Mario
J. Viera
Respondo
la pregunta del titular: ¡Nadie! No soy jefe de Estado. no soy ni siquiera
alguien con experiencia en el servicio diplomático; ¡Ni siquiera soy un politólogo!
Lo que yo proponga, solo quedará dentro de las buenas intenciones. No obstante,
por aquello de que cualquier persona tiene derecho a opinar, daré mi propuesta
de reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Se
reirán de mí, lo sé, pero ¿qué puede importarme que se rían de mí, si no soy un
estadista, ni un versado en derecho diplomático, ni siquiera un politólogo? Lo
cierto, en definitiva, es que se requiere reformar el Consejo de Seguridad. Ya
muchos lo han propuesto, gente estadistas, expertos en derecho diplomático y
reconocidos politólogos, y nada han conseguido. Pero el debate continúa y se
hace más puntual ante el caso ucraniano. Rusia ha lanzado una agresión
injustificada contra ese país y ninguna condena puede proceder contra Rusia,
por el simple hecho de que Rusia es uno de los cinco miembros del Consejo de
Seguridad con derecho al veto.
¿Reforma?
“Simplemente ─ consideró el politólogo Johannes Varwick, de la
Universidad de Halle, en declaraciones para DW ─, no existe una fórmula con
la que las cinco potencias con derecho de veto estarían de acuerdo y que,
además, pudiera conseguir la necesaria mayoría de dos tercios en la Asamblea
general”. He ahí el conflicto hamletiano del ser o no ser.
Sin
embargo, el 25 de octubre de 1971, se logró ese acuerdo, La República China
(Taiwán) había sido uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de
Seguridad, hasta esa fecha cuando quedó aprobada, por mayoría de votos de dos
tercios de la Asamblea General, la Resolución 1668, por la cual se reconocía a
la República Popular de China (la China comunista) como "el único
representante legítimo de China ante las Naciones Unidas" y expulsaba
"a los representantes de Chiang Kai-shek del puesto que ocupan legalmente
en las Naciones Unidas”.
Estados
Unidos, aunque votó en contra de la resolución, finalmente aceptó amablemente
aquella resolución, ¿por qué? Eran los tiempos de la Guerra Fría, había que
restarle fuerzas a la Unión Soviética, y China comunista había crecido en
potencia y accedido al armamento atómico y… ¡sobre todo!, había aparecido una
crisis en las relaciones Sino-soviéticas. China y la Unión Soviética rompían
relaciones diplomáticas.
Pero,
¿Cuál es la primera responsabilidad que le corresponde al Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas? Primordialmente garantizar la paz y la seguridad
internacional. Es el órgano con más poder en el sistema de las Naciones Unidas;
sus decisiones son “obligatorias” para todos, y a su vez tiene el poder de
tomar medidas para hacerlas cumplir siendo el único órgano que puede aprobar el
uso de la fuerza. Cuando se le presenta una controversia, la primera medida del
Consejo es generalmente recomendar a las partes que lleguen a un acuerdo por
medios pacíficos, y en algunos casos emprende actividades de investigación y
mediación, o pide al secretario general que use sus buenos oficios. Sin embargo, cuando uno cualquiera de esos
cinco miembros con capacidad de veto emprende un acto de agresión en contra de
otra nación, el Consejo de Seguridad carece del poder de tomar esas medidas
cautelares, Entonces ¿qué hacer?
Una
de dos o ambas soluciones, condicionar la efectividad del veto o ampliar el
número de países permanente dentro del Consejo de Seguridad. Puede considerarse
el ingreso de dos países del G-7 que no cuenten con poder nuclear, digamos, por
ejemplo, Canadá y Alemania, o Japón y Alemania o quizá, un representante del
subcontinente latinoamericano como Brasil que forma parte de los países de
G-20.
Se
requiere regular la efectividad del veto, considerando su invalidez en casos
cuando una resolución cuente con el voto favorable del 50 % más uno de todos
los miembros del alto organismo.
Por
supuesto se necesitará el voto de las dos terceras partes de la Asamblea
General para poder implementar estas propuestas; y esto es algo bastante
difícil de obtener.
Así,
aunque no soy jefe de Estado, ni sea especialista en Derecho Diplomático, ni un
politólogo, me atrevo a sugerir este proyecto de reforma, aunque nadie le
preste la menor atención y aunque muchos se rían de mí. Bueno de Diógenes, en
la antigua Grecia, había muchos que se burlaban de él.
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