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domingo, 23 de abril de 2023

¿QUE PAZ EN EUROPA PRETENDE LULA DA SILVA?

Mario J. Viera



Luiz Inácio Lula da Silva, este distinguido personaje que actualmente es presidente del Brasil; éste, al que muchos le otorgan el apelativo de “progresista” o lo reconocen como uno de los principales líderes de la izquierda iberoamericana, le ha salido su vocación de “pacificador”. No sé hasta qué punto da Silva sea progresista; tal vez al interior de su país pueda otorgársele tal condición. Eso es asunto a definir por los brasileños; pero en el plano internacional, en su política exterior dudo que se le pueda considerar como progresista.

¿Cuán progresista pueda ser considerado un líder político que mantenga estrechas relaciones de “amistad y cooperación” con regímenes reaccionarios y decadentes como el que rige en Cuba, primero bajo la estricta hegemonía de Fidel Castro y posteriormente por la tan estricta del PCC? ¿Qué decir sobre el progresismo de alguien que, como Lula da Silva, tan solo llegar a la presidencia de su país se apure para retomar la amistad y la colaboración con la dictadura de Nicolás Maduro, de Venezuela? ¿Hasta dónde se puede considerar como progresista un jefe de Gobierno que rechaza firmar una resolución de la ONU condenando los abusos de los derechos humanos en Nicaragua? Ciertamente, más tarde, el gobierno de Lula expresó que estaba “extremadamente preocupado” por las denuncias procedentes de Nicaragua y prometió acoger en Brasil a aquellos refugiados nicaragüenses a los cuales el régimen de Ortega les despojó de su nacionalidad. Solo extremadamente preocupado; pero sin emitir un rechazo a la dictadura Ortega-Murillo.

Brasil forma parte del grupo de países organizados bajo el acrónimo BRIC, es decir Brasil, Rusia, India y China, fundado en 2006, durante el primer periodo presidencial de Lula da Silva y bajo la sombra protectora del canciller de Putin, Serguéi Lavrov. Ahora Brasil retoma su papel dentro del BRIC y es tan alentador este, que, en la gira latinoamericana del “compañero” Lavrov, fuera Brasil el primero en la lista del canciller del imperio ruso, entre los que se encontraban Venezuela, Nicaragua y Cuba. El propósito aparente de tal visita es la de estrechar los lazos diplomáticos entre esos países y la Rusia de Putin, aunque lo real es fortalecer el apoyo que estos cuatro países le brindan, tanto de manera enfática (Venezuela, Nicaragua, Cuba) o disimulada (Brasil de Lula) a los intereses de Putin en su guerra contra Ucrania.

Ya se había producido la visita de Lula da Silva a la China comunista de Xi Jinping, y ya había anunciado su misión pacificadora, en sintonía con el proyecto de paz chino, y tan elegantemente expuesta, que Lavrov, no se midió en su visita al Brasil para declarar sin tapujos: “La guerra que intentamos detener fue lanzada contra nosotros, utilizando a la población ucraniana”. Ahora bien, ¿qué tipo de paz propone Lula? Ya antes de su visita a China Lula había sido bien claro cuando rechazó enviar armas a Ucrania para su defensa frente a la invasión rusa: “Si mando munición ─ dijo ─, entro en la guerra y yo lo que quiero es acabar con la guerra”. ¿Parece lógico? Sí, pero hasta cierto punto, porque sin el suministro de municiones a Ucrania es posible que se acabe la guerra, pero al precio de la derrota militar de Ucrania.

