viernes, 16 de abril de 2021

UN ANALISIS CRITICO DEL MANIFIESTO 27N

 Mario J. Viera

 


Aquel impulso del 27 de noviembre del pasado año, iniciado con la plantada de más de 300 jóvenes artistas e intelectuales frente a la sede del Ministerio de Cultura de Cuba, generó el renacer de una esperanza, ya casi perdida por décadas de la intolerancia política de la alta dirección del Partido Comunista de Cuba (PCC).

 

El 27 de noviembre fue, como el retorno a los inicios de la lucha en Cuba en pro de los derechos humanos iniciada por el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, fundado por Ricardo Bofill, y dirigido a una confrontación al régimen, civilista y noviolenta. Ayer, como hoy lo proclama el movimiento 27 de Noviembre, fue la expresión de una voluntad de participación, en aquel presente, y en el futuro de Cuba.

 

El pasado 12 de abril, el N27 hizo público un manifiesto pletórico de idealismo y buenas intenciones, donde, de manera sucinta, exponía sus lineamientos y fundamentos generales, tales como, la búsqueda de “un país inclusivo, democrático, soberano, próspero, equitativo y transnacional”; la libre expresión que “no constituya un acto de valentía, sino que sea una consecuencia natural del pensamiento autónomo”; alcanzar una sociedad “donde no exista el odio político, la violencia policial, la represión, la censura, la manipulación mediática, la violación de la privacidad, los actos de repudio; en fin, las prácticas abusivas de poder ejercidas por una dirección política centralizada, militar y partidista, que discrimina y anula a quienes disienten, violando sus derechos humanos”; es decir, “construir un país más digno y justo para todos los cubanos”.

 

Como sus fundamentos básicos, el Manifiesto del 12 de abril, expone: 1.- comunidad abierta, diversa, impulsada principalmente por jóvenes artistas e intelectuales. 2.- rechazo al “verticalismo de liderazgos tradicionales” a favor del liderazgo horizontal. 3.- movimiento no político, sino cívico. 4.- Actuar de manera pública: “No actuamos en secreto pues nada ilegal hacemos”. 5.- accionar “cívico, pacífico, solidario, dialogante”. 6.- No existen fines de lucro ni influencia de intereses extranjeros u organizaciones políticas”. 7.- Ajustados en el “principio político y jurídico, recogido en la Carta Internacional de Derechos Humanos, así como en la Constitución de la República de Cuba aprobada el 19 de abril del 2019”,  

 

Vistos estos pronunciamientos de manera superficial, atraen, resultan hasta simpáticos; pero cuando se analizan, de modo más profundo, se puede llegar a otras conclusiones de carácter pragmático, que no coincidirán necesariamente con los pronunciamientos del Manifiesto N27. Primero, ¿existe una total contradicción entre propuestas cívicas y accionar político? Es posible que algunas propuestas cívicas, que aspiren a la formación de “un país inclusivo, democrático, soberano, próspero, equitativo, donde no exista el odio político”, pudiera alcanzarse por medio del diálogo abierto entre la población, con educación y cultura de civilidad, con llamados de consejos a un gobierno electo democráticamente, con propuestas de reformas; pero, si además se aspira a suprimir “la violencia policial, la represión, la censura, la manipulación mediática, la violación de la privacidad, los actos de repudio; las prácticas abusivas de poder ejercidas por una dirección política centralizada, militar y partidista, que discrimina y anula a quienes disienten, violando sus derechos humanos”, ¿solo con métodos exclusivamente cívicos se puede alcanzar este propósito?

 

Cuando se trata del poder de una dirección política centralizada, militar y partidista, como es el Partido Comunista de Cuba; cuando se trata de un gobierno cerrado a todo concepto de civilidad, como es el existente en Cuba, bajo el régimen del PCC, ya el tema es completamente diferente. Se trata de hechos eminentemente políticos que deben ser resueltos por medios políticos, pero no por los medios políticos tradicionales, propios de sociedades democráticas, de luchas parlamentarias, de campañas mediáticas y electorales. Un sistema totalitario no admite diálogos, ni aperturas democráticas de libre expresión, y libertad de prensa, solo exige obediencia, fidelidad y unidad en torno a su poder. El Partido Comunista no admite quiebras en su muro de poder. ¿Reformas? Solo las que nacen de sus propios congresos dirigidas a mantener su poder monolítico.

 

Estas propuestas del 27N son una simple manifestación de idealismo y de puerilidad política. Para alcanzar reformas democráticas frente al despotismo del PCC se requiere primero demoler su régimen y alcanzar el poder político.

 

¿Qué más? El M27 se propone como una comunidad abierta y diversa, lo que no está mal, y lo que debieran proponerse todos los grupos y todas las organizaciones opositoras y disidentes al interior de Cuba, para que, en las mismas, pueda “formar parte cualquier ciudadano cubano, independientemente de su ideología, ocupación, lugar de residencia, etc., siempre que lo acompañe la honestidad, el civismo y el respeto hacia la libertad de expresión”.

 

Muy bien también es su propuesta de no perseguir fines de lucro y de no admitir “influencia de intereses extranjeros u organizaciones políticas”, un rechazo implícito al plattismo, a los que viven de los subsidios federales concedidos a organizaciones “sin fines de lucro” del exilio, y a la manipulación por parte de las organizaciones de derecha radical del exilio.

 

Muy adecuado el rechazo que hacen al “verticalismo de liderazgos tradicionales”, lo que significa ser partidarios del liderazgo horizontal. Concepto este válido y correcto. No obstante, existe un error de interpretación en estos dos conceptos. Y lo explico. Todo movimiento, sea este cívico, político, ambientalista, el que sea, requiere de un centro de dirección, que organice, coordine e impulse las acciones de ese movimiento. Sin ese centro de dirección, no existe organización. El liderazgo horizontal conlleva la posibilidad de que, los núcleos de activistas, no estén impedidos de tomar iniciativas, acordes con las condiciones presentes en determinados momentos y lugares, pero siempre, y en todo caso, esas iniciativas no pueden colidir con los lineamientos básicos de la organización. Un ejército en combate cuenta con un Estado Mayor que elabora la estrategia de acción, dirige las operaciones y coordina con los mandos inferiores. Esos mandos inferiores, actúan de acuerdo a la estrategia establecida; sin embargo, durante las operaciones de combate, los oficiales a cargo, en la primera línea, puede acometer iniciativas dirigidas a detener la ofensiva enemiga o reaccionar ante una situación inesperada. Eso es, liderazgo horizontal.

Desconocer el principio básico de un centro de dirección a favor del debate y la generación de consensos, respondiendo a la diversidad de la membresía, sin el control de un órgano superior, no precisamente propicia “prácticas más democráticas”, sino un verdadero embrollo para la toma de decisiones en colectivo, dentro de los diversos grupos de trabajo, sin importar que se realicen “bajo una dialéctica constante”, o lo que es lo mismo, bajo un mecanismo “constante” de dialogar y discutir para llegar a acuerdos. Todo un divertimento intelectualista.

 

Por último, el Manifiesto pone su basamento en un “principio político y jurídico basado en dos fuentes de derecho; una de estas fuentes es la Carta Internacional de Derechos Humanos. Ahora bien, la segunda fuente de derecho a la que hacen alusión directa, constituye un verdadero suicidio político, la Constitución originada, redactada y aprobada dentro del Buró Político del PCC y ratificada por medio de un referendo amañado y puesta en vigor el 19 de abril de 2019. De hecho, el 27N legitima esa Constitución y se ve compelido a aceptar todos sus postulados, incluyendo lo dispuesto en sus artículos 4 y 5.

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