miércoles, 30 de marzo de 2016

Un viejo artículo que traigo al recuerdo

Mario J. Viera


NOTA INTRODUCTORIA

El 1 de noviembre de 1999, Fidel Castro se presenta ante la TV cubana ofreciendo una conferencia de prensa. En su larga intervención se refirió al coctel de despedida que en la residencia del Jefe de la Oficina de Intereses se le daba a Michael Kozak y a la que habíamos sido invitados miembros de la oposición y periodistas independientes.  En su alocución Castro me mencionó dos veces citándome como “cabecilla contrarrevolucionario” y como periodista independiente:

El 16 de julio de este año 1999 se efectuó un coctel en la residencia del entonces jefe de la Sección de Intereses Norteamericana (SINA), Michael Kozak, al cual estaban invitados seis cabecillas y 33 elementos contrarrevolucionarios, entre ellos integrantes de la llamada "prensa independiente". Las invitaciones se estaban realizando por la oficina de prensa y cultura de la citada sede, a solicitud del Jefe de la SINA. El propósito de la referida actividad fue despedir a Michael Kozak y que este pronunciara una encendida arenga antes de marcharse. Es decir, recibirlos allí, ya que estos no habían podido participar en la recepción que organizó por el 4 de julio. Organizó una el día 2 para los ciudadanos norteamericanos, y en vísperas de su partida realiza una actividad exclusiva para los contrarrevolucionarios.

“(…) Ahora, ¿quiénes estaban en ese coctel? Bien, había un cierto coctel: cabecillas contrarrevolucionarios —voy a decir nombres—: Elizardo Sánchez Santacruz Pacheco, Odilia Collazo, Lázaro Cuesta Morúa, Mario Julio Viera, Lázaro Cabrera, Gustavo Arcos Bergnes, y, además, Néstor Baguer, Raúl Rivero, Marvin Hernández, Ricardo González, Tania Quintero, Juan A. Sánchez, Jorge Olivera, Lázaro Rodríguez, María del Carmen Carro, Jesús Zúñiga, Manuel David Orrio, Oswaldo de Céspedes, Aurora del Busto, Luis García, Manuel Vázquez Portal, Armando Añel Guerrero, Claudia Vázquez, María de los Ángeles González, Gilberto Figueredo, Manuel Brito, Mercedes Moreno, Omar Rodríguez Saludes, Mario Julio Viera, Carmelo Díaz, Pedro Pablo Ramos, Ramón Alberto Cruz, Adolfo Fernández, Juan Carlos González de Ávila, acompañado de Maritza Calderón, Gustavo Rafael Rodríguez, Edel García —de Caibarién—, Ramón Humberto Colas, Berta Mexidor, Santiago Santana —de Santiago de Cuba—; es decir, recogió en la invitación a su gente más predilecta”.

Nota
Dentro de ese grupo se encontraban tres provocadores “destapados” durante la represión de la Primavera del 2003: Odilia Collazo, Néstor Baguer y Manuel David Orrio.

Habiéndome citado dos veces, una dentro del grupo que Castro denominó como “cabecillas contrarrevolucionarios” y otra dentro de la relación de periodistas independientes, decidí redactar el siguiente artículo con el único propósito de ponerle en ridículo.


No soy un cabecilla contrarrevolucionario

LA HABANA, 4 de noviembre de 1999 - En su comparecencia televisiva del primero de este mes, el jefe de gobierno de Cuba leyó una relación de nombres de las personas que habían asistido al cóctel ofrecido por la Sección de Intereses de Norteamérica (SINA) el pasado 16 de julio, con motivo de la celebración del día de la independencia de las 13 Colonias. En esa lista leída por Castro mi nombre aparece dos veces.

Aunque mi signo zodiacal es Géminis, no me caracterizo por poseer dos personalidades distintas, ni poseo la capacidad astral de poder desdoblarme para estar dos veces en el mismo lugar y en el mismo tiempo. Así, en la lista que la Seguridad del Estado le confeccionara a Castro, mi nombre es citado primero dentro del grupo de asistentes al cóctel que oficialmente se define como "cabecillas contrarrevolucionarios", y posteriormente dentro del grupo al que el presidente denomina "los llamados periodistas independientes".

Por supuesto que sí, yo asistí al cóctel ofrecido en la residencia de Michael Kozak como hubiera asistido, de haber sido invitado, a un cóctel ofrecido en la residencia del embajador de la República Popular China para conmemorar la fecha del 1 de octubre de 1949. Mi oficio -que las circunstancias me hicieron adoptar- es ser periodista independiente, y como independiente no me parcializo con un credo político determinado.

No me preocupan en especial las connotaciones jurídicas que puedan acarrearle a uno la denominación de "cabecilla contrarrevolucionario", que al fin y al cabo son las mismas aparejadas al concepto de periodismo independiente. Sólo pretendo hacer una salvedad de definiciones.

He abrazado el periodismo porque creo que, con el ejercicio de esta profesión u oficio o arte, puedo servir mejor a mi país sin compromiso de partidos y sin el dogal de una ideología. Independiente, para poder expresar mis opiniones tal como las siento en mi corazón y en mi cerebro, y sin preocuparme demasiado si estas no le gustan a gobernantes o disidentes.

Como periodista independiente soy disidente, no creo que haya en el mundo entero un verdadero periodista que no sea un disidente. No es necesario, no es bueno que los periodistas coincidan siempre con la línea de sus correspondientes gobiernos. El periodista tiene que hacer el oficio del perro guardián, que alerta de los peligros y defiende la seguridad de su casa.

Por descontado dejo, que me gustaría poder coincidir con los lineamientos del gobierno de mi país. Cuántos problemas me habría quitado de encima. Estaría ejerciendo tranquilamente mi profesión de ingeniero agrónomo, y no tendría que recibir las periódicas y molestas visitas de la policía política, ni me levantaría ninguna mañana pensando en la posibilidad de que tal vez, en ese nuevo día, sería conducido a la prisión.

Sin embargo, tengo que ser disidente porque creo en la justicia de los derechos humanos y mi gobierno los limita, los condiciona a la "voluntad de construir el socialismo".

Los que no creemos en la utopía socialista, porque el socialismo ha probado su fracaso, no podemos aceptar que nos condicionen nuestra voluntad a una externa y ajena "voluntad de construir el socialismo". No soy contrarrevolucionario, porque no me mueve el propósito de destruir una revolución, y mucho menos una revolución no existente. Y, por otra parte, todavía sigo creyendo en aquella revolución por la que tanto se luchó y se sufrió, que prometía el respeto irrestricto de los derechos humanos, la restauración de la Constitución del 40, el adecentamiento de la administración pública, el mejoramiento social de los trabajadores y el reparto de tierras a los campesinos, y cuya inspiración se fundara en los principios del humanismo democrático y liberal.

Tampoco soy un revolucionario. ¡Dios me libre de ello! Porque no creo que para mejorar a la humanidad y transformar al mundo haya que despanzar a la mitad de los seres humanos o conmocionar los pilares del globo.

No me creo Mesías, que es el ideal personal de cada revolucionario que se siente con capacidad para amoldar a los hombres a un patrón preconcebido, idílico e irreal.

Me niego a aceptar al comunismo, porque niega la libertad y no alimenta al hambriento. Como me niego a aceptar al neoliberalismo, porque concediendo la extrema libertad deja en desamparo a los más débiles y a los más necesitados.

Creo fervientemente en la democracia, ésa que me reconoce las cuatro libertades básicas del ser humano: ir a donde quiera, leer lo que quiera, escribir lo que quiera, y creer en lo que quiera. Que me confiere el derecho a decir "no" cuando entiendo que se debe decir "no". Que me asegura la dignidad, que no me permite humillarme ante la voluntad de un gobierno al que me crea obligado, cuando en realidad son los gobernantes los que están obligados conmigo y con mis conciudadanos.


