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domingo, 11 de septiembre de 2016

Del libro en preparación “Amigos, Aliados y Enemigos. Bahía de Cochinos, una enseñanza IV

Mario J. Viera
Puerto de Casilda al fondo el Escambray

Capítulo LV

Bahía de Cochinos, una enseñanza

(Cuarta Parte)

Se delinea el Proyecto Casilda/Trinidad

A solo 14 días antes de la toma de posesión de la presidencia por John F. Kennedy, el Coronel marine, jefe de las operaciones paramilitares de la División Hemisferio Occidental, Sucursal 4 (WH/4/PM) Jack L. Hawkins envía un Memorando a Jacob “Jake” Esterline, su superior en el WH/4, donde ya se delineaban las operaciones militares en contra del gobierno castrista. Hawkins, un oficial del Cuerpo de Marines, era un hombre con una amplia experiencia en operaciones anfibias al cual, la CIA capta en septiembre de 1960 para encargarse de las operaciones militares (Cuba Task Force) que se preparaban contra el gobierno de Fidel Castro. Hawkins cumpliría sus tareas bajo el mando de Jake Esterline un hombre con conocimientos y experiencias prácticas en guerra de guerrillas.

En el Memorando que dirige a Esterline delinea las principales tareas del plan concebido[1]. En este proyecto se contemplaba establecer una pequeña cabeza de playa tras el desembarque de una fuerza anfibia/aérea de 750 hombres. En apoyo de esta acción el desembarque sería precedido por una preparación táctica aérea, que comenzaría al amanecer del día D-1 (víspera de la invasión). El principal propósito de esa preparación aérea sería destruir o neutralizar las naves aéreas y navales militares que constituyeran una amenaza para la fuerza invasora. Cuando se hubiera cumplido esa tarea, los ataques se dirigirían contra otros objetivos militares, incluyendo parques de artillería, puestos de tanques, vehículos militares y depósitos de suministros. Se preveía proveer un fuerte apoyo aéreo a la fuerza invasora el Día D y posteriormente cuando esta entrara en combate. El principal objetivo en ese momento sería rechazar a las formaciones militares en el campo; con el objetivo de impedir el movimiento de tropas contrarias contra la cabeza de playa, deberían emprenderse esfuerzos particulares en ese sentido.

La misión inicial de la fuerza invasora sería ocupar y defender una pequeña área que, en condiciones ideales, incluyera una pista aérea y se tuviera acceso al mar para el apoyo del suministro logístico. Los planes que se elaboraran deberían prever, no obstante, la eventualidad de que la fuerza fuera conducida a una apretada formación defensiva que le impidiera el suministro por el mar o el control de una pista de aterrizaje. Bajo tales circunstancias los suministros deberían proveerse enteramente por lanzamientos aéreos.

El objetivo principal de la fuerza tenía que centrarse en sobrevivir y mantener su integridad en suelo cubano. Por otra parte, se establecía que no hubiera ningún intento temprano para abandonar la cabeza de playa para posteriores operaciones, a menos que y hasta que hubiera un levantamiento general contra el régimen de Castro o hasta que no hubiera tenido lugar una abierta intervención de las fuerzas de Estados Unidos.

Con estas operaciones se esperaba que precipitaran una gran insurrección en toda Cuba y causaran la revuelta de un importante segmento del Ejército cubano y de la milicia; por tanto, la cabeza de playa, serviría “como punto de concentración para los miles que están listos para una abierta resistencia a Castro pero que dudan de actuar hasta sentir cierta seguridad de éxito. Una revuelta interna en Cuba, si una es impulsada por nuestras acciones, serviría para derrocar el gobierno de Castro en cuestión de un par de semanas”.

Sobre este asunto diría Esterline en una entrevista que Peter Kornbluh[2], en octubre de 1961, le haría a él y al coronel Hawkins: “Teníamos razones para creer que había una resistencia bastante considerable y bastante activa, al menos en espíritu, que se oponía a Castro en ese momento pero que definitivamente no conocíamos. El problema era como comenzar las operaciones que nos permitieran obtener una mayor apreciación de cuan seria y cuan exitosa era ─ cuáles serían las posibilidades de éxito”.

A esto añade Hawkins:

Teníamos información de inteligencia de nuestros agentes que la totalidad de la provincia de Las Villas era anticastrista en su mayor parte y simpatizaban con las guerrillas que entonces operaban en las montañas del Escambray. Pensábamos que tendríamos la oportunidad de armar un considerable número de ellos, pero, de no ser posible, la brigada podría entrar en las montañas e iniciar la actividad guerrillera.
Mi creencia y esperanza en aquel tiempo era que podríamos establecer un control absoluto en el aire aun antes de que desembarcara esta fuerza que he descrito como absolutamente esencial y que las operaciones aéreas en apoyo de nuestra fuerza en el área de Trinidad serían muy espectaculares en Cuba e infligirían serias bajas en las fuerzas de Castro, la milicia. Pensábamos que esto gradualmente produciría disturbios y una posterior sublevación. Sigo creyendo que probablemente hubiera ocurrido si se hubiera hecho como habíamos recomendado.

Se trataba de una conjetura falsa sobre el apoyo con que contaba el régimen cubano y que resultaría una de las causas psicológicas del fracaso de la expedición. La realidad interna en Cuba era que el castrismo en esos momentos contaba con un muy poderoso apoyo social. Las milicias no eran un cuerpo militar regular y si un cuerpo paramilitar integrado por voluntarios que creían firmemente estar del lado de la razón, de ahí la alta moral de combate que los batallones de milicia mostraron en los combates de Playa Girón y Playa Larga. No obstante, en aquellos momentos se estimaba que en Miami y sus alrededores había alrededor de 70 mil cubanos exiliados lo que inducía a pensar muy subjetivamente que el régimen de Castro estaría perdiendo apoyo popular. Los exiliados solo representaban el 1,16 por ciento de toda la población de la isla. Por otra parte, en un estudio preparado en el Departamento de Defensa (16 de enero de 1961) se precisaba que “un interno apoyo popular masivo por el pueblo cubano a una acción para derrocar a Castro no se podía asegurar[3].

 “Si las cosas no resultan como se predice más arriba ─ se consignaba dentro de las consideraciones al proyecto ─, la cabeza de playa establecida por nuestra fuerza puede usarse como sitio para el establecimiento del gobierno provisional que podría ser reconocido por los Estados Unidos, y esperemos, por otros estados americanos y darle asistencia militar abierta. El camino luego será pavimentado para la intervención armada de Estados Unidos dirigida a la pacificación de Cuba, y esto dará como resultado el pronto derrocamiento del Gobierno de Castro[4].

