Mario J. Viera
José Daniel Ferrer ha levantado su huelga
de hambre y retorna
a sus actividades de auxilio a personas necesitadas en Santiago de Cuba. Ya, en
la cocina de su vivienda, comienzan a elaborarse los alimentos que su
organización, UNPACU, reparte. Madre Teresa de Calcuta se sentiría muy feliz
ante tal cristiana labor. La Mesa de
Unidad de Acción Democrática (MUAD) celebró como "una victoria de la
UNPACU y de la razón" el cese del cerco policial, según se comenta en
Diario de Cuba. Es que la MUAD es también muy cristiana y es capaz de ofrecer
la mejilla izquierda a quien le abofetee su mejilla derecha; recuérdese que
Ferrer, en junio de 2016, se separó de la MUAD.
La Mesa de
Unidad de Acción Democrática, según sus propios postulados, prioriza el diálogo
y el consenso, como fundamento de un nuevo contrato social, “en el que todos
seamos vencedores”, de acuerdo con lo establecido en su programa mínimo Todos Cabemos, la MUAD se manifiesta en
contra de la represión social, la persecución política, la discriminación de
cualquier signo, y, reclama, la restitución de los derechos laborales y
económicos al conjunto de la ciudadanía. Exige la inmediata ratificación de los
Pactos Internacionales de Derechos Humanos y su aplicación rigurosa como demanda
esencial, definidos por esos pactos, el respeto de sus disposiciones, y la
coincidencia del país en torno a sus aspiraciones aparecen, para la MUAD, como
un punto de inicio inequívoco en la restauración de la esperanza colectiva de
una Cuba donde “todos, y cada uno de los cubanos, cabemos”. Obsérvese bien este
último enunciado: “todos, y cada uno de
los cubanos, cabemos”. ¿Todos, sin exclusión?
Cuando
analizamos los postulados de la MUAD, podemos apreciar que sobra uno de sus
objetivos y falta el más importante que debiera haber estado incluido. Ese
objetivo, ignorado, omitido es la decisión de alcanzar el poder, objetivo este
a priorizar, por encima de la propuesta de diálogo y consenso. El fundamento de
un nuevo contrato social, bajo un régimen de dictadura totalitaria, reacia al
diálogo, opuesta a cualquier propuesta de reformas democráticas, es la toma del
poder político y, luego de alcanzar ese poder, entonces. y solo entonces, es posible
priorizar la supresión de la represión social, la persecución política, la
discriminación de cualquier signo; asegurar la restitución de los derechos
laborales y económicos al conjunto de la ciudadanía, y la inmediata
ratificación de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos y su aplicación
rigurosa. Sin ese principio básico y medular, la MUAD es solo una organización de
carácter civilista y no una definida claramente como organización política con
proyecciones políticas. El civilismo solo se conjuga por medio de reformas; lo
político, en cambio, se conjuga como lucha para alcanzar el poder.
Con solo el
hecho de hacer obras de caridad, o solicitar y confiar en utópicos diálogos con
la dictadura, no se llega al poder político.
Diálogo; ahora
parecen estar de moda los proyectos dialoguistas. Tanto la Mesa de Unidad de
Acción Democrática como el Movimiento San Isidro (MSI) se inclinan a buscar
soluciones por medio del diálogo: Así lo entiende la MUAD: "Insistimos en el diálogo de la manera que
está consignado en nuestro Programa Todos Cabemos, donde declaramos nuestra
voluntad de conseguir establecer un diálogo nacional inclusivo que
promueva y facilite la aplicación de los derechos reconocidos en los Pactos
Internaciones, recogidos en la Carta Internacional de Derechos Humanos,
incluyendo los de la Organización Internacional del Trabajo".
Así lo ve el
MSI: "Lograr soluciones pacíficas y
cívicas es parte inalterable de la misión de nuestro movimiento. Lo único que
queremos que abunde en Cuba es la prosperidad, el progreso y el respeto a
nuestra dignidad como seres humanos libres. No apostamos por el conflicto,
proclamamos la paz".
En marzo, como
reportó, el pasado 15 de marzo, el diario virtual 14 y Medio, el MSI lanzó una
plataforma para convocar a un “diálogo nacional" con todos los actores de
la sociedad, incluyendo el Gobierno, y construir una Cuba que represente
"un hogar seguro para todos", además de superar la grave crisis que
padece la nación a través de "soluciones pacíficas y cívicas".
Aseguró 14 y
Medio que, Luis Manuel Otero Alcántara puso sobre la mesa el dilema, al
declarar que "no puede haber un
diálogo en Cuba sin la parte sistémica, sin la parte régimen", pero
que ello "tiene que ser con carácter". No obstante, continúa 14 y
Medio, al día siguiente, el MSI aclaró que "el Gobierno cubano jamás ha querido hablar con las y los cubanos"
y que la propuesta de diálogo "no lo incluye". "Esto es un diálogo ciudadano para debatir
entre nosotros el futuro de nuestro país". ¿Solo eso?
Soluciones por
medio del diálogo; reformas por medio del diálogo, ¡Nada nuevo en Cuba! La
historia recoge otro intento de diálogo adelantado por los independentistas a
la búsqueda de un armisticio en la Gran Guerra iniciada el 10 de octubre de 1868.
Fue entonces un diálogo que, cuando el Comité del Centro decidió no seguir
apostando por el conflicto y proclamar la paz, concluyó en un pacto, firmado
por los mambises, con el general español Arsenio Martínez Campos, el 11 de febrero de 1878: El Pacto
del Zanjón.
¿Qué motivó que
el campo mambí diera los pasos para un diálogo con Martínez Campos? La guerra
se extendía por años con gran desgaste del impulso insurrecto. No se lograba
doblegar al ejército peninsular y se manifestaban, dentro del mambisado, los
mismos males endémicos, casi congénitos, que marcan a los cubanos, un significante
regionalismo presente en el Ejército Libertador, divisiones y pugnas internas,
y un apoyo escaso de parte de la emigración. ¡En fin, desencanto y frustración!
¿Qué se obtuvo
con aquellos diálogos que generaron el Pacto del Zanjón? No se alcanzó la independencia
ni se abolió la esclavitud. En cambio, solo se concedieron algunos exiguos
derechos, como el de elegir diputados a las cortes españolas, algo así como
autorizar elecciones libres para elegir delegados a la Asamblea Nacional del
Poder Popular; amnistía para los delitos políticos desde 1868 y libertad de los encausados o que
se hallasen cumpliendo condena e indulto general a los desertores españoles;
incluyendo la libertad a los esclavos y colonos asiáticos que se hallaban en
las filas insurrectas. Además, se reconocía el derecho de emigrar que, todo el
que deseara marchar fuera de la isla quedaba facultado para ello, y se le
proporcionarían por el Gobierno de España los medios de hacerlo; algo así como
un autodestierro.
¿Partidos
políticos? Los que ya existían en el país. los autonomistas y los reformistas, ningún
otro que exigiera la independencia política.
Solo Antonio
Maceo rechazó aquel vergonzoso diálogo y aquel denigrante pacto de rendición, y
a Martínez Campos, en un encuentro que hubo entre ellos, el 15 de marzo de 1878,
le dijo en propia cara: “¡El 23 se rompe el corojo!”
¿Diálogos?
¿Obras de caridad para alimentar a los necesitados? ¡No, hay que dejar todo eso
a un lado y decidirse, como Maceo, a romper el corojo! Romper el corojo con la
resistencia noviolenta dirigida a la conquista del poder político.
Exacto, ¿cómo dialogar con los zares del monólogo?
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