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domingo, 22 de septiembre de 2013

Lo peor que puede pasar en Venezuela


Fernando Mires. Blog POLIS

Ya lo había dicho y reiterado antes de viajar a Miami. "Lo peor que puede pasar al país es un golpe de Estado". No obstante, las mismas palabras dichas en Miami adquieren diferente connotación. Y eso con toda seguridad lo sabía Henrique Capriles.

Nicolás Maduro, mandatario de Venezuela, en su siempre infamante estilo había anunciado que Capriles viajaría el 15. 09. a reunirse con la "gusanera" de Miami para conspirar en contra de la "revolución". No pudo haber mejor refutación a Maduro que las palabras de Capriles, dichas desde el mismo "imperio".

"Lo peor que le puede pasar al país es un golpe de estado".

Léase bien, Capriles dijo sin rodeos, un golpe de estado es lo peor que puede suceder a Venezuela. No dijo hay golpes buenos y malos, como seguramente piensan algunas fracciones "egipcias" de Venezuela. Eso significa que un golpe de estado, según Capriles, es una alternativa aún peor que el gobierno de Maduro. Por lo tanto Capriles dejó claramente establecido que está dispuesto a jugársela en contra de cualquier intento de golpe de estado sea éste a favor de Maduro o en contra de Maduro.

Por lo demás, si hubiera intento de golpe de estado, aunque venga de militares chavistas, ¿contra quién puede ser sino en contra de Maduro? Porque Capriles dijo, golpe de estado. No habló de autogolpe. En otras palabras, un golpe de estado en contra de Maduro sería no sólo en contra de Maduro; también sería en contra de la oposición a Maduro. Su objetivo no podría ser otro sino destruir los restos de institucionalidad que permanecen en el país, cerrar el camino a las elecciones e imponer un régimen de fuerza en contra de la mayoría de la nación, de la madurista  y de la opositora a la vez.

Las palabras de Capriles fueron terminantes. Ahora lo saben todos: Si hay militares que en nombre del, o en contra del chavismo intentan dar un golpe de estado, aprovechándose del descontento general y de la profunda crisis económica en la cual el chavismo ha sumido al país, contarán con la más decidida "oposición de la oposición". Con ello queda muy claro, salvo para quienes no quieran entender, que la oposición venezolana dirigida por la MUD y Capriles no es golpista, como tal vez quisiera Maduro que lo fuera. Además ─ aunque no guste a Maduro ─ es un factor de orden institucional. Quizás la oposición es el único factor de orden institucional que resta todavía en Venezuela. Si no fuera por esa oposición que encauza por vías democráticas el creciente malestar social, Venezuela no sería Egipto: Venezuela sería Siria.

Naturalmente, el objetivo de la oposición, como toda oposición en cualquier lugar donde hay oposición, es derrotar al gobierno y si es posible, lograr su caída. Pero el objetivo ha de ser la derrota política, jamás la derrota militar. Eso quiere decir que cualquier intento no político en Venezuela significaría cerrar el camino a la oposición e indirectamente al propio PSUV. Quizás ya hay miembros de ese partido que entienden que la desaparición de los últimos restos de espacios políticos significaría también el fin del PSUV, ya sea como partido de gobierno, ya sea como principal partido de oposición, lugar este último que más temprano que tarde deberá ocupar, si es que sus dirigentes no creen en el principio de la eternidad.

La mayoría de la oposición (y quizás una parte del chavismo) ya ha entendido que cuando los militares llegan al poder lo hacen para quedarse y nunca para irse.

No me referiré esta vez a Chile, donde algunos políticos con pasado democrático apoyaron el golpe de 1973 como "salida transitoria". El ejemplo más reciente es el del Egipto de 2013 cuando los militares se montaron sobre los hombros del descontento popular frente al islamismo de Morsi y dieron un golpe que restituyó el régimen de Mubarak sin Mubarak, en contra de la oposición democrática y de la oposición religiosa a la vez.

Probablemente hay pocas situaciones en la historia, si es que hay alguna, en la cual los militares usurpen el poder para retirarse inmediatamente. Ni siquiera en Honduras, pues allí los militares actuaron obedeciendo el mandato de una mayoritaria clase política civil. ¿Se entiende entonces por qué lo peor que puede pasar al país ─ Capriles se refería al país de los chavistas, al de los no chavistas y al de los anti-chavistas ─ es un golpe de Estado?

Hay ejemplos en cambio que muestran como cuando la oposición ha actuado en defensa del espacio político en contra de intentos golpistas, ha salido fortalecida. Uno ocurrió en Septiembre de 1917 en Rusia cuando el general Lavr Kornilov, aprovechándose de las debilidades del gobierno de Alexander Kerenski, intentó dar un golpe de Estado, imaginando que contaría con el apoyo de la socialdemocracia (mencheviques y bolcheviques). Fue entonces cuando Lenin dio muestras de gran genialidad. Con su consigna "hay que defender a Kerenski", Lenin aseguró el espacio que muy poco después permitiría a los bolcheviques hacerse del poder. El segundo ejemplo también ocurrió en Rusia. Fue en el año 1991 cuando Boris Yeltsin, alcalde de Moscú y recalcitrante opositor, llamó a las masas a oponerse al golpe militar dirigido en contra de Gorbachov. Gracias a esa iniciativa Jeltsin logró ser, poco después, sucesor de Gorbachov en el poder.

Pero en el Egipto de 2013 no  hubo ningún Lenin ni ningún Jeltsin. Los demócratas, con Baradei a la cabeza se sumaron al golpe, aceptando incluso tareas de gobierno. Pronto ─ historia conocida ─ fueron desplazados por los militares. “Sobre las bayonetas nadie puede sentarse”, dijo Tayllerand a Napoleón.

Capriles también lo sabe. Sabe también que el 2013 no es el 2002, cuando generales venezolanos, utilizando el vacío de poder provocado por una enorme masa opositora sin dirección política, hicieron renunciar a Chávez. Los militares pusieron en su lugar a un monigote empresarial (Carmona) para después volver a poner a Chávez. Gracias a ese auto-frustrado golpe, Chávez emergió con más legitimación que antes.