Al respecto, apuntaría Hawkins:

Así todavía en aquel tiempo en enero, yo visualizaba la posibilidad de un gobierno provisional en el área de la montaña del Escambray que en ese momento recibiría asistencia de Estados Unidos, al menos logísticamente.
Era esencial derrocar a Castro. Yo creía completamente en aquel objetivo y, por supuesto, más tarde se probó, después, que aquello hubiera ocurrido. Nos habríamos desprendido de aquel gobierno comunista. Realmente supuse lo que el gobierno nacional quería decir al decir lo que dijo: “Queremos derrocar a Castro”. Ahora, por supuesto tuvimos un cambio de gobierno allí y eso cambió considerablemente las cosas”.  

Además, en los presupuestos de la operación se especificaba:

no deberá presumirse que los otros programas paramilitares serán suspendidos o abandonados. Estos están siendo intensificados y acelerados. Incluyen el suministro por aire y mar a los elementos guerrilleros en Cuba, la conducción de operaciones de sabotaje, la introducción de grupos paramilitares especialmente entrenados, y la expansión de nuestra red de agentes en toda la isla.

En el memorando elaborado por Jack L. Hawkins se expresaban dudas con respecto a cuál sería el comprometimiento de la nueva administración demócrata que asumiría la presidencia. Así, Hawkins adelanta: “La cuestión de si la administración entrante del Presidente electo Kennedy cooperará en la conducción de la operación de ataque necesita responderse en el tiempo más temprano posible. Si estas operaciones no se llevaran a cabo, entonces los preparativos debieran cesar para evitar el innecesario desperdicio de un gran esfuerzo humano y de muchos millones de dólares”. Y recomendaba Hawkins que Allen Dulles, como Director de la Agencia Central de Inteligencia, hiciera “un intento para determinar la posición del Presidente electo y del Secretario de Estado designado en relación con este asunto lo más pronto posible”.

En sus recomendaciones, Hawkins planteaba que la operación fuera lanzada dentro del periodo entre finales de enero y febrero e insistía diciendo: “Cualquier posposición para después del primero de marzo de 1961 sería inadmisible” alegando para ello las siguientes razones:

1)    era dudoso que las fuerzas cubanas anticastristas pudieran mantenerse en la base de entrenamiento que se tenía en Guatemala más allá del primero de marzo, alegando que las presiones sobre el Gobierno de Guatemala podrían hacerse inmanejables si las tropas de infantería cubanas no fueran removidas para esa fecha. Ya antes se había producido la sublevación militar del 13 de noviembre de 1960 en contra del Gobierno de Ydigoras, que sería aplastada por los B-26 de Estados Unidos enviados en refuerzo del gobierno. En esa operación aérea habían participado algunos de los cubanos que entrenaban en Retalhuleu.
2)    Los cubanos no pueden mantenerse en entrenamiento por más tiempo lo que resultaría en una baja de la moral combativa y la posibilidad de deserciones por la inmovilidad.
3)    Aunque creyendo que “el apoyo del populacho cubano al gobierno de Castro se deterioraba rápidamente”, la demora podría estar en contra de los proyectos: “Es indudable ─ decía ─ que en el futuro próximo el núcleo duro de las fuerzas armadas de Castro adquirirá una alta eficiencia en el empleo de los modernos armamentos disponibles”.

Recomendaba además que la preparación aérea se iniciara en vísperas del Día D durante la madrugada; que cualquier intento de limitar el número de aviones a ser empleados de aquellos disponibles, debía resistirse firmemente y que la operación se abandone si la política no provee el adecuado uso táctico del apoyo aéreo.

Hawkins dio la razón de por qué se eligió la zona de Casilda-Trinidad para lanzar la expedición diciendo: “El área se prestaba en sí misma para lo que en términos militares llamamos aislamiento del área. En otras palabras, podríamos tomar ciertas medidas que dificultarían al enemigo entrar en el área. Las montañas en el oeste, que eran una barrera, y había un no falsificado río en el norte y el este que solo tenía dos puentes. Uno de ellos era un puente ferroviario y pensamos que podíamos eliminarlos. Los tanques y los vehículos (de Castro) no podrían entrar en Trinidad[5].

El plan era desembarcar allí en Trinidad; esa localidad posees buenas playas de desembarco, buenos terrenos defendibles y nosotros nos íbamos a sostener allí el mayor tiempo posible para tratar de armar a algunos de los residentes y si no teníamos suerte o fuéramos presionados, podríamos dirigirnos directamente hacia las montañas del oeste y unirnos a las guerrillas que ya había allí[6].  



[1] The Foreign Relations of the United States (FRUS X, 9) Memorandum from the Chief of WH/4/PM, Central Intelligence Agency (Hawkins) to the Chief of WH/4 of the Directorate for Plans (Esterline). Kennedy Library, National Security Files, Countries Series, Cuba, Subjects, Taylor Report.
[2] Peter Kornbluh. Bay of Pigs Declassified. The Secret CIA Report on the Invasion of Cuba. The Bay of Pigs revisited. Octubre de 1961
[3] Foreign Relations of the United States (FRUS X, 9), Staff Study Prepared in the Department of Defense. Enero 16, 1961.
[4] Peter Kornbluh. Op. Cit.
[5] Es posible que exista un error de transcripción de lo dicho por Hawkins cuando menciona un río ubicado al norte y al este de Trinidad que en este caso sería el Agabama; pero no coincide en cuanto a la existencia de los dos puentes pues, en el contexto de lo dicho se desprende que ambos puentes no estaban muy distantes uno de otro y en el terreno el puente ferroviario sobre el Agabama está bien distante del puente de la Carretera del Circuito Sur. Sin embargo, al norte y oeste de Trinidad corre un río, el Guaurabo cuyos dos puentes no están muy separados entre sí; además el acceso más lógico a Trinidad sería el procedente del oeste, desde la ciudad de Cienfuegos vía la Carretera del Circuito Sur y cruzando al Guaurabo. Por otra parte, el Agabama no corre próximo a Trinidad como si es el caso del Guaurabo. (ver más adelante)
[6] Peter Kornbluh. Op. Cit.

sábado, 10 de septiembre de 2016

Del libro en preparación “Amigos, Aliados y Enemigos. Bahía de Cochinos, una enseñanza III

Mario J. Viera


Capítulo LV

Bahía de Cochinos, una enseñanza

(Tercera Parte)


