padre y nuestra madre nos enseñaron ser ciudadanos y ciudadanas dignos y dignas”,

La demagogia, la estupidez se ha convertido en arma en contra de la fluidez idiomática e instrumento para la erosión del idioma.

NO ES CUBA

 

Mario J. Viera

 


La insurrección contra el gobierno autoritario e ilegítimo de Fulgencio Batista tenía, como propósito primario el rescate de la Constitución de 1940 y entre otros, el fin del peculado, de la corrupción administrativa, y la promesa de dictar la ley complementaría del artículo 90 de la Constitución por el cual se proscribía del latifundio. Al dar el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, Batista derogó la Constitución colocando en su lugar unos denominados Estatutos Constitucionales.

Desde la Universidad de La Habana se elevaron las primeras protestas de rechazo al cuartelazo, y pronto surgieron grupos radicales de acción armada en las principales ciudades del país. A partir de 1956 se organizaron frentes guerrilleros en las estribaciones de la Sierra Maestra y del Escambray, ganando mayor representación las guerrillas serranas comandadas por Fidel Castro.  Castro supo sacar partido de la falta de moral combativa que reinaba dentro de las filas del Ejército Nacional para captar a favor de su causa un gran número de desertores militares que incluían desde compañías hasta batallones.

A finales de 1958 el régimen batistiano entraba en crisis, grupos de conspiradores aparecían entre altos mandos del Ejército Nacional; el gobierno de Estados Unidos había dictado un embargo de armas contra el batistato, todo adivinaba la descomposición del gobierno, el fin se preveía cercano. Comienza el avance rebelde, caen Guisa, Palma Soriano, Maffo, todo por el accionar de las columnas rebeldes engrosadas con las fuerzas de desertores del ejército ─ es un mito que la victoria sobre las ciudades de Oriente, había sido alcanzada solo con el empleo de los 300 o 400 guerrilleros con los que contaba Castro; como también es un mito la “genialidad” estratégica de Fidel Castro, cuando se omiten los aportes a la estrategia de combate que aportaron a la ofensiva rebelde los oficiales militares que se habían unido al movimiento guerrillero, como es el caso del comandante Quevedo, quien, en la batalla de El Jigüe, se rindió a las fuerzas rebeldes junto con el batallón que comandaba ─.La genialidad estratégica de Fidel Castro ha quedado bien demostrada con los colosales fracasos de sus fabulosos proyectos estratégicos de desarrollo del país ─.

Todo es una mentira, como mentira es que el “gobierno”, autodenominado “revolucionario”, ha nacido de la autodeterminación del pueblo de escoger su propio sistema político. No es Cuba la que hoy tiene un puesto dentro de la Asamblea General de las Naciones Unidas; no es Cuba, la que decidió entregarse al imperialismo soviético, no es Cuba la que viola sistemáticamente todos los derechos civiles y políticos de sus ciudadanos. No es Cuba, es la gavilla de ambiciosos que han usurpado el gobierno de Cuba desde 1959.

Fidel Castro ha sido el primer impostor en la realidad cubana y el primer usurpador del gobierno de Cuba. Cuando en 1959, sin que el pueblo expresara su opinión, Castro derogó la Constitución de 1940, un documento que había sido elaborado por una Asamblea Constituyente electa por el propio pueblo y ratificada también por el mismo pueblo. Castro eligió y designó al primer presidente que integraría el gobierno transitorio, supuestamente provisional que ostentaba el glamoroso título de “revolucionario”. Castro sustituyó la Constitución por un nuevo documento jurídico llamado Ley Fundamental, sin que fuera reconocida por medio de un referendo popular. Castro imponía reformas a su texto constitucional de acuerdo con todo aquello que le fuera necesario para mantener su poder e impulsar todo su proyecto revanchista para abatir cualquier atisba de descontento, comenzando primero por los antiguos miembros del ejército nacional y continuando su macabra obra de amordazar y criminalizar a todo aquel que plateara el disenso. Castro, por su propia voluntad modificó las atribuciones del Primer Ministro de “representar” la política general del Gobierno para convertirle en director de la política general del Gobierno, cargo que entonces asumiría para convertirse en la cabeza gubernamental. Castro, con argucias y con el empleo de los medios informativos destituyó al presidente que él mismo había nombrado.

El Partido Comunista de Cuba, como fuerza dirigente superior del Estado y la sociedad, es el ente usurpador de la soberanía del pueblo del cual deben derivar todos los poderes del Estado. El gobierno aparente que hoy rige sobre Cuba, es simplemente una sucursal del PCC y un ejecutor de las medidas que parten de los congresos del partido y de su Buró Político.

La usurpación del poder del Estado no es fuente de derecho. Todo acto acometido por los usurpadores no genera obligaciones a cumplir por el usurpado privado de sus legítimos derechos. La usurpación es un delito penal e implica que una o varias personas priven de la posesión o la tenencia, total o parcial, a otras personas usando violencia, amenazas, engaños o abusos de confianza.

Con los usurpadores de cualquier derecho real ─ en este caso hay que considerar al Estado ─, no se dialoga, se le exige la devolución de la cosa usurpada o la apelación al derecho ─ en este caso, la voluntad popular de sancionar ─. La voluntad del pueblo ejerciendo su soberanía puede y debe recuperar el bien usurpado ─ en este caso derrocar el poder del PCC.

Es por todos estos elementos que debemos salirle al paso a esos titulares periodísticos que plantean, como, por ejemplo, este que proclama: “Cuba vota en contra de que Zelenski hable por video ante la Asamblea General de la ONU”, y no es Cuba quien decidió tal cosa porque, no es necesario recurrir a las encuestas, la mayoría o gran parte de la opinión cubana, mira con simpatía a los combatientes ucranianos que libran una resistencia feroz al invasor. No es Cuba, sino los usurpadores del gobierno cubano.

Una vez restablecida ─ no refundada ─ la República, el Poder legítimo surgido de elecciones libres, competitivas y transparentes deberá reconsiderar los compromisos que terceras partes contrajeran con los usurpadores ─ en este caso, la deuda externa ─.

jueves, 15 de septiembre de 2022

In God We trust, es un lema; pero ¿de todos?

