Mario J. Viera
Aquellas palabras de José Martí, que los alabarderos del régimen del
Partido Comunista de Cuba (PCC), se han robado, para arropar de cierto
romanticismo revolucionario a las bandas mercenarias de la seguridad del
estado, “En silencio ha tenido que ser, porque hay que cosa que para
lograrlas han de estar ocultas”, debieran muy bien ser tomadas por la
oposición cubana como guía para su trabajo político,
Es lo que debiera hacerse, trabajo político de bajo nivel, solapado, a
la callada, si se quiere, pero sistemático entre la gente, entre el común de
hombre y de mujer, explicando, captando pueblo, porque, en verdad, hay cosas
que para lograrlas han de andar ocultas. Una pregunta debiese hacer a sí mismas
las organizaciones opositoras, “¿Dónde están nuestras debilidades; cómo
corregirlas?” La respuesta es simple, dejar de ser los grupúsculos, como
peyorativamente el régimen califica a los numerosos grupos contestatarios que
se le oponen, para llegar a ser verdaderas fuerzas políticas.
Hay que convencer; pero para convencer, primero hay que estar
convencido y segundo, hay que estar capacitado para convencer; para hacer
trabajo de agitación política. Captar voluntades y simpatías; voluntades que
den apoyo efectivo, simpatías para ganar más simpatías. Si el régimen cuenta
con los Comités de Defensa de la Revolución, la oposición debe crear sus
comités de apoyo cívico con activistas ocultos; con esa gente, todavía no
decidida a mostrarse como opositores abiertos, pero que pueden servir, como el “soldado
cuidadoso” del que habló Sun Tsu en su obra, “Arte de la Guerra”, el
centinela, el colaborador que observa y cumple tareas de manera discreta pero efectiva.
“Cuando hay entusiasmo, convicción, orden, organización, recursos, compromiso de los soldados (en
este caso, de los activistas), tienes la fuerza del ímpetu, y el
tímido es valeroso. Así es posible asignar a los soldados (a los
activistas) por sus capacidades, habilidades y encomendarles deberes
y responsabilidades adecuados. El valiente puede luchar, el cuidadoso
puede hacer de centinela, y el inteligente puede estudiar, analizar y
comunicar. Cada cual es útil”.
Pero para captar voluntades no hay que repetir los métodos de los
cazadores de votos, de los politiqueros, que antes, en Cuba, enturbiaban la
política, haciendo labores hipócritas de filantropía entre los menesterosos. Es
justo sentir la empatía hacia los menesterosos, pero la política no es
beneficencia. En política no se trata de dar de comer al hambriento ni saciar
al sediento, sino de denunciar la pobreza, las carencias de la población y la
incapacidad del régimen para cumplir con el deber de todo gobernante de luchar
contra la pobreza y por el bien de todos los ciudadanos.
Hay que dar un espacio al estudio y entrenamiento en las técnicas de la
resistencia noviolenta, tomar las experiencias de las protestas en Venezuela y
Nicaragua, analizar sus resultados y sus errores, inspirarse en movimientos
fuertes de resistencia noviolenta como fuera en Bielorrusia, y se mantiene en
Birmania (Myanmar); y adaptarlas a las condiciones concretas de Cuba. No
debiera gastarse energías en las protestas desgastadoras de las huelgas de
hambre.
Las huelgas de hambre, en Cuba, nada resuelven. Al régimen les valen
nada. Si acaso, el autosacrificio pudiera conmover y generar conciencia, sería
en sociedades con cierto grado de libertad de expresión y donde existan una sociedad
civil bien establecida. Así sucedió cuando el 5 de diciembre de 1925 el líder
comunista Julio Antonio Mella se declaró en huelga de hambre. Cuba, entonces
estaba bajo la dictadura personal de Gerardo Machado, sin embargo, la prensa
independiente, día a día informaba sobre su estado de salud haciendo que aquel sacrificio
ganara empatía entre el pueblo y entre personalidades de la intelectualidad y de
la vida pública. Pero no ocurrió lo mismo en 1981, en Irlanda del Norte, un
grupo numeroso de presos plantados del Ejército Republicano Irlandés
Provisional (IRA) y del Ejército Irlandés de Liberación Nacional (INLA) se
declararon en huelga de hambre para reclamar sus derechos como presos políticos.
Diez de los huelguistas perdieron la
vida en aquel que fuera infructuoso acto de autoinmolación. Margaret Thatcher
no se conmovió: "no estamos preparados ─ había declarado ─ para
considerar estatus de categoría especial a ciertos grupos de personas que
cumplen sentencia por crímenes. Crimen es crimen, no es política".