En un continuado y en crecimiento intercambio de golpes y contragolpes económicos entre los gobiernos de Estados Unidos y de Cuba, Eisenhower que busca la oportunidad para romper las relaciones diplomáticas con Cuba, pone en vigor el 19 de octubre unas medidas generales para prohibir las exportaciones de Estados Unidos a la isla con la excepción de alimentos, medicinas y equipos médicos. Esta medida le había sido propuesta a Eisenhower por Douglas Dillon y por el Secretario de Comercio Frederick H. Mueller en reunión celebrada seis días antes[1]. La medida propuesta, en opinión de Dillon, no provocaría la caída de Castro, pero generaría más presión sobre su gobierno, además de ser efectiva para exponer muy claramente la posición de los Estados Unidos; por otra parte, esa medida tendría un efecto de aliento para los grupos disidentes que en el momento se mostraban activos. Además, señalaría Dillon, la medida podía enmarcarse dentro de la Ley de Control de Exportaciones. Desde el punto de vista de los acuerdos internacionales, esta medida se podría tomar como una defensa de Estados Unidos contra las acciones económicas agresivas de Cuba. Una riposta lógica de Estados Unidos contra el gobierno cubano por no haber pagado sus importaciones habría sido suspender las importaciones de Cuba hacia Estados Unidos; pero no, eso no habría sido lo más apropiado, lo correcto, y he aquí la sutileza de la propuesta, es que Estados Unidos estaría cortando sus propias exportaciones hacia Cuba, no las importaciones procedentes de la isla, y lo podría hacer porque Cuba no había pagado lo que debía. 

Se trataba de una estratagema hábilmente concebida: “Cualquier restricción de las importaciones desde Cuba habría podido ser tomada bajo la Ley de Comercio con el Enemigo, pero ─ hace notar Dillon ─, no estamos preparados para dar el paso de declarar a Cuba como enemigo”. Era evidente la intención: provocar a Fidel Castro y hacerle incurrir en un “error” que diera pretexto para una acción militar directa de Estados Unidos contra Cuba, o, en su defecto, hacer que Castro se decidiera romper unilateralmente las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, de este modo Cuba quedaría enmarcada como nación enemiga. Sin embargo, la astucia de Capo di capi de Fidel Castro no le hizo caer en la trampa y supo sacar provecho político de la decisión del Potomac presentándole como un ejemplo más de su hostilidad hacia la revolución y hacia Cuba.

 Definitivamente, ni Eisenhower, ni sus asesores tomaban en cuenta un rasgo importante en la personalidad del líder cubano y que definía toda su conducta política. En una reunión del Consejo Nacional de Seguridad, celebrado el 15 de julio, de pasada, se trató una comunicación que había emitido la embajada en La Habana, pero sin darle la requerida importancia. En el Memorando de aquella reunión se expresaba:

“La Embajada de Estados Unidos había divulgado la creciente opinión de que Castro estaba dispuesto a sacrificar los intereses cubanos a su mayor ambición de humillar a los Estados Unidos, destrozar el sistema interamericano y asumir el liderazgo en América Latina[2].

El 22 de octubre respondiendo preguntas del Grupo de Trabajo sobre Cuba, Braddock, declararía: “La popularidad de Fidel ahora se hunde hacia un mínimo irreducible. Veinte a treinta por ciento de la población probablemente esté con él hoy. Este segmento, sin embargo, incluye tipos jóvenes y combativos y hace una minoría muy eficaz”. Evidentemente una especulación muy subjetiva y conducente al error de pensar que un desembarque de combatientes anticastristas en Cuba estimularía un alzamiento del 70 al 80 por ciento de la población supuestamente contrarios a Fidel Castro en aquel entonces.

Para el 20 de noviembre el presidente convocó a una reunión[3] con altos funcionarios del gobierno y de la CIA para conocer la marcha de los trabajos y considerar las opiniones que le expresara con preocupación William D. Pawley, un empresario con amplia experiencia en Centro y Sur América. Aunque Eisenhower lo consideraba como un fanático tenía una buena apreciación de sus opiniones. Según Pawley, el trabajo que se hacía en Guatemala resultaba lento y, en realidad, lo que se estaba era retrocediendo; por otra parte, proponía que la fuerza de 500 hombres que se estaban entrenando debería incrementarse hasta al menos 2000 hombres. Con respecto al Frente Revolucionario Democrático (FRD) tenía una pobre opinión de algunos de sus integrantes, considerando además que el FRD tendía hacia la izquierda y dejó entrever que uno de sus dirigentes “era peor que Castro”. En el Memorando de esta reunión no quedó aclarado en que se fundaba la “pobre opinión” que tenía Pawley de “algunos de sus integrantes” ni cuál era aquél que consideraba como “peor que Castro”; es posible que Pawley se refería a las alegadas conexiones que algunos de los miembros del Frente mantenía con la mafia, especialmente con Meyer Lansky[4]. Lo cierto es que dentro de la CIA se tenía pésimas opiniones sobre algunos dirigentes del Frente. Jake Esterline tenía una opinión desfavorable de Antonio Varona coordinador general del Frente Revolucionario Democrático; así lo declararía en la Reunión del Grupo de Estudio Paramilitar, el 22 de mayo de 1961: “Primero ─ dijo respondiendo a la pregunta que se le hiciera sobre su evaluación de Varona ─, él es increíblemente ambicioso. Es un ignorante de la peor calaña; a él no le agradan los Estados Unidos y es absolutamente incapaz de distinguir qué es y qué no es un batistiano, y, por último, y más importante, el hombre no tiene concepción alguna de la seguridad”.

Pawley plantearía un importante asunto. El conocía que existía un Comité que trabajaba en la cuestión cubana, sin embargo, su preocupación consistía en que estaba formado por un grupo de personas muy atareadas de tal modo que no podrían dedicarle el tiempo necesario y la continuidad al problema de Cuba, por lo que consideraba que debiera contar con un ejecutivo fuerte, con un individuo al frente que “tuviera la situación siempre en la punta de sus dedos”, y fuera capaz de tomar una parte activa con el FRD y quizá con otros gobiernos. La idea era que las tareas no se disolvieran en diferentes ocupaciones y que fueran impulsadas por un ejecutivo individual que en todo momento podría conocer lo que la CIA, el Departamento de Estado y los militares estuvieran haciendo y, al mismo tiempo, capaz de dar respuestas directamente al Presidente. Eisenhower consideraba que el mismo Pawley sería el indicado para esa labor. Esta propuesta fue rechazada el 2 de diciembre por el Grupo Especial 5412[5]. El Subsecretario de Estado Douglas Dillon le informaría al presidente Eisenhower que el Grupo consideraba que “sería impracticable concentrar en un solo individuo la responsabilidad de ambos programas”, las operaciones abiertas y las encubiertas; en su lugar, el Grupo proponía que fueran dos altos funcionarios, uno del Departamento de Estado y otro de la CIA los que deberían dedicarse a tiempo completo a aquella tarea. Para estos puestos Dillon propondría al embajador Whiting Willauer como delegado especial del Secretario de Estado Adjunto Thomas Mann y de modo semejante Allen Dulles nombraría a Tracy Barnes como el funcionario de la Agencia dedicado por completo a la dirección del programa conducido por la CIA con respecto a Cuba quien actuaría en concierto con Willauer.