"Lo peor que puede suceder al país es un golpe de Estado".

No pudo Capriles haber elegido mejor lugar para pronunciar esa breve frase. Miami, refugio de demócratas, empresarios, profesionales y gente común, es también un lugar donde no pocos cubanos y venezolanos se dejan llevar por fantasías, soñando con salidas apocalípticas que los devolverán, como por arte de magia, al país de sus amores.

En Miami existe una gran mayoría de venezolanos que reconoce a la MUD como directriz y a Capriles como su líder político natural. Pero también existe ─ no es secreto para nadie ─ una minoritaria fracción antidemocrática, radicalmente aventurera, es decir, una fracción hecha a la medida del chavismo. A ellos, los que conforman dicha fracción, dijo Capriles en su propia cara:

"Lo peor que puede suceder al país es un golpe de Estado".

Para que chavistas, no chavistas, maduristas y antimaduristas lo sepan y lo graben en el disco más duro de sus cabezas. El camino de la oposición venezolana es y será democrático y electoral. La línea ya ha sido trazada.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Capriles en bandeja roja


Alexander Cambero. EL UNIVERSAL

Onorio Marinari: "Salomé con la cabeza de Juan el Bautista
Detrás de la miserable acción de allanarle la inmunidad al diputado Richard Mardo, se mueve toda una confabulación que busca acorralar a Henrique Capriles Radonski. El régimen apuesta por ir liquidando todos los espacios, para poder instaurar el totalitarismo en forma definitiva. Es un libreto inspirado en la experiencia cincuentenaria del régimen cubano, con habilidad van pulverizando el Estado de Derecho, hasta que el adversario queda indefenso frente al inmenso poder de un estado al servicio del interés perpetuo. La obsesión que tiene el gobierno cubano por Henrique Capriles, es tan grande que últimamente se han multiplicado las reuniones para estudiar la posibilidad de acosarlo hasta convertirlo en polvo cósmico. Ellos no entienden cómo un gobierno con todo el poder, no puede terminar de controlar a la nación después de quince años. Una fuente digna de todo crédito, indica que cada actividad del excandidato presidencial, es seguida al milímetro por funcionarios del G2 cubano. Ellos anduvieron monitoreando la gira de Capriles por Chile y Perú, aseguran que un agente a quien llaman Heriberto Breñas, se encargó de todo el procedimiento desde que éste partió de Maiquetía.

Lo que viene ahora es todo un plan para arreciar la persecución en contra de los líderes de la oposición venezolana. Se acabaron los mecanismos de aparentar un respeto por la normativa democrática, el Gobierno sabe que crece el rechazo por la gestión de Nicolás  Maduro. Que las instituciones gozan de un descrédito que hacen que sus ejecutorias sean vistas como viciadas por los intereses del régimen. Ya la población sabe que cualquier decisión que tomen es una orden que partió desde arriba.

Asimismo, las últimas encuestas reflejan un deterioro profundo del Gobierno, sobre todo en los sectores populares. Allí en donde descansó el apoyo mayoritario del Presidente caído, hoy se siente una profunda decepción que hace que las bases de este régimen estén en su peor momento.

El gobierno venezolano baila como Salomé para sus amos cubanos, no se cansan de arrastrarse solicitándoles ayuda para poder colocar la cabeza de Capriles en bandeja roja. Danzan sin la gracia de la pérfida mujer del pasaje bíblico, hacen el mejor esfuerzo para vender a su país y de paso destruir al líder democrático que los tiene al borde del colapso. Afortunadamente Henrique Capriles está libre de esas maquinaciones. La inmensa mayoría de los venezolanos cree que su liderazgo encabeza toda una esperanza que terminará imponiéndose más temprano que tarde. Se quedarán con los crespos hechos aquellos que piensan en vernos derrotados, somos millones de ciudadanos que hemos tomado la decisión de ser libres. No queremos ser satélites de la oprobiosa dictadura cubana. Llegó la hora de liberarnos de su maquiavélica influencia.

domingo, 28 de abril de 2013

La vida de Capriles y el poder de Maduro penden de un hilo


Carlos Alberto Montaner. FIRMASPRESS

En Venezuela, Iris Varela, Ministra de Asuntos Penitenciarios, una joven y rolliza abogada de mirada fiera y verbo incendiario, ha advertido que ya tiene preparada la celda para encerrar a Henrique Capriles. Se lo creo a pie juntillas.

No contenta con maltratar a la cabeza de la oposición venezolana, a quien acusó sin pruebas de consumir alucinógenos y ser el autor intelectual de los nueve asesinatos y 78 heridos, entre ellos el diputado antimaduro William Dávila, severamente lesionado dentro del propio parlamento por los chavistas, de paso maltrató el idioma alegando que el líder de los demócratas tiene ojos “puyúos”.

No tengo la menor idea de lo que es un ojo “puyúo”, pero supongo que debe ser algo tan terrorífico como la propia mirada de la señora Varela mientras hace sus acusaciones. Invito a los lectores de esta columna a que busquen su intervención en YouTube. Es como la niña del exorcista, pero notablemente crecidita en todas las direcciones.

De acuerdo con la amenaza de la Ministra, el primer paso es meter en la cárcel a Henrique Capriles por pedir el recuento electoral. ¿A quién se le ocurre sospechar de ese gobierno respetuoso de la ley? Imperdonable.

Me imagino que el segundo paso será que otro preso lo asesine en medio de una de las reyertas tan comunes en los predios de la señora Varela. Ya se sabe que en las calles de Caracas la vida vale muy poco, pero dentro de las cárceles venezolanas no vale absolutamente nada.

¿Por qué el acoso a Capriles y, en general, a los dirigentes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD)? Es muy sencillo: en Venezuela todos, gobierno y oposición, saben que Henrique Capriles ganó las elecciones por un clarísimo margen, luego vulnerado descaradamente por las manipulaciones electrónicas, como suponen algunos, o por el simple “arrebatón” clásico de la peor tradición latinoamericana, como alegan otros.