Por todas estas razones soy periodista independiente, y como soy periodista independiente, y como no me siento con madera de héroe, no soy cabeza de nadie ni líder de nadie ni supremo de nadie, sino de mí mismo, porque, aunque a los materialistas no les guste, tengo la seguridad de mi propia existencia cuando me percato de que soy capaz de pensar: con mi propio cerebro.

martes, 29 de marzo de 2016

Obama y la legitimación en Cuba


Mario J. Viera

Aunque no es una ciencia, la política tiene componentes que la equiparan a una actividad científica; la política, lo político no es material para aficionados. La política, en contrario de lo definido por Carl von Clausewitz, es la realización de la guerra por otros medios, y toda guerra se estructura sobre tesis científicas para la confección de su estrategia. El objetivo final de la guerra es la aniquilación y anulación del enemigo por medio de campañas tácticas y estratégicas. La política tiene por fin la victoria sobre los oponentes con aplicación de una bien estudiada campaña política y con la definición de objetivos precisos. En política como en la práctica de la guerra es determinante una adecuada e inteligente estrategia, A. Chandler define: “Estrategia es la determinación de los objetivos a largo plazo y la elección de las acciones y la asignación de los recursos necesarios para conseguirlos”.

Cualquiera que lea este artículo se preguntará ¿a qué se debe esta divagación sobre la política comparada con la guerra? Muy sencillo, contestaré, porque es precisamente el asunto medular del tema a tratar, esto es, el viaje de Obama a Cuba y el controvertido tema de la legitimación del régimen castrista que podría ser suscitado, tanto por la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, decidida por la administración Obama, como por la visita de este a la isla. La tesis que planteo ya la dejé explícita antes, cuando dije que la política no es asunto de aficionados, de esos que solo ven el dedo y no ven el sol que se intenta tapar con el dedo.

Mucho se dijo, se gritó y se vociferó que Barack Obama, al restablecer las relaciones con la Cuba de los Castro, primero estaba legitimando su gobierno, vía reconocimiento diplomático, y segundo, supuestamente, se declaraba como aliado de los Castro. Dentro de la doctrina Obama de relajamiento de tensiones, el ramo de olivo que ha enviado a Cuba es consensual con esa doctrina. El gobierno de Cuba, independiente de que sea un gobierno usurpado, es un hecho, una realidad, un ente con existencia de más de medio siglo y Obama ha reconocido esa condición factual y ha actuado, consecuentemente con su doctrina: el relajamiento de las tensiones en las relaciones internacionales de Estados Unidos.

La legitimidad de un gobierno la concede su propio pueblo al aceptarle como tal, bien por el sufragio o bien por acatamiento implícito. Cuando la gran mayoría de la población aclamaba al gobierno revolucionario y le demostraba su apoyo, de hecho, lo estaba legitimando. Cuando un significativo número de votos populares aprobaban el Proyecto de la Constitución Socialista en 1976, con aquel voto estaba legitimando el poder. Se pudiera alegar que aquellos votos fueron obtenidos por engaño o por presión, pero esto no cambia el resultado: Los electores, al someterse, le estaban confiriendo legitimidad al gobierno. Cuando por convicción o por necesidad o por temor la población aceptaba la membresía en cualquiera de las organizaciones satélites del gobierno, estaba legitimando al gobierno. Es más, hasta gran parte de los grupos opositores, no los insurreccionales, sino los de la oposición pacífica solicitaban la inscripción de su organización en el registro de organizaciones del Estado, de hecho, legitimaban al gobierno. Cuando se presentó ante la Asamblea Nacional del Poder Popular más de diez mil firmas en apoyo del Proyecto Varela en concordancia con las normas de la Constitución de 1976, se estaba legitimando al gobierno, se le reconocía la capacidad de decidir sobre un proyecto de Ley.

El 3 de noviembre de 1958, la dictadura batistiana celebró unas elecciones que amañadamente le concedió la victoria a la alianza de partidos aliados al gobierno, la Coalición Progresista Nacional, el Presidente Republicano Dwight D. Eisenhower declaró ilegítimos aquellos resultados declarándole a Batista que su gobierno no reconocería al gobierno que surgiera de aquellas elecciones. Ya desde 1956, Eisenhower había decretado el embargo de armas contra la dictadura batistiana. El 7 de enero de 1959 el gobierno de Eisenhower reconoce al Gobierno Revolucionario, con lo que le reconoce como gobierno legítimo en Cuba. Prácticamente dos años después, el 3 de enero de 1961 Estados Unidos rompía las relaciones diplomáticas con el gobierno instaurado en la isla.  

Lo que propició la ruptura diplomática por parte de la administración Eisenhower, no fue, de ninguna manera, un rechazo al carácter dictatorial que cada vez se hacía más notorio en el gobierno de Fidel Castro, puesto que esa administración mantenía magníficas relaciones diplomáticas con las dictaduras de Trujillo, de Stroessner y de Somoza. Washington reaccionaba ante las medidas del gobierno de Castro que afectaba a los intereses económicos de Estados Unidos en la isla y al acercamiento de Cuba hacia la esfera de la Unión Soviética y ya cuando la CIA estaba asesorando a la que sería expedición de Bahía de Cochinos.

El 31 de enero de 1962, en la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, celebrada en Punta del Este, Uruguay, y bajo la fuerte presión del gobierno del Presidente Demócrata John F. Kennedy que exigía la expulsión de Cuba del organismo regional tras haber sido declarado el carácter marxista-leninista de la revolución se decidió expulsar al Gobierno cubano de la OEA como “incompatible con los principios y propósitos del Sistema Interamericano”.

En 1964 salvo con la excepción de México y a propuesta del gobierno de Venezuela todos los gobiernos latinoamericanos interrumpieron sus relaciones diplomáticas con el gobierno castrista. En noviembre de 1963, el gobierno de Rómulo Betancourt, según el periódico El Universal, “presentó a la OEA pruebas contra Castro y Cuba, al descubrir cuatro toneladas de armas extranjeras en la costa noroeste de Venezuela. La OEA procedió a investigar y en julio de 1964 declaró a Cuba "culpable de agresión e intervención en asuntos venezolanos”.  

Esta situación de aislamiento de Cuba comenzó a variar cuando Castro, bajo la presión del Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Leonid I, Brézhnev, renunció a continuar con su política de exportación de la revolución que chocaba con la línea trazada por el PCUS de “Coexistencia pacífica”. Lo que Clara Gil Fernández explicita diciendo: “Mayor resonancia supuso que los soviéticos influyeran en Fidel Castro para que limitara su ayuda a la extrema izquierda iberoamericana”.

Desde entonces, todos los gobiernos latinoamericanos han reanudado sus relaciones diplomáticas con el régimen castrista, todos los países africanos, prácticamente todos los países asiáticos y todos los países de Europa sostienen relaciones diplomáticas con el gobierno de Cuba. Por muy usurpador que este gobierno sea está legitimado internacionalmente y en ese sentido el único país que estaba aislado era Estados Unidos.

¿Es Obama aliado del castrismo? Así solo lo pueden ver los que no tienen la más mínima idea de lo que es política. Obama declararía que la política que durante más de medio siglo había seguido Estados Unidos basada en la confrontación y en el aislamiento de Cuba no había conseguido su propósito y que había que probar una nueva política. ¿Cuál era ese propósito? Eufemísticamente hablando sería reintegrar a Cuba al sistema democrático, pero expresado de manera cruda, el objetivo perseguido era el derrocamiento del castrismo; así Obama propone otro camino, ya que el primero no ha alcanzado sus propósitos, otro que pudiera ser viable para alcanzar el mismo propósito. Y lo dice frente a los funcionarios castristas: “Lo que Estados Unidos estaba haciendo no estaba funcionando. Tenemos que tener el valor de reconocer esa verdad” No estaba funcionando para derrocar al castrismo.

Sin embargo, hay un detalle que los que gritan, gesticulan y vociferan no han querido ver en esta visita de Obama a Cuba. Obama ha hecho lo que ningún alto mandatario de América Latina de visita en Cuba hiciera, reunirse con los representantes de diferentes sectores de la oposición cubana. El estableció un diálogo con ellos tratándoles como legítimos interlocutores y escuchando sus opiniones y hasta sus críticas. Con esto Obama establecería un importante precedente. Ahora, ante el mundo la oposición cubana quedaba legitimada. Así lo dijo Juan Antonio Blanco en “Dos días que conmovieron a Cuba”: “Como muestra palpable de que no estaba dispuesto a hacer concesiones en este campo, Obama impuso su voluntad de reunirse con disidentes y opositores que él mismo escogiera y les reiteró su admiración, reconocimiento y apoyo. Escuchó las críticas y sugerencias sobre su nueva política hacia Cuba, respondió, uno a uno, a las inquietudes de cada interlocutor y reiteró en privado el compromiso que ya había hecho público con las libertades y derechos humanos en la Isla”.