Eisenhower planteó, además, dos preguntas importantes que debían ser respondidas: “¿Se estaba siendo lo suficientemente imaginativo y audaz para que la mano de Estados Unidos “no aparezca”? “¿Se estaban haciendo las cosas que se están haciendo de manera efectiva?” A él le preocupaba que al entregar las responsabilidades de gobierno al presidente electo John F. Kennedy no le gustaría hacerlo “en medio de una emergencia en desarrollo”. Esperaba que cuando hablara con el senador Kennedy su respuesta fuera que “él seguiría la línea general”.

Douglas Dillon explicaría que no se había abandonado la idea de una acción por parte de la OEA bajo el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca de 1947. Según su artículo 3.1 en caso de “(...) un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas”. Se habían llevado a cabo conversaciones con los embajadores con el objeto de lograr una investigación de Cuba por medio de un órgano de consulta para elaborar un informe que mostrara “lo que hace Cuba en busca de exportar su revolución, la negación de las libertades, etc…” Luego de esto se buscaba realizar una reunión de los ministros de relaciones exteriores a ser celebrada en febrero o marzo esperando que se llegara a un acuerdo para la ruptura de relaciones diplomáticas con la isla, el cierre de las relaciones comerciales de modo que se pudiera invocar la Ley de Comercio con el Enemigo, emprender alguna acción militar para aislar a Cuba y a la exportación de armas, e idear algún método de control regional de todos los agentes comunistas además de los de Castro.

Quedaba pendiente lograr que la nueva administración entrara en sintonía eficaz con los planes que ya se estaban articulando.

De acuerdo con Néstor Carbonell[6], el Grupo Especial 5412[7], creado en 1954 para estudiar los planes operativos encubiertos de Estados Unidos, “se reunió el 8 de diciembre de 1960 para discutir un ‘nuevo concepto’, que consistía en una expedición armada a Cuba de unos 600 a 750 exiliados, (equipados con armas de fuego de extraordinariamente pesado poder)[8] precedida de ataques aéreos que continuarían después del desembarco. Esta operación anfibia, que incluiría la infiltración de núcleos guerrilleros, no fue aprobada formalmente, pero la CIA recibió señales inequívocas de seguir adelante”. Se trataba de una operación anfibia con ataques aéreos procedentes de Nicaragua contra objetivos militares. “El objetivo sería tomar, sujetar un área limitada en Cuba, manteniendo una presencia visible, y entonces atraer elementos disidentes”, desencadenando un supuesto alzamiento general (¿Habría influido las declaraciones de Braddock para considerar este aspecto?). Se preveía también que previo al ataque anfibio unos 60 a 80 hombres serían infiltrados en los equipos guerrilleros (FRUS VI, 621). En todo caso esta operación anfibia constituía una verdadera acción de guerra, que hubiera expuesto claramente que fuera conducida directamente por las fuerzas de Estados Unidos.

De acuerdo con Taylor (Operation Zapata), citado por Carbonell, el coordinador general de las operaciones, Whiting Willauer, del Departamento de Estado, “recomendó complementar la brigada de exiliados cubanos con un contingente de 5,000 a 10,000 reclutas latinoamericanos. Asimismo, señaló que era aconsejable utilizar jets desde bases aéreas de E.U. para proteger a los vulnerables bombarderos B-26 de la brigada”.

En esa misma fecha un estimado especial de la Inteligencia Nacional se refería a la asistencia que en lo militar estaba recibiendo el régimen de Castro del bloque soviético. En nota a la fuente de información se declaraba:

“…hasta la fecha un total de unos 10,000-12,000 toneladas de equipo militar, incluyendo grandes cantidades de armas pequeñas y municiones y algunos helicópteros y probablemente algunos tanques, artillería (también antiaérea) y otros equipos relativamente pesados. Hasta ahora Cuba no ha recibido aviones de combate, aunque algunos entrenadores checos ya han llegado y algunos aviones de combate pueden estar en ruta. Además, el bloque ha proporcionado hasta instructores y quizás 200 técnicos militares y ha tomado un número similar de pilotos cubanos y otros especialistas para darles entrenamiento en el extranjero[9].

Se valoró también en ese informe la capacidad de combate de las fuerzas cubanas, señalándose que las milicias que se estaban organizando su capacidad de combate era baja y muchas de sus unidades todavía estaban en una base de entrenamiento a tiempo parcial. No obstante, se señaló que al parecer estaría “surgiendo un núcleo bien organizado, bien equipado y bien entrenado de unidades leales a Castro y fuertemente influido por los comunistas” que en un plazo aproximado de 12 meses “estas unidades se convertirán en una fuerza de seguridad razonablemente eficaz”; la referencia parece ser la de los Batallones de Combate de las Milicias Nacionales Revolucionarias, que ya por esos días se organizaban en Cuba y se entrenaban en Matanzas a sus jefes de compañías.

Luego en los estimados se hacían algunas consideraciones subjetivas sobre un supuesto descontento de los trabajadores urbanos que se incrementaba por los bajos sueldos y por la escasez de bienes de consumo; por otra parte, el informe se refiere a los grupos alzados en armas en Escambray y en Oriente, “pero el régimen ha reaccionado enérgicamente ─ señala ─ y hasta ahora ha sido capaz de contener estas bandas”. Sobre la actividad del exilio, el informe dice:

En el exterior, grupos de cubanos exiliados están haciendo algún progreso hacia la unidad de fuerzas, sin embargo, ninguno parece tener la capacidad para una acción decisiva contra Castro. Por lo tanto, mientras los enemigos del régimen están creciendo en número, ningún grupo o combinación de ellos parece bastante bien organizado o suficientemente fuerte como para ser una serie amenaza a la autoridad de Castro”.