En todo caso, lo que es obvio es que Nicolás Maduro perdió. Y perdió, entre otras razones, porque es muy difícil que la mayoría de cualquier sociedad respalde a un grandullón medio bobo que habla con los pajaritos y hace campaña con un nido en la cabeza. Es verdad que la Venezuela parida por Chávez es como un gran circo, pero no tanto.

La reacción de la señora Varela, de Diosdado Cabello, del Almirante Diego Molero y del resto de la banda, es la del ladrón sorprendido robando dentro de la casa: tiene que matar para poder escapar. No era ése su propósito inicial, pero debe cometer un crimen mayor para borrar las huellas de otro delito de menor entidad.

Por eso Henrique Capriles y su estado mayor cancelaron la marcha del 17 de abril. No querían darle la oportunidad al gobierno de salir a asesinar, acusar de ello a la oposición, y decretar un estado de conmoción social que le serviría de coartada para eliminar las ya raquíticas protecciones constitucionales que subsisten en el magullado ordenamiento jurídico del país.

Capriles y su entorno temían lo que se conoce como “la estrategia Reichstag”. El 27 de febrero de 1933 ardió el parlamento alemán y Hitler, tras acusar sin pruebas a los comunistas y lanzar infundios sobre los judíos, pidió suspender las garantías constitucionales y exigió un decreto que le permitiera gobernar a su antojo. A partir de ese punto el nazismo se puso en marcha de manera imparable.

“El Flaco” ha hecho bien en renunciar a la falsa auditoría que deseaban imponerle. El camino de la impugnación total de las elecciones tiene pocas probabilidades de llegar a buen puerto, pero puede mantener la vigencia de la protesta por más tiempo. Ya hay unos análisis estadísticos que demuestran el fraude fehacientemente. Hay que divulgar lo que realmente ocurrió.

Es posible, claro, que los ladrones, atrapados con las manos en la masa, si no pueden matar, traten de pactar una salida que les garantice la bolsa y la vida. Dice el periodista Rafael Poleo, siempre muy bien informado, que el hombre para gestar ese arreglo es José Vicente Rangel. No lo sé, pero el ilegítimo gobierno de Nicolás Maduro pende de un hilo. Como la vida de Henrique Capriles.

viernes, 26 de abril de 2013

Los dos grandes líderes de la política venezolana


Fernando Mires. Blog POLIS

Continuidad y ruptura. Así transcurre la historia, pero no de modo alternado sino, reproduciendo a Trotsky, de modo desigual y combinado, lo que en otras palabras significa que, aún en medio de las más profundas rupturas, el futuro mantiene un hilo de continuidad con el pasado de la misma manera que en los momentos más apacibles de continuidad suelen acumularse contradicciones que llevarán mas tarde a otros momentos de ruptura. Esa es la razón por la cual no pocas veces aquello que comienza como revolución termina convirtiéndose en contrarrevolución. Así ha sido, así es y así será.

Para poner algunos ejemplos: Napoleón restauró la estructura de dominación monárquica en nombre de la revolución. Stalin restauró la estructura zarista en nombre del comunismo. Fidel Castro restauró las estructuras de las dictaduras militares latinoamericanas en nombre del socialismo. Mao restauró la dominación de los mandarines (el partido) en nombre de la revolución campesina, y Deng Xiaoping, comenzó a construir el capitalismo en nombre del maoísmo.

Fue el mismo Marx quien señaló en su Manifiesto que la burguesía después de haber sido revolucionaria, había entrado a "su forma conservadora de vida". Los reaccionarios de hoy, quiso decir el darwinista Marx, han sido los revolucionarios del pasado; y es lógico y natural que así sea, pues todo lo nuevo será alguna vez viejo y, por lo mismo, históricamente obsoleto. Es la ley de la vida.

Ahora bien, de los ejemplos nombrados podemos, entre otros, destacar tres hechos importantes:

El primero es que la ideología que cubre cada periodo histórico no es coincidente con los procesos que objetivamente tienen lugar. Así por ejemplo, el jacobinismo fue la ideología de la modernización política de Francia y el socialismo la ideología de la revolución industrial en países económicamente atrasados como Rusia. En el caso latinoamericano, para no ir tan lejos, hay un episodio clásico que muestra de modo preciso la disociación que se da entre ideología y práctica en los procesos de transformación histórica. No, no me refiero todavía al chavismo. Me refiero al peronismo.

La ideología de Perón, como casi todo el mundo lo sabe, era mussoliniana. Pero en lugar de ser construido un orden fascista como en Italia, tuvo lugar en Argentina la incorporación populista de los sindicatos obreros a posiciones de poder, en conjunto con la movilización de las grandes masas, en el marco de una industrialización pre-peronista, socialmente excluyente y políticamente oligarca. Ese ejemplo puede hacerse extensivo al tema del chavismo a partir de 1999.

Chávez, como también es sabido, hizo uso y abuso de arcaicas ideologías socialistas, pero solo para cubrir un periodo en el cual se intentó integrar al juego del rentismo petrolero a sectores tradicionalmente excluidos. En cierto modo, mediante la restitución de ideologías obsoletas, fue llevada cabo durante Chávez la transición de la "política de grupos" a la "política de masas", transición que ya había tenido lugar en diversos países latinoamericanos, pero mucho tiempo atrás.

El segundo hecho a destacar es que habiendo sido cumplida una determinada tarea histórica, tales regímenes entran en un inevitable proceso de descomposición, la que se manifiesta de modo moral (corrupción) e incluso de modo ideológico. En el caso venezolano por ejemplo, hoy vemos a quienes ayer fueron iracundos marxistas, referirse a Dios y a la Virgen con una devoción que cualquier franquista envidiaría. Una muestra entre tantas de como "la clase de estado" (Poulantzas) ha entrado a su forma no sólo conservadora, sino reaccionaria de vida. En ese sentido si Chávez representó el momento de la transformación social de Venezuela, Maduro, su hijo putativo, representa el momento de la descomposición reaccionaria del chavismo.

