Mario J.
Viera
Cual una lluvia de
confetis en un día de final de año, ahora le llueve a la Casa Blanca un diluvio
de cartas, solicitando, casi exigiendo a Joe Biden, que se ajuste a lo que cada
cual, en sus cartas, crea ser mejor para “salvar a Cuba”. El aguacero de cartas
y consejos se inició, el 18 de diciembre de 2020, antes de la toma de posesión
de la presidencia por Joe Biden, con el proyecto del Centro para la
Democracia en las Américas y la Oficina de Washington sobre América Latina; continuó con los “puentes de amor”, y a seguidas,
con la arremetida de la Joven Cuba, para ahora presentarse una nueva propuesta
insertada en un documento o Carta
Cuba-Estados Unidos.
Cuando se hace una primera lectura a la Carta Cuba-Estados Unidos,
reproducida en el sitio CiberCuba, resulta interesante; sus propuestas captan al
lector. Sin embargo, cuando en un documento se trata el tema cubano, el
conflicto gobierno/ciudadanía, no podemos conformarnos con una primera simple
lectura. Hay que pensar; hay que analizar, y esto es lo que me propongo hacer
en las siguientes líneas.
Aunque la nueva carta se dirige más a exigencias al gobierno que actúa
bajo las directivas y controles del Partido Comunista de Cuba (PCC), también
incluye propuestas a seguir por el gobierno de Estados Unidos. Y reclama
determinadas condiciones que, a juicio de los ponentes del documento, deberán
cumplirse a lo largo de todo el proceso negociador entre los gobiernos de
Estados Unidos y Cuba. Entre estas condiciones se destacan: una amplia
participación y representación de la sociedad cubana; transparencia,
con acceso equitativo a medios oficiales e independientes cubanos, así como a
la prensa internacional; ningún acuerdo podrá tomarse a espaldas de la
ciudadanía cubana y estadounidense; participación durante las negociaciones
de mediadores de credibilidad y experiencia como el
Vaticano, Noruega y el Parlamento Europeo; carácter escalonado para el proceso
de negociación y los acuerdos resultantes; creación de mecanismos
periódicos de revisión incluyendo el acompañamiento, monitoreo e
incidencia de la sociedad civil, siguiendo buenas prácticas de otros
procesos internacionales; el avance de las negociaciones a fases superiores o
su interrupción en caso de incumplimientos deberán depender de los resultados
de las evaluaciones; liberación inmediata ─ sin exilio condicionado ─
de los presos políticos y la legalización de todas
las organizaciones de la sociedad civil y del sector privado que van a
estar representadas en las conversaciones, junto con el cese de la represión
política y las restricciones económicas a la ciudadanía como condición preliminar
para el inicio de las negociaciones”.
Todos, reclamos muy justos si se quiere, salvo que no es así como
funcionan los convenios diplomáticos de acuerdo con la Conversión de Viena
sobre relaciones diplomáticas de 18 de abril de 1961, y en la práctica
internacional. Quizá por desinformación han confudido las negociaciones
diplomáticas con las negociaciones, que, en crisis políticas internas, se
promueven entre un gobierno y su oposición política, como han sido las
negociasciones que, durante un tiempo, se llevaron a cabo entre el gobierno de
Nicolás Maduro y la oposición venezolana, o como las negociaciones, llevadas a cabo en Cuba, entre el gobierno
colombiano y las guerrillas de las FARC y el ELN, las cuales exigían
transparencia y la participación de mediadores; en el caso venezolano, Noruega
en la isla de Barbados, el 9 de julio de 2019; y en el caso colombiano los mediadores fueron Cuba y Noruega.
Si la oposición cubana al interior del país promoviera una fuerte
resistencia civil, con gran participación de las masas populares, poniendo en
crisis a la dictadura, esta se vería obligada a negociar. Es entonces cuando la
oposición podría reclamar, para ir a la mesa de diálogo, todas las
condicionantes que lo redactores de la Carta Cuba-Estados Unidos han planteado.
Exigir que fueran mediadores en el diálogo el Vaticano, Noruega y el Parlamento
Europeo; reclamar el cese de la represión, y la liberación de todos los presos
políticos, y la legalización de todas las organizaciones de la sociedad civil
y del sector privado.
Entre dos estados, según el Derecho Diplomático, la mediación solo
concurre como “Intervención amistosa de
un tercer estado entre dos (o más) que se hallan en conflicto (armado o no) proponiendo una solución que pueda ser
aceptable para todos los litigantes”. Como ejemplo de mediación entre
dos naciones envueltas en conflictos, fueron los acuerdos de Camp Davis,
firmados por el presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí
Menachem Begin, el 17 de septiembre de 1978, con la mediación del presidente de
Estados Unidos Jimmy Carter, como tercer estado, para resolver las
reclamaciones, el conflicto, de ambas partes sobre la península del Sinaí. Este
no es el caso presente en las relaciones entre Cuba y Estado Unidos, que hasta
tal punto requiera de la buena mediación de otro país para resolver los
conflictos entre ambos países. El posible acercamiento del gobierno de Biden
hacia nuevas relaciones dipolomáticas con Cuba es un reprochement, un término francés que significa reconciliación o
aproximación, y que se utiliza para describir las gestiones o la política
que, para tales fines, se llevan a cabo entre dos o más estados, después de
un periodo de fricción o distanciamiento, según se define en Derecho
Diplomático.