Se analizaba la actitud de América Latina hacia la revolución castrista, destacándose que no existía una amplia base de apoyo popular de respaldo a un movimiento interamericano contra Castro y, en realidad, la mayoría de los gobiernos de la región serían extremadamente cautelosos para comprometerse con aquella medida. “Los gobiernos de América Latina en general ─ se indica ─ no simpatizan con Castro y cada vez crece más su preocupación sobre la presencia del bloque soviético en Cuba, las revoltosas minorías pro Castro en sus países y las intenciones de Castro de exportar la revolución. No obstante, Castro se beneficia por la falta de voluntad de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos para actuar en su contra excepto cuando él o sus seguidores sean hallados interfiriendo en sus asuntos internos”. El problema de Cuba es apreciado, según el informe, como tendencia por toda la región de ser uno entre ese país y los Estados Unidos. En una de sus consideraciones, el informe declaraba:

Las perspectivas para la acción internacional eficaz contra Cuba siguen siendo pobres. A pesar de la creciente preocupación por Castro y el castrismo entre muchos líderes responsables de América Latina, las inhibiciones acerca de una fuerte acción de OEA contra Cuba probablemente se mantendrán fuertes. El resto del mundo libre probablemente sigue considerando el problema cubano como uno para los Estados Unidos de manejar, con muchos de los Estados de Asia inclinados a solidarizarse con Cuba.

Resulta interesante destacar el punto 9 del informe, donde se lee lo siguiente:

Sólo Guatemala, que hace poco rompió sus relaciones con Castro y posiblemente Argentina y Nicaragua, favorecería una fuerte acción de la OEA en el problema de Cuba. Los presidentes Betancourt de Venezuela y Lleras Camargo de Colombia son firmemente anti Castro, pero tampoco están preparados para moverse en Cuba, el primero, en particular, porque cree que Estados Unidos le abandonaron en sus esfuerzos por acabar con el dictador dominicano Trujillo. Los demás Estados de América Latina serán reacios a apoyar acciones anticastristas en la OEA, con México entre los más intransigentes.

Estos elementos de juicio sobre la actitud latinoamericana serían, posteriormente tomados en consideración por John F. Kennedy, luego de ocupar la presidencia de Estados Unidos.

Con todo el empeño de lanzar una acción de guerra, aunque empleando personal cubano como tropa primaria de asalto, la administración republicana de Eisenhower decide romper las relaciones diplomáticas con el gobierno castrista. La primera medida en esta dirección es tomada el 28 de octubre de 1960 cuando el Departamento de Estado llama a su embajador en La Habana Philip W. Bonsal para unas consultas, algo que, ya en enero había estado considerando y que ahora llevaba a cabo. Bonsal no regresaría a La Habana y la embajada quedaría a cargo de su encargado de negocios (Chargé d’Affaires) Daniel M. Braddock.

La oportunidad para la ruptura diplomática la ofreció la nota de protesta que el gobierno de Castro remitiera el 2 de enero de 1961 al Encargado de Negocios de Estados Unidos redactada en los siguientes términos:

Como consecuencia directa de las actividades de espionaje y subversión de los funcionarios de la embajada norteamericana en Cuba, el Gobierno revolucionario de Cuba solicita del gobierno de los Estados Unidos la limitación de su personal diplomático y consular en La Habana al número de once personas, el mismo mantenido por el gobierno de Cuba en la ciudad de Washington y acorde con los principios y costumbres establecidos respecto a ello en las relaciones internacionales”.

Braddock, de inmediato informa al Departamento de Estado la notificación firmada por Carlos Olivares Ministro interino de Relaciones Exteriores redactada en estos términos:

Tengo el honor de informarle que el Gobierno Revolucionario ha decidido que, bajo las presentes circunstancias, el personal de la Embajada y Consulado de Cuba en Washington, sea diplomático, consular o de otro carácter, cualquiera que sea su nacionalidad, no deberá de exceder de once personas. Del mismo modo, ha decidido que el personal de la Embajada y Consulado de Estados Unidos en la ciudad de La Habana, sea diplomático, consular o de otro carácter, cualquier sea su nacionalidad, deberá igualmente ser limitado a once personas.

Braddock llega a la conclusión de “que sería imposible mantener una útil operación en el nivel autorizado por el Gobierno Cubano”. Braddock recomendaría entonces que Estados Unidos respondiera con la inmediata ruptura de relaciones[10].

Tan pronto se recibiera la comunicación del Encargado de Negocios en La Habana, el Secretario de Estado, Christian Herter se reúne con el designado Secretario de Estado Dean Rusk con el objeto de platearle tres asuntos. “Yo le expliqué (a Rusk) ─ dijo ─ que nuestro Encargado de Negocios en La Habana había recomendado que el mejor curso para nosotros sería romper completamente las relaciones diplomáticas ya que sería imposible llevar a cabo cualquier cosa de un modo digno y efectivo con un personal tan reducido”. Herter además le informaría que habían consultado con James J. Wadsworth, representante permanente de Estados Unidos ante las Naciones Unidas quien consideró que aquella ruptura no interferiría en el debate sobre los cargos que Cuba había presentado contra Estados Unidos; además, Herter informaba que así mismo se había consultado con Braddock quien reiteró su recomendación de una ruptura limpia considerando que esto no pondría en peligro la situación de los restantes ciudadanos de Estados Unidos en Cuba. Herter puntualizaría que esa misma tarde se llegaría a una decisión con respecto a la ruptura de relaciones y que, en su opinión, así se haría.  Rusk esa misma tarde le comunicaría telefónicamente a Herter que había informado al presidente electo y que Kennedy no quería comentar sobre el tema. Las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos quedarían rotas desde ese mismo día, cumpliéndose uno de los deseos más preciados por Eisenhower. A este respecto, años más tarde, comentaría Richard Bissell en su libro Memoirs of a Cold Warrior: from Yalta to Bay of Pigs, publicado en 1996: Eisenhower "parecía estar ansioso por tomar medidas enérgicas contra Castro, y la ruptura de relaciones diplomáticas parecía ser su mejor carta. Señaló que estaba dispuesto a 'moverse contra Castro' antes de la inauguración de Kennedy el veinte (de enero) si una 'realmente buena excusa' la hubiera propiciado Castro. 'En su defecto,' dijo, 'quizás podríamos pensar en la fabricación de algo que fuera generalmente aceptable.'... Esto no era sino otro ejemplo de su voluntad de usar una acción encubierta específicamente para la fabricación de eventos en el logro de sus objetivos en política exterior’”.