El tercer hecho a destacar es que tanto el periodo que ya está terminando, como el que está comenzando, se expresan de modo personalista. El que está terminando, se expresó en la persona de Hugo Chávez Frías. El que está comenzando, se expresa y expresará en la persona de Henrique Capriles Radonski. Eso quiere decir que, si desde una perspectiva cronológica Maduro aparece como continuador de Chávez, desde una perspectiva política su continuador deberá ser Capriles

Chávez y Capriles ─ no se necesita ser adivino para saberlo ─ serán considerados por los próximos historiadores como los dos más importantes líderes venezolanos de las primeras fases del siglo XXl. Razón por la cual vale la pena detenernos en el "punto de quiebre histórico" que está teniendo lugar con el descenso del chavismo y el ascenso del -así será quizás llamado- “caprilismo”.

Veamos: Aceptando incluso la tesis ─ muy verificable ─ de que los avances sociales de la era Chávez fueron inferiores a los que tuvieron lugar en otros países de la región durante el mismo periodo, en Venezuela lo destacable fue la incorporación simbólica del “pueblo” al estado. Eso quiere decir que multitudes de pobres suburbanos y agrarios se vieron reflejados en el espejo del poder estatal. En Chávez, para decirlo en breve, los pobres veían a uno de ellos ejerciendo la presidencia. El chavismo fue ─ algún día habrá que discutir esa tesis ─ menos que socioeconómico, un fenómeno cultural e incluso psicológico.

En Chile, Brasil, Perú, Colombia y otros países de la región en los cuales tuvieron lugar políticas sociales exitosas, los pobres lograron un mayor bienestar material que en Venezuela, de eso no cabe duda. Pero en Venezuela se sintieron simbólicamente representados en el poder, lo hubieran estado o no. Ese fue, a mi entender, el secreto del auge de Chávez.

De esta manera, el primer paso que llevará a Venezuela a la modernidad, el de la incorporación del pueblo al poder simbólico, ya fue dado durante Chávez. El segundo paso, el de la conversión de esa masa social en ciudadanía política activa, deberá ser dado en el futuro próximo por Capriles. O dicho así: mientras Chávez fue el impulsor de la transformación social, Capriles deberá ser, más temprano que tarde, impulsor de la transformación democrática y política de la nación.

Esas son las razones por la cuales afirmo que entre Chávez y Capriles, a pesar de todas las rupturas habidas y por haber, hay un hilo de continuidad histórica. Capriles al menos lo ha entendido así.

Cuando en sus diferentes discursos Capriles se refirió a la conservación de las misiones, no jugaba al oportunismo electoral. Todo lo contrario; Capriles ha entendido, en contra de las capas más retrógradas del antichavismo, que la creación de un orden democrático pasa por la incorporación social y simbólica de los más pobres y no por su exclusión. Eso no quiere decir   ─ entiéndase bien ─ que la continuidad histórica que se da entre Chávez y Capriles anula las diferencias entre ambos líderes. Estamos hablando aquí -por si alguien no lo ha captado- de una continuidad en la diferencia.

La diferencia entre el momento histórico de Chávez y el que dirigirá Capriles explica a su vez las notables disimilitudes políticas y personales que se dan entre ambos líderes.

Capriles, por ejemplo, no es un líder mesiánico ni mucho menos un caudillo militar, como lo fue Chávez. Pero sí es un líder político y democrático como no lo fue Chávez. Cada momento escoge a sus nombres y no los nombres a su momento.

El precio de la transformación social chavista ha sido por cierto enorme. No me refiero sólo a la debacle económica que ya se anuncia con sus terribles secuelas inflacionarias y escasez de productos básicos. Me refiero antes que nada a la erosión de las instituciones públicas, a la degradación de la moral ciudadana, a la militarización de la política, y no por último, a la subordinación ideológica del estado venezolano a la dictadura militar cubana.

Debido a esas razones, el agotamiento definitivo del chavismo ya estaba anunciado durante Chávez. De modo que nadie faltará al respeto si afirma que Chávez murió justo a tiempo para preservar su imagen redentora. Hasta en ese punto demostró habilidad. Si hubiera muerto un tiempo después, habría tenido que comandar no su muerte sino la del régimen chavista, tarea que endosó a Maduro. Maduro, desde esa perspectiva, es el administrador de un “mientras tanto”, el de la agonía del gobierno chavista.

Ahora, visto el tema desde una perspectiva inversa, las tareas que aguardan al inevitable ascenso de Capriles serán enormes. La primera será desplazar del poder a la oligarquía de estado, clase dominante formada durante el largo periodo chavista bajo el amparo del autócrata. Cuando y como cristalizará formalmente ese desplazamiento, nadie lo sabe. Lo único que se sabe es que desde un punto de vista informal, ya ha comenzado. Luego vendrá la democratización del estado, la desmilitarización de la política y por cierto, la reincorporación de Venezuela en la comunidad de las naciones democráticas del planeta.

Pero quizás la tarea más difícil del tiempo de Capriles será reconciliar políticamente a la nación, es decir, transformar a quienes hoy son declarados enemigos en adversarios que disputan en buena lid las zonas públicas del poder. Es por eso que en Venezuela reconciliación y democratización son términos complementarios, casi sinónimos. Es por eso también que la tan ansiada reconciliación nunca podrá venir desde el lado del chavismo pues, de acuerdo a la máxima castrista que sustentan sus jefes (Maduro, Cabello, Rodriguez, Jaua) el poder, una vez alcanzado, no se devuelve, aunque sea al precio del fraude. Eso quiere decir que si es discutible si durante el momento de Chávez hubo una revolución social, durante el momento de Capriles tendrá que ocurrir algo muy parecido a una revolución política.

