viernes, 22 de marzo de 2024

SALIR DE RON DE (SANTORO-DESASTRE) DESANTIS PARA ENCONTRAR A SARAH (MENTIRA) HUCKABEE SANDERS, NO HAY GANANCIA ALGUNA

 

Mario J. Viera

 

Sarah

Ron

Así parece que es mi cruel destino. Dejé Florida para venir a vivir a Arkansas, más que la distancia geográfica es como dejar en cero el espacio, no hay, no existe cambio alguno, es lo mismo con lo mismo, es dejar detrás lo peor para también llegar a lo peor. Sí, es posible un cambio, el de las apariencias; es el cambio del atildado Ron DeSantis a la desaliñada Sarah Sanders; apariencias personales, pero, ambos están cortados por la misma tijera, y son como las dos caras de una idéntica moneda falsa, y  marionetas del mismo titiritero, Donald Trump.

¡Claro que son marionetas del trumpismo y fieles al líder supremo de toda esa parte turbia del republicanismo! No importa que Desastre, perdón DeSantis, haya osado discutirle a Trump la primacía en las primarias republicanas, luego que antes le había lamido el orto al magnate neoyorkino para ganar su apoyo en las elecciones para gobernador de Florida. Un error de cálculo, ¡cualquiera lo comete!, pensó que podía disputarle a Trump la supremacía republicana, si es que bien pudiera ser la misma cara de Trump pero un poco más amable y de este modo ganar el apoyo de cierto sector del republicanismo que no se traga al expresidente, quizá pensaba tener una misión de Dios para la presidencia. Se equivocó, no tuvo presente ese candor fanático de las turbas de supremacistas blancos, de esos ortodoxistas evangélicos, de esa piara de nacionalistas tontos que adoran a Trump como un día, según la Biblia los hebreos invasores en Canaan adoraron al bisonte de oro. Pero como quedó expresado en CNN, DeSantis “parecía tenerlo todo: dinero e impulso detrás de él, una trayectoria convincente, un argumento generacional y una historia de éxito que compartir. Algunas de las primeras encuestas le daban ventaja sobre Trump”; pero todo resultó equivocado, no llegaría a convertirse en la otra cara del trumpismo. De fracaso en fracaso decidió abandonar las primarias, y es de suponer, inclinarse ante el toro rojo y decir: "Para mí está claro que la mayoría de los votantes de las primarias republicanas quieren darle otra oportunidad a Donald Trump". Ni tardo ni perezoso anunció su total apoyo a la candidatura de Trump y soltó alguna diatriba disimulada en contra de la única precandidata que retaba a Trump en las primarias, la testaruda Nikki Haley. Quizá ahora DeSantis siga pensando que cumple misión divina para llegar a ser presidente de Estados Unidos, pero tratando ahora de congraciarse con el germano-americano, por si este llega a ganar las elecciones en noviembre.

La otra cara de la moneda es esa figura mal presentada que ganó la gobernatura de Arkansas, con el apoyo de Trump, la que fuera secretaria de prensa durante un tiempo en la administración Trump, Sarah Huckabee Sanders, tan conservadora, esto una manera suave para referirse a los reaccionarios en política. ¿Quién no la recuerda de sus apariciones ante la prensa retocando las barbaridades lingüísticas y las salidas absurdas de Trump?, que como alguien anotara daba entre risa y asco escuchar sus malabarismos para justificar todas las mentiras del Donald. Mentiras tras mentira.

DeSantis acaso es menos mentiroso que la Sanders, aunque nunca de él no han dejado de existir alguna que otra mentira de politicastro, pero ¡Hay tantos politicastros en Estados Unidos! Casi todos dicen mentiras tras mentiras.

Sanders y DeSantis tienen mucho en común, aparte de sus mentalidades reaccionarias, el desprecio hacia los diferentes, sean estos inmigrantes o miembros de la comunidad LGBTQ y su hipocresía provida. El uno y el otro son muy piadosos, tanto que no sienten resquemor ante la separación de los hijos de sus padres inmigrantes indocumentados, sin importar que un periodista le espetara a la Sanders cuando era secretaria de prensa de Donald Trump: "¿No tienes empatía? Vamos, Sarah, eres madre. No sientes empatía por lo que esta gente está pasando". Claro que no, ella cree en Dios y en la misión que a cada cual le ha asignado, como decidir que Trump alcanzaría la presidencia en 2016. Así le dijo a David Brody y Jennifer Wishon de CBN: "Creo que Dios nos llama a todos para desempeñar diferentes roles en diferentes momentos y creo que Él quiso que Donald Trump se convirtiera en presidente y por eso está allí”. Entonces Dios, si tal cosa hubo deseado habría que considerarlo como un sacrosanto imbécil.

Si DeSantis deporta a los inmigrantes indocumentados hacia diferentes estados de gobiernos demócratas, la Sanders el año pasado envió tropas de la Guardia Nacional a la frontera de Texas con México, y se comprometió en volverlo a hacer si fuera necesario en apoyo a las medidas anti inmigrantes del gobernador de Texas Greg Abbott, como el Senate Bill 4 (SB4), Ley por la cual se le otorga potestad a los jueces para dictar sentencia de privación de la libertad o deportación a México. Para esta Ley el ingreso y la permanencia sin la documentación debida en el estado será considerada como crimen y su violación podría acarrear penas de prisión de hasta seis meses por la primera vez y hasta un máximo de 10 a 20 años por reincidencia.

