domingo, 14 de febrero de 2021

Una minoría se impone sobre el voto mayoritario.

 Mario J. Viera

 


En los titulares de los medios informativos, aparece el titular: “Senado de Estados Unidos absuelve a Donald Trump”, cuando mejor se debiera decir: “minoría del senado absuelve a Donald Trump”, o quizá precisar: “mayoría de la bancada republicana del senado, absuelve a Donald Trump”; porque en realidad, el Senado no absolvió a Trump, mayoritariamente, el Senado condenó a Trump por 57 votos a favor contra los 43 que rechazaron hacerlo. Claro está, el procedimiento establecido en la Constitución, requiere, para prosperar el juicio condenatorio, una mayoría de las dos terceras partes del Senado; es decir, un total de 67 votos. Nada fácil de conseguir dentro de un Senado, en realidad de un Congreso, cuya principal característica, en los momentos que corren, es la polarización.

 

¿Qué impidió conseguir los diez votos republicanos necesarios para aprobar la condena política de Trump? Este es tema para la especulación. Intereses políticos de algunos senadores republicanos para resguardar sus privilegios senatoriales coqueteando con la base política de Trump; posicionamiento de extrema derecha de algunos de esos senadores; y consideraciones, de otros, sobre si el procedimiento, en realidad, violaría la letra de la Constitución, independientemente de que, el 9 de febrero, el Senado había saldado la interrogante, cuando decidió rechazar, por votación de 56 contra 44, el argumento que planteaba la inconstitucionalidad de emprender un juicio político a un presidente que ya había abandonado el cargo, algo que antes había ocurrido cuando Richard Nixon renunció a la presidencia para no enfrentar el proceso de impeachment que contra él se incoaba.

 

Esto último parece ser lo que motivara al líder de la minoría republicana del Senado, Mitch McConnell para emitir su voto en contra de la condena del expresidente. Voto que le ha granjeado un aluvión de críticas para convertirle casi en el tipo malo de las películas de acción. Aunque McConnell, el pasado 19 de enero, luego de su plena identificación con las políticas de Trump, tras los actos sediciosos de los seguidores del mandatario al asaltar la sede del Congreso federal, se distanciaba de Trump acusándole de ser el instigador de los actos de la turba enajenada. McConnell declaró entonces: “La turba fue alimentada con mentiras. Los incitó el presidente y otras personas poderosas, y trataron de usar el miedo y la violencia para impedir un trámite específico del poder legislativo del gobierno federal al que se oponían. Pero nosotros persistimos. Permanecimos unidos y dijimos que una turba indignada no obtendría poder de veto sobre el imperio de la ley en nuestra nación, ni siquiera por una noche." Ahora, a la conclusión del juicio político seguido contra Trump, y de haber votado en contra de la condena, expresó:

 

No hay duda, ninguna, de que el presidente Trump es moralmente responsable, y de forma decisiva, de provocar los eventos de aquel día. La gente que asaltó este Capitolio creía que actuaba siguiendo los deseos e instrucciones de su presidente. Y tener esa creencia fue una consecuencia previsible del creciente crescendo de declaraciones falsas, teorías de conspiración e hipérbole imprudente que el presidente derrotado seguía gritando a través del megáfono más grande del planeta Tierra".

 

Dentro de esa posición legalista, varios senadores republicanos se escudaron para justificar su voto absolutorio, como por ejemplo el senador, Mike Rounds quien, según al BuzzFeed News, declaró: “No hay duda de que había una turba. de que esa turba tenía planes insurreccionales en mente. Pero para muchos de nosotros, y para mí personalmente, todavía es un asunto que no tenemos una capacidad constitucional para acusar a una persona que no es un oficial actual”.

 

Sin embargo, y en buena ley, el voto negativo de Mitch McConnell, en nada es semejante a la posición negativista y obstinada de los senadores Ted Cruz y Josh Hawley, o la de los senadores Marco Rubio y Rick Scott. Rubio, estrella que fuera del movimiento extremista del Tea Party, y Ted Cruz, siempre decididos a boicotear cualquier iniciativa demócrata, tienen sus aspiraciones puestas en alcanzar el liderazgo de los seguidores de Trump.

 

¿Qué pretendían en realidad los demócratas de la cámara baja para promover el impeachment contra Trump? ¿Dar un ejemplo que demostrara que ni el presidente puede pasar por encima de la Ley? ¿Creyeron ilusamente que a su raquítica mayoría en el Senado se le unirían suficientes votos republicanos para garantizar la demanda de procesar a Trump por incitación a la violencia? ¿Acaso no conocían las características de cada uno de los senadores republicanos, desde aquellos de la derecha radical, pasando por los timoratos, hasta los partidarios de la interpretación literal de la Constitución? ¿No habría sido mejor aguardar hasta que se hubiera consolidado el gabinete de Joe Biden para luego proceder contra Trump mediante una demanda penal por el delito de conspiración sediciosa? Desde el primer día, cuando se anunció que se procedería para impulsar un juicio político contra Trump, expresé mi opinión que tal acto sería un error político. Trump contaba con un poderoso apoyo dentro de la bancada republicana que haría muy difícil ganar a 17 republicanos a favor de la sanción de condena en su contra, lo cual haría más difíciles los intentos de Biden para alcanzar consensos bipartidistas y se agudizaría la polarización ya existente dentro del Congreso.

 

Tan pronto se conocieron los resultados de la votación dentro del Senado que impedía la sanción a Trump, este, por medio de un comunicado, expresó su entusiasmo, dirigido claramente a sus huestes de extremistas:

 

"Nuestro movimiento histórico, patriótico y hermoso para 'Hacer a EE.UU. grande de nuevo' solo acaba de empezar. En los meses venideros, tengo mucho que compartir con ustedes y espero continuar nuestro increíble viaje juntos para lograr la grandeza estadounidense para toda nuestra gente. ¡Nunca ha habido nada igual!".

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