 

Mario J. Viera

 


¿En realidad el lema, que sustituyó aquel de E pluribus unum, es de carácter “patriótico o ceremonial” como así lo dictaminó el Tribunal de Apelación del Noveno Circuito de Estados Unidos en 1970? ¿Realmente no tiene ningún parecido real con un patrocinio gubernamental de un ejercicio religioso? Todo depende desde el ángulo que se le analice.

La primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos se expresó muy claramente al acuñar: Congress shall make no law respecting an establishment of religión (El Congreso no hará ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión). Desde este punto de vista constitucional, aprobar por resolución conjunta del Congreso el lema de “En Dios confiamos” no quiere decir taxativamente que sea “hacer una ley para el establecimiento de la religión”. Puede tratarse solo de una expresión genérica, donde Dios es un símbolo; y los símbolos son la expresión de una realidad abstracta. Así fue como se incluyó el nombre Dios, en el Preámbulo la Constitución cubana, primero en la de 1901 y posteriormente en la de 1940.

En el debate que se produjo en la Constituyente de 1900, en torno a la invocación que se hacía a Dios en el preámbulo de la Constitución, Manuel Sanguily, un hombre que de religiosos nada tenía, tomó la palabra y declaró:

Dios es, al fin y al cabo, el símbolo de aquel bien que va realizándose con nosotros, contra nosotros, a pesar de nosotros, ahora, en el presente y en el porvenir...  Dios, pues, no es en mis labios sino un símbolo, y en este símbolo, cabalmente por ser un símbolo, caben todas las aspiraciones, las opiniones todas, las del ateo y las del creyente, así como todas las creencias (…) bueno es, procurar asirnos a algo que parezca un ancla de oro suspendida en el espacio; (…) es una idea que representa algo más poderoso que la voluntad de los hombres, algo más firme y permanente que las vicisitudes de la Historia”.   

Ahora bien, el lema “En Dios confiamos” va más allá de lo simbólico para convertirse en un postulado de fe teísta, no cívico; no es en realidad un símbolo de patriotismo, sino el reconocimiento de no ser capaces de alcanzar nuestros objetivos como Nación; que no basta estar organizados constitucionalmente, de haber alcanzado un sistema institucional de estado de derecho, de poseer un potencial económico y un pueblo decidido, para asegurar nuestra existencia como Nación; que no somos nada; que tenemos que confiar en la Providencia. Es la fe en lo ignoto y no en nuestras propias capacidades.

Quizá el creyente pueda confiar solo en Dios para alcanzar las metas o para salir con vida en un enfrentamiento bélico. Confiar en Dios quizá anime; pero para alcanzar las metas y vencer en enfrentamientos bélicos se requiere voluntad de victoria, de confiar plenamente en nosotros actuando e pluribus unum, de hacernos uno en muchos, una sola voluntad.

Se habla mucho de la fundación de Estados Unidos sobre bases eminentemente cristianas; pero a este criterio hay objeciones. Situémonos en el siglo XVIII, sin interpretación milenial, sino dentro del como pensar en aquel siglo, que, por cierto, se denominó siglo de las luces (de finales del siglo XVII y mediados del XVIII). La revolución de las trece colonias se produjo en 1776. Los fundadores de los Estados Unidos, los que impulsaron la revolución y aquellos que crearon un nuevo Estado, definitivamente opuesto al absolutismo monárquico bebieron de las fuentes de John Locke (1632-1704); Voltaire (1694-1778); Jean-Jacques Rousseau (1712-1778); Montesquieu (1713-1784); David Hume (1711-1776); e Immanuel Kant (1724-1804).

Entre los fundadores de la Nación se encuentran muchos hombres ilustrados y no existe testimonio alguno de que entre ellos hubiera alguno que practicara el ateísmo; pero sí hay testimonios de que, entre ellos, los hubo libre pensadores y deístas. Se pueda afirmar que todos eran creyentes; pero no todos eran, en realidad, miembros de alguna religión organizada.

Entre los llamados “padres fundadores” se mencionan como deístas a John Adams, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison y George Washington. El deísmo, valga la aclaración, no es una religión sino una creencia, una posición filosófica frente al concepto de la revelación; es ver a Dios como el Arquitecto supremo del universo, o como “el gran relojero” de Voltaire, creador del “Gran Reloj del universo”.

Muchos aducen que la doctrina cristiana está presente dentro de la redacción de la Declaración de Independencia. Para ello citan pasajes de la Declaración de Independencia como, por ejemplo, los siguientes párrafos:         

Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.

(…) Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

(…) los representantes de los Estados Unidos de América, convocados en Congreso General, apelando al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras intenciones, en nombre y por la autoridad del buen pueblo de estas Colonias, solemnemente hacemos público y declaramos: que estas colonias Unidas son, y deben serlo por derecho, Estados libres e independientes… que, como Estados libres o independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra, concertar la paz, concertar alianzas, establecer el comercio y efectuar los actos y providencias a que tienen derecho los Estados independientes. Y en apoyo de esta Declaración, con absoluta confianza en la protección de la Divina Providencia, empeñamos nuestra vida, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor”.

Sin embargo, pasan por alto un detalle. Thomas Jefferson fue el principal redactor, y al mismo tiempo, fue un convencido creyente del deísmo; de él, durante la campaña electoral de 1800, entre John Adams, presidente titular por el Partido Federalista, y Thomas Jefferson, vicepresidente y candidato del Partido Demócrata-Republicano, está documentado que varios clérigos y pastores denominaron a aquella como una elección entre el patriota federalista John Adams y el anticristiano francófilo Thomas Jefferson.

Pero veamos más. Thomas Payne es considerado como uno de los “padres fundadores”; pero Payne no se dejaba llevar por las ideas religiosas que muchos en las colonias profesaban. Vivió en Francia durante el periodo de la Revolución y escribió a favor de la misma; autor había sido del folleto político Common Sense. En 1793-94 escribiría el libro The Age of Reason: Being an Investigation of True and Fabulous Theology (La edad de la razón: una investigación sobre la verdadera y fabulosa teología). En este libro. Payne aboga por el deísmo, critica a la religión institucionalizada y niega la infalibilidad bíblica y promueve la razón y el librepensamiento. No obstante, y como deísta, Payne no era ateo pues cree en la religión natural y en un Dios creador. Idéntica consideración con lo plasmado por Jefferson en la Declaración de Independencia. Cuando hizo referencia a “las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza”; y este no es, ni para Jefferson, ni para Payne, el cruel Dios bíblico.