[1] Foreign Relations of the United States (FRUS, VI, 590) Memorandum of a Conference with the President, White House, Washington, October 13, 1960, 10:56–11:33 a.m. Eisenhower Library, Whitman File, Miscellaneous Material. The time of the meeting is taken from the President’s Appointment Book. (ibid., President’s Daily Appointments)
[2] Foreign Relations of the United States (FRUS VI, 558) Memorandum of Discussion at the 451st Meeting of the National Security Council, Washington, July 15, 1960 
[3] Foreign Relations of the United States (FRUS VI, 613) Eisenhower Library, Special Assistant for National Security Affairs Records, 1960 Meetings with the President. 
[4] Véase al respecto a: Jack Colhoun. Gangsterismo: The United States, Cuba and the Mafia, 1933 to 1966. OR Books, 2013; Douglas Valentine. The Strength of the Wolf: The Secret History of America's War on Drugs. Verso 2006 y Peter Dale Scott. Deep Politics and the Death of JFK. University of California Press, 1996
[5] Foreign Relations of the United States (FURS VI, 615) Eisenhower Library, Whitman File, Dulles–Herter Series.
[6] Néstor Carbonell Cortina. Lo Que No Dijo el Informe del Inspector de la CIA
[7] El Grupo Especial 5412 fue un grupo integrado por los secretarios adjuntos de Estado y Defensa, la oficina del Director de la Central de Inteligencia (DCI), el Consejero presidencial de Seguridad Nacional y una Secretaría de la CIA. Su propósito principal era revisar propuestas de operaciones paramilitares y clandestinas y proporcionar orientación sobre este tipo de propuestas para el Presidente.
[8] The Foreign Relations of the United States (FRUS VI, 621)
[9] The Foreign Relations of the United States (FRUS VI, 620) Department of State. Submitted by the Director of Central Intelligence (DCI) and concurred in by the United States Intelligence Board on December 8.
[10] Foreign Relations of the United States (FRUS X, 1) Nota 2 del document 1, Embassy Telegram 2674. 

viernes, 9 de septiembre de 2016

Del libro en preparación “Amigos, Aliados y Enemigos. Bahía de Cochinos, una enseñanza II


Mario J. Viera

Capítulo LV

Bahía de Cochinos, una enseñanza

(Segunda Parte)

En mayo de 1960, con el auspicio del Departamento de Estado y la CIA, se comienza a darle forma a la unidad de varios grupos anticastristas dentro de una organización con funciones de acción política, propaganda y unidad militar, que sería conocida como el Frente Revolucionario Democrático (FDR) que contaría con la ayuda, orientación y el apoyo financiero de la Agencia Central de Inteligencia. Esta tarea se le había encomendado al oficial CIA, Howard Hunt ─ “guía, consejero y amicus curiae” del FDR ─ con el objetivo de crear un Gobierno cubano en el exilio que tras la invasión por Bahía de Cochinos debería constituirse como gobierno provisional en Cuba. El Frente Revolucionario Democrático, como anota José Manuel Hernández[1], “cumplía la función — al menos en la mente de los agentes y burócratas estadounidenses — de encubrir el carácter esencialmente norteamericano de la empresa. Es decir, daba a Estados Unidos la base para negar plausiblemente que estaba involucrado en ella, el ‘plausible deniability’ (negación plausible) de la jerga washingtoniana. Pero también servía otros propósitos. Dados los antecedentes políticos de sus ejecutivos — viejos y jóvenes —, proyectaba una imagen fundamentalmente antibatistiana. Podía haber algunos batistianos reciclados en los campamentos, tolerados por su experiencia militar, mas en los cuadros dirigentes no había ninguno. Estaba claro, por tanto, que lo que se pretendía no era volver al pasado, sino crear un futuro distinto y mejor”. Entre las tareas prioritarias que debía cumplir el FDR estaba la de reclutar cubanos para los programas encubiertos que se llevarían a cabo en contra del castrismo. El 22 de junio de 1960, en México se ratificaba la creación del FRD con la firma de Manuel Antonio de Varona, ex ministro del gobierno de Prío; el capitán del ejército Rebelde Manuel Artime; José Ignacio Rasco del Movimiento Demócrata Cristiano; Aureliano Sánchez Arango, ex ministro de Educación del gobierno de Prío y Justo Carrillo ex presidente del BANFAIC.  

Todo el Programa de Acción, que culminaría con la invasión por Bahía de Cochinos, erróneamente se fundaba en la experiencia de Guatemala y el derrocamiento del Presidente Jacobo Arbenz. Se partía de bases falsas. En primer lugar, no se había contemplado objetivamente el grado de apoyo que el gobierno de Castro contaba entre las grandes masas de la población, incluso en un memorando de Foster Dulles con fecha 29 de octubre de 1959 dirigido al Consejo de Seguridad Nacional declaraba: “Muchos cubanos no simpatizan con la tendencia actual de desarrollo, pero sin embargo, no ven otra opción que continuar[2]; segundo, se desconoció que en Cuba no existía un ejército profesional como ocurría en Guatemala, sino un ejército revolucionario fiel a su caudillo; tercero, se obviaba el poder de la propaganda de Castro ejercida por los medios de información controlados por el gobierno revolucionario y la magia del carisma de Fidel Castro con sus encendidos discursos y maratónicas concentraciones populares en los que hacía gala de su oratoria; cuarto, se obviaba la condición insular de Cuba.

A lo largo de las actividades desarrolladas para darle cumplimiento al Programa de Acción Encubierta, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) jugó un destacado papel en la formulación de la política exterior de los Estados Unidos especialmente con tres países cuyos gobiernos estuvieron vinculados con toda la operación que finalmente desembocaría en la desastrosa expedición de Bahía de Cochinos, Guatemala, Nicaragua y de manera marginal Panamá. El esfuerzo anticastrista de la CIA se situó dentro de la División del Hemisferio Occidental, Sucursal 4 (WH/4)[3] cuyo jefe era Jake Esterline[4].
Algo más de dos meses luego del anuncio del Programa de Acción Encubierta, Esterline y Robert K. Davis tienen un primer encuentro con el presidente de Guatemala, Ydigoras Fuentes y Roberto Alejos ─ quien sería el principal representante del Presidente Ydigoras Fuentes en todas las subsecuentes materias de la CIA ─. “Durante las primeras reuniones con Alejos e Ydigoras en ciudad de Guatemala los días 30 y 31 de mayo de 1960, se iniciaron los planes para el uso de una parte de la plantación de café de Alejos ─ Finca Helvetia ─ como un sitio de entrenamiento de comunicaciones; y se deliberó acerca de sitios adicionales para la formación de los candidatos paramilitares”[5]. Para el mes de junio de 1960, Esterline había conseguido, por medio de Alejos el campo de Retalhuleu, que posteriormente sería utilizado como pista aérea de aproximadamente 4.300 pies de longitud, situada en la esquina NW de Guatemala y aproximadamente a 40 km de la costa del Pacífico y a 50 km de la frontera con México. 

El 13 de junio de 1960, Luis P. Napoli hizo arreglos para una conversación en privado con Anastasio Somoza en Nicaragua concretándose una entrevista a posteriori con Walter S. Holloway y otro alto oficial, la que se efectuaría durante los días 17 y 19 de septiembre. Napoli le informaría a Somoza que el Frente Democrático Revolucionario (FDR) era la organización anticastrista de exiliados cubanos que merecía el apoyo del Gobierno de Nicaragua. Somoza accedió a recibir a los representantes del FDR y en adición agregó que haría disponible una pista de aterrizaje en Puerto Cabezas en la costa nororiental de Nicaragua y aproximadamente a 650 milla de Cuba, un campo que durante la Segunda Guerra Mundial había sido uno de los principales campos aéreos en Nicaragua. En ese campo se podría establecer ─ a propuesta de Anastasio Somoza ─ un campamento de entrenamiento para unos 100 hombres y para una estación de radio.

El día 13 de julio de 1960 el Gobierno de Perú, por intermedio de una nota diplomática se dirige al Consejo de la Organización de loe Estados Americanos, solicitando se convocara a la mayor brevedad “una Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores con el objeto de considerar las exigencias de la solidaridad continental de la defensa del sistema regional y de los principios democráticos americanos ante las amenazas que puedan afectarlos (…) los hechos que vienen desarrollándose justifican plenamente esta convocatoria de acuerdo con el artículo 39 de la Carta de la OEA[6]

En agosto de 1960, el Gobierno de Eisenhower intentaba obtener una condena de la OEA en contra del castrismo bajo los presupuestos de la Doctrina Monroe y movía sus canales diplomáticos para alcanzar un consenso en contra de la infiltración comunista en el continente. El 15 de agosto Herter se reuniría con Eisenhower para tratar los asuntos relacionados con la propuesta del Perú. Herter consideraba que la reunión sería difícil, no obstante, consideraba que había evidencias que los latinoamericanos se acercaban a los mismos puntos de vista que Estados Unidos. Eisenhower insistiría que había que dejar claramente expuesto que Estados Unidos no tiene el deseo ni la intención de castigar al pueblo de Cuba y que el “desacuerdo” que se tenía era con el régimen de Castro.

Así el gobierno del Perú propuso que se debatiera el tema luego de que se concluyera la VI Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores que se celebraba en San José, Costa Rica entre el 16 y el 21 de agosto a solicitud del Gobierno de Venezuela que acusaba al régimen de Leónidas Trujillo de agresión contra su territorio. Concluida esta Cumbre, con la condena al gobierno de la República Dominicana, se iniciaría la VII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, la que estaría en sesión desde el 22 hasta el 29 de agosto. De acuerdo con Juan B. Yofre, en el ambiente de la cumbre estaba presente “el comentario del escritor español Salvador de Madariaga: ‘La Revolución Cubana es la derrota más contundente que ha padecido el Occidente en toda la Guerra Fría; porque por primera vez se pasa al comunismo un país no contiguo a Rusia ni a China. La Revolución Cubana abre al adversario un continente entero de incalculable valor’[7]

Con la ausencia del Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Raúl Roa, se aprobaba por todos los cancilleres con la excepción de Cuba y de la República Dominicana la Declaración de San José de Costa Rica la que en virtud de los Artículos 30 y 40 de la Carta de la OEA, denunciaba una posible injerencia en el hemisferio occidental de la URRSS o de la República Popular China, y exponía:

“1. Condena enérgicamente la intervención o amenaza de intervención, aun cuando sea condicionada, de una potencia extra continental en asuntos de las repúblicas americanas, y declara que la aceptación de una amenaza de intervención extra continental por parte de un Estado americano pone en peligro la solidaridad y la seguridad americanas, lo que obliga a la Organización de los Estados Americanos a desaprobarla y rechazarla con igual energía. 2. Rechaza asimismo la pretensión de las potencias sino soviéticas de utilizar la situación política, económica o social de cualquier Estado americano, por cuanto dicha pretensión es susceptible de quebrantar la unidad continental y de poner en peligro la paz y seguridad del Hemisferio (…) 4. Reafirma que el sistema interamericano es incompatible con toda forma de totalitarismo y que la democracia solo logrará la plenitud de sus objetivos en el Continente cuando todas las repúblicas americanas ajusten su conducta a los principios enunciados en la Declaración de Santiago de Chile, aprobada en la Quinta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, cuya observancia recomienda a la brevedad posible”.

Roa había abandonado el debate declarando: “la delegación de Cuba que me honro en presidir ha decidido retirarse de esta Reunión de Consulta de Cancilleres Americanos” y agregaba, para explicar la razón que le movía para tal decisión: “La razón fundamental que nos mueve a ello es que no obstante todas las declaraciones y postulaciones que aquí se han hecho en el sentido de que Cuba podía tener en el seno de la Organización de Estados Americanos a la cual pertenece, protección y apoyo contra las agresiones de otros estados americanos, no han tenido eco, resonancia ni acogida alguna”, para concluir diciendo: “Me voy con el pueblo, y con mi pueblo se van de aquí los pueblos de Hispanoamérica”. En opinión de Christian Herter Secretario de Estados Unidos aquella “acción cubana había dañado sustancialmente su posición en la Conferencia”.  

Castro daría el 2 de septiembre respuesta a la Declaración de San José según su estilo de hacer condenas teatrales en medio de una abigarrada concentración de masas. En aquella concentración, a la que daría dignidad de Asamblea General Nacional, Castro leería su Declaración de La Habana y rechazaba “el intento de preservar la Doctrina de Monroe”; defendió la participación del Bloque soviético en Cuba diciendo “que la ayuda espontáneamente ofrecida por la Unión Soviética a Cuba” dado que fuera atacada por Estados Unidos no podía considerarse como un acto de intromisión, sino que se trataba de un acto de solidaridad, por tal motivo, expresó: “La Asamblea General Nacional del Pueblo declara ante América y el mundo, que acepta y agradece el apoyo de los cohetes de la Unión Soviética si su territorio fuere invadido por fuerzas militares de los Estados Unidos”; niega además, “que haya existido pretensión alguna por parte de la Unión Soviética y la República Popular China de ‘utilizar la posición económica, política y social de Cuba, para quebrantar la unidad continental y poner en peligro la unidad del hemisferio’”; para concluir el reto Castro hablando como si hablara por la voluntad de todos los cubanos anuncia su intención de “establecer relaciones diplomáticas también con todos los países socialistas” y le expresa a la China comunista que estaba dispuesto a establecer relaciones diplomáticas entre ambos países y, por ende, romper las relaciones diplomáticas con el régimen de Formosa.

