Mario
J. Viera
Muchos
de los que creemos que no existe plena democracia donde no hay justicia social,
sin ser socialdemócratas, no necesariamente desconfiamos de las “leyes del
mercado”, sino de las deformaciones a esas mismas leyes por sistemas o teorías
económicas dirigidas solamente a la obtención del lucro. Es que no puede perderse
de vista que el mercado, tal como lo consideró, el que fuera canciller federal
de Alemania Occidental entre 1963 y 1966, Ludwig Erhard, “el mercado en sí”
es social; así la Constitución cubana de 1940, en su artículo 87 reconocía “la
existencia y legitimidad de la propiedad privada en su más amplio concepto
de función social”; o como el mismo Adam Smith expresara que, “ninguna
sociedad puede ser próspera ni feliz si la mayor parte de sus miembros son
pobres y miserables”. En estas dos consideraciones se asienta el principio
de la justicia social, que, para la Sra. Cruz, es un concepto o término indeterminado.
Confundiendo
estado de beneficio con socialdemocracia, la Sra. Cruz acierta en parte cuando
afirma que, “solo es posible en ambientes de prosperidad económica y en
culturas específicas”; en parte, porque para ello no existe especificidad
cultural, aunque sí se requiere de la prosperidad económica para poder
incrementar los beneficios sociales. Igualando estado de beneficio con la socialdemocracia,
Cruz se lanza contra esta afirmando que no es un camino hacia el crecimiento, “pues
está comprobado que sus políticas redistributivas modulan a la baja el
crecimiento económico”. Me pregunto, ¿qué estadísticas avalan esta
afirmación? Entonces, ¿qué decir de los sistemas nórdicos, a los cuales ella
define como un paradigma concreto para la socialdemocracia? ¿Qué
decir de Portugal? Portugal con una población de 10 295 909
habitantes (2019), donde durante décadas se han sucedido en el gobierno
socialistas y socialdemócratas, es un país desarrollado, con un índice de
desarrollo humano considerado como “muy elevado”, y con una alta tasa de
alfabetización. El país está clasificado en el puesto 19 mundial con mejor
calidad de vida, tiene uno de los mejores servicios sanitarios del planeta y es
considerado una nación globalizada y pacífica. Desde 1975, el panorama político
portugués ha estado dominado por dos partidos: el Partido Socialista (PS) y el
Partido Social Demócrata (PSD). Portugal, además, es un país activo dentro de
la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). ¿Qué decir de Gran
Bretaña, donde el gobierno ha sido ocupado en diferentes ocasiones por el
Partido Laborista (socialdemócrata)?
¿Cuál
es el principal contrario al que ahora mismo debemos enfrentar? ¿El poder del
régimen del PCC o la corriente socialdemócrata que en Cuba se alinea en contra
del sistema, al cual Cruz solo identifica como castrismo? ¿Los por ella
denominados “socialistas puros”, aquellos de ellos colocados del “lado de la
oposición más intransigente”? ¿Cuál es esa oposición más intransigente? Ella
no la identifica, aunque, en específico, la ubica por su procedencia; este
grupo de “socialistas puros” lo ve Cruz “entre los jóvenes universitarios”
y “donde más extendido está este grupo ─ asegura ─ y desde
donde más daño hace (…) es en una parte muy amplia de la
intelectualidad y la elite cultural criolla que desconoce, e incluso
rechaza aprender, principios básicos de economía e historia”. ¿Hacia dónde
apunta su índice, cuando se refiere a estudiantes universitario y hacia
artistas e intelectuales, integrados dentro de una oposición “intransigente”?
Las generalizaciones, no bien definidas de Rafaela Cruz, nos inclinan a la
suspicacia, porque para sus propuestas, caben muchas interpretaciones.
Ahora
bien, ¿Cuál es el sistema económico que la economista Cruz propone para una
Cuba posdictadura totalitaria (ella prefiere utilizar el término “poscastrista”)?
Así dice: “Cuba necesita máxima libertad de mercado, mínima
intervención estatal, enorme flexibilidad en el mercado laboral y minúsculos
impuestos”.
Máxima
libertad de mercado con mínima intervención
del Estado, es decir retornar al laissez faire. Al Estado se
le encomendaría cumplir, como su tarea principal dentro de la economía nacional,
ajustarse al principio básico del monetarismo de la Escuela de Chicago para controlar
la cantidad del dinero circulante. Ninguna regulación al sistema financiero de los
mercados crediticio, de valores, de seguros y de pensiones. Esa carencia de las
regulaciones bancarias, comenzando desde la época de Ronald Reagan en Estados
Unidos, hizo su implosión en la economía nacional en 2008, comenzando por el
mercado inmobiliario.