Payne se apartaba de los presupuestos y dogmas del cristianismo y fustigó al clericalismo. Fuerte fue su crítica al Antiguo Testamento: “Cada vez que leemos las historias obscenas, los libertinajes voluptuosos, las ejecuciones crueles y tortuosas, la venganza implacable, con las que está llena más de la mitad de la Biblia, sería más consistente que la llamemos la palabra de un demonio, que la palabra de un Dios. Es una historia de maldad, que ha servido para corromper y embrutecer a la humanidad; y por mi parte, lo detesto sinceramente, como detesto todo lo que es cruel”.

Cuando la primera enmienda le prohibió al Congreso dictar alguna ley que estableciera una religión oficial, se estaba situando dentro de un principio básico del liberalismo de establecer el secularismo o el laicisismo de la Federación, la providencia de que los asuntos civiles, ciudadanos, se debían formular sobre la base del raciocinio derivado del mundo material, sin recurrir a la religión. Lo cual no quiere decir que se plantee una posición ateísta y de rechazo a la libertad de creencias de la ciudadanía; simplemente, es la separación del gobierno de la religión, por lo cual las leyes que apruebe el Congreso se deberán elaborar por motivos seculares y no religiosos.

El Estado debe proteger el derecho de todos, de creer o de no creer, de culto o de no culto; por tanto, no le pertenece al Estado establecer leyes, de obligatorio cumplimiento, fundadas en dogmas o preceptos religiosos surgidos de las leyes mosaicas o de la Sharía, como pudieran ser el homosexualismo o el derecho de la mujer a suspender su embarazo. Claro está, este concepto es fuertemente rechazado tanto por los fundamentalistas cristianos, como los fundamentalistas judíos como por los fundamentalistas islámicos.

Ciertamente, la primera enmienda de la Constitución reconoce y ampara el derecho de expresión, pero hay excepciones, la primera enmienda no ampara expresiones que comporten discriminación por motivos de raza, credo, sexo, o preferencias sexuales. Cualquiera puede reclamar y abogar por la oración de los niños en las escuelas, pero convertir ese reclamo en ley, es también violar la primera enmienda y un principio básico de los derechos humanos, porque, toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia; porque además, nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación, ya sea religiosa, como social o política.

lunes, 12 de septiembre de 2022

Los Estados Unidos no tienen que resolver nuestros problemas

Mario J. Viera

 


¿Cuándo acabaremos por entenderlo? No, Estados Unidos no tiene por qué resolver problemas ajenos. Cada nación tiene que atender a sus propios problemas y conflictos; cada nación tiene que enfrentar los retos a su propia seguridad, definir cuáles son sus intereses dentro del escenario internacional, establecer su propia política exterior, seleccionar aliados y definir enemigos. Ninguna nación tiene por qué salir a resolver los problemas de otros. Se puede prestar ayuda y solidaridad, pero no tiene que resolver los problemas de los otros.

En Cuba, todos lo sabemos y lo sufrimos, existe una dictadura; pero no una cualquiera sino una de corte totalitario; es decir un régimen donde no puede florecer la sociedad civil; donde no existe la propiedad privada; donde no existe mercado libre sino totalmente dirigido por el poder del Estado; donde no existe el respeto a la opinión contraria, no existe libertad de prensa y de expresión, no existe el debate político porque todo está subsumido dentro del poder del Estado. No es fácil enfrentar a este colosal Leviatán que al igual como lo definió Thomas Hobbes, “No hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios”. Sin embargo, el Leviatán cubano tiene fisuras y puntos débiles, por tanto, se le puede enfrentar, se le puede golpear; y se le puede golpear desde dentro y derrotar también desde dentro. Solo se requiere voluntad, decisión y sagacidad.

Nosotros mismos tenemos que enfrentar al Leviatán, como ya, de manera espontánea lo hizo el pueblo el 11 de julio, sin fantasías y melindres civilistas, y no salir a mendigar auxilio y apoyo externo, sino ganarnos, por nosotros mismos, por nuestra manera de actuar, la solidaridad, el auxilio y el apoyo externo.

El mundo democrático ha salido en defensa de Ucrania, dándole recursos militares y poder de fuego. El mundo democrático ha actuado así, sin comprometerse de modo directo en el conflicto, porque los ucranianos se han ganado, por su resistencia frente a Rusia, el apoyo, la solidaridad y el auxilio externo.

Tenemos que entender que los problemas de Cuba no se resuelven apelando solo al civilismo, sino planteando la lucha desde posiciones políticas; la resistencia civil no es sinónimo de civilismo; la resistencia civil es el accionar de los ciudadanos (civis), del pueblo raso, en reto y enfrentamiento decidido a la dictadura; un enfrentamiento que puede ser empleando las armas, o empleando la no violencia; esto es resistencia civil. Resistencia civil por medio del empleo de los métodos de la noviolencia de protesta, persuasión, no cooperación social (con huelgas de brazos caídos, de varias industrias, y huelga general) y política (renunciar la membresía a los CDR y demás “organizaciones de masas”, boicot a las farsas electorales, no participar en los actos convocados por la dictadura) y la intervención no violenta (sentadas, plantones, revelar la identidad de agentes secretos y de jueces y fiscales que actúen en procesamientos a opositores). Resistencia civil que tiene que ser antisistema y no reformista.

Seamos capaces, actuemos, principalmente los que formamos parte de la diáspora cubana, con sentido común y con dignidad. ¿Pedir una intervención militar en Cuba para que derroque a la dictadura? Eso significa solo una cosa, que somos incapaces de solucionar nuestros problemas, que estamos rendidos. ¿Pedir a Estados Unidos endurezca el embargo con más y más sanciones económicas contra el régimen? ¿Resolverá esto nuestro problema principal? Vease a Corea del Norte, véanse cuantas sanciones económicas y hasta diplomáticas se han implantado contra esa dictadura totalitaria y, no obstante, el régimen se mantiene incólume ¿Por qué? Porque la economía del país está totalmente bajo el control de la dictadura, no existen capitalistas que puedan ser afectados por esas sanciones y generar un rechazo al sistema, las miserias las soportan los norcoreanos que hasta han sufrido hambrunas; pero el gobierno es capaz de producir poderosos misiles intercontinentales y obtener poderío nuclear.

