Hemos reelegido a Obama, lo cual dice
que la rabia y el rechazo fracasaron como armas para quitarse de encima a este
presidente al que algunos odiaron desde un inicio sin entender cabalmente por
qué. ¿Cambiará algo tras su reelección? ¿Cambiarán nuestros políticos su forma
de hacer política?
La extrema derecha republicana ha sido
víctima de su propio odio, su rabia, y la falsedad genérica de su candidato. El
partido necesita ahora abandonar su odio y su rabia, y es de esperar que
ausente Romney se ausente también su falsedad. Sería deseable que el partido
volviese a la cordura, pero ya está atrincherándose nuevamente para evitar que
se toque a sus protegidos. Su monoteísmo político de una sola verdad divide al
país. Es esa verdad según la cual de lo que les sobre a los de arriba les caerá
algo a los de abajo. No es así, no necesariamente, porque no hay una sino
muchas verdades. Todos tenemos nuestra verdad, y toda verdad necesita ser
respetada.
Obama se dejó arrollar en la Casa
Blanca. No tuvo el valor de su verdad. La verdad es guía y con su signo se
vence, pero bajo Obama la Casa Blanca arrió sus signos y cedió. Ese fue su
problema, que bajó sus estandartes y enrolló sus verdades “para llevarse bien”.
Obama confunde pelea con tenacidad. No tiene por qué pelear, pero debe ser
tenaz. Obama no lo fue. Hay una explicación psico-racial para esto. Él
quisiera, como primer presidente negro en la historia americana, dejar una
imagen conciliadora de su raza en la Oficina Oval. Le importa mucho la decencia
de su comportamiento, y quizás eso permitió la enorme brecha que la extrema
derecha creó en el gobierno. Quiso evitar la imagen –y lo digo con todo
respeto– de un ‘negro peleón’. Sus motivos podrán ser encomiables pero su
producto fue fatal. Ser tenaz le es tan difícil que en la Casa Blanca están
ahora acostumbrados a izar banderas blancas. Necesitamos cambio, y lo necesitan
tanto demócratas como republicanos. Necesitamos dejar de lado la animosidad en
la derecha, con todo y su miedo y rabia, y que la Casa Blanca deje de lado su
necesidad de complacer y ceder en busca de aceptación.
Debemos ser conscientes de nuestra
responsabilidad en la rabia que mató el discurso civilizado en la política
nacional. Todos participamos en eso, y también en la prevaricación que dejó
inepto al gobierno. Es necesario trabajar por el bien común, pero los líderes
republicanos ven que la elección ha confirmado su dominio en la cámara baja y
creen que la pelota sigue siendo suya. En el encuentro sobre el precipicio
fiscal están repitiendo su mantra de no elevar impuestos. Es más, se contentan
con juegos de palabras que hacen pasar por soluciones. Ejemplo: No alzar
impuestos pero sí eliminar deducciones. Dicen que por ambos caminos se llega a
lo mismo, aumentar la recaudación fiscal, y están dispuestos a pelear por esas
palabras, ‘alzar impuestos’ y ‘eliminar deducciones’. ¿A quienes se les
eliminarían? ¿Habrá suficientes deducciones por eliminarse para reducir significativamente
el déficit? ¿No sería más simple, si da lo mismo, que acepten alzar impuestos?
El país ha llegado al límite del
desgobierno, y nadie ni nada nos salvará si no empezamos por aceptarnos y
trabajar juntos. Es inútil pedir cooperación si somos incapaces de aceptarnos
honradamente. Dios quiera que el Partido Republicano deje de escuchar el
rechazo vestido de puritanismo político de Glenn Beck, Rush Limbaugh y demás.
¿Se preguntarán qué le pasó al partido en esta elección? Miren a quienes siguió
la derecha civilizada. Dios quiera también que Obama muestre más temple en su
segunda administración. En breve se tendrán que tomar decisiones
trascendentales, subir impuestos, recortar servicios y pasar penurias para
evitar sacrificios aun mayores. Necesitamos recortar nuestra presencia en el
mundo. El casus belli, el caso para la guerra, no puede seguir llevándonos a conflictos
en serie, uno tras otro, porque ya sencillamente no tenemos los recursos para
ello. Si no hacemos todo esto, Estados Unidos, tal y como lo conocemos, dejará
de existir. Nos guste o no, el país debe replegarse y el gobierno tiene que
establecer reglas y condiciones precisas para la banca, Wall Street, el
comercio y la reindustrialización indispensable para salir del hueco en el que
estamos. Necesitamos salvar el momento, pero ya se escuchan cánticos del
liderazgo republicano, cánticos de exactamente lo mismo de ayer, cánticos de
no, no y no. Ojalá en la Casa Blanca no estén preparando más banderas blancas.
La historia juzgará duramente a los causantes de la obstrucción en este momento
crítico donde aún estamos a tiempo para devolverle la vida a nuestro
capitalismo democrático. Necesitamos trabajar todos en conjunto para resucitar
su casi cadáver.