martes, 2 de octubre de 2012

A un paso de lo imposible


Alonso Moleiro. TALCUALDIGITAL

Coronando con éxito una brillante y disciplinada estrategia de comunicación, que ha implicado un notable esfuerzo personal, Henrique Capriles Radonski se aproxima al final de la actual campaña electoral con una amplísima posibilidad de ganar las elecciones este domingo.

En este punto del desarrollo de la contienda podemos distinguir dos fuerzas de un tamaño relativamente aproximado, cada una de las cuales, sin embargo, vive dos circunstancias distintas: una de ellas, de acuerdo a todos los sondeos, avanza con claridad, se apodera de la voluntad de los indecisos y replica dos actos multitudinarios por día. La otra, la oficialista, con todo su arraigo, permanece estática. Sus amagos lucen repetidos, sus consignas recalentadas, la asistencia a sus actos irregulares, y su frecuencia bastante inferior.

En otra ocasión comentábamos que uno de los haberes fundamentales de Capriles ha sido el de metabolizar el discurso y el desempeño cualitativo de la oposición. A diferencia de lo que ha ocurrido en otros eventos, la creación del Comando Venezuela como plataforma política y electoral de la Unidad Democrática ha hecho realidad una directriz estratégica considerablemente depurada, cuya sola existencia supera con claridad toda la realidad preexistente.

Llegamos a la víspera del 7 de octubre y la encomienda está hecha: la Unidad Democrática está en su mejor momento. Ningún detalle ha quedado fuera: un discurso bordado con claves populares, que ha logrado domesticar a los cínicos y conoció un crecimiento espectacular con el paso de las semanas. Una postura inequívocamente cuestionadora en torno al desastroso estado de cosas actual, que no deja de hacer hincapié en restaurar los valores de la convivencia civil consagrados en la Constitución Nacional.

Una puesta en escena sencilla, estructurada con los motivos de la bandera nacional, sin aditamentos que la adulteren, con una consigna, "Hay un camino", que se adhiere con facilidad a cualquier voluntad para ser presentada en la calle como santo y seña.

Todo lo cual es el resultado de una estrategia previa que ya tiene unos dos años de duración, también claramente exitosa: la creación de la Mesa de la Unidad Democrática (instancia a la cual algunas miopías crónicas se empeñaron en regatearle sus méritos y posibilidades con tozuda mezquindad) como seno del comando político de las fuerzas democráticas; la consolidación de la estrategia unitaria de las elecciones parlamentarias; la exitosa consulta de las elecciones primarias de febrero de este año y la presentación del programa de gobierno de la Unidad, que tuvo lugar un poco antes.

Es este el corolario que nos ha colocado a un paso de aquello que, hace apenas unos años, lucía imposible: el desarrollo de una estrategia pacífica, constitucional y democrática que haga realidad la urgente necesidad de cambiar de gobierno. Un paso adelante para normalizar la vida nacional y hacer efectiva la meta de la reconciliación política con el chavismo.

El que quiera puede pasarle somera revisión al calamitoso estado de toda la oposición en un año tan cercano como el 2005 para calibrar cuánto se ha avanzado. Solemos olvidarlo: aquella oposición que tantos quebraderos de cabeza la trajo a la ciudadanía en virtud de la inoperancia, es hoy, gracias a esta secuencia de aciertos, una temible maquinaria que viene de menos a más, que todos los días capta nuevos adeptos y está hoy a un paso de ganar las elecciones.

Con un añadido: también a diferencia de lo que antes sucedía, gracias al vertiginoso crecimiento personal que ha experimentado Capriles como líder del descontento popular, hoy podemos afirmar que es, además, una oposición con liderazgo.

El país democrático, en este momento mayoritario, no tiene un abanderado exclusivo para ejercer contrapeso a un proyecto fraudulento y rupturista que le irrita y le perturba. Está acompañando a un líder al que respeta y en el cual cree de manera firme. Independientemente, incluso, de cuál sea el resultado de la semana que viene. En el desarrollo de la fragua, acompañado por literalmente todo el país nacional, Capriles Radonski se ha ido ganando la "auctoritas" necesaria para ser reconocido como el conductor político que los ciudadanos no tenían.

 La Grita, Valencia, Maturín, Maracay. Capriles Radonski ha dejado electrizados a todas las ciudades y pueblos que recorre. Su campaña electoral, con su ambiciosa y penetrante seguidilla de giras, será recordada como una de las más acertadas y completas de la historia electoral de este país.

 Mientras hago el recuento, me vienen a la memoria las apreciaciones del director de una firma encuestadora que tiene al Palacio de Miraflores como su principal cliente, y la de una conocida profesora universitaria de comunicación que quiere hacer pasar sus pasiones políticas por verdades académicas reveladas, afirmando que la coalición de fuerzas democráticas "no emociona a la población"; es "un jardín sin flores" o "no tiene proyecto de país".

La verdad es que, en un momento como este, cuesta no contener la risa ante estas enormidades. Se quieren hacer pasar por científicos y fundamentados, pero es obvio que están muy preocupados.

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