sábado, 28 de mayo de 2011

La realidad del periodismo en Cuba

Ni periodistas ni prensa
José A. Fornaris
Managua, La Habana, 26 de mayo de 2011, (PD) El diccionario asegura que la primavera es, en el hemisferio boreal, una estación del año comprendida entre el 21 de marzo y el 21 de junio. Pero si se le pregunta al bosque qué es la primavera, con toda seguridad que la respuesta será frondosa. Esos tres meses son muchas cosas para la naturaleza.

El diccionario define la prensa como “el conjunto de las publicaciones periódicas y especialmente los diarios”. Y periodista como “persona que compone o edita un periódico, o escribe en él”.

Si se aceptan esas definiciones al pie de la letra, se concluye que en Cuba hay prensa y periodistas.

Pero si eso es así, qué sentido tienen entonces aquellas palabras que Edmundo Burke les dijo hace más de 200 años, a los periodistas presentes en la tribuna de la Cámara de los Comunes: “Vosotros sois el cuarto poder”.

Se ha repetido una y mil veces a través de muchos años que cuando un periódico está al servicio pleno de un partido político o un gobierno, entonces no es prensa.

En Cuba todos los medios, tanto nacionales, provinciales, municipales o de cualquier otra categoría o nivel territorial, son de estricta propiedad del Estado y de una u otra forma, responden a las directrices ideológicas del Partido Comunista.

Todos los periodistas están conceptuados como “trabajadores ideológicos” y todos los medios están en función de los intereses del poder político, muy en especial, del grupo que ostenta y disfruta ese poder hace más de medio siglo.

En ese contexto ni siquiera se puede mencionar la palabra libertad de prensa. En las tiranías de izquierda (las verdaderas y más depuradas representantes de ese estado de indefensión ciudadana), no puede existir la libre y masiva circulación de las ideas y la información, porque se vería obligada a cambiar todas o casi todas las reglas del juego, o de lo contrario, se derrumbaría en poco tiempo.

En estos tiempos en que las nuevas tecnologías de la información, según se asegura, han convertido al mundo en “una aldea global”, no existe la más mínima posibilidad de que un régimen como el de La Habana desee tener prensa y periodismo en el sentido aceptado internacionalmente de derecho humano fundamental para la democracia.

En ningún momento, a pesar de la flexibilidad exhibida desde hace varios años a inversores extranjeros, se ha hablado en Cuba de ceder a alguien, no importa quien sea, un pequeño espacio en los medios.

Ni siquiera a la Iglesia Católica, que a través del cardenal Jaime Ortega parece que está en una especie de navidad -sin que importe el mes de diciembre- con la alta jerarquía gubernamental, el Estado le ha cedido, a pesar de los manifiestos deseos al respecto de la institución religiosa, algún espacio fijo en la radio o la televisión.

La prensa independiente (libre) y los blogueros han abierto una hendidura, sobre todo hacia el exterior, al férreo control que el Estado ejerce sobre los medios. Para eso, como en cualquier otra época de mucha oscuridad para importantes grupos humanos, se ha tenido que pagar un precio alto. Presido, exilio, difamación, acoso y persecución ha sido y es parte de la vida de los que decidieron salir a la recuperación del derecho a la libertad de opinión y expresión.

Pero eso no es algo insólito: el camino hacia el logro de cualquier tipo de libertad siempre ha sido escabroso. Por eso es que después hay héroes. Y ya en estos momentos se ha logrado algo muy importante: el convencimiento de muchos de que en Cuba lograremos tener de nuevo, como fue antes de 1959, prensa y periodistas.

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