Rusia, en cambio, está al borde del descalabro no solo por el fracaso de su guerra en Ucrania, sino por las afectaciones económicas que se le han impuesto y afectan significativamente a los intereses de los oligarcas rusos. Si las sanciones se mantienen durante un largo periodo y la guerra en Ucrania sigue siendo favorable para los ucranianos, el fin del régimen de Putin está a la vista. ¿Por qué? Porque en Rusia existen empresas capitalistas y los capitalistas cuando ven en peligro sus acciones reaccionan en contra del gobierno, rechazan al gobierno, cualquiera que este sea.

Desde 1901 los cubanos hemos vivido bajo el síndrome del plattismo, ya es hora de vacunarnos con una inyección de civilismo, (ahora sí) y de una conciencia nacionalista sana; y acabar de entender que, no los Estados Unidos, sino nosotros, los que tenemos que derrocar a la dictadura.


domingo, 11 de septiembre de 2022

ES ALLA… ¡EN CUBA!

 

Mario J. Viera


Podemos arder en deseos de hacer algo por Cuba; por su liberación; y esto es bueno; ¡hasta necesario!, esto es vivir para Cuba y no vivir de Cuba. ¿Qué podemos hacer desde el exilio? Mucho y poco. Mucho, solidarizándonos con aquellos que dentro de la isla. se toman muy en serio la lucha por la libertad política; apoyando moral, y si es posible materialmente, todo esfuerzo decidido que en Cuba se plantee para impulsar la resistencia en contra de la dictadura. Poco, porque no podemos aportar al esfuerzo nuestra presencia física.

Hay algo que no podemos o no debemos dejar de lado: la resistencia, el movimiento cívico de lucha noviolenta se hace en Cuba; que las organizaciones opositoras al régimen del partido comunista se constituyen en Cuba, que el accionar opositor de las organizaciones se despliega en Cuba, no en el exilio, no en plataformas virtuales donde la mayoría de sus integrantes se encuentran en el exterior; que no podemos sustituir el movimiento interno por un movimiento desde el exilio. Es allá, en Cuba, donde se hará la revolución democrática que derrocará al totalitarismo.  

De vez en vez aparece la noticia de que en Cuba se ha creado una nueva organización, con proyecciones civilistas, con una propuesta de reformas, como una esperanza para el cambio. Se promueven, se dan a conocer en los medios y proclaman los nombres de los firmantes de su carta de fundación, que muchas veces resultan ser miembros de organizaciones ubicadas en el exilio y algún que otro representante de la disidencia interna; para finalmente, terminar convirtiéndose en un club de intercambio de opiniones y debates intelectuales.

Es correcto que alguna que otra organización fundada en el exilio proclame su apoyo a la iniciativa, que le brinde todo su estímulo; pero sin influir en sus actividades. Se puede, se debe transmitir nuestros conocimientos o nuestras experiencias a las organizaciones opositoras de Cuba, se puede dar consejos, aportar ideas y hasta se pueden emitir críticas, no para desmoralizar, sino para fijar posiciones, y sin negarles el apoyo necesario al difícil esfuerzo de ejercer el derecho al disenso bajo un régimen totalitario. Es correcto que plataformas virtuales emitidas en el exilio alienten y apoyen todo esfuerzo movilizador que las organizaciones fundadas en Cuba impulsen; pero no marcarles pautas, no impartirles directivas, no imponerles hacer tal o cual movilización. Eso hay que dejarlo allá, en Cuba. Las decisiones solo son decisiones autóctonas cuando se toman allá, en Cuba.

Es bueno, sí, que surjan nuevas organizaciones opositoras políticas al régimen; que surjan organizaciones solo con proyecciones civilistas sin carácter antisistema, porque estas últimas puede generar cultura política y democrática; pero mucho mejor sería que surjan organizaciones similares sin hacer su promoción mediática y se enfrasquen en captar seguidores, ganar fuerza organizativa, y poder presentarse como una opción alternativa a las condiciones actuales de férreo control totalitario. Que actúen aplicando todas las tácticas y métodos de la lucha noviolenta de la protesta y la persuasión; de la no cooperación y de la intervención no violentas.

Como exponen José Luis Fernández Casadevante y Nacho García Pedraza, en Manual para las formaciones en Noviolencia y Transformación Social.: “El cambio es algo que construimos, no algo que esperamos”.

La lucha, el reto político al régimen del partido comunista es allá… ¡En Cuba!





sábado, 10 de septiembre de 2022

D Frente: un nuevo esfuerzo para seguir esperando

 

Mario J. Viera


Me acabo de enterar de su existencia al leer hoy una crónica de Reinaldo Escobar, en 14 y Medio, Una nueva organización civilista, que, al perecer está llena de buenas intenciones, aunque esto de las buenas intenciones siempre los hay que un poco las satanizan; ¿O es que no han escuchado ese dicho de que, de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno? Pero no, nada de diabólico hay entre sus fundadores, los que conozco son personas íntegras y verticales en su posición democrática.  

D Frente. Su objetico fundamental es alcanzar la refundación de la República, orientados por la idea martiana de construir un país 'con todos y para el bien de todos”. Su línea para la tal refundación es “la inclusión, el pluralismo político, la soberanía de los ciudadanos y las reglas civilizadas de convivencia". ¡Perfecto, quien puede estar en contra! Lo que no me agrada mucho es eso de refundar la república, no es necesario refundarla, porque ya existe, aunque usurpada por oportunistas miserables. Lo que se debe plantear, es decir, rescatar a la República

Consideran los iniciadores de D Frente que, para alcanzar tales propósitos hay que recorrer la siguiente hoja de ruta: “la amnistía para los presos políticos y la despenalización del disenso; el trabajo por el pleno reconocimiento de la soberanía popular y el fin del Partido Comunista como único y fuerza dirigente de la sociedad; la búsqueda de los derechos efectivos de libre expresión, información, prensa, manifestación y reunión, entre otros; la promoción de una nueva ley electoral y la creación de unas condiciones jurídicas, institucionales, cívicas y culturales que favorezcan la convocatoria de un proceso constituyente” Sí esa sería una buena hoja de ruta que debiera trazarse un gobierno de transición, es decir, un gobierno que ya hubiera alcanzado el poder político; porque esa hoja de ruta de ningún modo la seguirá la dictadura’ es más se echará a reír.

