lunes, 22 de mayo de 2017

Donald Trump en Arabia y sus partidarios.... ¡FELICES!

Mario J. Viera



BBC Mundo se pregunta: “¿Por qué después de las críticas de Donald Trump al islam, Arabia Saudita es el destino de su primera visita al extranjero como presidente de EE.UU.?” Y responde: “Hay varias razones por las que la elección de Arabia Saudita como destino del primer viaje oficial de Donald Trump como presidente de Estados Unidos puede considerarse sorprendente”. Arabia Saudita, primer país que Donald Trump visita como presidente. ¡El primero! Y rememora BBC, que en febrero de 2016 sugirió que funcionarios sauditas habían sido cómplices de los ataques del 11 de septiembre y a lo largo de su campaña llegó al punto de identificar a Arabia como uno de los enemigos de EE.UU. y así era aplaudido febrilmente por sus fieles seguidores. Además, a finales de marzo de 2016 Trump le diría al New York Times: "Sin nosotros, Arabia Saudita no existiría por mucho tiempo", y dijo que consideraría detener las compras de petróleo de Estados Unidos a Arabia Saudita a menos que el Gobierno saudí aportara tropas en contra del Estado Islámico. "No se nos está reembolsando el tipo de tremendo servicio que estamos realizando al proteger a varios países. Ahora Arabia Saudita es uno de ellos", agregó Trump.

Y BBC ve como una de las razones para esa visita a Arabia Saudita la compra de armamento estadounidense por cerca de US$110.000 millones que hiciera el reino saudí, incluyendo “sofisticados sistemas de radares, aviones y barcos, por un valor US$109.700 millones”. Pero hay algo más, según BBC, Trump desea que Arabia haga inversiones en Estados Unidos: “Son cientos de miles de millones de dólares en inversiones en Estados Unidos ─ expresó jubilosos el magnate presidente ─ y trabajos, trabajos, trabajos”.

Los sauditas, tan taimados, tan astutos, ven la gran oportunidad económica y militar de tratar con el magnate que parecía “el enemigo”. No importa todo lo que afirmara Trump durante su campaña para captar a su ferviente electorado, así lo entienden los sauditas y así, nos informa BBC, lo que declara a The Wall Street Journal el ministro de relaciones exteriores saudita Adel al Jubeir: "La gente dice muchas cosas durante la campaña. Y yo no creo ni por un minuto que el presidente Trump sea anti nada”. ¿Bonito, verdad? Pero hay más, ellos le conocen bien, saben que a él le agrada resaltar, ser aceptado y aplaudido por todos y los árabes le dieron por el gusto. Le colocaron alfombra roja para ser recibido por todo lo alto y, como reporta The Associated Press, “mientras Trump y el rey de 81 años, que se apoyaba en un bastón, caminaban sobre la alfombra roja, aviones militares cruzaron el cielo y dejaron una estela en rojo, blanco y azul”. ¡Todo un espectáculo! Luego, el gran amigo ex enemigo, al igual que antes Vladimir Putin, Theresa May y Barack Obama, el rey le otorgó a Trump la condecoración que representa el honor civil más alto que concede Arabia, la medalla de Abdulaziz Al Saud. Luego Trump hasta se atrevió, muy alegremente, al participar en una danza tradicional de los árabes al compás de los tambores y del rítmico movimiento de los danzantes que agitaban espadas.

