miércoles, 28 de abril de 2021

La disidencia cubana frente al castrismo

Del libro en preparación del mismo nombre

CAPITULO INTRODUCTORIO

Mario J. Viera

 


Cuando se analiza la historia del movimiento opositor pacífico en Cuba, se pueden distinguir cuatro etapas debidamente diferenciadas. La primera, es la correspondiente a la de los iniciadores, 1988 hasta el 1990 cuando se produjo la Crisis de las Embajadas; la segunda etapa, es la transcurrida desde 1990 a 1996, cuando quedó abortado el intento de acción opositora coordinada que fuera el foro de Concilio Cubano; la tercera etapa, se encuadra entre los años 1996, año de Concilio Cubano, y el 2003, año de la Primavera Negra de la oposición cubana. La Cuarta etapa es la actual, iniciada tras la Primavera Negra.

 

Cada una de esas etapas ha tenido sus propias y distintivas características. En cada una de ellas, la relación oposición interna/exilio ha tenido diversas formas de colaboración; desde una labor de cooperación y apoyo, hasta una de intromisión y control de las organizaciones internas por parte de organizaciones de exiliados, definidamente de corte derechista, sostenidas por jugosos grants federales, y estrechamente vinculadas con dirigentes del Partido Republicano de Estados Unidos.

 

La primera etapa fue la iniciativa civilista que generó el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, bajo el impulso de los vientos de perestroika y glasnost. El movimiento disidente se organizaba y se mostraba sin ocultamientos. Fue la época del gran reto, del reto inicial al castrismo y al Partido comunista (PCC), sin vinculaciones con los servicios de inteligencia de Estados Unidos, ni con alguna organización de exiliados que le motivara, controlara y dirigiera.

 

A partir de 1991 la influencia del exilio comenzó a sentirse en los grupos y organizaciones que se iban creando en la isla, destacándose en este sentido la poderosa Fundación Nacional Cubano-Americana de corte conservador y muy vinculada al partido Republicano de Estados Unidos. Mientras, en la primera etapa, los principales impulsores de las organizaciones civilistas defensoras de los derechos humanos se enmarcaban dentro de las posiciones de izquierda o de centro derecha, en esta nueva etapa, los grupos que se formaban en Cuba tendían, en lo general, hacia la derecha por influencia de la Fundación. En esta etapa, las figuras principales que influyeron entre los disidentes isleños están, en primer lugar, Luis Zúñiga, y Ninoska Pérez Castellón, principales voceros de la Fundación. La emisora La Voz de la Fundación recogía denuncias y proyectos procedentes de Cuba, por lo que ganaba una gran influencia entre los opositores, como ya, en esta etapa, comenzaron a denominarse, ellos mismos, los dirigentes de las organizaciones anticastristas.

 

En esta etapa los grupos opositores se incrementaron, hasta una cifra que sobrepasaba las 130 organizaciones. En Concilio Cubano, el foro unitario de la oposición llegó hasta reunir a más de cien grupos dentro de su sombrilla. No obstante, las membresías de muchos de esos grupos apenas superaban los cien miembros[1].


 En la etapa tercera, el movimiento opositor seguía incrementándose, así como también crecía la represión gubernamental. En esta etapa surgiría un nuevo movimiento dirigido a ofrecer la alternancia al periodismo oficialista, ofreciendo la otra versión de la realidad cubana: el periodismo independiente. 

Sobre este tema, hice el siguiente comentario en un artículo que escribí sobre el tema:

Los agentes del gobierno desplegaron todo su caudal represivo en contra de los que se atrevían a denunciar la verdad que ocultaba el régimen. Presiones de todo tipo, ataques desde las páginas de los medios oficiales, acoso por parte de la Seguridad del Estado, pero nada podía contener que la información independiente saliera al exterior.

Los que ejercíamos aquel periodismo, muchas veces contestario, pero siempre centrado en la verdad informativa, no contábamos con celulares, ni faxes, y muchos hasta no tenían teléfono propio. Pero transmitíamos. Luego comenzaron a surgir páginas web con sede en Miami que publicaban nuestras crónicas. El régimen acrecentó sus amenazas; así, con la excusa de la Ley Helms Burton dictó la represiva Ley 88, dirigida a acallar al periodismo independiente. La respuesta nuestra fue la de confrontar la ley y continuar nuestro trabajo. La Ley 88 no nos calló, ni aún en el 2003 cuando fueron sancionados 75 disidentes, entre los que se contaban activistas de derecho humanos y periodistas independientes, bajo los preceptos de aquella ilegítima normativa penal”.

Castro, preocupado con el crecimiento que iba tomando la oposición política, el vigor y la credibilidad que el periodismo ganaba, así como el activismo desplegado para la colecta de firma en apoyo al moderado y reformista Proyecto Varela, desató una fuerte represión en contra de opositores y periodista independientes en la primavera del 2003.

Así comienza la cuarta etapa, tras la represión de la Primavera Negra. Etapa cuando aparece el movimiento de las Damas de Blanco, junto al aletargamiento opositor, centrado ahora más en el exterior, y se dejaba controlar por las organizaciones derechistas del exilio.

Cuando se realiza un esbozo de la historia del movimiento opositor noviolento de Cuba, el análisis no puede centrarse solo dentro del marco estrictamente local, pues sería un enfoque parcial. Hay factores externos que también influyen en el desarrollo de la actividad opositora, como la política exterior de Estados Unidos con respecto a Cuba, de acuerdo con los lineamientos de cada administración estadounidense, el accionar de las organizaciones del exilio y las emigraciones cubanas, los intereses económicos del Estado cubano y de otras naciones, con las cuales Cuba mantiene relaciones diplomáticas y comerciales, las corrientes de opinión que, en un momento dado, existan en países de la América Latina y de Europa ,y hasta la política de las naciones más relacionadas con la situación cubana, como, pudieran ser, en específico, España, Brasil, México, Argentina, Chile y Venezuela.

