sábado, 3 de septiembre de 2022

FRUSTRACION Y PROTESTAS. EL ACTUAL PANORAMA DE CUBA

Mario J. Viera

 


A propósito de un artículo de Yunior García Aguilera, titulado “El enemigo de Cuba está en la Plaza de la Revolución”, aparecido en la edición del 3 de septiembre de 2022 de 14 y Medio, elaboré un comentario para tratar sobre el tema. Dado el necesario ahorro de espacio que se requiere para un comentario dentro de un medio informativo, traté de ajustarme al mínimo de extensión que requería el tema.

Ya antes de leer el artículo de García Aguilera había pensado en redactar uno enmarcado dentro del enunciado de este título, que ahora presento.

Luego de las impactantes manifestaciones populares de protestas a lo largo y ancho de todo el país, producidas el 11 de julio de 2021, se infundieron ilusiones y esperanzas en gran parte del pueblo cubano, incluyendo al exilio en Estados Unidos. Muchos vieron a la decadente dictadura ya en fase terminal. Pasada la euforia se produjo entonces un momento de perplejidad, cuando las manifestaciones fueron disolviéndose y el régimen comunista realizara una concienzuda represión en contra de una gran mayoría de los manifestantes. Poco después, renacieron nuevas esperanzas, cuando, desde la plataforma digital Archipiélago, se convocó a la realización nacional de una marcha cívica por el cambio en Cuba, y apoyada en la isla por algunos representantes de la disidencia interna. Inicialmente la marcha se había propuesto para el día 20 de noviembre, pero ante el intento del gobierno de militarizar el país en ese día, Archipiélago decidió adelantar en cinco días la marcha.

De haberse llevado a cabo la convocatoria, esta manifestación o manifestaciones, no serían propiamente consideradas como espontáneas, aunque tampoco un movimiento organizado. No respondía al esfuerzo de una labor de aglutinamiento de fuerzas previo, ni a la elaboración de un proyecto estratégico; pero, de ningún modo, podía ser considerada como acción clandestina y mucho menos sediciosa, por cuanto sus promotores le habían comunicado la convocatoria de la marcha y sus ubicaciones a las autoridades nacionales.

Desde el exilio algunos consideramos que la Marcha Cívica no llegaría a ser posible dado su previa comunicación al gobierno. Sabíamos que si Díaz-Canel durante el 11 J había convocado a todos los “revolucionarios” salir a enfrentar a los manifestantes, ahora, ya no tomado por sorpresa, pondría en alerta todo su aparato represivo para impedir su ejecución, pero le dimos nuestro apoyo a la convocatoria, más que nada, por solidaridad.

El miedo salió a la superficie. El régimen había hecho uso de su arma más poderos, la de inspirar temor. Todos vieron la triste suerte alcanzada por los manifestantes del 11 J; todos vieron las puertas de las prisiones como se abrieron para aislarlos. El resultado: la frustración y la estampida de miles de cubanos hacia el autodestierro, desilusionados de sus propias potencialidades. El silencio de la oposición interna retumba. La impresión que se tiene desde la distancia, es que ya, solo es un apagado eco. Sin embargo, actualmente se producen esporádicas manifestaciones de protesta, de cuando en vez aparecen grafitis y pintadas provocadoras que van en contra de los funcionarios del gobierno y en especial de Miguel Díaz-Canel.  

Siempre hay un rayito de esperanza, pero todavía, como dice la trillada expresión, sin ver la luz al final del túnel.

Hay varios conceptos que se manejan en cuanto a la contradicción dictadura/pueblo, uno de ellos muy cierto, el que plantea, por ejemplo, que “la misma dictadura está provocando un verdadero alzamiento popular y sin duda alguna en cualquier momento se produce”. Muy cierto es también lo expresado por Yunior García en su artículo, cuando afirma que los sustitutos del antiguo “cacicazgo que se autolegitimó, por peripecias históricas”, constituyen “una cuadrilla de burócratas carentes de leyenda” que “no heredó el carisma de sus referentes, ni cuenta con respaldo popular, ni recibe siquiera el beneficio de la duda”. Esto dicho así, no es del todo exacto.