El gobierno saudí, lo tenía bien calculado, sabía que el más beneficiado con la visita del presidente de Estados Unidos y con los acuerdos a que se arribaran ellos serían los más beneficiados. Todo venía siendo preparado desde el pasado 30 de enero en una comunicación telefónica entre el rey Salmán bin Abdulaziz y Trump ambos acordaron que era importante “hacer cumplir de forma rigurosa el Plan Integral de la Acción Conjunta con Irán”. Riad estaba resentido con Obama por el acuerdo alcanzado en Viena con el gobierno iraní el 14 de julio de 2015 y suscrito además de Estados Unidos por China, Francia, Reino Unido, Rusia y Alemania. En esa ocasión, Trump fue fuertemente crítico con el acuerdo, que según Obama había “frenado la expansión de las armas nucleares en Oriente Próximo”, pero que él calificaba como catástrofe. El pacto de Viena se ha considerado como una victoria diplomática de la administración Obama facilitada por la llegada al ejecutivo del Irán en 2013 de Hasán Rouhaní, un hombre bien separado de las posiciones extremistas de su antecesor Mahmud Ahmadinejad, y tenido como un político moderado de centro. Por este pacto el gobierno iraní aceptaba la condición de no enriquecer el uranio por encima del 5%; reduciría además sus centrifugadoras que enriquecen el uranio necesario para elaborar una bomba atómica, asi mismo, suprimiría el reactor para la producción de plutonio y se comprometía a aceptar las verificaciones del Organismo Internacional de la Energía Atómica (International Atomic Energy Agency IAEA)

Por otra parte, los sauditas ni siquiera se sintieron ofendidos porque la Primera Dama Melania y la Primera Hija Ivanka, al descender del Air Force One a su llegada a Riad no optaron por cubrirse la cabeza como es obligatorio para las mujeres árabes. Nada que criticar porque esa regla exceptúa a las extranjeras; pero ¡Caramba, hombre! Trump olvidó un pequeño detalle al respecto. A la muerte del rey saudí, Abdalá bin Abdulaziz al-Saúd, luego de transmitir sus condolencias al nuevo rey, Obama el 28 de enero de 2015 haría una escala en Riad acompañado de Michelle Obama y de algunos funcionarios de gobierno para ofrecer sus condolencias, de manera directa, a Salmán bin Abdulaziz; pero Michelle no se había cubierto la cabeza... ¡Gran ofensa! Si no para los árabes, si para Donald Trump, que indignado por el sacrilegio de los Obama, soltó al siguiente día uno de sus tuit criticando a la Primera Dama: “Many people are saying it was wonderful that Mrs. Obama refused to wear a scarf in Saudi Arabia, but they were insulted.We have enuf enemies”  ─ “Mucha gente está diciendo que fue maravilloso que la señora Obama se negara a llevar velo en Arabia Saudita, pero ellos fueron insultados. Ya tenemos suficientes enemigos”.

Los fervientes admiradores de Donald Trump, aplauden entusiasmados el fortalecimiento de las relaciones conseguido con esta visita presidencial a un país donde se practica, con todo su rigor, la ley de la Sharía. Ni lo aplaudo, ni lo critico. Está haciendo, simplemente, lo que tantos presidentes de Estados Unidos han practicado desde el gobierno de Franklin D. Roosevelt. En Arabia Saudí los derechos humanos ni siquiera son papel mojado, ¡No existen!, pero el gobierno saudí es bien astuto y este asunto de los derechos humanos lo tiene sin cuidado; conocen su importancia estratégica en el Medio Oriente, saben que son la contraparte del Estado Islámico de Irán su natural enemigo y tienen en cuenta el poderío que le otorgan sus pozos petroleros. Son una pieza importante en el plano estratégico, por eso sus relaciones se las diputan Rusia, Gran Bretaña y Estados Unidos.  


Lo que resulta más interesante de todo este asunto es que ahora los obstinados simpatizantes y seguidores de Donald Trump no levantan su indignada voz por este acercamiento del presidente con el gobierno de Riad, como acostumbraban a hacer en contra de Barack Obama por sus relaciones con un país tan violador de los derechos humanos como es Arabia Saudita. ¡Cuántas cosas dijeron! Ahora están callados. Estados Unidos es el gran amigo de los árabes y ya no se menciona “el terrorismo islámico” que tanto mencionaba Trump. Ahora Trump y sus seguidores son conciliadores: “Ésta no es una batalla entre distintas religiones, distintas sectas o entre civilizaciones. Ésta es una batalla entre los criminales bárbaros que quieren acabar con la vida humana en nombre de la religión y las personas decentes de cualquier fe que buscan protegerla... Ésta es una batalla entre el bien y el mal. Cuando vemos la sangre no vemos la religión de las víctimas… Son hijos de Dios”. Parece ser que los seguidores de Trump serán la negación de la negación... ¿Mirarán con buenos ojos a los que practican el islamismo? ¿Estarán dispuestos a recibir a los refugiados de Siria y de Irak, que también “son hijos de Dios”? 