Enorme
flexibilidad en el mercado laboral,
un concepto surgido dentro de las directivas del neoliberalismo, es decir,
desregulación de ese mercado; eliminación de la actividad sindical de reclamo
de derechos laborales; y de los convenios colectivos de trabajo; la supresión
del derecho de escalafón; eliminación de regulaciones para contratar y despedir
empleados por parte de las empresas y organizaciones privadas; supresión de la
ley de despido justo aprobada en Cuba bajo los postulados de la Constitución de
1940. En definitiva, la flexibilidad del mercado del trabajo es un eufemismo
para ocultar la inseguridad laboral y los intentos de revertir los beneficios
logrados por los trabajadores en sus luchas sindicales. La flexibilidad, por
otra parte, oculta el deseo de los empleadores de hacerse más competitivos
mediante el expediente de hacer menos seguras las condiciones de empleo y no a
través de la tecnología avanzada o una fuerza de trabajo mejor capacitada. Como
han expuesto Manuel Alejandro Ibarra Cisneros y Lourdes Alicia González Torres
(La flexibilidad laboral como estrategia de competitividad y sus efectos
sobre la economía, la empresa y el mercado de trabajo), dentro del concepto
neoliberal “la protección del trabajador a través del estado de bienestar,
la representatividad del trabajador vía sindicatos, la estabilidad laboral y la
garantía de las percepciones salariales mínimas son vistas como una
"traba" que imposibilita el uso eficiente del factor trabajo y no
permite la adecuada maximización de las ganancias”. Salarios miserables, aparente
disminución del desempleo mediante la contratación a tiempo parcial de trabajadores.
Lo cual les impone la necesidad de asegurarse tres empleos como medio para
solventar sus necesidades existenciales.
Minúsculos
impuestos. Una vez suprimido el régimen del
PCC e iniciada la necesaria liberación del mercado, el erario público estará en
déficit, sin contar con los recursos necesarios para asumir sus principales
funciones de seguridad pública, de inversiones en la infraestructura nacional
en acueductos, alcantarillados, caminos, carreteras y puentes. Con la
aplicación de minúsculos impuestos, el Estado, luego del periodo de transición
a la democracia, tendrá que declararse en bancarrota o imponer elevados
impuestos al valor agregado (IVA) más allá del aceptable 10%. El empresario
pagará menos impuestos, pero el consumidor se verá obligado al pago de elevados
impuestos indirectos que les limitará su capacidad de compra de los productos
básicos de la canasta familiar. Como consecuencia se generará una amplitud en
el cabildeo y en el clientelismo, factores decisivos para la generación de la
corrupción pública.
No
resulta de ningún beneficio luchar para liberarse de una dictadura comunista
para caer bajo una dictadura neoliberal. Recuérdese que el Chile de Pinochet ─ un
régimen donde se violaban todos y cada uno de los principios del liberalismo
político ─, fue el laboratorio social para la práctica de los postulados de la
Escuela de Chicago. No resulta de ningún beneficio para el conjunto del pueblo
liberarse de las garras mafiosas de ineptos funcionarios comunistas, para caer
en las garras de una mafia de empresarios extranjeros ávidos de ganancias
seguras en un mercado laboral de bajos salarios. ¿Es esto lo que propone la
Sra. Cruz y el Diario de Cuba?
Cuba
no es un país industrializado; de la noche a la mañana no se hará el milagro de
la industrialización. La acumulación de capital para desarrollar la
industrialización nacional debe comenzar por el fortalecimiento de su sector
primario, donde la agricultura juega un papel trascendental, junto con su
potencial niquelífero. No debemos caer ni en una economía de hoteles ni, mucho
menos, en una de maquiladoras.
Por
otra parte, Cuba es un país que depende del mercado exterior. La liberación
nacional posibilitará que el mercado estadounidense se abra a Cuba; pero Cuba
no debe depender de un solo mercado externo, ese mercado debe diversificarse
hacia Canadá, América Latina, al mercado europeo y a los mercados del Asia
suroriental.
Ya
de entrada, con la desaparición del régimen comunista, de modo natural y hasta
espontáneo se iniciará la prosperidad económica de Cuba; para ello no se
requerirán fórmulas económicas exóticas, sino sentido común.
Rafaela
Cruz subtitula el último artículo de su trilogía como “la alternativa liberal”.
La alternativa liberal debe entenderse dentro de los siguientes principios: la
libertad individual mediante un marco jurídico que reconozca a todas las
personas como iguales con los mismos derechos y deberes; la división de los
poderes del Estado para la limitación de los poderes gubernamentales;
reconocimiento de los derechos civiles de libertad de expresión, prensa,
pensamiento y asociación para poder lograr sus objetivos, incluido en esto
último, la asociación política y la actividad sindical de los trabajadores; la
existencia de un estado de derecho establecido mediante los postulados de una
Constitución que asegure el debido proceso y el respeto a los derechos humanos;
la separación del Estado y la Iglesia; el ejercicio de la soberanía personal
mediante el derecho al voto para todos los ciudadanos que hayan alcanzado la
mayoría de edad legal. También existe un liberalismo social aparecido durante
el siglo XIX en Europa, que exige condiciones justas para todos por igual, y propone
la creación del gobierno como ente que propicie un marco regulatorio
igualitario para todos. De este modo, el liberalismo social se encuentra en la
mayoría de naciones que utilizan la democracia como sistema político dominante.
Esto provocó que los sistemas de salud, educación y otros servicios públicos
estén disponibles para todos por igual.
Rafaela
Cruz, en realidad, no propone una alternativa liberal, la suya es la
alternativa economicista del neoliberalismo. La alternativa que fuera impulsada
por declarados conservadores como Margaret Thatcher, premier de Gran Bretaña y Ronald
Reagan, presidente de Estados Unidos.
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