Pero seamos sinceros: las transformaciones políticas que esperan a la Venezuela del mañana nunca habrían podido ser pensadas si es que durante Chávez no hubiera tenido lugar la transformación simbólica de las relaciones entre poder y pueblo. El periodo de Chávez fue, como diría Hegel, una astucia de la razón histórica. Chávez, en cierto modo, ha preparado la ruta de Capriles. Ese, reitero, es el hilo de continuidad que unirá a Chávez con Capriles, aunque ninguno de los dos líderes lo hubiera así imaginado y, mucho menos, deseado.

lunes, 15 de abril de 2013

Solo “mientras tanto”


Mario J. Viera

Foto BBC
No fue para mí una sorpresa. No hay que ser un politólogo avezado en el análisis político de una realidad social para prever que el Consejo Nacional Electoral (CNE) daría a Nicolás Maduro como ganador de las elecciones del 14-A. El margen entre un candidato y otro es suficientemente estrecho para permitir un manejo apropiado de las cifras.

Dada la polarización presente dentro de la sociedad venezolana actual no era previsible que ninguno de los candidatos pudiera alcanzar un número significativamente superior como para que no quedaran dudas de quien sería el triunfador. La diferencia entre los dos principales candidatos presidenciales no pasaría de los cinco puntos porcentuales que le garantizaría al candidato que lo ganara la victoria indiscutible. La diferencia informada por el CNE es de solo 1.59%, técnicamente un empate.

Los resultados ofrecidos por el chavista CNE guardan similitud con los obtenidos durante el referendo constitucional del 2 de diciembre de 2007. En esa ocasión se ponía al escrutinio público un paquete de reformas constitucionales por el gobierno de Hugo Chávez agrupadas en dos bloques. Fue entonces la primera derrota electoral de Chávez. El No al primer bloque de reformas ganaría por 1.39% de diferencia con la opción Sí; en tanto que el segundo bloque sería rechazado por una diferencia de 2.02%.

Las mínimas diferencias entre el No y el Sí se prestaron para intentar desconocer la victoria de la opción de rechazo a las propuestas chavistas; sin embargo las fuerzas armadas venezolanas convencieron a Chávez para que reconociera los resultados. Una experiencia que no caería en saco roto para el chavismo con respecto de futuros referendos y elecciones.

En esta ocasión no fueron los cristeros, los chaveros y los que tienen pajaritos chiquitos en la cabeza los que obtuvieron la mayoría. Fue la acción conjunta de estos con las trapisondas de los malandros con sus pelotones de motorizados y de los enchufados los que marcaron la diferencia. Nicolás Maduro y su gobierno, tal como denunciara Henrique Capriles a pocos minutos de conocerse la decisión del CNE, fueron los perdedores de la jornada.

Las actas que estaban en poder del Comando Simón Bolívar mostraban que Capriles, no Maduro, era el elegido por la mayoría de los electores venezolanos, entre ellos un alto número de chavistas que se decidieron por el candidato de la Mesa de Unidad Democrática en evidente rechazo al candidato oficialista.

Se requiere una auditoría y verificación de los votos contados uno por uno para que no continúe la pérdida de credibilidad del Poder Electoral venezolano. La diferencia en votos es muy pequeña de solo 234 935 votos además del hecho de 3 200 incidencias que afectaron la transparencia electoral y que están documentadas por el Comando Simón Bolívar y que Capriles ha informado se le hará entrega a la prensa nacional e internacional.

Un hecho es innegable y así lo destaca BBC Mundo, Capriles aun bajo los datos aportados por el CNE “sumó casi 800.000 votos al resultado que obtuvo cuando compitió con Hugo Chávez en octubre de 2012, ocasión en la que obtuvo 6,5 millones de sufragios”, en tanto que el candidato oficialista obtuvo “unos 600.000 votos menos a los que  acumuló Chávez en esos comicios”, resultados estos que el analista político Luis Vicente León consideró como paradójicos, como citara BBC: “Interesante paradoja, Maduro ganando, pierde y Capriles perdiendo, gana”. Lo que si no queda claro es si en realidad Capriles fue el que perdiera las elecciones.

El diario español El País se pregunta: “¿Habría ganado Maduro en una democracia plena?”, y se contesta:

Nadie afirma que las elecciones venezolanas se hayan desarrollado con imposiciones dictatoriales abiertas. Nadie fue obligado a votar con violencia pero tampoco es posible afirmar que se celebraron con todos los crismas de una moderna y completa democracia. Por todo ello será difícil saber si el resultado de las urnas hubiese sido o no diferente en el caso de haberse celebrado de forma “normal” (Juan Arias).

Ciertamente así lo ha dicho Capriles: “No luché contra un candidato sino contra el abuso del poder. Esta lucha no ha terminado. Le digo a Venezuela que esto es un mientras tanto hasta que se conozca la verdad”. Destacó además las condiciones en que trabajaron los testigos en los centros de votación “quienes aguantaron atropellos, tiros y que tuvieron que verle la cara al fascismo para evitar que muchas cosas siguieran sucediendo”. No obstante, el oficialismo se ha propuesto proclamar a Maduro como el presidente electo sin esperar por el recuento de votos.

Personalmente no creo en la victoria electoral del hombre del pajarito chiquitico, del elegido de Chávez, del hombre que es una sombra detrás de una sombra y creo lo que afirma Henrique Capriles: “Yo soy un demócrata convencido y ese resultado no refleja la realidad del país. Quiero que la verdad se conozca y  vamos hacer todo para que se conozca. Señor Maduro, si usted antes era ilegítimo, ahora estás cargado de más ilegitimidad

Creo que en las filas del chavismo había una gran preocupación por una victoria de la oposición. Tenían mucho que perder, los boliburgueses, los generales corruptos, los miembros del Consejo Nacional Electoral empezando por la chavista Tibisay Lucena, rectora del CNE.