lunes, 15 de mayo de 2017

El desespero de Trump

Mario J. Viera

Parece ser que Donald Trump ─ a quien yo prefiero denominar “Mr. Twitter” ─ siempre genera noticia, siempre es tema mediático y comidilla en las redes sociales. Sí, es evidente, es tan impredecible, tan, digamos “original”, tan contradictorio con la lógica que siempre, todo lo que diga y todo lo que ejecute de inmediato genera un sin número de comentarios, generalmente no muy favorables que digamos. ¿Y qué decir de sus colaboradores, de sus asesores y de todo su equipo de gobierno? Lo primero que salta a la vista es que, como se diría en buen castellano, “siempre están detrás del palo” y salen con cada respuesta para explicar lo que ni el propio Trump logra explicar adecuadamente. Así ocurrió con la destitución de James Comey cuando todos ellos aseguraban que Trump había tomado tal decisión “basándose en las recomendaciones claras del vicefiscal general, Rod Rosenstein, y el fiscal general, Jeff Sessions”, así lo declaró el mismo portavoz de la Casa Blanca Sean Spicer, y luego quedar desmentidos por el propio D.T. cuando declaró en una entrevista con la NBC: “Iba a despedir a Comey independientemente de la recomendación. Iba a despedirlo, pero no hay un buen momento para hacerlo, por cierto”. Sí, lo dijo y dijo también que el FBI era desde hacía un año “un descontrol” y que Comey sufría de una falta de confianza dentro de la agencia que dirigía... ¡Ah, sí! Pero ¿qué pasó entonces?

Nada del otro mundo, salvo que el director interino del FBI Andrew McCabe desmintiera a Trump ante una audiencia pública del Comité de Inteligencia del Senado cuando aseguró: "El director Comey gozó de un amplio apoyo dentro del FBI y aún lo hace hasta el día de hoy (...) Puedo decirles con seguridad que la gran mayoría de los empleados del FBI disfrutaron de una conexión profunda y positiva con el director Comey”. ¿Es esto un indicativo de desconfianza hacia el destituido Director del FBI? Y hasta Comey deja una carta al equipo del FBI y que difundiera la CNN donde reconoce “que un presidente puede despedir a un director del FBI por cualquier razón, o sin ninguna razón en absoluto”; si la forma en que se decidió su despedida fue adecuada o no, no pasaría más tiempo pensando en ella: “Está hecho ─ anota ─, y estaré bien, aunque los echaré mucho de menos y a la misión”. Y a continuación dice: “Ya les he dicho antes, en tiempos de turbulencia, que el pueblo estadounidense debería ver al FBI como una roca de eficacia, honestidad e independencia”. ¿Qué? ¡Honestidad e independencia! Esto dice más que lo que dejó escrito. No quiero ser suspicaz, pero me parece que se refiere a aquella propuesta que le hiciera D.T. de que le fuera fiel en un momento cuando toda la opinión pública de Estados Unidos está completamente polarizada ─ “tiempos de turbulencia” ─. Él no se comprometía a serle fiel a un presidente; él solo se comprometía a serle transparente, con honestidad e independencia... Y ya concluye su epístola Comey diciendo estas significativas palabras, que subrayo: “Es muy difícil dejar a un grupo de personas que se compromete sólo a hacer lo correcto. Mi esperanza es que mantengan los valores y la misión de proteger al pueblo estadounidense y defender la Constitución. Si lo hacen, aunque también estarán tristes cuando se vayan, el pueblo estadounidense estará más seguro”.

Cuando la metedura de pata de Comey, que fuera la causa eficiente para que Hillary Clinton no pudiera ganar la presidencia, Trump le felicitó. ¡Bien! Cuando asumió la presidencia, Trump, mediocre imitación de Fidel Castro, le pidió a Comey, tan al estilo castrista, que le jurara fidelidad; pero Comey a ello se negó, entonces, también tan al estilo castrista, Trump no se lo perdonó.