Cuando se estudia o analiza un tema, tan de actualidad, como es la oposición noviolenta al poder del Partido Comunista de Cuba (PCC), resulta una tarea engorrosa mantener un análisis objetivo. Siempre, en el analista o en el historiador, influirá su posición ideológica con respecto a cómo entiende la relación antagónica entre el poder del gobierno de Cuba y los sin poder de la oposición civilista o política, la relación gobierno-pueblo; el monopartidismo o la dispersión de micropartidos.  

Pero, colocados desde el lado opuesto al régimen del PCC, no debemos convertir a la oposición noviolenta cubana en otro mito diferente al mito oficialista. No debemos idealizar a la oposición, sino, presentarla como pudiera presentarse cualquier otra corriente política, con sus características particulares, con sus defectos y con sus virtudes.

Se tiende a presentar a todos los que luchan contra la opresión como héroes intachables, eximios, casi elevados hasta las cumbres de Olimpo. Pero, aunque los opositores a un régimen autoritario, cerrado e intolerante, tienen algo de la esencia de la heroicidad, no son semidioses, son seres humanos que cometen errores, que poseen defectos, que también tiene virtudes.

Difícil y ardua ha sido, y es, la labor de los opositores cubanos, siempre colocados a las puertas de una prisión, por proclamar y exigir, lo que, en derecho internacional, no constituye delito alguno. Sufriendo vilipendios, denigrados con los más ofensivos epítetos, colocados en la marginalidad del ostracismo interno por el gobierno que los desprecia.

Hay elementos destacables en la historia de la disidencia u oposición interna. “Existe consenso entre los sociólogos políticos ─ anota Enrique S. Pumar[2] de que la fuerza de la sociedad civil se correlaciona positivamente con una transición pacífica a la poliarquía. Además, la tolerancia del régimen hacia su oposición es el mejor indicador de si ha habido o no reformas políticas significativas en Cuba hoy en día”. Estos dos factores presentes, a lo largo de toda la era del castrismo y del régimen impuesto por el Partido Comunista, marcan la contradicción fundamental presente en el desenvolvimiento político en la sociedad cubana. Así Pumar plantea dos preguntas claves: “1) ¿Es la oposición interna capaz de contribuir a la ruptura del régimen autoritario? (2) ¿Puede la sociedad civil política exacerbar la crisis de legitimación de Cuba e iniciar el proceso de transición?”

La respuesta a la primera pregunta de Pumar, se puede responder diciendo, hasta ahora no ha sido posible, y esto se debe a diferentes razones, la primera de las cuales es la total intolerancia de un régimen totalitario, donde se conjugan, en un mismo ente político, el fascismo con el comunismo, a cualquier manifestación de disenso o iniciativa independiente de los lineamientos oficiales. No hay enemigos pequeños para el régimen; cuando hace aparición algún movimiento que pudiera constituir un reto serio a su hegemonía, el régimen no escatimará acciones represivas y descalificadoras contra ese movimiento. Hará todo lo posible para debilitarle con la cárcel, el acoso constante a sus activistas, la infiltración de agentes provocadores en sus estructuras y el destierro. Así ocurrió con el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba; así ocurrió con la organización Criterio Alternativo y ocurrió con el Movimiento Cubano de Jóvenes por la Democracia, y a la Unión Cívica Nacional, entre otras, hasta el punto de debilitarles hasta la extenuación o hacerles desaparecer por el procedimiento del destierro de sus líderes y activistas. Así fue el procedimiento seguido para hacer abortar el foro opositor de Concilio Cubano en 1996 y el empleado en la represión del 2003 para frenar el empuje opositor y la credibilidad creciente del periodismo independiente.

La segunda de las razones está en la dispersión de todo el movimiento opositor y en la incapacidad, hasta ahora mostrada, de llegar a un consenso de acuerdo unitario, cada uno disputándose la preeminencia sobre los otros, y la influencia perniciosa de las organizaciones de derecha radical del exilio con la pretensión de controlar todo el universo de la oposición interna.

Ahora bien, a la segunda pregunta formulada por Pumar se puede contestar afirmativamente. Sí es posible; pero para ello, los grupos opositores debieran abandonar el tribalismo, salir a hacer labor de proselitismo, para organizar el apoyo cívico, tanto activo como pasivo de la población; volcarse más hacia el interior, contar con el apoyo del exilio sin perder su propia autonomía, y ejercitarse en los procedimientos de las técnicas de la resistencia noviolenta desarrolladas por Gene Sharp y Srdja Popovic.

Frente a los intentos de anulación de la disidencia y de la oposición por parte del régimen, el disenso político se ha comportado como la Hidra de Lerna, por cada cabeza que se le corta aparecen más grupos enfrentados al régimen del PCC. Bien dice Enrique S. Pumar, cuando dice: “Los disidentes cubanos no son tan débiles e impotentes como afirman los expertos simpatizantes del régimen ni son tan robustos como afirman sus partidarios. Los disidentes han demostrado una enorme resiliencia”. Esa resiliencia, siempre presente, dentro de la oposición interna, permite generar un espacio para la esperanza.



[1] Algunas organizaciones, como el PPDHC, Bloque democrático José Martí de El Cubanito y el Partido Solidaridad Democrática llegaron alcanzar una integración que sumaban muchas centenas de adherentes

 

[2] Enrique S. Pumar. The Internal Opposition and Civil Society: An Assessment. (La oposición interna y la sociedad civil: una evaluación) https://www.ascecuba.org/c/wp-content/uploads/2014/09/v09-pumar.pdf]




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