Mario J. Viera
Fue
Karl Marx, quien, en su Contribución a la Crítica de la Filosofía del
Derecho de Hegel, comparó a la religión con el efecto narcotizante del
opio. Marx expuso en ese trabajo: “La religión es el alivio de la criatura
oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de
un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo”.
Parece
ahora que el dictador sustituto en el régimen del Partido Comunista de Cuba,
Miguel Díaz-Canel ha llegado a las mismas conclusiones que el teórico del
comunismo científico; pero partiendo de otra concepción menos despectiva y más
pragmática: “Somos parte de un mismo pueblo ─ afirmó el primer
secretario del PCC en un encuentro “que bendijo a Cuba” realizado en la sede
del Comité Central del PCC ─, somos parte de un mismo proyecto que
defendemos y con el cual nos sentimos comprometidos, y somos parte también de
la convicción de que podemos tener un país mejor”.
Allí
estaban bendiciendo al dictador un grupo ilustradísimo de líderes religiosos,
agrupados en la Plataforma Interreligiosa en Cuba, una abigarrada combinación
de corrientes religiosas, mayoritariamente de cultos evangélicos, junto a
espiritistas, la Asociación Cultural Yoruba, el Cabildo Arará de santeros y
practicantes palo monte, la Coordinadora de la Comunidad Hebrea de Cuba y las
exóticas Soka Gakkai y la Comunidad Bahá'í. Feliz tuvo que sentirse Díaz-Canel
cuando los miembros religiosos de apoyo y sostén propagandístico de la
dictadura le pidieron permiso para llamarle “Hermano Miguel”.
¡Claro
que se sentía feliz con los actos aduladores conque le colmaron!; si hasta
anota en un tuit: “Fue un encuentro enaltecedor y confirmó que todos somos
parte de un mismo pueblo y trabajamos por un país mejor”. Decididamente
todos son agentes de la dictadura del PCC y es útil recordar sus nombres.
Allí,
agradeciéndole al dictador el “espacio brindado para el intercambio de ideas”,
estaban Enrique Alemán Gutiérrez, coordinador de la Plataforma Interreligiosa
quien se ofreció su total identificación con el usurpador del gobierno de Cuba:
“Usted cuente con el pueblo religioso cubano, Presidente, en toda la
extensión de la palabra, y diga qué más tenemos que hacer”, la misma
condigna que le exigieron a los brigadistas alfabetizadores al cierre de
aquella campaña: “¡Fidel, Fidel, dinos que otra cosa tenemos que hacer!”
También en el coro de aduladores estaba Gisela Lucrecia Braña Fernández,
directiva de la asociación espiritista Quisicuaba: “Estamos dispuestos a
cumplir cualquier tarea que la Patria y la Revolución necesiten”, le aseguró al
secretario general del PCC; también Norberto Quesada Rodríguez,
presidente de la Convención Evangélica de Cuba Los pinos nuevos; Paúl Prieto
González y Joannet Delgado de la Guardia, ambos dirigentes de la Soka
Gakkai de Cuba; Roberto Padrón Silva, presidente de la Asociación
Cultural Yoruba de Cuba; David Prinstein, vicepresidente de la
Coordinadora de la Comunidad Hebrea de Cuba; José Knights Rodríguez,
presidente del Cabildo Arará; y Rosa Maday García García, vicepresidenta
de la Iglesia de Dios en Cristo y de la Confraternidad de Pastores y Ministros
Evangélicos de Cuba. Sus centros religiosos verdaderos fumaderos del opio que
adormece conciencias.
Pero
este no es el único encuentro que Díaz-Canel ha tenido con grupos religiosos.
También, antes, el 7 de agosto, casi un mes después de los sucesos del 11 de
julio, el dictador tuvo un encuentro con el deprimente Consejo de Iglesias de
Cuba para, según dijera hablar de fe y esperanza: “Sostuvimos enaltecedor
encuentro con miembros del Consejo de Iglesias de Cuba y líderes ecuménicos.
Hablamos de fe y esperanza, de cuánto podemos seguir haciendo juntos por el
bien de la patria”, comentó el actual primer secretario del PCC. En ese
encuentro Díaz-Canel impuso, al muy fiel al servicio de la dictadura pastor
Raúl Suárez Ramos, la Orden Félix Varela de Segundo Grado
Esta
organización de masas de nuevo tipo, la Plataforma Interreligiosa Cubana,
fundada el 12 de septiembre del 2011, al igual que el resto de esas denominadas
organizaciones de masas creadas por la dictadura, es simplemente una de tantas
correas de transmisión de las “orientaciones” del PCC, y un complemento de lo
que ha sido desde abril de 1990 el lamentable Consejo de Iglesias de Cuba y su
dirección por los pastores Raúl Suárez y Pablo Odén Marichal siempre tan
solidarios con las directivas de la dictadura. Realmente, tanto el Consejo de
Iglesias de Cuba como la Plataforma Interreligiosa Cubana son parte del mismo
proyecto que defiende el Partido Comunista de Cuba, como lo hizo claro el
dictador sustituto.
Muy
noble la Plataforma Interreligiosa, si hasta “denuncia que la injusticia
de los poderosos contra los pobres y los humildes es ejercida a través de
métodos opresivos y de terror para infundir el miedo y la sumisión”,
como lo deja declarado en su página oficial; y en esto se funda el gran sofisma
que la alienta. Propuesta hipócrita, porque antes que bendecir al gobierno
usurpador, los participantes en el encuentro amable con Miguel Díaz-Canel,
debieron bendecir a esos miles de cubanos pobres y humildes que el 11 de julio
salieron a las calles reclamando libertades; debieron denunciar ante el
dirigente del PCC, la injusticia que su régimen ejerce sobre el pueblo cubano a
través de sus métodos opresivos de terror para infundir el miedo y la sumisión
que le permita continuarse en el poder usurpado.
Ver
a esos religiosos bendiciendo a un tiranía nos impone la paradoja de coincidir
con algo expresado por Karl Marx… “opio de los pueblos”
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