Todavía quedan restos de humedad, como dice la canción de Pablo Milanés. No se trata ya del apoyo incondicional de masas, tal como las que seguían ciegamente a Fidel Castro; todavía en lo interno del pueblo hay muchos que creen los mitos “revolucionarios” y muchos dispuestos a defender al sistema, aunque sea con piedras y garrotes para aplastar el disenso, y no son estos precisamente miembros de la élite política ni solo ancianos resentidos y agriados que se organizan dentro de las brigadas de respuesta rápida. El partido comunista se mantiene con una militancia fiel, organizada en todos los niveles del Estado y de la sociedad y junto a este contingente está la Unión de Jóvenes Comunistas que controlan todos los espacios universitarios, El régimen además cuenta conta con la fidelidad de las fuerzas armadas y de todo el aparato del Ministerio del Interior. Cuenta también con la complicidad de un número importantes de artistas e intelectuales agrupados en la UNEAC y de los periodistas oficialistas siempre dispuestos a deformar la verdad o a su ocultación. La nocooperación del pueblo con el régimen todavía no llega a niveles críticos, y si no, véanse los desfiles del Primero de Mayo y de otros actos convocados por el PCC.

No obstante, es necesario hacer precisiones. La primera de ella, la dictadura que rige en Cuba, no es, ni ha sido, una semejante a las que prevalecieron por décadas en América Latina; en nada se asemeja a la dictadura de Fulgencio Batista, ni a la de Leónidas Trujillo, ni las de los Somoza y los Duvalier, ni la tenebrosa dictadura de Augusto Pinochet. ¿Brutales? Sí. Esas dictaduras pisoteaban los derechos humanos, violaban las leyes, hacían caso omiso de los principios constitucionales y, al mismo tiempo, admitían la existencia de partidos políticos opositores, despreciaban al periodismo independiente pero no los prohibían tajantemente; de alguna manera más o menos independiente actuaba la sociedad civil; dentro de esos regímenes funcionaba un Poder Judicial y actuaba el Congreso, ¿Limitados? Sí, pero no totalmente absorbidos por el poder dictatorial.

La de Cuba es otro tipo de dictadura, es una dictadura totalitaria, bajo la fuente del poder de la hegemonía política de un ente supra social y supra estatal, el Partido Comunista. Si en las dictaduras, que podemos definir como clásicas no existía el poder aglutinador de una ideología única y dominante, en el régimen de Cuba si existe esa fuerza dominante que determina todas las estructuras estatales. Todo dentro de la revolución, nada contra la revolución. Partido y Estado una misma identidad. Si las dictaduras clásicas se burlan de las leyes, la dictadura totalitaria actúa de acuerdo con sus propias leyes, por lo que sus actos a la luz del Derecho se pudieran ver como legales; no violan sus leyes, aunque pueden modificarlas a su gusto y antojo en determinados momentos.

Las dictaduras clásicas caen solo al impulso de la rebeldía y las protestas populares. Cae el gobierno y la dictadura desaparece. Pero esto no funciona bajo un Estado Totalitario. En un Estado totalitario existe una dualidad de funciones, un gobierno aparente, con un presidente, un primer ministro y un consejo de ministros, y un poder real, que reside dentro de las estructuras del partido único, dentro de su Buró Político y dentro de su Secretariado y colocado por encima de la sociedad y el Estado. Las protestas espontáneas del pueblo, pueden poner en crisis al gobierno aparente, pero no afectan a la fuente básica del poder del Estado totalitario, la hegemonía política.

Díaz-Canel, aun ostentando el cargo de Secretario General del PCC es una figura desechable. Ante el peligro de una profunda crisis política, la mano invisible de la hegemonía política restablecerá el equilibrio, destituyendo a Díaz-Canel y nombrando a otro “cuadro” del Partido Comunista. El gobierno de Díaz-Canel puede caer, pero no desaparece la dictadura totalitaria.

Ante este razonamiento ¿está todo perdido? No, de ninguna manera. La masa está fermentando ante los abusos del poder; pero no se le puede dejar al azar, a lo espontáneo. Protestas espontáneas pueden producirse aisladamente provocadas por los apagones, por la carestía de la vida, por diversas situaciones. Estallan, y luego se disuelven por su propia dinámica; y esto puede ocurrir hasta con protestas poderosas y multitudinarias, como ocurrió el 11 de julio. Se requiere, primero, liberarse del síndrome de la frustración y generar la confianza en el poder de todo un pueblo, solo posible con la existencia de liderazgo y organización; se requiere, además, una voluntad de acción unida; se requiere mantener una disciplina consciente de resistencia; se requieren objetivos precisos y claros; se requiere definir cuál es el enemigo objetivo, debilitar al poder real, destruir la hegemonía política.

Enfrentar al gobierno aparente, es correcto, pero solo como paso previo para ir contra el poder principal. Se requiere la coordinación de muchos sectores, obreros, campesinos, juventudes y estudiantes, artistas, intelectuales y emprendedores. Se requiere ganar el apoyo de las iglesias, de las organizaciones fraternales, y planear objetivamente todas las acciones de resistencia. Este papel de organizar le corresponde a la disidencia interna. Solo así, con organización, liderazgo y disciplina se puede plantear el gran reto a la dictadura totalitaria y vencerle.


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