Quizá la fuerza imponga al gobierno de Maduro, pero entonces seguirá cargándose de más ilegitimidad y no tendrá continuidad tranquila, vendrán las divergencias y las contradicciones entre los varios sectores del oficialismo, se creará la posibilidad de realizar un referendo revocatorio y sus gobierno solo será un mientras tanto…

Un castillo de arena


Capriles no reconoce los resultados ofrecidos por el CNE chavista

Alicia de la Rosa. EL NACIONAL

"Yo no pacto ni con la mentira ni con la corrupción. Mi pacto es con Dios y con los venezolanos". Así de tajante y firme fue el candidato de la Unidad, Henrique Capriles Radonski, al referirse a la conversación con el presidente Nicolás Maduro, luego de conocer los resultados de las elecciones presidenciales que dieron ganador al candidato oficialista con el 50, 66% de los votos.

"Arranco así porque he escuchado un discurso hablando de un supuesto pacto. Yo no pacto con la ilegitimidad, con aquellos a los que considero que no son legítimos, cuando el resultado que presentó el  Consejo Nacional Electoral (CNE) es sobre la base de 3.200 incidencias", explicó.

Aseguró que no va a reconocer el resultado de los comicios y exigió al Poder Electoral que "se abran todas las cajas y que cada voto sea contado".

"El derrotado hoy es usted (Maduro) y su gobierno y lo digo con toda la firmeza, con todo el compromiso, con toda la transparencia", dijo Capriles al tiempo que pidió respeto para el pueblo de Venezuela. "No nos van a confundir,  ni tratar de colocarnos en una posición distinta. La voz del pueblo es sagrada y se respeta. La palabra del pueblo vale todo".

"No vamos a reconocer un resultado, hasta tanto no se cuente cada voto de los venezolanos, uno por uno", insistió. 

Dijo que espera que el Comando Simón Bolívar precise con el Poder Electoral "cuándo podemos tener acceso a las papeletas y a las cajas para que se cuente voto por voto".

"Al hablar con el Gobierno, le dijimos que nosotros teníamos un resultado distinto al resultado que se ha expresado en la noche de hoy y que nosotros, en aras de la democracia, la paz y el compromiso que tenemos con Venezuela, queremos que se haga la auditoría porque estamos hablando de una diferencia pequeñita (234 mil 935 votos)", sostuvo.

Agradeció el millón de votos del partido oficial que salieron a votar por su opción. "Eso demuestra lo qué está pasando en Venezuela, que aquí el país espera respuestas: darle la libertad a los presos políticos, que hay que revertir el paquetazo, aquí hay que mejorar los salarios y tomar medidas".

"Las personas y los militares que vienen de Cuba, esos señores tiene que salir de aquí", manifestó.

El líder de la Alternativa Democrática enfatizó que la foto del país es otra y expresó respetar "profundamente" al pueblo que votó por la opción oficialista pero también exigió respeto por el pueblo que votó por su opción. "Estamos hablando del país en dos mitades", dijo.

Advirtió que si el Gobierno pretende "atropellar, amedrentar o reaccionar" de una forma distinta, "no se equivoque porque aquí estamos para defender el pueblo que piensa de una forma como de otra, que es lo que se observa en el resultado leído por el CNE".

Reiteró su mensaje a los rectores del CNE. "Le exigimos la revisión detallada frente al país y el mundo porque si usted suma las incidencias, los votos del exterior y alrededor de 300 mil votos afectados, como lo denunció Leopoldo López, así como otros vicios, estamos hablando de un proceso distinto".

"Yo soy un demócrata convencido y ese resultado no refleja la realidad del país. Quiero que la verdad se conozca y  vamos hacer todo para que se conozca. Señor Maduro, si usted antes era ilegítimo, ahora estas cargado de más ilegitimidad (...) Usted sabe que este es un Gobierno mientras tanto y voy hacer todo lo que este a mi alcance en el marco de la Constitución, en el marco del profundo amor que le tengo a Venezuela para que cambie", destacó.   

Reconoció el trabajo de los testigos en los centros de votación, "quienes aguantaron atropellos, tiros y que tuvieron que verle la cara al fascismo para evitar que muchas cosas siguieran sucediendo". Asimismo, agradeció a los miembros de la FANB, "por el comportamiento institucional de la mayoría". 

"Este sistema se está derrumbando, parece un castillo de arena que lo tocan y se cae. Hoy luchamos no contra un candidato sino contra todos los recursos públicos, el abuso, todo lo que significa el poder", aseveró.

Capriles envió un mensaje al país y a las autoridades del Poder Electoral. "Venezolanos, esta lucha no ha terminado, esta lucha terminará el día que Venezuela sea un país próspero. CNE la paz del país, el futuro de Venezuela está en que se conozca la verdad. Espero que ustedes elijan porque puerta quieren salir".

"Espero que el Gobierno reflexione sobre el país que tenemos por delante: La verdad es lo que nos va a permitir ser libre y la inmensa mayoría de los venezolanos queremos donde la libertad, la democracia, la justicia sean valores que estén presentes en nuestro accionar diario", finalizó.

Venezuela, la segunda caída del muro


Fernando Mires. Blog POLIS

El muro de Berlín, representación simbólica del socialismo post-estalinista del siglo XX, fue derribado en 1989.

El muro simbólico del por algunos desdichados ideólogos llamado “socialismo del siglo XXl”, mala copia de el del XX, también está comenzando a ser derribado en Venezuela. Derribado gracias a la altísima votación obtenida el 14. 04.2013 por la alternativa democrática representada en Henrique Capriles, nuevo líder de la nación.

Igual que en la Alemania comunista, la oligarquía estatal venezolana ─ versión boliburguesa de las “nomenklaturas” de Europa del Este ─ busca subterfugios para conservar por lo menos parte de ese poder que ya comienza a caer en pedazos sobre sus cabezas.

Tanto en la Alemania no democrática de ayer como en la Venezuela autocrática de hoy, el derrumbe del muro fue el resultado de números electorales escamoteados al pueblo ciudadano. De la misma manera, la caída de ambos muros antecede al fin de un sistema geopolítico internacional. En el caso venezolano pondrá término a ese micro-sistema que gira en torno al eje La Habana-Caracas del cual solo subsistirán algunos meteoritos de escasa significación política regional.