En este tipo de negociaciones no se requiere el concurso o la
participación de elementos diferentes a los negociadores diplomáticos de las
dos naciones. Todo equipo negociador está equipado con un grupo más o menos
grande, integrado por especialistas en derecho internacional, economía y
política. De acuerdo con especialistas en el Derecho Diplomático en “las
relaciones internacionales, existen situaciones o datos que motivan en cada
caso a actuar de determinada manera para poder llevar a cabo ciertos fines.
Estas situaciones o datos se pueden denominar condiciones fácticas que influyen
en las relaciones diplomáticas. Las condiciones fácticas a tomar en cuenta en
las relaciones diplomáticas son de carácter político, sociológico o
económico, ya sea de manera aislada o en combinación de unos y otros”
“La motivación económica por sí misma
es, hoy en día, razón suficiente para establecer relaciones entre Estados.
Entre estas condiciones se destacan el comercio bilateral, o la oportunidad
de descubrir nuevos mercados; el establecimiento de empresas estatales en el
otro Estado” (Rosa Adriana Figueroa Álvarez. Propuesta para
la regulación del proceso· de normalización de las relaciones diplomáticas de
México). Aunque al final, la decisión del
establecimiento de relaciones diplomáticas, es de carácter político.
Ahora bien artículo 2 de la
Convención de Viena sobre
Relaciones Diplomáticas, señala que, el establecimiento de las relaciones
diplomáticas ha de hacerse por consentimiento mutuo; y se
deben centrar en lo que es común entre las partes, no en las
diferencias existentes. Esas negociaciones, además, no tienen que ser
públicas, aunque diferentes factores políticos, de ambos estados, puedan
expresar sus rechazos y hasta presentar sus cuestionamientos en el Congreso o en los medios informativos;
pero esto no cambia los resultados. Con Cuba, Estados Unidos estará actuando de
acuerdo con sus intereses económicos pero, por encima de cualquier objeción,
según sus intereses políticos. que no necesariamente coincidirán con los
intereses del gobierno cubano. Este fue, por ejemplo, las negociaciones para el
establecimiento de relaciones diplomáticas de Estados Unidos con la China
comunista, iniciadas durante el gobierno de Richard Nixon y concluidas durante
la administración de Jimmy Carter, lo que trajo como consecuencia la expulsión
de Taiwan del Consejo de Seguridad de la ONU y la ruptura de sus relaciones
diplomáticas con Estados Unidos.
La carta, propuesta, reclamo o lo que sea, se inicia explicando que la
misma, “es fruto de una iniciativa
ciudadana de cubanos de diferentes posiciones políticas, guiados por el anhelo
de una Cuba democrática y respetuosa de todos los derechos para todas las
personas”. Y bien que es bastante variopinta la lista de sus firmantes y,
como en la Viña del Señor, hay de todo los tipos, desde presos políticos,
artistas e intelectuales hasta conocidos simpatizantes de Donald Trump y de sus
políticas, y algún que otro oportunista que, para mostrarse duros frente a la
dictadura, firman cualquier carta que se les ponga delante, Adelantan también
una exigencia al régimen del PCC: “El
gobierno de Cuba debe normalizar las relaciones con sus ciudadanos, como
premisa para normalizarlas con el mundo”. El problema es que, querrámoslo o
no, el régimen, sin haber normalizado “las relaciones con sus ciudadanos”, ya
tiene relaciones diplomáticas con la mayoría de los estados del continente
americano, de Europa, de Asia y de Africa; y lo puede hacer porque en Cuba no
hay un movimiento de resistencia interna consolidado y retador que confronte al
régimen ante la opinión pública internacional. Con carticas más o menos y con
canciones contestarias, no se derrocan dictaduras.
Es así que, ante “la posibilidad de un nuevo acercamiento entre los
gobiernos de Cuba y Estados Unidos” los redactores del documento desean
transmitir sus impresiones sobre el tema. Comienzan entonces una serie de
advertencias, que parecen dirigidas al mismo Joe Biden y suenan como si fuera
un regaño.
El primer reclamo admonitorio dirigido al gobierno de Biden, aparece en su
inciso a): “La soberanía de Cuba como
nación independiente no puede ser monopolizada por un gobierno. No se debe confundir empoderamiento de
la sociedad con el apoyo a la agenda del régimen y de grupos autorizados
por este para representar a la sociedad civil”. Error. Todo gobierno es
representante de la soberanía de una Nación como Estado independiente con
respecto a la soberanía de otras naciones. Lo que un gobierno no puede
monopolizar es la soberanía que reside en el pueblo y del cual dimanan todos
los poderes del Estado; soberanía esta que ha sido secuestrada, no por el
gobierno sino por el PCC y depositada en su Buró Político. La Constitución de 1940
planteaba las dos condiciones de soberanía. En el Art. 1, se estipula: “Cuba es un Estado independiente y soberano”
(Nación), y en su Art. 2, planteaba: “La
soberanía reside en el pueblo y de éste dimanan todos los poderes públicos”
(auto determinación); por ptra parte, la Convención de Viena ofrece un marco
completo para el establecimiento, mantenimiento y terminación de las
relaciones diplomáticas basado en el consentimiento entre Estados
soberanos.