Así lo ve Carlos Alberto Montaner, cuando en el artículo que tituló “A La Habana ha llegado un presidente cargado de …”, dijo: “Los demócratas de la oposición interna han resultado los más beneficiados. Eran trece personas de diversos grupos, como corresponde a cualquier pueblo que aspira a que se respeten las diferencias de opinión. Obama se reunió con ellos durante casi dos horas, los escuchó, los apoyó, y luego dedicó la parte medular de su discurso a reclamarle a Raúl Castro el respeto por los derechos humanos y la necesidad de pluralidad que requiere una sociedad afectada durante tantos años por la esclerosis del pensamiento único. El momento en que se dirige al general y le dice que “no tema las voces de los cubanos que quieran expresarse libremente” es y será por mucho tiempo un hito en la lucha contra la dictadura”.

El plan de Obama está claramente expuesto y esto lo han comprendido los gerifaltes del castrismo; ellos se percatan que Obama persigue objetivos a largo plazo y ha sabido elegir los medios, en primer lugar, el mismo pueblo de Cuba, sus jóvenes y la oposición pacífica, y al mismo tiempo hablando directamente a los cubanos ha sabido explotar la situación real del país para avanzar en sus propósitos.

Es la definición de estrategia de A. Chandler, que antes citara, pero aplicada a la política: “Estrategia es la determinación de los objetivos a largo plazo y la elección de las acciones y la asignación de los recursos necesarios para conseguirlos”. O como afirmara Sun Tzu en el Arte de la Guerra: “El general (el strategos) debe estar seguro de poder explotar la situación en su provecho, según lo exijan las circunstancias. No está vinculado a procedimientos determinados”.


Obama está planteando una nueva estrategia y aplicando nuevas tácticas. Ahora toda la oposición cubana tanto interna como en el exilio debe prepararse para reacomodar sus medios empleando para ello, la inteligencia, la astucia, la disciplina y el coraje. 

lunes, 28 de marzo de 2016

Big Brother habla del “hermano Obama”


Mario J. Viera

Ya no hace reflexiones, ahora escribe artículos. Y dejó de ser el Gran Pitoniso que lanzaba oráculos apocalípticos para para un futuro próximo, ahora divaga, nunca dejó de divagar cuando supuestamente reflexionaba. Sus predicciones, sus razones para cualquiera que le leyera, aunque no fuera una persona versada en temas políticos o filosóficos podía subrayar los sofismas y las falacias recogidas en sus “enjundiosos” escritos, que da tan eruditos que eran provocaban risa.

Hoy emergió, ¿o fue ayer?, ¡quién sabe!, de su cripta tebana para hablar poco fraternalmente del “Hermano Obama”. Es que Obama había hablado sin tapujos y le dijo vino a lo que es vino y pan a lo que es pan y lo hizo en la misma Habana … aunque lo hubiera podido haberlo dicho en el Aula Magna de la Universidad… Ante el rostro del Pequeño hermano Obama dijo: “debo hablar con honradez acerca de las cosas en que yo creo: las cosas en las que nosotros, como estadounidenses, creemos. Como dijo Martí, ‘La libertad es el derecho de todo hombre a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía’ Así que, déjenme decirles en qué creo. No puedo obligarles a estar de acuerdo conmigo, pero ustedes deben saber lo que pienso”. Y habló de lo creía y de lo que él pensaba, y dijo: “Creo que los ciudadanos deben tener la libertad de decir lo que piensan sin miedo de organizarse y criticar a su Gobierno, y de protestar pacíficamente; y que el Estado de Derecho no debe incluir detenciones arbitrarias de las personas que ejercen esos derechos. Creo que cada persona debe tener la libertad de practicar su religión en paz y públicamente. Y, sí, creo que los electores deben poder elegir a sus gobiernos en elecciones libres y democráticas”.

Se supone ─ anotó Castro ─ que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del Presidente de Estados Unidos”. No un infarto, aunque si fruncieron el ceño y palideció el Hermano Menor, y Ramiro Valdés apretó las mandíbulas. Y ante el patético auditorio de los dirigentes del Partido Comunista y de los invitados gubernamentales, el “hermano Obama” proclamó, si, en Estados Unidos hay desigualdad económica; existe la pena de muerte (como existe en Cuba, olvidó decir); hay discriminación racial y se hacen guerras en el extranjero; pero, dijo: “esto es lo que el pueblo cubano necesita comprender: yo estoy abierto a ese debate público y al diálogo. Es bueno. Es saludable. No le temo”.   

¿Cómo acota estas palabras Big Brother? Diciendo: “Las poblaciones nativas no existen para nada en la mente de Obama. Tampoco dice que la discriminación racial fue barrida por la Revolución; que el retiro y el salario de todos los cubanos fueron decretados por esta antes de que el señor Barack Obama cumpliera 10 años. La odiosa costumbre burguesa y racista de contratar esbirros para que los ciudadanos negros fuesen expulsados de centros de recreación fue barrida por la Revolución Cubana”.

¿Poblaciones nativas? Omitió el articulista que Obama antes había dicho: “Conozco la historia, pero me niego a ser atrapado por ella”; de lo que se trata es del presente y de lo que se intenta hacer en el futuro, y no estar aherrojado por el pasado como está atado todo el régimen impuesto en Cuba; ¿qué importa en el siglo XXI lo que hicieron los reyes de España en el siglo XV? El escribiente, sigue sumergido en la lectura de “Las venas abiertas de América Latina” olvidando que ya eso es historia que el viento se llevó, y yerra alegando que esos reyes “nos trajeron a los conquistadores y dueños”; yerra a propósito porque no existíamos, no éramos un nosotros, no éramos nación; y de aquellos conquistadores y de aquellos dueños surgió el cubano mezclado con genes de aquello españoles conquistadores y de los esclavos africanos.

Es poco probable que la gente en Cuba haya leído el “artículo de Fidel”, pero sus hipotéticos lectores es seguro que se rascaron la nuca y hasta dedicaran una sarcástica sonrisa al leer aquello que dijo del retiro y del salario de todos los cubanos, como si hubiera sido una conquista “revolucionaria”. ¿Cuál retiro y cuál salario – le preguntaría ─ es ese del que habla? ¿Menos de doce dólares al mes es acaso un retiro y un salario? Y aquello tremebundo de “la odiosa costumbre burguesa y racista de contratar esbirros para que los ciudadanos negros fuesen expulsados de centros de recreación, ¿se estaba refiriendo a la Cuba republicana o estará hablando de la Suráfrica del Apartheid? Confundió dos escenarios completamente diferentes. La prueba de que la “revolución” cubana barrió la discriminación racial se encuentra en la composición étnica del Comité Central del Partido y del Consejo de Ministros donde hay algún que otro negro…


¿Qué hay de esa memoria suya sobre la expedición de Bahía de Cochinos? ¿Será cierto que aquella expedición contaba con infantería blindada, que estaba equipada con aviones, y acompañada por buques de guerra y portaviones de Estados Unidos? ¡Vamos, hombre, si apenas sobrepasaba un millar de hombres! ¿Buques de guerra y portaviones de Estados Unidos? Como diría un mexicano: ¡No manches, güey!

¿Qué decir de esa advertencia que le hace a Estados Unidos, cuando dice: “Advierto además que somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos…”? No es necesario agregar nada, ya se sabe la capacidad que posee el régimen castrista de producir alimentos… capacidad que tiende a cero.