El muro alemán fue símbolo de la división de una nación partida en dos, al igual que Venezuela. Porque mientras Alemania estaba dividida geográficamente en dos, Venezuela está dividida, no geográfica pero sí ideológicamente, también en dos. Por esa razón el muro venezolano, construido durante el periodo del presidente muerto, si bien no era de cemento, no por eso dejaba de ser un muro.

No a través de las clases sociales, como nos quieren hacer creer los pregoneros del neo-stalinismo, sino entre los vecinos, en los barrios, en el trabajo, entre quienes fueron alguna vez amigos, incluso entre padres e hijos, estaba construido el muro venezolano. Un muro destinado a dar origen a una “sociedad perfecta” en la cual, como tan bien muestra “Bárbara”, el excelente filme de Christian Petzold, nadie confía nada en nadie.

Al igual que el alemán, el muro venezolano tampoco comienza a ser derribado de un día a otro. Para ser exactos, el muro alemán fue primero traspasado y después derribado. El día 14. 04. 2013, día en que se celebraron elecciones cuyos más que dudosos resultados dan una minoría microscópica a Maduro, la multitud, antes de echar abajo el muro ideológico, ha comenzado también a traspasarlo. No pocos votos obtenidos por Capriles ─ dato importante ─ provienen del propio chavismo del mismo modo como en la ex RDA muchos honestos comunistas fueron a engrosar las filas disidentes, poco antes de la caída del muro.

Maduro hoy, como Honecker ayer, intenta afincarse en una legalidad construida a la medida del régimen. Ambos confunden, por lo mismo, legalidad con legitimidad. Pero hay una diferencia. Mientras Honecker actuaba de acuerdo a la legalidad comunista y por lo mismo su cargo era legal aunque ilegítimo, Maduro antes de ser derrotado en las elecciones (derrotado políticamente) era ya, de acuerdo a la propia constitución de su país, un gobernante ilegal. Usurpador, le dicen en Venezuela. Ahora, si se hiciera elegir por resultados electorales tan inciertos como los que dio el CNE, será ilegal e ilegítimo a la vez.

"Mientras tanto", como dice Capriles, Maduro arrastra consigo el peso de esa doble ilegitimidad, la de origen, y la adquirida a través del CNE. Más todavía: aunque si los números que dio el CNE fuesen ciertos ─ algo que nadie cree, quizás Maduro tampoco ─ haber reducido en diez puntos porcentuales el 14-A la votación obtenida por el difunto el 7-0, no sólo no es una hazaña, ni siquiera es una derrota; es ─ y eso cualquier chavista lo sabe ─ una catástrofe.

Maduro tiene, sin embargo, una gran oportunidad política, y la historia se la está ofreciendo. La de conducir un muy riguroso y transparente proceso de revisión electoral y aceptar con dignidad el resultado final (favorable o no). La otra posibilidad es la de convertirse en la sombra de sí mismo, atrincherado junto a un grupo de cada vez menos adictos y, lo que sería una fatalidad, detrás de bayonetas sobre las cuales, como bien decía Tayllerand, "nadie puede sentarse".

Maduro, como Honecker ayer, es un personaje trágico. Ambos fueron designados y no elegidos; ambos poseían una formación estrictamente burocrática; ambos crecieron ideológicamente detrás de un muro y, quizás por esa misma razón, ambos han sido sobrepasados por la historia.

Pero Maduro puede elegir; todavía es tiempo. O se convierte en un presidente ilegítimo, cada vez más repudiado, o en un líder de un fuerte partido chavista de oposición, asegurando así su legítima presencia en el curso de la historia venezolana. Esa oportunidad no la tuvo Honecker. Maduro la tiene entre sus manos.

En cualquier caso, pase lo que pase, ya hay algo claro: el chavismo no vino para quedarse.

domingo, 14 de abril de 2013

Manual para deshonestos


Quienes, invocando al pueblo, hoy piensan que se saldrán con la suya con zancadillas seudo legales, silencios espesos y agresiones judiciales, quienes son capaces de cualquier cosa para no soltar el poder político, serán finalmente juzgados como lo que son por las siguientes generaciones de ciudadanos.

Alonso Moleiro. TALCUAL DIGITAL

Escribo estas líneas en la víspera del desenlace del domingo 14 de abril. Una campaña electoral abrupta y de carácter inédito, extremadamente corta e incluso más apasionada que las registradas en el pasado reciente.

Sin bien la maqueta de simpatías e identificaciones no debe conocer modificaciones demasiado estructurales en el trazo grueso ─ dos fuerzas políticas que copan completamente la escena nacional, y que han invadido los espacios domésticos con sus valores emocionales y postulados ─, es obvio que la ausencia de Hugo Chávez está produciendo algunos desequilibrios, todavía no demasiado perceptibles, en la vida cotidiana de los venezolanos.

El chavismo mantuvo el espíritu de cuerpo y honró la última disposición de su líder, acompañando la candidatura de un trastabillante y controvertido Nicolás Maduro.

Un dirigente que ha desarrollado técnicas para maniobrar y desplazarse en la política como parte del alto gobierno, en calidad de funcionario público, como ha quedado dicho en otra parte por quien suscribe, pero que tiene objetivas debilidades como figura nacional al momento de convocar simpatías en unas elecciones. Muchísimo más en unas elecciones de este tenor.

Queda claro que Maduro fue el sucesor escogido y que la militancia del gobierno identificó en su figura los elementos unificadores que necesitaba en el espacio emocional dejado por el desaparecido Chávez.

La debilidad de su oratoria y su discutible carisma, junto al apreciable abismo que podemos constatar cuando establecemos la comparación con su predecesor, lo único que nos indican es que la brevedad de esta campaña hizo mucho para ayudarlo.

De haber tenido un margen mayor de exposición, con bastante probabilidad el capital político del oficialismo se habría desmigajado con alarmante rapidez. El nerviosismo exhibido por la alta dirigencia del PSUV en los últimos días, expresado en truculentas denuncias que se contradicen unas a otras, así lo delata.

En la otra acera, Henrique Capriles Radonski comandó a una Mesa de la Unidad con un aparato bastante más modesto y una militancia con una fidelidad algo más condicionada que la de sus adversarios.

Fue un acierto de Capriles endurecer el tono de su mensaje y descorrer ante los venezolanos la terrible realidad cotidiana que padecemos, olvidándose por esta ocasión de complacer los oídos del presuntamente existente "chavismo blando".

Capriles conoció un enorme crecimiento como líder político, y, más allá del resultado, condujo una campaña electoral totalmente acertada en términos conceptuales y estratégicos.

Queda en la audiencia la sensación de que se desarrolló una contienda en la cual abundaron las acusaciones menudas y los insultos sin contenido. Expresión inequívoca de la decadencia nacional, un proceso lento pero sostenido que ha vivido la nación en los últimos 20 años.

La terrible debilidad institucional vigente en el país me permite hacer un hincapié esencial para apuntar lo fundamental de esta nota: el enorme desbalance existente en materia de condiciones y oportunidades; la forja de un sistema de decisiones políticas destinadas a favorecer al status y al gobierno; el cuadro estructuralmente desequilibrado que se registra en la opinión pública; la reiterada secuencia de violaciones a la normativa legal que favoreció a una de las dos tendencias en un contexto de completa impunidad.

En fin, me refiero a las reiteradas declaraciones, en clave de amenazas, violatorias a la Constitución Nacional, hechas por el ministro de la Defensa a favor del partido de gobierno.

La grotesca e ilegal intromisión de la Fuerza Armada en la política cotidiana, herencia directa de un hábito que le impuso a la nación el propio Chávez, que contradice el espíritu constitutivo de la institución castrense.

El empleo ventajista que hizo el PSUV de todos los bienes del Estado, con el objeto de favorecer a su causa. La consolidación del peculado de uso, la administración inescrupulosa y corrompida de los bienes nacionales a favor de una parcialidad política, la superposición de los objetivos del gobierno con los del Estado como expresión de uno de los rasgos más visibles del subdesarrollo y el retroceso que experimentamos como sociedad. Especialmente patente en el comportamiento de medios estatales, como Venezolana de Televisión.

La escasez de modales y de vergüenza de las instituciones públicas para presionar a sus empleados; la ofensiva lenidad complaciente, que, al respecto, se observa en instituciones como el Ministerio Público.

La consolidación de un ambiente político en el cual ha sido posible que la disidencia haya sido amenazada, agredida con insultos de diverso calibre; vilipendiada con cualquier licencia, coaccionada de forma por demás cobarde, en medio de un silencio deshonesto e indignante, que incluye, también, al Consejo Nacional Electoral, en episodios como el que tuvo que vivir Norkys Batista breves días atrás.

Coloco estos apuntes sobre la mesa, nuevamente, sin conocer todavía el desenlace electoral, como quien manda un mensaje dentro de una botella. Nuevos tiempos se irán aproximando; más allá de los titulares y la lectura gruesa, generaciones futuras de venezolanos curiosos tendrán que pergeñar material de prensa y artículos como este para poder comprender lo vivido en este complejísimo tiempo histórico. Esta ha sido la era del fanatismo, la impostura y la ausencia de escrúpulos.

Quienes, invocando al pueblo, hoy piensan que se saldrán con la suya con zancadillas seudo legales, silencios espesos y agresiones judiciales, quienes son capaces de cualquier cosa para no soltar el poder político, serán finalmente juzgados como lo que son por las siguientes generaciones de ciudadanos.

viernes, 12 de abril de 2013

¡Ojalá me equivoque!


Mario J. Viera

Sí, ojalá me equivoque, pero mi entusiasmo no me ciega: Es posible que este domingo, este 14 de abril se vaya Nicolás Maduro con la Presidencia. ¡Ojalá me equivoque! Le pido a Dios que esté equivocado ─ ¿A Dios? ¡Ah, dios no se entromete en estos asuntos mundanos, él deja que cada cual elija su destino! ─. Es que hay tantos cristeros, tantos chaveros y tantos malandros amalgamados en torno a la figura fantasmal de Hugo Chávez, tantos con pajaritos chiquiticos en la cabeza y, junto a ellos está todo el aparato gubernamental actuando como maquinaria electoral a favor de un bando único, que no albergo esperanza de que la sensatez triunfe en Venezuela.

Las masas empobrecidas se dejan arrastrar por aquellos que les regalan una dádiva aunque les mantengan en la pobreza. No se crean empleos con los que se pueda acceder a una vida digna, pero se fundan Misiones, que dejan intacta la pobreza y alaban la limosna.

Capriles es un gigante. No es David luchando contra Goliat es el Titán Prometeo que se roba el fuego de los dioses para beneficiar a los humanos y es atado a una roca para que su hígado sea devorado, no por un águila sino por los buitres de cristeros, chaveros, malandros y enchufados.

Capriles ha ascendido en las encuestas y ha devenido en líder nacional, mas esto nada importa: el CNE es fiel a su compromiso y su compromiso es con esa patraña del Socialismo del Siglo XXI. Se requeriría una aplastante victoria de Capriles para que no se pudiera escamotear su triunfo. Se requiere el voto de 10 millones de electores a favor de Capriles para que se respete su victoria.

Pero ronda el fantasma de Hugo Chávez cual endriago satánico y el fantasma del desconsuelo que inhibe la decisión de votar porque, “si de todos modos se robarán los resultados…”

Capriles es el águila que se eleva sobre los picachos de los Andes y aunque “Aquila non capit muscas” un enjambre de moscas puede impedir que el águila alce su vuelo. Así es que, ¡Ojalá me equivoque!, no dudo que las moscas devoren la miel del 15 de abril.

¡Ojalá el electorado venezolano me demuestre que estoy equivocado! Lo juro por lo más sagrado: ¡No me enojaré!