¿Qué pudiera ocurrir ─ pensaría Donald “Mr. Twitter” Trump, ─ si ahora, James Comey, entrevistado por los medios, filtra alguna cosilla que le ponga en mal sitio? ¡Cuidado!, parece advertirle al depuesto jefe de los servicios del FBI. ¡Hey, Mr. Twitter! ¿Qué te pasa? Defenestraste a Comey y ahora le adviertes, más bien le amenazas de que no vaya a hacer alguna filtración a los medios periodísticos de algo negativo para ti, el “presidente”. Muy al estilo de Vito Corleone advierte a Comey que pueden existir cintas secretas de sus conversaciones entre él y el presidente, y lo hace tempranito en la mañana ─ ¿Será que este hombre se acuesta temprano como las gallinas o tiene algún trastorno de sueño? ─. Está muy preocupado Mr. Twitter y tiene que estarlo porque despedir, destituir a Comey, cuando este está centrado en las investigaciones de los posibles vínculos existentes entre el gobierno de Rusia y los asociados de su campaña, lo único que ha podido conseguir es que las sospechas tengan más visos de certidumbre. Tal parece que D.T. compró cabeza, pero se asustó con los ojos. Y vaya lío armado ahora con las secretas cintas. WikiLeaks ofrece hasta cien mil dólares por obtener acceso a las mismas y hasta un grupo de congresistas piden que las mismas se divulguen o, al menos, que se pongan en conocimiento del Congreso.

Puedo creer que la abrupta decisión de Trump para despedir a Comey es un acto desesperado para intentar, inútilmente, cortar de un golpe todo ese jaleo de las investigaciones sobre los vínculos de su equipo de campaña presidencial con el Kremlin; el golpe final después de los misiles que arrojara sobre Siria, no para castigar a Al-Assad por sus crímenes, sino para que el mundo se creyera el cuento de que él, el gran Trump osaba retar a Vladimir Putin y así alejar las sospechas que le vinculan al Kremlin. Y señala certeramente el New York Times: “La mención del Sr. Trump de las cintas no hizo nada para disipar los ecos del Watergate escuchados en Washington esta semana. La destitución del Sr. Comey en medio de una investigación sobre los asociados de Trump sonó muy similar a la decisión del Presidente Richard M. Nixon en octubre de 1973 al destituir a Archibald Cox, el fiscal especial de Watergate, en un incidente que vino a ser conocido como la masacre de la noche de sábado”.

Pero, no importa lo que se oculte detrás del matorral. Los fieles seguidores de Mr. Twitter, que le creen y le justifican todo van a continuar apostando a favor suyo. “Hay que mantener un compás de espera, darle tiempo al tiempo para esperar que haga su trabajo y confiar que sobre la marcha ─ fíjense bien en lo que se dice ─ aprenda a gobernar”, así declaran los fieles y ciegos partidarios de D.T. Un compás de espera y la confianza de que vaya aprendiendo el oficio de gobernar, como si esto fuera aprender a capar cortando testículos. No hay que prestarle atención a lo que digan algunos pedantes creen los devotos de Mr. Twitter, como ese teniente general retirado de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos James Clapper, ex Director de Inteligencia Nacional que se ha atrevido a opinar diciendo: “Los padres fundadores, en su genialidad, crearon un sistema de tres ramas de gobierno iguales y construyeron un sistema de contrapesos. Yo siento que eso está bajo asalto y erosionándose”, y agrega: “Creo que, en muchos sentidos, nuestras instituciones democráticas están bajo ataque, tanto externamente -- y eso es lo principal, la interferencia rusa en nuestro sistema electoral -- y creo que nuestras instituciones están bajo ataque a nivel interno”. ¿A quién se refiere cuando dice esto último? ¿Acaso a Donald Trump? Y responde rotundamente: “Exactamente”.