Nadie se haga la ilusión ─ escribe con entusiasmo ─ de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura”. No el pueblo, ese al que le habló el Hermano Obama, cada día va perdiendo el miedo y seguro que no renunciará, es más, luchará para conquistar la gloria y los derechos que los usurpadores del poder le arrebataron. Mientras tanto: “En paz descanse, Fidel Castro”.

sábado, 26 de marzo de 2016

Me sentí frustrado, pero…

Mario J. Viera


Fue aquel 17 de diciembre. Acababa de escuchar la decisión del Presidente Barack Obama de restablecer relaciones diplomáticas con el régimen de Castro. Aquello me sacó de paso, sentí, como muchos del exilio, que había recibido un fuerte bofetón, quizá hasta traicionado… “¡Coño ─ exclamé ─, si esto es así, votaré por cualquier peste republicana!” Quizá votaría por Jeb Bush si fuera el nominado por el Partido Republicano como candidato para las elecciones del 2016 y si no fuera así, me abstendría de votar. El berrinche me duró un cierto tiempo… Luego un gran amigo mío me dio sus opiniones al respecto y me decía que se trataba de un nuevo comienzo y que ahora había que remodelar toda la estrategia opositora. Y me demostró que se estaba ofreciendo una magnífica oportunidad para, desde ese momento, combatir a la dictadura en su punto más débil, el accionar democrático. Otro amigo desde la distancia decía que se estaba preparando el camino hacia una transición en Cuba; no estaba muy de acuerdo con su opinión porque los tiranos no son los más indicados para facilitar transiciones. El amigo desde la distancia me replicó diciéndome que sería una posibilidad remota, pero una posibilidad que fundaba en su experiencia en otras transiciones hacia la democracia que él había estudiado profundamente.

Pensé, recapacité. El embargo, al que siempre apoyé, ciertamente no había conseguido generar cambios en Cuba y era un tema con el que toda la comunidad internacional discrepaba con Estados Unidos. En el tema del embargo Estados Unidos estaba aislado. Me di cuenta, analizando las tendencias presentes en la política del partido republicano, que no precisamente son las de los congresistas cubano-americanos, que el embargo serían los propios republicanos los que lo levantarían. Muchos son los intereses corporativos colocados a la sombra del republicanismo. No levantarían el embargo durante la administración Obama, por supuesto, pero una vez salido este de la Oficina Oval, ya no habría más rechazo.

Una mirada tranquila echada sobre toda la historia de la política exterior de los Estados Unidos pone, muy en claro, que  Estados Unidos solo es firme en sus intereses nacionales y en lo tocante a su seguridad nacional. Estados Unidos fomenta alianzas con los elementos que le convienen a sus intereses. No tiene amigos, tiene aliados y el exilio cubano no es ya un aliado útil para asegurar los intereses nacionales. Cuba, empobrecida hasta la médula, sin el apoyo de una potencia extracontinental, no representa peligro alguno para los intereses de Estados Unidos. Más peligro hay en la Venezuela de Chávez-Maduro. El régimen castrista es el modelo inspirador de los chavistas y había que anular su influencia, destruyendo su mito del David enfrentado al Goliat gringo. Obama no lanzará los marines sobre Cuba, nunca, después de los acuerdos Kennedy-Jruschov, tuvo Estados Unidos la intención de hacerlo, ni siquiera permitiría ataques armados del exilio cubano contra las posiciones castristas y todas las administraciones demócratas y republicanas que se sucedieron se mantuvieron firmes en aquella posición y castraban las energías bélicas del exilio cubano, al que solo le quedó el recurso del pataleo y de la retórica, ardiente pero retórica al fin. ¿Qué se había conseguido? ¡Nada! Castro transfirió su poder a Raúl Castro y se fue para su residencia en el Punto Cero a esperar tranquilamente una muerte plácida en su propio lecho de convaleciente. Raúl hizo una pantomima de “reformas” que nada reformaron y reanudó alianzas con la China comunista y con el oso ruso de Putin. Cuba seguía envuelta en la Guerra Fría y el mundo no encontraba interlocutor ideal y representativo de toda la oposición cubana y de todo el exilio, porque son muchas las organizaciones que lo forman y todas reclaman la máxima representatividad. ¿A quién apoyaría la opinión pública internacional en el caso cubano? ¡A nadie! Solo alguna que otra declaración dada, así como de cortesía, o alguna condena retórica por los actos represivos de la Primavera Negra de Cuba o por el fusilamiento de tres infelices que trataron de robar una lancha para emigrar hacia Estados Unidos.

En Cuba se sucedieron tímidos esfuerzos para movilizar a los cubanos. Apareció el cándido Proyecto Varela que aspiraba a cambiar la ley a partir de la ley y con el concurso de la Asamblea Nacional del Poder Popular, intento fallido que solo originó una reforma a la constitución comunista declarando inconmovible el socialismo marxista y el despliegue de una fuerte represión dirigida principalmente contra los activistas que habían logrado conseguir más de diez mil firmas de electores en apoyo del Proyecto Varela. Ya antes se había producido un intento serio de unidad de todos los grupos opositores agrupados bajo el paragua de Concilio Cubano. Bastó solo con la detención de sus dos principales impulsores para que la cúpula de Concilio Cubano decidiera entrar en un “compás de espera, hasta un momento más propicio” y como daño colateral se produjo el derribo de dos avionetas de Hermanos al Rescate que pretendía dar apoyo a la realización del encuentro de Concilio. Nada trascendental sucedió en respuesta a tal criminal acción de la Fuerza Aérea de Cuba, salvo la ratificación de la Ley Helms-Burton [The Cuban Liberty and Democratic Solidarity (Libertad) Act] por el Presidente Bill Clinton que recibió en respuesta la promulgación de la Ley 88 (de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba) por parte del régimen de Fidel Castro en un acto de acción y reacción.

En tanto, el pueblo cubano seguía a la espera, frustrado, sin esperanzas. La oposición seguía actuando al margen del pueblo como si fuera una figura fantasmal que nadie ve, que nadie palpa. ¿Qué podría hacerse entonces, si nada había cambiado en Cuba, si nada cambiaba en Estados Unidos, si todo se mantenía estancado en un conflicto permanente y sin soluciones? La Iliada nos remite a una situación parecida de no cambio. Por años los aqueos estuvieron sitiando y atacando a los troyanos y los troyanos respondían con sus ataques a los aqueos, y siempre Ilión se mantenía firme, nada presagiaba que sus muros pudieran ser demolidos. Mucho eran los daños que ambos combatientes se habían producido entre sí.

Como nada cambiaba, los aqueos ya estaban a punto de abandonar la empresa contra Troya, cuando apareció el astuto Ulises que dijo: “Esperen yo tengo la solución”, y ordenó construir un gran caballo de madera en cuyo vientre se escondería un grupo de aqueos bajo el mando de Ulises y alejaron las naves de las costas de Ilión. Los troyanos satisfechos con su aparente victoria llevaron al interior de sus muros al colosal caballo de madera. El resultado se conoce, Troya caería…

Quizá Obama ella leído la Iliada y se haya inspirado en su lectura, tal vez no; pero ha reaccionado como Ulises y colocado en la playa castrista un aparente conciliador caballo de Troya.

En su discurso dirigido principalmente al pueblo de Cuba Obama expuso: “Lo que Estados Unidos estaba haciendo no estaba funcionando. Tenemos que tener el valor de reconocer esa verdad y agregó: “No debemos temer al cambio, debemos abrazarlo”. Si una táctica no funciona, si en la práctica ha demostrado que no da resultados positivos, el estratega sabe que hay que modificarla y cambiar los métodos con vistas al cumplimiento del plan estratégico general. Y se dirige al pueblo de cuba y a la juventud cubana: “Quiero que el pueblo cubano especialmente los jóvenes ─ entienda por qué creo que ustedes deben ver el futuro con esperanza. Y no es la falsa promesa que insiste en que las cosas son mejores de lo que realmente son, o el optimismo ciego que dice que todos sus problemas podrán desaparecer mañana. Es una esperanza que tiene sus raíces en el futuro que ustedes pueden elegir, y pueden conformar, y pueden construir para su país”. Y advierte a los cubanos, no al gobierno usurpador, al pueblo diciendo: “Pero incluso si se levantara el embargo mañana, los cubanos no se darían cuenta de su potencial sin una continuidad de los cambios aquí en Cuba”. De eso se trata, de que la juventud y todo el pueblo cubano se decida por los cambios: “Estados Unidos no tiene ni la capacidad, ni la intención de imponer un cambio en Cuba. Cualquier cambio que venga dependerá del pueblo cubano”.