El inciso b), aunque me cuesta tener que admirlo, constituye una falacia
lógica, algo que, en todo documento que enfoque un tema político se debe
evitar, teniendo mucho cuidado en la elección de los términos o premisas lógicas
del análisis. Sobre la tesis verdadera de que el régimen implantado en Cuba
niega los derechos fundamentales y criminaliza el disenso y excluye la
participación autónoma (primera premisa lógica); y se argumenta correctamente,
que “atenta contra estándares internacionales de derechos humanos” (Segunda
premisa lógica), se concluye diciendo: “es legítimo que la comunidad
internacional asuma posicionamientos ante la desprotección en que se encuentran
los ciudadanos del país”. La conclusión a la que se arriba no se desprende
de las dos premisas lógicas empleadas.
La desprotección en que se encuentran los ciudadanos de Cuba, no resulta
aparente ante la opinión internacional. Tanto es así que esa comunidad
internacional le ha concedido al régimen del PCC un asiento en el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU. En Cuba no se han producido las convulsiones
político y sociales como las que se produjeron en Venezuela con las masivas
protestas y manifestaciones populares en contra del régimen de Nicolás Maduro
que dejaron un saldo grande de ciudadanos muertos. No han ocurrido las
protestas y manifestaciones pacíficas de Nicaragua reclamando la renuncia del
gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo enfrentándose a la brutal y
sangrienta represión, tambien con saldos de muertes violentas de ciudadanos.
Nada similar se ha producido en Cuba a las manifestaciones multitudinarias de
Bielorrusia, ni los actos de desobediencia civil en Hong Kong, ni las
multitudes que en Birmania rechazan el golpe de estado por parte del ejército
enfrentádose valientemente a las fuerzas militares que les reprimen de manera
violenta; ni las las protestas multitudinarias producidas en Rusia a favor del
opositor Alexei Navalny.
Donde no hay una fuerte confrontacion pueblo/dictadura con un movimiento
de resistencia bien organizado y actuante, la comunidad internacional vuelve la
vista hacia lugares de mayor conflictividad. Faltó precisamente esa tercera
premisa para que la conclusión que se obtuviera no constituyera una falacia
lógica.
Los siguientes cuatro incisos se dedican
a demostrar, según los redactores de la Carta Cuba-Estados Unidos, el
fracaso del proceso de normalizacion de las relaciones entre ambos estados
impulsada por Barack Obama, con los mismos argumentos que los detractores de la
política exterior obamista han empleado desde los primeros meses del deshiele
diplomático. Inciso c) “no se experimentaron en la Isla avances en los
derechos humanos”; d) “La represión es consustancial a la naturaleza
totalitaria del sistema […] No depende de la actitud del gobierno de
Estados Unidos, como demuestra este primer mes de la presidencia de Biden (¿?)
[…] se ha expandido y diversificado la represión incluso contra nuevos
actores como los activistas de poblaciones en situación de vulnerabilidad,
artistas, ambientalistas, protectores de animales, intelectuales de orientación
progresista; e) Las reformas económicas realizadas por el gobierno de Cuba
durante la normalización de Obama fueron mínimas y sufrieron congelamiento o
reversión incluso antes de la administración Trump. Inexacto. Las tímidas
reformas económicas del gobierno de Cuba se iniciaron entre el 2008 y el 2010, entrega
en usufructo de tierras estatales ociosas para su explotación por parte de
campesinos y cooperativas; despido masivo de empleados estatales excedentes,
que a partir de ese momento deberían ser ocupados en nuevos trabajos privados; autorización
de la compraventa de viviendas y de automóviles, y, en 2013 la eliminación de
los permisos de salida para viajar al extranjero. El inciso f) declara: “Durante
el deshielo anterior, es cierto que creció cierta clase media urbana que
mantuvo una actitud de no confrontación o colaboración con el régimen,
pero la mayoría empobrecida del país no se benefició de la normalización”.
La carta fue remitida al Gobierno ─ ¿reconocimiento implícito de que el gobierno es parte en el debate? ─ Mientras se recogían firmas de apoyo a la Carta Cuba-Estados Unidos, se informa en un artículo aparecido en Cubanet, que “sin previa consulta, el documento fue expuesto (…) en el Noticiero Nacional de Televisión por Humberto López, quien la utilizó para exponer algunas de las gestiones de ‘personas que promueven acciones de desobediencia y contrarrevolución’”. Falta por conocer lo que el Departamento de Estado considerará sobre la propuesta, reclamo o Carta Cuba-Estados Unidos.
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