Toda huelga de hambre es un grito lastimero de pedir auxilio, un llamado
que escuche un oído receptivo, que venga en auxilio del desesperado que amenaza
con el suicidio; un grito de desespero ante el opresor, llamándole a su
conciencia, “si muero es por tu culpa”. Pero, ¿qué le importan a los dictadores
que sus oponentes se quiten la vida de manera tan pasiva, si las dictaduras no
se inhiben por consideraciones de moral o ética? la dictadura cubana no se perturbó
cuando, en huelgas de hambre, la vida perdieran hombres como, Roberto López
Chávez (11 de diciembre de 1966); Luis Álvarez Ríos (8de septiembre de 1967); Francisco
Aguirre Vidarrueta (septiembre de 1967); Carmelo Cuadra Hernández (29 de julio
de 1959); Pedro Luis Boitel (25 de mayo de 1972); Olegario Charlot Spileta 15
de enero de 1973); Enrique García Cuevas (mayo 23 de 1973); Reinaldo Cordero
Izquierdo (21 de mayo de 1975); José Barrios Pedré (22 de septiembre de
1977); Santiago Roche Valle (agosto 8 de 1985); Nicolás González Regueiro (16
de noviembre de 1992); Orlando Zapata Tamayo (23 de febrero de 2010); y Wilman
Villar Mendoza (13 de enero de 2012). [
No puede omitirse, muchos activistas de la disidencia interna hacen
derroche de coraje. Pero solo el coraje, sin capacidad de convocatoria, es,
simple y llanamente, derroche de energías y de esfuerzos. Se engaña Luis Manuel
Otero cuando dijo, “Ya demostramos que podemos convocar a la gente”. ¿A
cuántos, veinte, treinta, cuarenta personas que se reúnen alrededor de la sede
del MSI mirando como se realiza un cerco policiaco en torno a la vivienda? ¿Poder
de convocatoria? Quizá a algunos vecinos del barrio, que se concentran, unos
por solidaridad y otros, quizá la mayoría, por simple curiosidad.
Y cada grupo tiene su propio proyecto, ya sea en reclamo al respeto a
los derechos humanos y, en específico, a la libertad de expresión, o el reclamo
al cese de la represión al disenso, o quizá pidiendo la liberación de los
presos políticos; algunos buscando la “democratización” a partir de la
democratización en la conciencia de todos; hay aquellos que solicitan reformas
y enmiendas a la Constitución de la dictadura y hasta diálogos de todos con
todos. y de todos con los gobernantes, y no faltan los que pretenden que el
gobierno, la dictadura del PCC, acepte realizar un referendo vinculante; pero
pocos presentan un proyecto de Nación; dicen inspirarse en la prédica martiana,
pero no hacen lo que Martí hizo, crear un proyecto de Nación de “todos con
todos”, con un plan de acción estratégico para alcanzar los objetivos que se
planteaban dentro del Partido Revolucionario Cubano; en sus discursos y en el
Manifiesto de Montecristi. Esto es de lo que carece la oposición frente al PCC,
la estrategia.
La política nació de la guerra; la política es la guerra llevada por
otros medios. Y toda guerra necesita el fundamento de un plan estratégico. La
estrategia es, “La ciencia o el arte ─ como ha sido definida por
diferentes autores ─ de combinar y emplear los medios de guerra en la
planificación y dirección de grandes movimientos y operaciones militares”;
de acciones muy meditadas, encaminadas hacia un fin determinado; o como
expresó el experto en estrategia gerencial, Fred Nichols, “es una compleja red de pensamientos,
ideas, recuerdos, percepciones, expectativas y experiencias que proporcionan
orientación general a las acciones específicas para llegar a donde se anhela”.
Sin un plan estratégico no hay victoria segura. Dentro de la formulación de la
estrategia política se requiere aunar y reclutar masas.
Todo partido para ganar legitimidad requiere de una actividad proselitista
para captar adhesiones. Para que un movimiento político pueda tener representación
nacional debería contar con, al menos el 2% del registro electoral. El Art. 102
de la Constitución de 1940 estableció que para la constitución de partidos
políticos sería indispensable presentar un número de adhesiones igual o mayor
al dos por ciento del Censo electoral.
Esta condición exigiría que una organización opositora con pretensión de
integrarse como partido político, de acuerdo al actual censo o registro
electoral, requeriría un número de adhesiones igual o mayor a 174 114 electores.
Visto a simple vista, parece prácticamente imposible obtener tal cifra. Ahora
bien, todos los estudios que se han hecho sobre los éxitos de un movimiento de
resistencia noviolenta, demuestran que, para poder hacer que la resistencia
tenga amplias posibilidades de triunfo, se requiere algo más, se requiere poder
movilizar al 5% del registro electoral, como masa crítica, lo que para el caso
cubano se requeriría un número a adhesiones igual a 435 300 electores.
¡Eso es imposible!, pudiera exclamar algún escéptico. Veamos lo que
dicen las estadísticas de los resultados electorales oficiales del referendo
constitucional de 2019. Según los reportes oficiales el abstencionismo
alcanzó un 9.8% del electorado, un equivalente a 853 160 electores
que no ejercieron el voto. Por otra parte, se estima que el PCC cuenta con
670.000 militantes (Profesor Roberto Álvarez Quiñones, antiguo miembro de
la redacción de Granma) que representan el 7.7% del Registro Electoral. Electores
que, en el referendo constitucional, votaron por el no, 706 400 que
representaron el 8.11% del registro electoral.
De acuerdo con estas cifras se demuestra, primero, que el PCC es un
partido minoritario, segundo, existe una masa crítica del 17.91% de
desafectos. Entonces existe el número de la masa crítica, constituida por
personas que se han identificado como detractores del sistema y por un grupo de
electores que prefieren votar no, sin manifestarse como opositores. La masa
está ahí, solo falta el trabajo de captación. Dicho de modo simple: ¡Se puede
lanzar el reto político al régimen del PCC!
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