Cuando meditaba en estas cosas, comprendí que los Estados Unidos no le estaba dando apoyo a la tiranía castrista, que no se dirigía al fortalecimiento de la dictadura, sino todo lo contrario; Estados Unidos está tendiendo un ramo de olivos, no a Raúl Castro, lo extiende al pueblo de Cuba y a la juventud cubana. Comprendí que no debía quedar atrapado por la historia, que había que dar un paso hacia delante y romper los marcos ya obsoletos y darle un vuelco a la historia, y también comprendí que siempre hay que hacer cambios y nuevos cambios, pero nunca estancarnos y no dejarnos atrapar por las mareas de la historia como dijera Obama: “Las mareas de la historia pueden dejar a las personas atrapadas en situaciones de conflicto, y exilio, y pobreza”.

Texto en español del discurso del Presidente Barack Obama en Cuba



Traducción de Rolando Cartaya (Los subrayados son míos)

22 de marzo de 2016

Presidente Castro, pueblo de Cuba:

Muchas gracias por la cálida acogida que hemos recibido yo, mi familia y mi delegación. Es un honor extraordinario estar hoy aquí. Antes de empezar, permítanme por favor, quiero comentar sobre los ataques terroristas que tuvieron lugar en Bruselas.

Los pensamientos y las oraciones del pueblo de Estados Unidos están con el pueblo de Bélgica. Somos solidarios con ellos, condenando estos indignantes ataques contra personas inocentes. Haremos todo lo que sea necesario para apoyar a nuestro amigo y aliado, Bélgica, para llevar ante la justicia a los responsables, y este es otro recordatorio más de que el mundo debe estar unido.

Debemos cerrar filas, al margen de nacionalidad, raza o creencias religiosas, en la lucha contra este flagelo del terrorismo. Podemos derrotar, y derrotaremos, a aquellos que amenazan nuestra seguridad y la de las personas en todo el mundo.

Al Gobierno y al pueblo de Cuba quiero agradecerles la amabilidad que han demostrado hacia mí, hacia Michelle, Malia, Sasha, mi suegra, Marian.

[En español] “Cultivo una rosa blanca” [aplausos] En su más célebre poema José Martí hizo esta oferta de amistad y paz tanto a amigos como enemigos. Hoy, como Presidente de Estados Unidos de América yo le ofrezco al pueblo cubano [en español] el saludo de paz [aplausos].

La Habana está a solo 90 millas de la Florida, pero para llegar aquí tuvimos que recorrer una larga distancia, por encima de barreras históricas, ideológicas, de dolor y separación. Las azules aguas bajo el Air Force One, fueron una vez surcadas por acorazados hacia esta isla para liberar a Cuba, pero también para ejercer control sobre ella.

Esas aguas también fueron surcadas por generaciones de revolucionarios cubanos hacia Estados Unidos, donde recabaron apoyo para su causa. Y esa corta distancia ha sido cruzada por cientos de miles de exiliados cubanos, en aviones y balsas rústicas, quienes vinieron a Estados Unidos en busca de libertad y oportunidades, a veces dejando atrás todo lo que tenían y a todos sus seres queridos. Como tantos, en nuestros dos países.

Toda mi vida se ha desenvuelto en una era de aislamiento entre nosotros. La revolución cubana tuvo lugar en el mismo año en que mi padre emigró a Estados Unidos desde Kenia. Bahía de Cochinos tuvo lugar en el año en que yo nací. Al año siguiente el mundo entero quedó en suspenso observando a nuestros dos países mientras la Humanidad se acercaba más que nunca antes al horror de una guerra nuclear.

Con el paso de las décadas nuestros Gobiernos se quedaron estancados en una confrontación aparentemente interminable, librando batallas a través de terceros. En un mundo que se rehízo a sí mismo una y otra vez, el conflicto entre Estados Unidos y Cuba era una constante. Yo he venido aquí a enterrar los últimos remanentes de la Guerra Fría en las Américas [aplausos] Yo he venido aquí a extender una mano de amistad al pueblo cubano [aplausos].

Quiero ser claro: las diferencias entre nuestros Gobiernos al cabo de tantos años son reales, y son importantes. Estoy seguro de que el presidente Castro diría lo mismo. Lo sé, porque he escuchado y abordado esas diferencias en profundidad. Pero antes de discutir esos problemas, también tenemos que reconocer cuantas cosas compartimos porque, en muchas formas, Estados Unidos y Cuba son como dos hermanos que han estado distanciados por muchos años, aunque llevemos la misma sangre.

Ambos vivimos en un Nuevo Mundo colonizado por europeos. Cuba, como Estados Unidos, fue en parte fundada por esclavos traídos de África. Como el de Estados Unidos, el pueblo cubano puede trazar sus ancestros hasta esclavos y dueños de esclavos. Ambos acogimos a inmigrantes que vinieron de muy lejos para empezar una nueva vida en las Américas. A lo largo de los años nuestras culturas se han entremezclado. La labor del Dr. Carlos Finlay en Cuba allanó el camino para generaciones de médicos, entre ellos Walter Reed, que se basó en el trabajo del Dr. Finlay para ayudar a combatir la fiebre amarilla.

Tal como Martí escribió su obra más famosa en Nueva York, Ernest Hemingway hizo de Cuba su hogar y encontró inspiración en las aguas de estas costas. Compartimos el mismo pasatiempo nacional [en español]: la pelota. Y hoy mismo, más tarde, nuestros jugadores van a competir en el mismo terreno habanero donde jugara Jackie Robinson antes de debutar en las Grandes Ligas [aplausos]. Y se dice que nuestro más grande boxeador, Mohamed Alí, rindió homenaje una vez a un cubano con el que nunca pudo pelear, diciendo que lo más que podía alcanzar era un empate con ese gran cubano, Teófilo Stevenson.

Así que aun cuando nuestros Gobiernos devinieron adversarios, nuestros pueblos compartían estas pasiones comunes, particularmente con la llegada a Estados Unidos de tantos cubanos. En Miami o La Habana usted puede encontrar lugares donde bailar cha-cha-cha o salsa; donde comer “ropa vieja”; la gente en nuestros dos países ha cantado con Celia Cruz, Gloria Estefan, y ahora escuchan el reggaetón de Pitbull.

Millones de los nuestros tienen una misma religión, una fe a la que yo he rendido tributo en la Ermita de la Caridad de Miami: la paz que los cubanos encuentran en La Cachita.


A pesar de nuestras diferencias, cubanos y estadounidenses comparten valores comunes en sus vidas: un sentido de patriotismo y de orgullo, un gran orgullo; un profundo amor a la familia; la pasión por nuestros hijos; un compromiso con su educación. Y es por eso que creo que nuestros nietos mirarán este período de aislamiento como una aberración, y como apenas un capítulo en una historia más larga de familiaridad y amistad.

Pero no podemos ni debemos ignorar las diferencias reales que tenemos, acerca de cómo organizamos nuestros Gobiernos, nuestras economías y nuestras sociedades. Cuba tiene un sistema de partido único; Estados Unidos es una democracia multipartidista. Cuba tiene un modelo económico socialista; Estados Unidos, uno de mercado abierto. Cuba ha enfatizado el papel y los derechos del Estado; los Estados Unidos fueron fundados en los derechos de la persona individual.

A pesar de estas diferencias, el 17 de diciembre del 2014 el presidente Castro y yo anunciamos que Estados Unidos y Cuba comenzarían un proceso de normalización de las relaciones entre nuestros países [aplausos].

Desde entonces, hemos establecido relaciones diplomáticas y abierto embajadas. Hemos puesto en marcha iniciativas para cooperar en la salud y la agricultura, la educación y la aplicación de la ley. Hemos llegado a acuerdos para restaurar los vuelos y el servicio de correo directos. Hemos ampliado los lazos comerciales, e incrementado la capacidad de los estadounidenses para viajar a Cuba y hacer negocios aquí.

Y estos cambios han sido bien recibidos, a pesar de que todavía hay quienes se oponen estas políticas. Pero, aun así, muchas personas en ambos lados de este debate se han preguntado: “¿Por qué ahora?" "¿Por qué ahora?”