Los planes se dilataban. El 18 de agosto de 1960, el director de la CIA, Allen Dulles que había cosechado lauros con las operaciones encubiertas en Guatemala, rinde una amplia información sobre los preparativos que se llevaban a cabo con vistas al derrocamiento de Castro, como parte de la Operación 40[8] que presidía el Vicepresidente Richard Nixon, dirigida a derrocar gobiernos no afines con Washington. Eisenhower declararía entonces que estaría dispuesto a seguir adelante con los planes, siempre que el Estado Mayor Conjunto, los Departamentos de Estado y Defensa, y la CIA consideraran que existían buenas posibilidades de éxito. Siguiendo a Néstor Carbonell, el 20 de octubre de 1960, Dulles alertó ante el Consejo de Seguridad nacional, que continuaban llegando cargamentos de armas para el gobierno de Castro procedentes de la Unión Soviética y que pilotos cubanos recibían entrenamiento en Checoslovaquia, estimándose que Cuba recibiría para principios de 1961 dos escuadrones de cazas Mig. Se hacía, por tanto, imprescindible adelantar los planes de intervención en la isla teniendo en cuenta el crecimiento de la ayuda militar soviética al gobierno de Castro y que los grupos de alzados amenazaban ser aniquilados en el enfrentamiento con una fuerza poderosa y bien equipada que los superaba por cientos.

El 18 de octubre, en un discurso de campaña pronunciado en Miami, Nixon declaraba que el régimen de Fidel Castro era un cáncer intolerable y dijo: “La paciencia ya no es una virtud”, y de acuerdo con Hugh Thomas[9], el gobierno, insinuaría Nixon claramente, tenía programadas varias medidas para destruir aquel ‘bandidaje económico’”. Ya en ese momento había entre 400 a 500 hombres entrenándose en Guatemala bajo el concurso de la CIA. Hugh Thomas señala que “Nixon, en el cuarto debate televisado, “para garantizar la seguridad de las operaciones clandestinas, acusó a Kennedy de ‘irresponsabilidad peligrosa’” por sus anteriores declaraciones cuando este se expresara sobre la necesidad de reforzar a los cubanos que luchaban por su libertad; atacando al senador Kennedy, Richard Nixon le acusaba de comprometer a todos los amigos de Estados Unidos en América Latina, y dijo: “¿Qué podemos hacer? Podemos hacer lo que hicimos en Guatemala. Había un dictador comunista… finalmente, los propios guatemaltecos se sublevaron y lo expulsaron…”. Con estas afirmaciones, ¿podría Castro ignorar que algo se estaba cocinando en Estados Unidos para expulsarle del poder? El secretismo de las operaciones encubiertas contra el castrismo era solo un espejismo; desde la propia Guatemala se recibían los ecos. Hugh Thomas cita que el 30 de octubre, el periódico guatemalteco La Hora, publicaría un editorial de primera plana explicando que existía el plan de invadir a Cuba, “preparado no por nuestro país ─ declaraba el editorialista ─, que es tan pobre y está tan desorganizado, sino virtualmente por Estados Unidos”. Es más, los dirigentes del Frente Revolucionario luego de visitar el campamento de entrenamiento en Guatemala, no se inhibieron para dar amplia divulgación de lo que habían constatado en Guatemala. Jacob D. Esterline se refiere a esto en una entrevista que le hiciera Jack B. Pfeiffer, el historiador de la Agencia Central de Inteligencia, en noviembre de 1975. En esa entrevista reveló Esterline:

(Howard Hunt) “seguía presionándonos para llevar al Frente a Guatemala para que se reuniera con las tropas, y pusimos ciertas cláusulas muy estrictas para ello en cuanto a lo que era o no permitido hacer allí; y cada advertencia que pusimos, prácticamente, estaba rota. Tomaron fotos, hicieron discursos y regresaron a Miami; y entregaron las fotos a la prensa. Tony Varona, en particular y otro cuyo nombre no recuerdo ahora, en algunos de los periódicos cubanos dieron amplia divulgación de sus viajes a los campamentos de entrenamiento donde se estaban preparando sus tropas para la invasión. Eso nunca se debió haber permitido…”[10]



[1] José Manuel Hernández. El Frente Revolucionario Democrático (FRD) y el Cuba Project, 1960-1961. DOSSIER / La Primera Oposición Cubana (1959 – 1965) Cuba Encuentro
[2] The Foreign Relations of the United States (FRUS), VI, 380. Memorandum of Discussion at the 422d Meeting of the National Security Council, Washington, October 29, 1959
[3] La Sucursal 4 de la División del Hemisferio Occidental (WH/4) era una fuerza de tarea creada dentro de la CIA en enero de 1960 para dirigir el proyecto cubano
[4] Jack B. Pfeiffer. Official History of the Bay of Pigs Operation. Vol. II, Participation in the conduct of Foreign Policy. Office of United States Director of Central Intelligence (DCI-8), octubre 1979, aprobada para su publicación con fecha 25 de julio de 2011
[5] Jack B. Pfeiffer. Official History of the Bay of Pigs Operation. Vol. II, Participation in the conduct of Foreign Policy. Office of United States Director of Central Intelligence (DCI-8), octubre 1979, aprobada para su publicación con fecha 25 de julio de 2011
[6] Cf. OEA, Documentos Oficiales, OEA/Ser. G./III, Vol. XIII. p. 60. Unión Panamericana, Washington DO., 1961. Cit. por Félix Peña. Tesis de Posgrado. Las sanciones en el sistema interamericano. La expulsión de un estado miembro de la Organización de los Estados Americanos. Universidad de Madrid | Facultad de Derecho | Años 1965-1966.
[7] Juan B. Yofre. Fue Cuba: La infiltración cubano-soviética que dio origen a la violencia subversiva en Latinoamérica. Edit. SUDAMERICANA. 2014
[8] Operación 40, así se denominó a un grupo de contrainteligencia formado principalmente por exiliados cubanos bajo el auspicio de la Agencia Central de inteligencia con el propósito de derrocar al régimen de Castro. En este grupo y bajo la presidencia del Vicepresidente Richard Nixon se incluían los exiliados cubanos Félix Rodríguez, Luis Posada Carriles, Orlando Bosh, Rafael “Chi Chi” Quintero, Virgilio Paz Romero, Pedro Luis Díaz Lanz, Bernard Barker, junto con los ciudadanos de Estados Unidos Porter Goss y Frank Sturgis, como los más significativos.
[9] Hugh Thomas. The Pursuit of Freedom. Op. Cit.
[10] Jack B. Pfeiffer. Interview of Jacob D. Esterline on the Bay of Pigs Operation. Virgin Islands, 10-11 November, 1975, Tape No 1 of 8