lunes, 12 de abril de 2021

¿UN NUEVO PACTO DEL ZANJON?

 Mario J. Viera

 


José Daniel Ferrer ha levantado su huelga de hambre y retorna a sus actividades de auxilio a personas necesitadas en Santiago de Cuba. Ya, en la cocina de su vivienda, comienzan a elaborarse los alimentos que su organización, UNPACU, reparte. Madre Teresa de Calcuta se sentiría muy feliz ante tal cristiana labor. La Mesa de Unidad de Acción Democrática (MUAD) celebró como "una victoria de la UNPACU y de la razón" el cese del cerco policial, según se comenta en Diario de Cuba. Es que la MUAD es también muy cristiana y es capaz de ofrecer la mejilla izquierda a quien le abofetee su mejilla derecha; recuérdese que Ferrer, en junio de 2016, se separó de la MUAD.

 

La Mesa de Unidad de Acción Democrática, según sus propios postulados, prioriza el diálogo y el consenso, como fundamento de un nuevo contrato social, “en el que todos seamos vencedores”, de acuerdo con lo establecido en su programa mínimo Todos Cabemos, la MUAD se manifiesta en contra de la represión social, la persecución política, la discriminación de cualquier signo, y, reclama, la restitución de los derechos laborales y económicos al conjunto de la ciudadanía. Exige la inmediata ratificación de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos y su aplicación rigurosa como demanda esencial, definidos por esos pactos, el respeto de sus disposiciones, y la coincidencia del país en torno a sus aspiraciones aparecen, para la MUAD, como un punto de inicio inequívoco en la restauración de la esperanza colectiva de una Cuba donde “todos, y cada uno de los cubanos, cabemos”. Obsérvese bien este último enunciado: “todos, y cada uno de los cubanos, cabemos”. ¿Todos, sin exclusión?

 

Cuando analizamos los postulados de la MUAD, podemos apreciar que sobra uno de sus objetivos y falta el más importante que debiera haber estado incluido. Ese objetivo, ignorado, omitido es la decisión de alcanzar el poder, objetivo este a priorizar, por encima de la propuesta de diálogo y consenso. El fundamento de un nuevo contrato social, bajo un régimen de dictadura totalitaria, reacia al diálogo, opuesta a cualquier propuesta de reformas democráticas, es la toma del poder político y, luego de alcanzar ese poder, entonces. y solo entonces, es posible priorizar la supresión de la represión social, la persecución política, la discriminación de cualquier signo; asegurar la restitución de los derechos laborales y económicos al conjunto de la ciudadanía, y la inmediata ratificación de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos y su aplicación rigurosa. Sin ese principio básico y medular, la MUAD es solo una organización de carácter civilista y no una definida claramente como organización política con proyecciones políticas. El civilismo solo se conjuga por medio de reformas; lo político, en cambio, se conjuga como lucha para alcanzar el poder.

 

Con solo el hecho de hacer obras de caridad, o solicitar y confiar en utópicos diálogos con la dictadura, no se llega al poder político.

 

Diálogo; ahora parecen estar de moda los proyectos dialoguistas. Tanto la Mesa de Unidad de Acción Democrática como el Movimiento San Isidro (MSI) se inclinan a buscar soluciones por medio del diálogo: Así lo entiende la MUAD: "Insistimos en el diálogo de la manera que está consignado en nuestro Programa Todos Cabemos, donde declaramos nuestra voluntad de conseguir establecer un diálogo nacional inclusivo que promueva y facilite la aplicación de los derechos reconocidos en los Pactos Internaciones, recogidos en la Carta Internacional de Derechos Humanos, incluyendo los de la Organización Internacional del Trabajo".

 

Así lo ve el MSI: "Lograr soluciones pacíficas y cívicas es parte inalterable de la misión de nuestro movimiento. Lo único que queremos que abunde en Cuba es la prosperidad, el progreso y el respeto a nuestra dignidad como seres humanos libres. No apostamos por el conflicto, proclamamos la paz".

 

En marzo, como reportó, el pasado 15 de marzo, el diario virtual 14 y Medio, el MSI lanzó una plataforma para convocar a un “diálogo nacional" con todos los actores de la sociedad, incluyendo el Gobierno, y construir una Cuba que represente "un hogar seguro para todos", además de superar la grave crisis que padece la nación a través de "soluciones pacíficas y cívicas".

 

Aseguró 14 y Medio que, Luis Manuel Otero Alcántara puso sobre la mesa el dilema, al declarar que "no puede haber un diálogo en Cuba sin la parte sistémica, sin la parte régimen", pero que ello "tiene que ser con carácter". No obstante, continúa 14 y Medio, al día siguiente, el MSI aclaró que "el Gobierno cubano jamás ha querido hablar con las y los cubanos" y que la propuesta de diálogo "no lo incluye". "Esto es un diálogo ciudadano para debatir entre nosotros el futuro de nuestro país". ¿Solo eso?

 

Soluciones por medio del diálogo; reformas por medio del diálogo, ¡Nada nuevo en Cuba! La historia recoge otro intento de diálogo adelantado por los independentistas a la búsqueda de un armisticio en la Gran Guerra iniciada el 10 de octubre de 1868. Fue entonces un diálogo que, cuando el Comité del Centro decidió no seguir apostando por el conflicto y proclamar la paz, concluyó en un pacto, firmado por los mambises, con el general español Arsenio Martínez Campos, el 11 de febrero de 1878: El Pacto del Zanjón.

 

¿Qué motivó que el campo mambí diera los pasos para un diálogo con Martínez Campos? La guerra se extendía por años con gran desgaste del impulso insurrecto. No se lograba doblegar al ejército peninsular y se manifestaban, dentro del mambisado, los mismos males endémicos, casi congénitos, que marcan a los cubanos, un significante regionalismo presente en el Ejército Libertador, divisiones y pugnas internas, y un apoyo escaso de parte de la emigración. ¡En fin, desencanto y frustración!

 

¿Qué se obtuvo con aquellos diálogos que generaron el Pacto del Zanjón? No se alcanzó la independencia ni se abolió la esclavitud. En cambio, solo se concedieron algunos exiguos derechos, como el de elegir diputados a las cortes españolas, algo así como autorizar elecciones libres para elegir delegados a la Asamblea Nacional del Poder Popular; amnistía para los delitos políticos desde 1868 y libertad de los encausados o que se hallasen cumpliendo condena e indulto general a los desertores españoles; incluyendo la libertad a los esclavos y colonos asiáticos que se hallaban en las filas insurrectas. Además, se reconocía el derecho de emigrar que, todo el que deseara marchar fuera de la isla quedaba facultado para ello, y se le proporcionarían por el Gobierno de España los medios de hacerlo; algo así como un autodestierro.

 

¿Partidos políticos? Los que ya existían en el país. los autonomistas y los reformistas, ningún otro que exigiera la independencia política.

 

Solo Antonio Maceo rechazó aquel vergonzoso diálogo y aquel denigrante pacto de rendición, y a Martínez Campos, en un encuentro que hubo entre ellos, el 15 de marzo de 1878, le dijo en propia cara: “¡El 23 se rompe el corojo!”

 

¿Diálogos? ¿Obras de caridad para alimentar a los necesitados? ¡No, hay que dejar todo eso a un lado y decidirse, como Maceo, a romper el corojo! Romper el corojo con la resistencia noviolenta dirigida a la conquista del poder político.

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