Luego de su visita a China, Lula viajó a Emiratos Árabes Unidos y se entrevistó con el jeque Mohammed ben Zayed al Nahyan. Antes de regresar a Brasil le declararía a una rueda de periodistas: "Ayer hablé con el jeque sobre la guerra. Hablé con Xi Jinping sobre la paz. Y creo que estamos encontrando un conjunto de personas que prefiere hablar de paz que de guerra. Creo que tendremos éxito”. Entonces introduce el prólogo de su propuesta como mediador en la guerra en Europa: "El presidente ruso, Vladímir Putin, no toma la iniciativa de parar, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, no toma la iniciativa de parar. Europa y Estado. Unidos siguen contribuyendo a la continuidad de esa guerra. Tenemos que sentarlos en la mesa y decirles 'ya basta'". Sentenció entonces: “La decisión de la guerra la tomaron dos países”.

Habría que aclararle al pacificador, diciéndole: “No, Sr. Lula da Silva, la decisión de la guerra la tomó solo el dictador ruso; a Ucrania solo le quedó la decisión de defenderse de la agresión. Sr. Lula, no se puede igualar a Ucrania con Rusia. No se puede igualar al agredido con el agresor. Y agrega Lula diciendo sibilinamente: “Y ahora lo que estamos tratando de construir es un grupo de países que no tienen nada que ver con la guerra, que no quieren la guerra, que quieren construir la paz en el mundo ─ ¿Acaso como Cuba, Venezuela, o Nicaragua? ─, para que podamos hablar tanto con Rusia como con Ucrania. ¿Hablar con Ucrania, Sr Lula? Nada hay que hablar con Ucrania; con quien hay que hablar, y en términos fuertes, es con Rusia. Ucrania no atentó contra la seguridad de Rusia; Ucrania quería solo fundirse en el europeísmo, mantenerse independiente y soberana.

Y dijo Lula: “Europa y Estados Unidos acaban contribuyendo a la continuación de esta guerra”. ¿Por qué, por el suministro de armas a Ucrania? Lo que pretende el Sr.  Lula es dejar desarmada a Ucrania frente al agresor; es dejar, que una nación quede a merced del poderío de otra más poderosa, de aquella que cuenta con más recursos militares, que cuenta hasta con un arsenal atómico. Las declaraciones de Lula o son estúpidas o son simple, llana, y tajantemente sínicas. “Creo que tenemos que sentarnos en la mesa y decir: basta ya”, ¡correcto, hay que decir basta ya! Pero no como lo ve Lula y como desea que otros lo vean. Hay que decirle a Putin “basta ya”; y basta ya porque él es el agresor; porque en sus delirios nacionalistas no puede concebir que Ucrania sea un país verdadero; basta ya, porque tiene que detener el desastre humanitario que ha generado en Ucrania; y decirle, o basta ya, o todos los países democráticos del mundo echaremos a Rusia al tanque de los desperdicios, a su total aislamiento internacional.

Y vuelve al asalto, este sábado 22 de abril, Luiz Inácio Lula da Silva diciendo que está dedicado a la labor de restablecer la paz entre Rusia (la agresora) y Ucrania (la agredida), buscando a un grupo de países que faciliten las negociaciones, y lo cree así porque “es mejor encontrar una salida en una mesa que intentar encontrar una salida en el campo de batalla”.     

La única salida, no es una mesa de negociaciones entre agresores y agredidos. Para detener la guerra imperialista que Putin ha lanzado contra un país soberano, es, en primer lugar, condenar la agresión sin hacerle concesiones a Rusia a cambio de intercambios comerciales con el imperio ruso, de lo contrario, la salida se encuentra fatal y necesariamente en el campo de batalla con la derrota de los invasores por Ucrania.

La idea ─ afirma el carioca ─ es que pare la guerra, se sienten a negociar y conversen” ¡Vaya propuesta esta! ¿Qué tiene que negociar Ucrania con Rusia? ¡Nada! Exigir es lo que le corresponde a Ucrania, con todo el apoyo del mundo democrático, incluido Brasil, de que las tropas rusas abandonen el territorio ocupado en Ucrania, el acatamiento de sus fronteras y el reintegro del territorio de Crimea ─ anexado por la fuerza por Rusia─ a la soberanía del Estado Ucraniano. Otra cosa en contrario es tartufismo político de la peor especie.