Lo más interesante es la propuesta que se le hace al gobierno, para que, de buena gana, como buena gente, realice un plebiscito, "para que el pueblo, en ejercicio de la soberanía popular, decida". Realmente hay que aplaudir la iniciativa de D Frente, una vieja iniciativa que en 1988 el Partido Pro Derechos Humanos impulsó con la recogida de 10 mil firmas, y en 1998, retomó el mal concebido Proyecto Varela. Ya se conoce cual fue la respuesta que la dictadura diera a ambas iniciativas.

Los principio de D Frente son magníficos planteados como la condena a todas las formas de violencia, incluida la del Estado (esto es excelente; la lucha debe ser mediante una firme resistencia cívica noviolenta); la promoción del diálogo pluralista (depende de con quien se promueva el diálogo pluralista, si con el gobierno o si con todas las agrupaciones de la oposición al régimen; porque si es con el gobierno es un total fracaso, se estará esperando hasta las calendas griegas) y la reconciliación nacional (Sí, entre los cubanos, los comunes, los que andan a pie, los que se equivocan y con los que tienen muy claro lo que es la dictadura, pero nunca con los verdugos, ni con los esbirros de la seguridad del estado, ni con los matones de las brigadas de respuesta rápida, ni con los jueces y fiscales arrodillados ante el poder de la dictadura); el compromiso con acciones pacíficas de activismo social y político (Sí, siempre que estén organizados bajo los principios definidos de los métodos de la lucha noviolenta, siguiendo un plan estratégico pragmático de acciones combinadas, con objetivos bien definidos y bien claros y bajo el principio de la unidad opositora y el cumplimiento de una disciplina consciente de lucha noviolenta), de resistencia y negociación (la resistencia no negocia, la resistencia frente a la dictadura exige); el respeto a todas las tendencias políticas, ideológicas, de credo, religión e identidad; el respeto a la soberanía nacional, la no injerencia y el rechazo a las acciones unilaterales contrarias al derecho internacional (Todo esto solo alcanzable durante el proceso de transición política una vez que la resistencia haya alcanzado el poder político).

Pero el abanico de intenciones no se cierra con los enunciados planteados en el párrafo anterior. D Frente reclama, además, “la promoción de una nueva ley electoral” (retorno al Varela). ¿Para qué se necesita una nueva ley electoral bajo un Estado totalitario? ¿Para ser electos a la difusa y genuflexa Asamblea Nacional del Poder Popular? No lo que hay que exigir, si se va a exigir sin un movimiento de resistencia que lo apoye, es la eliminación de eso que nunca será un verdadero Parlamento. Pero ahí no se deja todo, hay algo más impactante, la propuesta de “creación de unas condiciones jurídicas, institucionales, cívicas y culturales que favorezcan la convocatoria de un proceso constituyente”. La pregunta que se me antoja es la siguiente: ¿Cómo piensan los, digamos, líderes de D Frente alcanzar esas supuestas condiciones jurídicas, institucionales, etc. a las que aspiran? ¿Será por razones tácticas que no se especifica el cómo?

Ahora bien, ¿un proceso constituyente? ¿Sobre cuál proyecto de Constitución? ¿Acaso uno que promueva reformas a la Constitución de 2019? Si hubiera necesidad de un proceso constituyente, este, necesaria mente debe ajustarse en una relación de continuidad con el pasado, es decir con una continuidad de la tradición constitucionalista de Cuba, y ese proceso debe ajustarse a la primacía de la Constitución de 1940, cuyo proceso constituyente, estuvo ajustado a esas condiciones jurídicas, institucionales, cívicas y culturales, que reclama D Frente y que además reunió dentro del debate constitucional a todas las corrientes de opinión, filosóficas y políticas del país. No se necesitan nuevas constituciones cuando ya se cuenta con una, la de 1940 que fuera pisoteada por Batista con su golpe de estado, asesinada por Fidel Castro en 1959 y que ahora muchos denominados demócratas convencidos pretenden darle sepultura. Si la Constitución del 40 requiriera reformas, estas deberán se ajustadas a su cláusula de reforma,

Está bien, no es malo que aparezca una nueva organización civilista frente a la intransigencia dictatorial. Eso va creando conciencia, aunque ya la conciencia se ha estado desarrollando en muchos sectores de la población cubana como quedó demostrado el 11 J. Bienvenida sea D Frente, aunque sus propuestas sean un poco como sueños de una noche de verano,

viernes, 9 de septiembre de 2022

CHILE PENSÓ Y VOTÓ

 

Fernando Mires. Polis: Política y Cultura

 


Durante largo tiempo, para ser precisos, desde el 18.05.2021 cuando fueron elegidos por votación popular los miembros de la Convención que debía dar forma a la nueva constitución, Chile fue situado en el escalón más bajo de la condición política: la binaridad. El complejo e interesante espectro político chileno se vio reducido a dos bandos irreconciliables: apruebistas y rechacistas. Un bipartidismo informal que no admitía matices ni puntos intermedios, ni mucho menos la palabra “pero” sin la cual no hay reflexión ni tampoco política. Todo fue reducido a un rudimentario “o estás conmigo o estás con los otros”.

El plebiscito puede y debe ser bajo determinadas condiciones un medio para decidir sobre situaciones límites, pero en ningún caso el medio principal que lleva a la decisión política. La plebiscitización de la política suele cretinizar a la ciudadanía. No por casualidad el plebiscito es el medio electoral que más gusta a las dictaduras. Solo cabe esperar que después del plebiscito Chile recupere su condición pluripartidaria para, en próxima ocasión, llevar a cabo ese necesario cambio constitucional que pide a gritos el país.

