Mario
J. Viera
Ya
va siendo sintomático y sistemático, dentro del movimiento disidente interno en
Cuba, la elaboración de enjundiosos proyectos, plataformas, comunicados; todos
muy bien elaborados y muy bien expresados, y todos, y cada uno de esos
proyectos, plataformas y declaraciones, repiten, con diferentes tonos, las
mismas conclusiones, que el régimen dictatorial impuesto por el PCC es
decadente, equivocado y violador de los derechos humanos. La realidad no puede
ocultarse, y esa realidad plantea que se requieren cambios; pero ¿quién
desconoce en Cuba la necesidad de hacer cambios? Tal vez algún que otro
ingenuo, que siempre los hay; o algún que otro cómplice del régimen; pero ¿la
mayoría?
Existe,
siempre ha existido, una muestra poblacional compuesta por aquellos que guardan
silencio y rumian sus frustraciones en la intimidad del hogar por el lógico
temor a la represión; pero también están los miles que emigran desesperados
ante su situación económica, sin importar medios y recursos para lograrlo, y
los miles de jóvenes que, como todo relevo generacional, es rebelde y no se
vincula con una historia que, para ellos es solo tiempo pasado; y los miles que
se atreven a vincularse abiertamente a la disidencia y, sobre todo, esos miles
que, de modo espontáneo, protagonizaron las revueltas del 11 de julio. Esa gran
mayoría está consciente de la necesidad de un cambio, porque está presente en
sus propias vidas. ¿Convencer al convencido de que hay que hacer cambios, tanto
sociales, políticos y económicos?
Ya
ha dejado de ser prioritaria la labor de convencimiento. En ningún país existe
una mayoría de intelectuales, por tanto, cuando se intenta adelantar un
proyecto político, sobran las propuestas intelectuales; se requiere hablar
claro para que todos entiendan. La ilustración en Francia sentó las bases de la
necesidad del cambio, inspiró; pero no ejecutó la Revolución, sin el apoyo de
los sans-culottes no habría habido Revolución Francesa; sin los
granjeros de las Trece Colonias, no habría habido la revolución americana; sin
el apoyo de los llaneros no habría tenido éxito Simón Bolívar; sin apoyo de la
gran masa de campesinos y de negros esclavos no se hubiera podido formar el ejército
mambí en Cuba; y hasta la revolución bolchevique en Rusia no se hubiera
producido si no se contara con las masas de obreros y soldados que nada
conocían de plusvalía ni de dialéctica.
La
gran masa nacional en Cuba no se moviliza con propuestas de “libertad de
empresa”, “equilibrio presupuestario”, de planes especiales “a la compensación
por las expropiaciones” y de “compromisos transparentes de pago de la deuda
externa”. Nada de esto moviliza a los pueblos. Más influencia movilizadora tuvo
el tema de una canción que todas las propuestas intelectualoides. El 11 de
julio la gente en la isla salió al reclamo de Patria y Vida.
Más
que palabras rimbombantes, lo prioritario hoy es hacer proselitismo directo, persona
a persona, haciendo solo uso de las páginas sociales del internet como medio
auxiliar. Lo prioritario ahora es organizar al pueblo, conducción de masas, y
liderazgo horizontal. En una palabra, moverse dentro de las entrañas del
pueblo. El régimen luego de la acometida del 11 de julio ha comenzado a
moverse, se va a los barrios y a las universidades con el propósito de consolidar
sus bases. Esto también debe acometerse por la disidencia convertida en fuerza
opositora, ir al pueblo para consolidar la base necesaria para impulsar un
movimiento de resistencia no violenta bien organizado que rete a la dictadura y
la obligue a parlamentar.
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