PARTE
SEGUNDA
Mario
J. Viera
Existe
hoy en Cuba un estado de preconvulción política y social, llámese como quiera
denominarse, de “cambio” de “situación de confrontación social o de
revolución”, ahí están las esporádicas manifestaciones populares de protesta
que se van produciendo a lo largo del país. Protestas que, además de exigir la
resolución de los acuciantes trastornos económicos a los cuales los altos
funcionarios del gobierno cubano no han sabido dar respuestas acertadas y
claras, son expresión de un rechazo generalizado al sistema, al régimen
impuesto en Cuba, una abierta posición iconoclasta de rechazo a los mitos
ideológicos y expresión de que el temor, el miedo a las consecuencias se va
perdiendo en un ambiente fuenteovejuno. No es la razón la que impulsa a cientos
y hasta algunos miles a expresar su descontento, sino la pasión y el élan de la
subsistencia, las necesidades vitales de alimentación y vivienda.
Estas
protestas, con cierto grado de espontaneidad, entusiasman a muchos que están en
el exilio, considerando que en sus manifestaciones sacudirán los pilares del
régimen, pero esto son solo apreciaciones muy subjetivas, pues estos actos de
protestas son como vientos fuertes que, sin embargo, no alcanzan nivel de
tornado. Pueden preocupar a los represores en un momento de sorpresa, pero sus
vientos se amainan y todo queda en nada por los muros de contención de la
represión organizada, o tal vez en la solución del gallo desplumado de Stalin.
El
combustible existe, solo falta el motor que impulse la fuerza de las masas, que
las organice, que las conduzca hacia un objetivo que solo puede ser político:
el derrocamiento del poder opresor y la toma del poder político.
En
todos los mecanismos de las protestas populares que vienen presentándose desde
el 11 de julio de 2021 estuvo ausente la fuerza de dos elementos poderosos e
indispensables para enfrentar a la dictadura del Partido Comunista de Cuba, el
movimiento sindical y el movimiento estudiantil, organizados bajo un plan
estratégico común de lucha y resistencia y un consensuado programa de nación.
La acción conjunta de estas dos fuerzas sociales ha sido demostrada en la
práctica en numerosos países, pues como señaló, el ya mencionado Ander Egg, en
las ciencias sociales se requiere de hechos verificados en su contrastación con
la realidad para poder llegar a la formulación de una hipótesis o teoría de la
resistencia popular, que debe cumplir con, lo que adelantó la ya también
mencionada Beatriz García, la comprobación de su reproducibilidad y
repetibilidad, y la posibilidad de predicción de sucesos futuros en base a
dichas hipótesis.
Es
preciso que el movimiento opositor dentro de la isla analice los resultados de
las manifestaciones de protestas que se han estado produciendo, considerar el
por qué no lograron poner en crisis al régimen comunista-fascistoide que rige
en Cuba; extraer toda la enseñanza útil que se desprende de esos hechos y
considerar qué debe tomarse en cuenta para poder influir en la conducción de
esos intentos espontáneos de protestas y reclamos.
Todas
estas protestas populares pueden inferir una conclusión política, pero lo
eminentemente político no ha sido el principal reclamo. Es necesario actuar
para influir en el desarrollo de las manifestaciones populares y darles a las
mismas un carácter fundamentalmente político, pero para ello se requiere
liderazgo, la capacidad de los opositores para actuar dentro de la población,
la capacidad de influir, la capacidad incluso de agitación política y ganar
apoyos, garantizar el número de masa crítica que se requiere para impulsar un
poderoso movimiento de resistencia popular de confrontación noviolenta.
Algunos
alegarán que esta labor es irrealizable; y sí, es irrealizable, pero solo
cuando se actúa sin el empleo de la razón, de la inteligencia y sin el no
buscar métodos imaginativos que faciliten emprender la tarea de captar
multitudes. Otros también adelantarán sus dudas conociendo que la Seguridad del
Estado anulará cualquier intento dentro de las organizaciones opositoras de ir
“más allá” de lo soportable. De inmediato, considerarán, las fuerzas represivas
irán a por los dirigentes de cualquier grupo opositor o disidente para impedir
que ellos puedan influir dentro de las masas populares para encauzar el
descontento popular en accionar político de resistencia cívica; y sí, coincido
con esa opinión, la oposición siempre ha actuado a cara descubierta y, por lo
general se organiza en una línea de dirección vertical. Ya es hora de actuar en
silencio, a la callada y no de manera pública; no son tiempos de reclamos
cívicos mediante procedimientos también cívicos. Los tiempos de ahora son los
de reclamos políticos, de exigencia política, de fortalecer el músculo y
enfrentar a la dictadura con el poder de las fuerzas populares.
Entonces
también algunos me echarán en cara, diciendo que para mí es muy fácil decir,
desde el exilio, lo que acabo de anotar. Por supuesto que yo me pongo no solo
en los zapatos sino también en las ropas de los que allá, en la isla están bajo
el monitoreo y el acoso constante y sistemático de aquellos que asumen la
dirección de los diferentes grupos disidentes/civilistas/opositores por parte
de los mercenarios que forman parte de los órganos de la Seguridad del Estado.
No
es fácil, se ha perdido mucho tiempo desde el estallido del 11 de julio de 2021
y siempre a la espera de lo irrealizable, que las protestas populares
espontáneas hagan quebrar al régimen, que tal vez el régimen bajo la presión
internacional se decida aceptar la ilusa y pueril propuesta de un “plebiscito
vinculante” o que se produzca un cambio nacido de las contradicciones y las
luchas por el poder que a soto voce existen entre las distintas facciones de la
élitecracia del PCC.
No
se requiere que los dirigentes de la oposición se pasen al clandestinaje, que
desaparezcan de la vida pública; lo que se requería y se requiere es entrenar a
los activistas de cada grupo opuesto al régimen del PCC en las propuestas de la
lucha no violenta, seleccionando a los más aptos y menos conocidos para
acometer las tareas de organizar y conducir a las masas oprimidas a la lucha
por los reclamos políticos que se requieren necesarios para quebrar la espina
dorsal del régimen dentro de un movimiento de resistencia cuyo liderazgo
resulte anónimo y horizontal.
La
resistencia popular a un régimen opresivo no es un arte sino la ejecución de
métodos ya probados efectivos y ajustados a las condiciones de cada país y a
las condiciones siempre cambiantes en medio de una confrontación política. La
ciencia, y algunos así lo han dicho, requiere réplica y verificación; la
ciencia impone técnicas precisas y sistemáticas; el arte, para su manifestación
requiere, como ha sido preceptuado, procesos cognitivos, perceptuales y
emocionales; o como lo ve el filósofo estadounidense Sydney Hook: “La
Madonna de Rafael sin Rafael, las sonatas y sinfonías de Beethoven sin
Beethoven, resultan inconcebibles. En la ciencia, por otra parte, la mayoría de
los hallazgos de un científico podría haberlos hallado perfectamente otro
científico de su mismo campo”.
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