Chile por ahora es el país de las constituciones rechazadas. La constitución vigente, la de 1980, llamada constitución de Pinochet, fue rechazada en octubre del 2020 por amplia mayoría. La constitución destinada a sucederla, llamadas por sus enemigos constitución del “octubrismo”, y por otros, la constitución de la izquierda, fue rechazada en septiembre de 2022, y también por amplia mayoría. ¿Qué pasa con los chilenos? Me preguntaba alguien. ¿Es que no desean ninguna constitución? Mi respuesta solo pudo ser: claro que la desean, pero lo que buscan, y todavía no han encontrado, es una constitución que jurídica y políticamente los constituya como nación, más allá de ideologías y de partidos.

Ya el origen de la constitución propuesta era problemático. Surgió como consecuencia del estallido social de octubre del 2019, y no porque los heterogéneos grupos que ahí actuaron hubieran deseado fervientemente una constitución (en las demandas del octubrismo no figuraba ningún llamado a crear una constitución) sino como un recurso de la clase política, incluyendo al gobierno de Piñera, para canalizar las energías (positivas y negativas) desatadas en esos sucesos. De ahí que, aunque la constitución en ciernes no fuera octubrista, su filiación cronológica sí lo era. Para muchos era, de modo simbólico, el corolario constitucional del estallido de octubre.

Más todavía: el hecho de que entre la elección del gobierno de Boric y la elección para elegir a los convencionales mediaran solo unos pocos meses, hizo pensar a muchos, y no sin razón, que la elección presidencial y la nueva constitución pertenecían al mismo proceso. Bajo esas condiciones era imposible que, de modo simbólico, gran parte de la ciudadanía no viera en el nuevo proyecto, la constitución del gobierno de Boric. Como si fuera poco, miembros del gobierno, como Camila Vallejos y Giorgio Jackson, muy cercanos a Boric, intentaron obtener réditos de la popularidad del presidente aduciendo que la constitución era necesaria para el cumplimiento del programa del gobierno.

Boric, como presidente, quedó mal posicionado. Si no intervenía a favor de la futura constitución, la ciudadanía podía creer que no estaba de acuerdo con ella. Si lo hacía, la ciudadanía podía interpretarlo como una intervención oficialista. Al final, ocurrieron las dos cosas. En una primera fase, Boric intentó mantenerse al margen del proceso constitucional. Luego reconoció que había errores en la la constitución, llamando a votar a favor para después corregirla sin decir explícitamente en cuales párrafos o puntos. Algo así como “yo te vendo este auto malo, me lo pagas como si fuera nuevo, y después lo reparo”.

A los errores mencionados, llamémoslos cronológicos, hay que sumar graves errores políticos cometidos por los convencionalistas elegidos al calor del auge boricista. Pero antes, permítaseme una digresión. Es la siguiente: El hecho de que los convencionalistas fueran elegidos por votación popular es, para sectores que adhieren al extremismo ideológico, la demostración de una auténtica democracia, llamada en su propia jerga, “democracia directa”. Pero para quienes hemos estudiado diferentes procesos de transformación política, la democracia directa suele ser un recurso para sortear a las instituciones, un arma populista destinada a vincular de modo vertical a las llamadas “bases”, con el Estado.

En el caso de las elecciones constituyentes fue claro que la gran mayoría de los convencionalistas no eran constitucionalistas. No todos eran partidistas, es cierto. Pero, de una u otra manera, la mayoría estaba empapada por la ola movimientista gestada en los sucesos de octubre. En otras palabras, eran líderes intermedios de una revolución que nunca había tenido lugar. Era inevitable entonces que, si no en la letra, en la forma, los constituyentes fueron vistos como portadores del espíritu del octubrismo. Solo así se explica que desde el comienzo fuera distorsionada la concepción prevaleciente de Chile como nación-estado, siendo asumida indirectamente la concepción evomoralista – en ningún caso un ejemplo de constitución democrática 129 del estado plurinacional. Chile fue rebajado así a la categoría de pluri-nación y los pueblos llamados originarios (todos los pueblos del mundo son originarios) fueron separados (debería escribir, segregados) como miembros de mini-naciones que, para colmo, nunca habían existido como tales. Y bien, ese espíritu, incluyendo la forma redaccional, sobredetermina muchas páginas del proyecto constitucional. Razón de más para que muchos ciudadanos, en ningún caso ultraderechistas, algunos de ellos probados en las gestas anti-pinochetistas, dijeran: no, esta no es la constitución que yo quiero para mi país.

Ahí está el nudo del problema: la nueva constitución iba a ser fundacional, la consagración constitucional de un nuevo Chile. Y justamente eso, era lo que más se criticaba a la pretensión de la constitución de Pinochet: un deseo no oculto de hacer aparecer al país como renaciendo, purificado de todas las taras y vicios del pasado. La constitución de Pinochet ─ si no en la letra, en su espíritu y estilo - nació con la ambición de ser fundacional. La constitución del octubrismo, a su vez, nació con pretensión refundacional. Y eso era lo que no quería la mayoría del país.

Chile, para decirlo con las palabras de un convencionalista, fue fundado en1810. No había ninguna razón para refundarlo en el 2022. Cuando una nación ha sido fundada, y sus bases jurídicas son sólidas, las constituciones dictadas de acuerdo a los cambios de tiempo, son por lo general simples reformas constitucionales. Y si se dictan nuevas constituciones, estas establecen una relación de continuidad con el pasado.

Chile, a diferencias de otras naciones latinoamericanas, fue siempre, independientemente del carácter de sus diferentes gobiernos, un país bien constitucionalizado. Desde 1833 hasta 1980 –hasta que al revolucionario Pinochet se le ocurriera hacer de nuevo a Chile- había primado una asombrosa y envidiable continuidad constitucional. Cambios, sí. Pero en el marco de la tradición.