Donald Trump está en desespero; en su juego de básquet político no logra hacer canasta. Sus decretos son detenidos por las cortes, las mujeres se manifiestan masivamente en su contra, no se detienen las marchas de protestas, su plan de desbancar el Obamacare ─ obra maestra del microcefálico Paul Ryan ─ no logra el consenso de su propio partido y cuando parece anotarse una canasta en un segundo intento de sostener su proyecto zombi recibiendo el sí de la Cámara de representantes en el Senado lo detienen, y. sobre todo, sigue el angustiante tema de la vinculación rusa... Así, Trump seguirá siendo noticia y dando palos de ciego, entonces...


Se aproximan vientos de fronda. La sombra ominosa del Watergate se proyecta sobre la Casa Blanca

domingo, 14 de mayo de 2017

Venezuela: Más allá de las Palabras

Fernando Yurman. Blog POLIS




¨Nadie sabe lo que puede un cuerpo¨ Baruch Spinoza


Después de semanas de épica resistencia de ciudadanos venezolanos contra la mayor desgracia de su era republicana, es difícil disimular las escamas del engendro. Una criatura informe que creció con la complicidad de muchísimos gobiernos y mafias que circulaban en su misma red de corrupción. Esa simpatía diplomática, un capitulo mayor en la Historia Latinoamericana de la Infamia, ahora destaca en su negro esplendor. Una entidad monstruosa que desde los delirantes orígenes chavistas evolucionó deformada de verborragia socialista, musculatura fascista, apropiación capitalista salvaje y vocación gangsteril. Su malignidad fue tenazmente desconocida por las figuras oportunistas de Podemos en España, la ultraizquierda fascista de Francia, la izquierda caviar de intelectuales necrofílicos de Argentina, la izquierda fascistizada por los oportunismos populistas que impregnaron el continente, la espiritualidad pragmática de un Papa saludador, y los románticos de café que suelen tener orgasmos con las imaginarias revoluciones latinoamericanas. Difícil entender el rango ético en las contorsiones a que arribó esa fauna. Sus posiciones, que años atrás preservaban cierta moralidad racional, una apuesta vaga por el bien genérico, justificaron abiertamente un maltrato cuya sangre les salpica en la cara.


La envoltura ideológica de izquierda, una referencia de la cultura occidental, amaga terminar en religión enfermiza, algo que otorga un suplemento de identidad, como las sectas o las certezas místicas. Carente de eficiencia, hace tiempo que rebota en la oquedad, un vacío que solo aplaca una dosis exaltada de pasión fascista. Solo eso explica la bonhomía ideológica persistente que guardan con los verdugos de un pueblo inerme. 


Cuando se leen artículos sin firmar que sugieren que hay dos bandos en las calles de Caracas, no un pueblo solo contra la monstruosa maquinaria asesina, se sabe que son escribas comprados. Equiparan la ciudadanía desarmada con la Guardia Nacional, la gente con el ejército corrompido y los sicarios pagos del gobierno.  Procuran una mirada mesurada, que preserve el equilibrio, como si estuvieran evaluando la puja de dos cantones suizos y no las calles sangrientas de un pueblo hambriento. 


Es sabido el esfuerzo de este régimen por construir el discurso de una guerra imperialista de cartón pintado, un panorama verbal que excuse el saqueo y los asesinatos a mansalva. Pero cuando la evidencia es dudada en niveles superiores, en plumas y voces que aparentan idoneidad y conocimiento, que parecen saber de una verdadera ¨guerra económica¨, y del terrible “imperialismo¨, y de la ¨formal democracia¨, uno se pregunta sobre la hondura de esos seres. Serán vocacionalmente brutos o infames, y vacilamos, no pueden ser tan infames, deben ser muy brutos, y luego, no pueden ser tan brutos, deben ser muy infames. Quizás sean equitativamente las dos cosas, pero lo cierto es que ven un pueblo aplastado por delincuentes reconocidos y solamente pueden hacer especulaciones adolescentes desde la ¨belle indiference¨ de su aparato ideologico. 