Abbot es un baldado físico, y tal vez, un poco mentalmente, que se cree a sí mismo como capaz de retar al mismísimo Heracles haciendo caso nulo de que, el gobierno federal es el único facultado con la potestad para dictar leyes de inmigración y “decidir cómo y en qué situaciones expulsar personas extranjeras sin ciudadanía por violar las leyes de inmigración” como lo ha hecho claro el vocero de la Casa Blanca Ángelo Fernández Hernández,

Claro está que la Sarah no tiene esa angustiosa preocupación que sufre Abbot con tanta gente no blanca cruzando por la frontera texana, Arkansas no es un punto de interés para los inmigrantes que buscan encontrar un mejor lugar donde poder vivir y tener esperanzas. Claro está que ni Abbot, ni Sanders, ni DeSantis lo que los mueve no es asegurar las fronteras, para ellos lo malo está en eso que piensan es contaminante de la cultura blanca, de la cultura del cristianismo nacionalista, la de la gente del KKK, los neofascistas, los Proud Boys, los del Qanon, la misma retórica de Trump cuando en New Hampshire dijo que los indocumentados “envenenan la sangre de Estados Unidos”, no es defenderse ellos mismos, porque ¿de qué enemigos tienen que defenderse ante la supuestamente deliberada falta de acción del Gobierno de Joe Biden? ¿Enemigos, esa gente desesperada por la falta de oportunidades en sus países de origen, por la miseria, que huyen del poder de las bandas del crimen organizado que sus gobernantes no han sido capaces de erradicar? ¿Enemigos, una multitud que viene con sus hijos pequeños, dispuestos a hacer los trabajos más humildes y mal remunerados, que, por lo general, rechazan los ciudadanos estadounidenses? ¿Enemigos? No son bandas de narcotraficantes que intentan incrementar sus negocios en Estados Unidos; esos los narcos, no se las juegan cruzando las fronteras como indocumentados, ellos tienen sus propios medios, que no pueden detener ni alambradas de púas colocadas sobre las aguas del Rio Bravo, ni de monumentales muros trumperos. Quizá los verdaderos enemigos de Estados Unidos sean internos, los de cuello blanco, muchos de los que ocupan curules parlamentarios y asientos de gobernaturas; esos que se pasan por sus partes púdicas no solo la letra sino también el espíritu de la Constitución estadounidense.

Habló Biden en su discurso sobre el estado de la Unión. "Mi predecesor (no le dedicó una mención al nombre de Trump) incumplió el deber más básico que cualquier presidente le debe al pueblo estadounidense: el deber de preocuparse", cuando trató con descuido la pandemia de COVID. “Eso es imperdonable”, remarcó, luego volvió contra Trump nuevamente: “Algunas otras personas de mi edad ven una historia diferente: una historia estadounidense de resentimiento, venganza y retribución”, si porque Trump no es un mozalbete, es un anciano algunos pocos años menor que Biden, de hecho, cinco años. No se detuvo y puso en claro: “Heredé una economía que estaba al borde del abismo”; ¿de quién heredó esa economía? Pues de quien más sino de Trump, para recalcar luego: “Ahora nuestra economía es la envidia del mundo”.

Pero hubo una réplica republicana al discurso del estado de la Unión de Biden. ¿A quién designó la Dirección Nacional republicana para tal tarea? Pue a la mismísima Sarah (liar) Huckabee Sanders.

Pues la gober de Arkansas comenzó su diatriba en contra del discurso sobre la unión de Biden, diciendo y repitiendo siempre los mismos argumentos que desde la época del Tea Party, continúa sosteniendo la derecha radical del republicanismo. ¡Ah, pero también dijo dos verdades, dos verdades que no se ajustan a los principios del caucus denominado “de la Libertad” cuya trinchera se abre dentro de la Cámara de Representantes, compuesto por una excrecencia de lo más destacado de la ultraderecha y, evidentes putinistas!

Y esas dos verdades que se les escaparon a la Sanders fueron: “The America we love is in danger”, y “The dividing line in America is no longer between right or left; the choice is between normal or crazy”.

¡Grandes verdades, dichas por alguien que ha demostrado ser una antinomia, una contradicción de lo que ella y DeSantis, Abbott y muy principalmente Trump en verdad creen, porque la democracia en Estados Unidos evidentemente está en peligro si Donald Trump ─ ¿Por voluntad divina? ─ ganara las elecciones de noviembre. No caben dudas de que hoy por hoy, con las turbas trumpistas queda demostrado, que lo que divide a Estados Unidos no es la cordura, sino la locura de las turbas de supremacistas blancos y de neofascistas que siguen ciegamente a Trump.

Pues ¡Nada! Salir de Ron DeSantis para llegar a Sarah Huckabee Sanders, no hay nada ganado.     

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