2022 habría sido el año ideal para que los convencionales chilenos retomaran el hilo de la tradición y dictaran un nuevo texto constitucional de acuerdo al espíritu y a la letra de la constitución con la que rompió Pinochet, nuestra constitución, la de 1925. Pero en lugar de eso intentaron presentar una constitución nacida de la nada, sin pasado, sin tradición, una que atendía al llamado de las modas ideológicas más recientes, fueran estas indigenistas, ecologistas o feministas, todas legítimas y necesarias, pero bajo la condición de ser incluidas en una constitución que conectara con el pasado democrático que prevalecía antes de la dictadura.

Naturalmente, en torno al debate constitucional que precedió al 4-S, de lo que menos se habló fue del texto constitucional. Y tal vez ese fue el único aporte que tuvieron las jornadas plebiscitarias. Lo que realmente estaba en juego en el choque que se dio entre apruebistas y rechacistas era la hegemonía política del país. Ese día debía decidirse, no tanto una nueva constitución, sino cuales iban a ser las coordenadas políticas dominantes. Bien, la sorpresa mayor fue que no hubo sorpresas. El país seguía siendo el mismo de siempre. El país de los tres tercios. Un tercio de izquierda-izquierda, un tercio de derecha-derecha y en el medio, un amplio centro formado por una centro derecha y una centro izquierda.

Boric por lo menos lo sabía por experiencia propia. Cuando fue elegido presidente, lo fue por dos razones. Una, porque una parte de la centro-izquierda decidió apoyarlo en la primera vuelta y otra, porque la mayoría de las fuerzas centristas lo apoyaron en la segunda vuelta, no porque quisieran a Boric y a su programa, sino para impedir el avance de las tropas electorales de José Antonio Kast. A esas fuerzas, y no a la desordenada izquierda del estallido social, debe Boric su presidencia. Ahora bien, ese centro no quiso que en Chile hubiera una constitución de izquierda-izquierda. Así de simple

Aunque no me crean, pienso que las naciones, cuando son naciones políticas (los sociólogos las llaman sociedades) también piensan. Por eso hay naciones que son pensadas -son las autocráticas- y naciones que se piensan a sí mismas. A veces, como ocurre con cada uno de nosotros, las naciones se equivocan. Pero si son democráticas, corrigen. Pues pensar no es meditar. No hay nada más confrontativo que pensar. Debemos decidir entre nuestros deseos, pasiones, intereses e ideales. Y muchas veces estos chocan entre sí. Por eso, decía Kant, “pensar es peligroso”. Aunque agrego: nunca será más peligroso que no pensar.

El resultado de las elecciones del 4-S fue claro como el agua. Chile pensó y votó. Boric dijo después: “leí el mensaje”. Si lo leyó bien, deberá saber que, más allá de lo que él quisiera, deberá gobernar de acuerdo a la correlación de fuerzas que impera en el país, y en ella sus más fieles partidarios son solo una parte. Tendrá que hacer cambios políticos y no hay cambios políticos que no pasen por cambios personales. Solo después, y sobre la tumba de dos constituciones rechazadas, la del 1980 y la del 2022, saldrá una nueva constitución para todos los chilenos. La que el país necesita y merece.

sábado, 3 de septiembre de 2022

FRUSTRACION Y PROTESTAS. EL ACTUAL PANORAMA DE CUBA

Mario J. Viera

 


A propósito de un artículo de Yunior García Aguilera, titulado “El enemigo de Cuba está en la Plaza de la Revolución”, aparecido en la edición del 3 de septiembre de 2022 de 14 y Medio, elaboré un comentario para tratar sobre el tema. Dado el necesario ahorro de espacio que se requiere para un comentario dentro de un medio informativo, traté de ajustarme al mínimo de extensión que requería el tema.

Ya antes de leer el artículo de García Aguilera había pensado en redactar uno enmarcado dentro del enunciado de este título, que ahora presento.

Luego de las impactantes manifestaciones populares de protestas a lo largo y ancho de todo el país, producidas el 11 de julio de 2021, se infundieron ilusiones y esperanzas en gran parte del pueblo cubano, incluyendo al exilio en Estados Unidos. Muchos vieron a la decadente dictadura ya en fase terminal. Pasada la euforia se produjo entonces un momento de perplejidad, cuando las manifestaciones fueron disolviéndose y el régimen comunista realizara una concienzuda represión en contra de una gran mayoría de los manifestantes. Poco después, renacieron nuevas esperanzas, cuando, desde la plataforma digital Archipiélago, se convocó a la realización nacional de una marcha cívica por el cambio en Cuba, y apoyada en la isla por algunos representantes de la disidencia interna. Inicialmente la marcha se había propuesto para el día 20 de noviembre, pero ante el intento del gobierno de militarizar el país en ese día, Archipiélago decidió adelantar en cinco días la marcha.

De haberse llevado a cabo la convocatoria, esta manifestación o manifestaciones, no serían propiamente consideradas como espontáneas, aunque tampoco un movimiento organizado. No respondía al esfuerzo de una labor de aglutinamiento de fuerzas previo, ni a la elaboración de un proyecto estratégico; pero, de ningún modo, podía ser considerada como acción clandestina y mucho menos sediciosa, por cuanto sus promotores le habían comunicado la convocatoria de la marcha y sus ubicaciones a las autoridades nacionales.

Desde el exilio algunos consideramos que la Marcha Cívica no llegaría a ser posible dado su previa comunicación al gobierno. Sabíamos que si Díaz-Canel durante el 11 J había convocado a todos los “revolucionarios” salir a enfrentar a los manifestantes, ahora, ya no tomado por sorpresa, pondría en alerta todo su aparato represivo para impedir su ejecución, pero le dimos nuestro apoyo a la convocatoria, más que nada, por solidaridad.

El miedo salió a la superficie. El régimen había hecho uso de su arma más poderos, la de inspirar temor. Todos vieron la triste suerte alcanzada por los manifestantes del 11 J; todos vieron las puertas de las prisiones como se abrieron para aislarlos. El resultado: la frustración y la estampida de miles de cubanos hacia el autodestierro, desilusionados de sus propias potencialidades. El silencio de la oposición interna retumba. La impresión que se tiene desde la distancia, es que ya, solo es un apagado eco. Sin embargo, actualmente se producen esporádicas manifestaciones de protesta, de cuando en vez aparecen grafitis y pintadas provocadoras que van en contra de los funcionarios del gobierno y en especial de Miguel Díaz-Canel.  