La respuesta es simple: Lo que Estados Unidos estaba haciendo no estaba funcionando. Tenemos que tener el valor de reconocer esa verdad. Una política de aislamiento diseñada para la Guerra Fría tenía poco sentido en el siglo XXI. El embargo sólo estaba perjudicando al pueblo cubano en lugar de ayudarlo. Y yo siempre he creído en lo que Martin Luther King, Jr. llamó "la feroz urgencia del ahora": No debemos temer al cambio, debemos abrazarlo. [aplausos]

Esto me conduce a una razón mayor y más importante de estos cambios [en español]: Creo en el pueblo cubano. Creo en el pueblo cubano [aplausos]. Esto no es sólo una política de normalización de las relaciones con el Gobierno cubano. Estados Unidos de América está normalizando sus relaciones con el pueblo cubano. [aplausos]

Y hoy, quiero compartir con ustedes mi visión de lo que puede ser nuestro futuro. Quiero que el pueblo cubano especialmente los jóvenes ─ entienda por qué creo que ustedes deben ver el futuro con esperanza. Y no es la falsa promesa que insiste en que las cosas son mejores de lo que realmente son, o el optimismo ciego que dice que todos sus problemas podrán desaparecer mañana. Es una esperanza que tiene sus raíces en el futuro que ustedes pueden elegir, y pueden conformar, y pueden construir para su país.

Yo tengo esa esperanza porque creo que el pueblo cubano es tan innovador como cualquier otro pueblo del mundo.

En una economía global, impulsada por las ideas y la información, el mayor recurso de un país es su gente. En Estados Unidos, tenemos un claro monumento a lo que el pueblo cubano es capaz de construir: se llama Miami. Aquí en La Habana, vemos ese mismo talento en los cuentapropistas, las cooperativas, los autos antiguos que todavía ruedan [en español]. El cubano Inventa del aire. [aplausos]

Cuba cuenta con un extraordinario recurso: un sistema de educación que valora a cada niño y cada niña [aplausos]. Y en los últimos años, el Gobierno cubano ha comenzado a abrirse al mundo, y a abrir aún más espacio para que el talento florezca. En pocos años, hemos visto como los cuentapropistas pueden salir adelante, mientras conservan un espíritu netamente cubano. Ser trabajador por cuenta propia no significa ser más como Estados Unidos, significa ser uno mismo.

Miren a Sandra Lídice Aldama, que decidió comenzar un pequeño negocio. Los cubanos, dice, podemos "innovar y adaptar sin perder nuestra identidad... nuestro secreto está en no copiar o imitar sino, simplemente, en ser nosotros mismos".

Es ahí donde comienza la esperanza: con la posibilidad de ganarse la vida y construir algo de lo que uno pueda estar orgulloso. Es por eso que nuestras políticas se centran en el apoyo a los cubanos, y no en hacerles daño. Es por eso que nos deshicimos de los límites en las remesas: para que los cubanos tengan más recursos. Es por eso que estamos alentando los viajes, que construirán puentes entre nuestros pueblos, y traerán más ingresos a las pequeñas empresas cubanas. Es por eso que hemos ampliado el espacio para el comercio y los intercambios, de modo que los estadounidenses y los cubanos puedan trabajar juntos para encontrar curas a las enfermedades, y crear puestos de trabajo, y abrir las puertas a más oportunidades para el pueblo cubano.

Como Presidente de Estados Unidos, he exhortado a nuestro Congreso a levantar el embargo [aplausos]. Es una carga obsoleta sobre el pueblo cubano. Es una carga para los estadounidenses que quieren trabajar y hacer negocios o invertir aquí en Cuba. Es hora de levantar el embargo. Pero incluso si se levantara el embargo mañana, los cubanos no se darían cuenta de su potencial sin una continuidad de los cambios aquí en Cuba [aplausos].

Debiera ser más fácil abrir un negocio aquí en Cuba. Un trabajador debiera poder conseguir un trabajo directamente con las empresas que invierten aquí en Cuba. Dos monedas no deben separar el tipo de salarios que los cubanos pueden ganar. Internet debe estar disponible en toda la isla, para que los cubanos puedan conectarse con el resto del mundo [aplausos] y con uno de los grandes motores del crecimiento en la historia humana. Estados Unidos no limita la capacidad de Cuba para tomar estas medidas. Depende de ustedes. Y puedo decirles como amigo que en el siglo XXI la prosperidad sostenible depende de la educación, la salud, y la protección del medio ambiente. Pero también depende del intercambio libre y abierto de ideas. Si uno no puede acceder a la información en línea, si no puede estar expuesto a diferentes puntos de vista, no alcanzará su máximo potencial. Y con el tiempo, la juventud va a perder la esperanza.

Sé que estos son temas sensibles, sobre todo viniendo de un presidente estadounidense. Antes de 1959, algunos americanos veían a Cuba como algo que explotar, ignoraban la pobreza, facilitaban la corrupción. Y desde 1959, hemos estado boxeando con nuestras sombras en esta batalla de la geopolítica y las personalidades. Conozco la historia, pero me niego a ser atrapado por ella. [aplausos]

He dejado claro que Estados Unidos no tiene ni la capacidad, ni la intención de imponer un cambio en Cuba. Cualquier cambio que venga dependerá del pueblo cubano. No les vamos a imponer nuestro sistema político o económico. Reconocemos que cada país, cada pueblo, debe trazar su propia ruta y dar forma a su propio modelo. Pero después de haber eliminado de nuestra relación la sombra de la historia, debo hablar con honradez acerca de las cosas en que yo creo: las cosas en las que nosotros, como estadounidenses, creemos. Como dijo Martí, "La libertad es el derecho de todo hombre a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía".

Así que, déjenme decirles en qué creo. No puedo obligarles a estar de acuerdo conmigo, pero ustedes deben saber lo que pienso. Creo que cada persona debe ser igual ante la ley [aplausos]. Todos los niños merecen la dignidad que viene con la educación y la atención a la salud, y comida en la mesa y un techo sobre sus cabezas [aplausos]. Creo que los ciudadanos deben tener la libertad de decir lo que piensan sin miedo [aplausos] de organizarse y criticar a su Gobierno, y de protestar pacíficamente; y que el Estado de Derecho no debe incluir detenciones arbitrarias de las personas que ejercen esos derechos [aplausos]. Creo que cada persona debe tener la libertad de practicar su religión en paz y públicamente [aplausos]. Y, sí, creo que los electores deben poder elegir a sus gobiernos en elecciones libres y democráticas. [aplausos]

No todo el mundo está de acuerdo conmigo en esto. No todo el mundo está de acuerdo con el pueblo estadounidense acerca de esto. Pero yo creo que los Derechos Humanos son universales [aplausos]. Creo que son los derechos del pueblo estadounidense, del pueblo de Cuba, y de las personas en todo el mundo.

Ahora bien, no es ningún secreto que nuestros Gobiernos están en desacuerdo sobre muchos de estos asuntos. He sostenido conversaciones francas con el presidente Castro. Durante muchos años, él ha señalado las fallas en el sistema americano: la desigualdad económica; la pena de muerte; la discriminación racial; guerras en el extranjero. Eso es sólo una muestra. Él tiene una lista mucho más larga. (Risas). Pero esto es lo que el pueblo cubano necesita comprender: yo estoy abierto a ese debate público y al diálogo. Es bueno. Es saludable. No le temo.

Tenemos demasiado dinero en la política estadounidense. Sin embargo, en Estados Unidos, todavía es posible para alguien como yo ─ un niño que fue criado por una madre soltera, un niño mestizo que no tiene mucho dinero ─ aspirar al más alto cargo de la tierra y ganarlo. Eso es lo que es posible en Estados Unidos. [aplausos]

Tenemos desafíos de discriminación racial ─ en nuestras comunidades, en nuestro sistema de justicia criminal, en nuestra sociedad ─ un legado de la esclavitud y la segregación. Pero el hecho de que tengamos debates abiertos dentro de la propia democracia estadounidense es lo que nos permite mejorar.

En 1959, el año en que mi padre se trasladó a Estados Unidos, en muchos estados americanos era ilegal que se casara con mi madre, que era blanca. Cuando empecé la escuela, todavía estábamos luchando por eliminar la segregación en las escuelas de todo el sur de Estados Unidos. Pero las personas se organizaron; protestaron; debatieron estos temas; desafiaron a los funcionarios del gobierno. Y debido a esas protestas, y debido a esos debates, y debido a la movilización popular, es que yo puedo estar aquí hoy, un afroamericano, presidente de Estados Unidos. El que pudiéramos lograr un cambio se debió a las libertades que disfrutamos en Estados Unidos.