Harto de palabrería, un pueblo reunido por las redes digitales, salió a la calle casi sin líderes, con la honda certeza de su inermidad y su razón justa contra un gobierno forajido. No ¨amaneció de bala¨, como decía un verso legendario de la vieja izquierda, sino con decisión de resistir. Fué la represión, el acoso, el hambre programado, contra una voluntad popular tan difusa como genuina. Sin comida, usando un poco del excremento posible, las bombas llamadas poputov defienden y también ilustran simbólicamente ese lugar rebelde del cuerpo, el hambre que no los ha doblegado, y les permite echar a los opresores su verdadera sustancia. El ¨pupu¨, nombre venezolano del excremento, pone afuera la verdad desnuda de esta confrontación. 


Ya había aparecido un manifestante desnudo, luego una mujer mayor que ofrendaba su debilidad a una tanqueta, ahora son bombas de excremento, un testimonio del furioso interior y un rechazo del palabrerío ideológico. Es la zona desconocida del cuerpo social que sucede metafóricamente más allá de la palabra.


Cabe recordar que uno de los mejores cuentos fantásticos venezolanos se llama ¨La máquina de hacer Pupu¨, una suerte de ironía sobre las primeras y sombrías décadas del siglo XX, y ahora convertida en una ironía profética. El petróleo, a su vez, fue llamado literariamente ¨el excremento del diablo¨, y los balancines que pican la tierra de los yacimientos ¨los buitres carroñeros¨. También la corrupción pertenece a esa química de la fermentación, una administración delictiva que se pudre, y ha sido comparada con la falta de control de esfínteres, porque compulsa sin reglas y no diferencia afuera y adentro, lo propio y lo ajeno. Esta dimensión metafórica intestinal, que también expresa la convicción ¨hicieron mierda el país¨, está hoy en el aire, aunque no se nombre en un discurso. Sucede en una simbolización silenciosa, implícita e incesante.


Aquella pintura de Delacroix, ¨La libertad guiando al pueblo¨, y las fugas en ¨Los miserables¨ de Victor Hugo, difundieron las metáforas de barricadas y turbas del siglo XIX incluso entre los que jamás oyeron hablar de ellos. La corriente de gente impedida por el dique del poder, subyace en esas primeras gestas urbanas. Las calles son el lugar del tránsito público, no había barricadas en las guerras campesinas, y ese tránsito impedido a las ¨masas¨ se volvió también una metáfora. Casi todas las ideologías populares la sostienen sin explicitar, el pueblo como correntada y el poder como represa, en frases como ¨La marea de protestas anego el poder¨, ¨canalizaron el descontento¨, ¨no pudieron obstruir la confluencia de los pueblos¨, ¨ La voluntad política se abrió un cauce¨, ¨la represión impidió¨ , que suponen una corriente y un impedimento. Esa metáfora era tanto ideológica como urbana, basta recordar ¨El hombre de las multitudes¨ de Edgard A Poe, casi coetáneo con los tumultos de Paris en los ¨treinta¨ de ese siglo. Casi doscientos años viajaron esas metáforas en folletines y tratados, y cuando se agotaron malversadas (metáfora de la metáfora), y el cuerpo real no tuvo representación que lo manifieste, fue el excremento, como en la histeria el vómito, lo que trató de expresarse. En Caracas, donde los manifestantes tenían que escapar por la cloaca del Guaire, como Jean Valjean por las alcantarillas de Paris, es el excremento lo que guía al pueblo, un testimonio cabal del cuerpo sin banderas que está expulsando el mal envuelto en sus declaraciones mentirosas. Perdido el símbolo, es el signo físico lo que circula en esa violencia.



Walter Benjamin sostenía que la alegoría es al lenguaje lo que las ruinas son a las cosas, y Venezuela, una sociedad en ruinas, con un lenguaje pervertido por la mentira y la falsa emotividad ideológica, no puede sino alegorizar con su cuerpo, hasta que las palabras vuelvan a ser sustantivas. Las primeras protestas se llamaban ¨guarimbas¨, nombre que deriva de un juego de calle infantil, y que extiende en la protesta sus reglas de juego. La actuales, incesantes, impredecibles, temerarias, abandonaron ese nombre y están buscando el suyo. Las ¨poputov¨ son las primeras letras.