Siempre hay un rayito de esperanza, pero todavía, como dice la trillada expresión, sin ver la luz al final del túnel.

Hay varios conceptos que se manejan en cuanto a la contradicción dictadura/pueblo, uno de ellos muy cierto, el que plantea, por ejemplo, que “la misma dictadura está provocando un verdadero alzamiento popular y sin duda alguna en cualquier momento se produce”. Muy cierto es también lo expresado por Yunior García en su artículo, cuando afirma que los sustitutos del antiguo “cacicazgo que se autolegitimó, por peripecias históricas”, constituyen “una cuadrilla de burócratas carentes de leyenda” que “no heredó el carisma de sus referentes, ni cuenta con respaldo popular, ni recibe siquiera el beneficio de la duda”. Esto dicho así, no es del todo exacto.

Todavía quedan restos de humedad, como dice la canción de Pablo Milanés. No se trata ya del apoyo incondicional de masas, tal como las que seguían ciegamente a Fidel Castro; todavía en lo interno del pueblo hay muchos que creen los mitos “revolucionarios” y muchos dispuestos a defender al sistema, aunque sea con piedras y garrotes para aplastar el disenso, y no son estos precisamente miembros de la élite política ni solo ancianos resentidos y agriados que se organizan dentro de las brigadas de respuesta rápida. El partido comunista se mantiene con una militancia fiel, organizada en todos los niveles del Estado y de la sociedad y junto a este contingente está la Unión de Jóvenes Comunistas que controlan todos los espacios universitarios, El régimen además cuenta conta con la fidelidad de las fuerzas armadas y de todo el aparato del Ministerio del Interior. Cuenta también con la complicidad de un número importantes de artistas e intelectuales agrupados en la UNEAC y de los periodistas oficialistas siempre dispuestos a deformar la verdad o a su ocultación. La nocooperación del pueblo con el régimen todavía no llega a niveles críticos, y si no, véanse los desfiles del Primero de Mayo y de otros actos convocados por el PCC.

No obstante, es necesario hacer precisiones. La primera de ella, la dictadura que rige en Cuba, no es, ni ha sido, una semejante a las que prevalecieron por décadas en América Latina; en nada se asemeja a la dictadura de Fulgencio Batista, ni a la de Leónidas Trujillo, ni las de los Somoza y los Duvalier, ni la tenebrosa dictadura de Augusto Pinochet. ¿Brutales? Sí. Esas dictaduras pisoteaban los derechos humanos, violaban las leyes, hacían caso omiso de los principios constitucionales y, al mismo tiempo, admitían la existencia de partidos políticos opositores, despreciaban al periodismo independiente pero no los prohibían tajantemente; de alguna manera más o menos independiente actuaba la sociedad civil; dentro de esos regímenes funcionaba un Poder Judicial y actuaba el Congreso, ¿Limitados? Sí, pero no totalmente absorbidos por el poder dictatorial.

La de Cuba es otro tipo de dictadura, es una dictadura totalitaria, bajo la fuente del poder de la hegemonía política de un ente supra social y supra estatal, el Partido Comunista. Si en las dictaduras, que podemos definir como clásicas no existía el poder aglutinador de una ideología única y dominante, en el régimen de Cuba si existe esa fuerza dominante que determina todas las estructuras estatales. Todo dentro de la revolución, nada contra la revolución. Partido y Estado una misma identidad. Si las dictaduras clásicas se burlan de las leyes, la dictadura totalitaria actúa de acuerdo con sus propias leyes, por lo que sus actos a la luz del Derecho se pudieran ver como legales; no violan sus leyes, aunque pueden modificarlas a su gusto y antojo en determinados momentos.

Las dictaduras clásicas caen solo al impulso de la rebeldía y las protestas populares. Cae el gobierno y la dictadura desaparece. Pero esto no funciona bajo un Estado Totalitario. En un Estado totalitario existe una dualidad de funciones, un gobierno aparente, con un presidente, un primer ministro y un consejo de ministros, y un poder real, que reside dentro de las estructuras del partido único, dentro de su Buró Político y dentro de su Secretariado y colocado por encima de la sociedad y el Estado. Las protestas espontáneas del pueblo, pueden poner en crisis al gobierno aparente, pero no afectan a la fuente básica del poder del Estado totalitario, la hegemonía política.

Díaz-Canel, aun ostentando el cargo de Secretario General del PCC es una figura desechable. Ante el peligro de una profunda crisis política, la mano invisible de la hegemonía política restablecerá el equilibrio, destituyendo a Díaz-Canel y nombrando a otro “cuadro” del Partido Comunista. El gobierno de Díaz-Canel puede caer, pero no desaparece la dictadura totalitaria.

Ante este razonamiento ¿está todo perdido? No, de ninguna manera. La masa está fermentando ante los abusos del poder; pero no se le puede dejar al azar, a lo espontáneo. Protestas espontáneas pueden producirse aisladamente provocadas por los apagones, por la carestía de la vida, por diversas situaciones. Estallan, y luego se disuelven por su propia dinámica; y esto puede ocurrir hasta con protestas poderosas y multitudinarias, como ocurrió el 11 de julio. Se requiere, primero, liberarse del síndrome de la frustración y generar la confianza en el poder de todo un pueblo, solo posible con la existencia de liderazgo y organización; se requiere, además, una voluntad de acción unida; se requiere mantener una disciplina consciente de resistencia; se requieren objetivos precisos y claros; se requiere definir cuál es el enemigo objetivo, debilitar al poder real, destruir la hegemonía política.

Enfrentar al gobierno aparente, es correcto, pero solo como paso previo para ir contra el poder principal. Se requiere la coordinación de muchos sectores, obreros, campesinos, juventudes y estudiantes, artistas, intelectuales y emprendedores. Se requiere ganar el apoyo de las iglesias, de las organizaciones fraternales, y planear objetivamente todas las acciones de resistencia. Este papel de organizar le corresponde a la disidencia interna. Solo así, con organización, liderazgo y disciplina se puede plantear el gran reto a la dictadura totalitaria y vencerle.