No estoy diciendo que sea fácil. Todavía hay enormes problemas en nuestra sociedad. Pero la manera que tenemos para resolverlos es la democracia. Así es como obtuvimos atención de salud para más estadounidenses. Así es como hemos hecho grandes avances en los derechos de la mujer y los derechos de los homosexuales. Así es como atendemos la desigualdad que concentra tanta riqueza en los estratos superiores de nuestra sociedad. Gracias a que los trabajadores pueden organizarse y la gente común tener una voz, la democracia estadounidense ha dado a nuestra gente la oportunidad de realizar sus sueños y disfrutar de un alto nivel de vida. [aplausos]

Ahora bien, todavía nos quedan algunas peleas difíciles. No siempre es bonito el proceso de la democracia. A menudo es frustrante. Lo pueden ver en las elecciones que tenemos allá. Pero deténganse un momento y consideren este hecho: en la campaña electoral estadounidense que está teniendo lugar en este momento hay dos cubanoamericanos del Partido Republicano, compitiendo contra el legado de un hombre negro que es Presidente, mientras aducen ser la mejor persona para vencer al candidato demócrata que, o bien va a ser una mujer, o un socialdemócrata. (Risas y aplausos.) ¿Quién lo hubiera creído en 1959? Esa es una medida de nuestro progreso como democracia. [aplausos]

Así que aquí está mi mensaje para el Gobierno de Cuba y el pueblo cubano: los ideales que son el punto de partida de toda revolución –la revolución americana, la revolución cubana, los movimientos de liberación en todo el mundo– esos ideales encuentran su expresión más auténtica, creo yo, en una democracia. No porque la democracia estadounidense sea perfecta, sino precisamente porque no lo somos. Y nosotros ─ como todos los países ─ necesitamos para cambiar el espacio que la democracia nos da. Ella da a los individuos la capacidad de ser catalizadores para pensar en nuevas formas, y reimaginar cómo debe ser nuestra sociedad, y hacerse mejores.

Ya está teniendo lugar una evolución dentro de Cuba, un cambio generacional. Muchos sugerían que viniera aquí y le pidiera al pueblo de Cuba que echara abajo algo, pero estoy apelando a los jóvenes cubanos, que son los que van a levantar algo, a construir algo nuevo [aplausos]. [En español] El futuro de Cuba tiene que estar en las manos del pueblo cubano. [aplausos]

Y al presidente Castro ─ a quien le agradezco estar aquí hoy ─ quiero que sepa, creo que mi visita aquí demuestra, que no tiene por qué temer una amenaza de Estados Unidos. Y teniendo en cuenta su compromiso con la soberanía y la autodeterminación de Cuba, también estoy seguro de que no tiene por qué temer a las voces diferentes del pueblo cubano, y su capacidad de expresarse, reunirse, y votar por sus líderes. De hecho, tengo una esperanza para el futuro porque confío en que el pueblo cubano tomará las decisiones correctas.

Y como ustedes, también estoy seguro de que Cuba puede seguir desempeñando un papel importante en el hemisferio y en todo el mundo, y mi esperanza, es que pueda hacerlo como socio de Estados Unidos.

Hemos desempeñado roles muy diferentes en el mundo. Pero nadie debería negar el servicio que miles de médicos cubanos han prestado a los pobres y los que sufren [aplausos]. El año pasado, trabajadores de la salud estadounidenses ─ y militares de EEUU ─ trabajaron codo a codo con los cubanos para salvar vidas y acabar con el Ébola en África Occidental. Creo que deberíamos continuar teniendo esa clase de cooperación en otros países.

Hemos estado en el lado opuesto de muchos conflictos en el continente americano. Pero hoy en día, los estadounidenses y los cubanos están sentados juntos en la mesa de negociación, y estamos ayudando a los colombianos a resolver una guerra civil que se ha prolongado durante décadas [aplausos]. Ese tipo de cooperación es bueno para todos. Brinda esperanza a todos en este hemisferio.

Tomamos diferentes caminos en nuestro apoyo al pueblo de Sudáfrica para la abolición del apartheid. Pero el presidente Castro y yo pudimos estar al mismo tiempo en Johannesburgo para rendir homenaje al legado del gran Nelson Mandela. [aplausos]

Y al examinar su vida y sus palabras, estoy seguro de que ambos nos damos cuenta de que tenemos más trabajo por hacer para promover la igualdad en nuestros propios países: para reducir la discriminación de las razas en nuestros propios países. Y en Cuba, queremos que nuestro compromiso ayude a levantarse a los cubanos de ascendencia africana, [aplausos] que han demostrado que no hay nada que no puedan lograr cuando se les da la oportunidad.

Hemos sido parte de diferentes bloques de naciones en el hemisferio, y vamos a seguir teniendo profundas diferencias sobre las maneras de promover la paz, la seguridad, las oportunidades y los Derechos Humanos. Pero a medida que se normalicen nuestras relaciones, creo que podremos ayudar a fomentar un mayor sentido de unidad en las Américas [en español] Todos somos americanos. [aplausos]

Desde el inicio de mi mandato, he instado a la gente en las Américas a dejar atrás las batallas ideológicas del pasado. Estamos en una nueva era. Sé que muchos de los problemas de los que he hablado carecen del drama del pasado. Y sé que parte de la identidad de Cuba es su orgullo de ser una pequeña nación insular capaz de defender sus derechos, y estremecer al mundo. Pero también sé que Cuba siempre se destacará por el talento, el trabajo duro, y el orgullo del pueblo cubano. Esa es su fuerza [aplausos]. Cuba no tiene que ser definida por ser adversario de Estados Unidos, más de lo que Estados Unidos deben ser definidos por ser adversarios de Cuba. Tengo esa esperanza para el futuro debido a la reconciliación que está teniendo lugar en el pueblo cubano.

Sé que algunos cubanos en la isla pueden tener la sensación de que los que se fueron de alguna manera apoyaron el viejo orden en Cuba. Estoy seguro de que hay una narrativa que perdura aquí, y que sugiere que los exiliados cubanos pasaron por alto los problemas de la Cuba pre-revolucionaria, y rechazaron la lucha por construir un nuevo futuro. Pero hoy les puedo decir que muchos exiliados cubanos guardan recuerdos de una dolorosa y, a veces violentaseparación. Ellos aman a Cuba. Una parte de ellos todavía considera que este es su verdadero hogar. Es por eso que su pasión es tan fuerte. Es por eso que su dolor es tan grande. Y para la comunidad cubanoamericana que he llegado a conocer y respetar, no se trata sólo de política. Se trata de la familia: el recuerdo de una casa que se perdió; el deseo de reconstruir un vínculo roto; la esperanza de un futuro mejor; la esperanza del retorno y la reconciliación.

A pesar de las políticas, las personas son personas, y los cubanos son cubanos. Y he venido aquí ─ he viajado esta distancia ─ sobre un puente que fue construido por cubanos a ambos lados del estrecho de la Florida. Primero llegué a conocer el talento y la pasión de los cubanos en Estados Unidos. Y sé cómo han sufrido algo más que el dolor del exilio: también saben lo que es ser un extraño, y pasar trabajos, y trabajar más duro para asegurarse de que sus hijos puedan llegar más lejos en América.

Así que la reconciliación de los cubanos ─ los hijos y nietos de la revolución, y los hijos y nietos del exilio ─ es fundamental para el futuro de Cuba. [aplausos]

Uno lo ve en Gloria González, que viajó aquí en 2013, por primera vez después de 61 años de separación, y fue recibida por su hermana, Llorca. "Tú me reconociste, pero yo no te reconocí a ti", dijo Gloria después de abrazar a su hermana. Imagínese eso, después de 61 años.

Se ve en Melinda López, que llegó a la antigua casa de su familia. Y mientras caminaba por las calles, una anciana la reconoció como hija de su madre, y se puso a llorar. La llevó a su casa y le mostró un montón de fotos que incluían algunas de Melinda cuando era una bebé, que su madre le había enviado hacía 50 años. Melinda diría más tarde: "Muchos de nosotros estamos recuperando tanto ahora".

Se ve en Cristian Miguel Soler, un joven que fue el primero de su familia en viajar aquí después de 50 años. Y al encontrarse con sus familiares, por primera vez, dijo: "Me di cuenta de que la familia es la familia, sin importar la distancia entre nosotros".

A veces los cambios más importantes comienzan en lugares pequeños. Las mareas de la historia pueden dejar a las personas atrapadas en situaciones de conflicto, y exilio, y pobreza. Se necesita tiempo para que esas circunstancias cambien. Pero en el reconocimiento de una humanidad común, en la reconciliación de personas unidas por lazos de sangre y en el creer el uno en el otro, es donde comienza el progreso. En el entendimiento, y el saber escuchar, y el perdón. Y si el pueblo cubano enfrenta el futuro unido, será más probable que los jóvenes de hoy puedan vivir con dignidad y alcanzar sus sueños aquí en Cuba.

La historia de Estados Unidos y Cuba abarca revolución y conflicto; lucha y sacrificio; retribución y, ahora, reconciliación. Es ya hora de dejar atrás el pasado. Ha llegado el momento de que miremos juntos hacia el futuro [en español] un futuro de esperanza. Y no va a ser fácil, y habrá adversidades. Tomará tiempo. Pero mi tiempo aquí en Cuba renueva mi esperanza y mi confianza en lo que el pueblo cubano puede hacer. Podemos hacer este viaje como amigos, y como vecinos, y como familia: juntos. [En español] Sí se puede.


Muchas gracias. [aplausos]

viernes, 25 de marzo de 2016

Ya es la Hora de los Hornos

Mario J. Viera


¡Cuán útil es el pensamiento del Apóstol de nuestra República, José Martí, para guiarnos en estos tiempos difíciles para todos los cubanos! Si solo tomáramos el ánima que palpita en sus escritos, más allá de palabras que se recitan de memoria, construiríamos sendas para la lucha que nos queda por librar y veríamos con certeza irrefutable qué nos estorba para empeñarnos en la obra cumbre de ver de nuevo a Cuba libre de dictaduras y tiranías.

Y me remito a una breve carta que Martí escribiera el 5 de diciembre de 1891 dirigida al director del periódico El Yara de Cayo Hueso, José María Poyo, solo apenas conocida por aquella vibrante alegoría suya de “la hora de los hornos”, tan ajada, de tanto que ha sido manoseada sin siquiera dedicarle un breve momento de meditación para vislumbrar todo su sentido. Pero lo que encierra esa carta de Martí va más allá de aquella alegoría. Concisamente, Martí está mostrando el camino que ha de seguir la emigración cubana para “sin recelos y sin exclusiones” llegar a la independencia de Cuba; camino que también debiera encontrar todo el exilio cubano de estos tiempos.

Y expone Martí como sueña que debiera ser el carácter del cubano en exilio: “Es mi sueño que cada cubano sea hombre político enteramente libre (…), y obre en todos sus actos por sus simpatías juiciosas y su elección independiente, sin que le venga de fuera de sí el influjo dañino de algún interés disimulado”.

Analicemos ¿qué significa ser “hombre político enteramente libre”? No es ser simplemente libre, en la libertad prestada en tierra extraña, sino pensar políticamente con cabeza propia, sin influencias, sin manipulaciones; es el ejercicio del criterio propio; no pensar como masa sino como individuo. Pensamiento enteramente libre, quiere decir no estar sometido a cualquier ideología que encierra al pensamiento en claustros estrechos, que precondiciona el criterio, que dicta el comportamiento político como si se tratara de un catecismo. Así, el hombre puede obrar en todos sus actos por sus simpatías “juiciosas”, y destaco esta palabra juicio que es la capacidad de “distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso”; es decir ejercitar la sensatez. En el pensamiento de Martí el hombre ha de obrar en todos sus actos de acuerdo con la sensatez para poder elegir con independencia, único medio de estar liberado del “influjo dañino de algún interés disimulado”.

Esta es la impresión que recibe Martí de los cubanos de Cayo Hueso, mentes libres y quiere mostrar al Cayo, dice, mostrarle ante los necios ─ que los había en aquellos tiempos, como ahora mismo también los sufrimos ─ “como prueba de lo que por sí, sin mano ajena y sin tiranía, puede ser y habrá de ser nuestra República”. Sin mano ajena: la libertad, Martí nos lo expresa, es obra de nosotros, sin necesidad de mano ajena que nos sostenga, como se suele hacer con los ciegos, en la búsqueda de la libertad. Por años, la oposición anticastrista se ha confiado en el apoyo que pudiera prestarle los Estados Unidos por la posición hostil que ha mantenido hacia el gobierno castrista; pero Estados Unidos solo responde a sus intereses en cuanto a su seguridad nacional y actúa en consecuencia. Si las condiciones cambian su apoyo se torna frío. Debemos pensar con mente propia, sin muletillas extranjeras; ser capaces de combatir con nuestros propios medios para liberarnos de la tiranía y restablecer la democracia. Es este el mismo reclamo que pronunciara Antonio Maceo en carta que dirigiera también a José María Poyo: “¿A qué intervenciones ni injerencias extrañas, que no necesitamos ni convendrían?”  Demostrar nuestra virilidad cívica para ganarnos el respeto de otros pueblos, ¿acaso Martí no lo había advertido en Nuestra América?: “los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles”.  

Pero la gran obra que ante la historia le toca llevar a nuestra generación tiene que hacerse con la participación de todos, tal y como lo dejara expresado Martí en la carta a Poyo: “la obra política que para el bien de todos se ha de fundar, ha de fundarse con todos”. No más conciliábulos de unos opuestos a los conciliábulos de otros, y así lo expresa el Apóstol: “Y sin recelos y sin exclusiones. Y sin olvido de lo verdadero y de lo justo”. Hay que encontrar el camino correcto, la unidad en la diversidad, sin exclusión de ningún sector, sin intrigas de grupos y, sobre todo, sin envidias y sin recelos. El Exilio ha de jugar su papel, el que le corresponde, primero convencerse de que es la segura retaguardia de la oposición en la isla, sin pretender tomar dominio sobre ningún grupo interno y segundo, dar el ejemplo de madurez política con la voluntad de forjar una alianza estratégica de todos los sectores fundada en lo que de principio se tiene en común. Porque este es el momento: “Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz”.

El castrismo está en su fase senil, su retórica se ha desgastado y ya el pueblo se muestra apático ante el régimen, pocos creen en los “salvadores” históricos y ya no se avizora un futuro de oportunidades. La apatía creciente se convierte, por acumulación cuantitativa, en hostilidad y la hostilidad concluirá necesariamente en rebelión. Es, ciertamente, la hora de los hornos, cuando se funda en un nuevo crisol todas las ideas, todos los intereses en una nueva identidad.

Es dentro de Cuba donde se deberá dar la gran batalla. Pero para estar en condiciones favorables para librarla, se requiere la elaboración de una estrategia común, unitaria, sin caudillismo, trazada inteligentemente, ejecutada con disciplina y llevada con valor. Y el exilio brindando su apoyo solo a aquellos que estén dispuestos a hacer una resistencia organizada, que se decidan a actuar con inteligencia política, preparando a sus agentes de cambio, yendo al encuentro con la población, elaborando consignas inteligentes y efectivas, consignas que expresen lo que realmente siente el pueblo. Sí, hay que hacer labor de proselitismo directo en los centros de trabajo, penetrando los sindicatos, convirtiendo las asambleas de rendición de cuentas de los delegados en tribuna de debate y de lucha de ideas, captando al estudiantado universitario ya los sectores intelectuales. Es la hora de los hornos.


La reciente visita del Presidente de los Estados Unidos fue recibida con alegría y esperanza por el pueblo cubano. Alguien hablaría lo que el pueblo no podía y quería decir. El miedo se pierde dentro del pueblo y crece dentro del gobierno, que sin lugar a dudas recurrirá a más y más represión y movilizará a sus títeres con el propósito de minimizar el impacto del discurso de Obama dirigido al pueblo. Es la hora de los hornos. Hay que ganarse al pueblo y unirlo en una resistencia masiva de reto a la dictadura. Los pusilánimes, los intransigentes, los que no sean capaces de ver con vista larga, que se aparten. Es la hora de los visionarios, de los que confían en la energía transformadora que está en el seno del pueblo. Es, en fin, la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz.