lunes, 29 de agosto de 2022

CARTA A MIRES. UNA REPLICA SOBRE EL CONCEPTO TOTALITARIO DE CUBA



Estimado Mires:

He tomado atenta nota sobre la consideración que Ud. hace del régimen existente en Cuba. Según su opinión, el sistema de dominación que impera en Cuba “ya no puede ser calificado como totalitario, carece de apoyo de masas y de un proyecto de futuro porque para hablar de totalitarismo requerimos que el poder sea total y, definitivamente, en Cuba, el poder de la clase dominante de estado, ya no lo es, no goza de aprobación, ni de consenso, ni de legitimidad”.

Siento un gran respeto por sus opiniones, de hecho, casi me he convertido en un estudioso de sus trabajos, de los cuales he obtenido valiosas precisiones. El objetivo de estas letras no es buscar un debate con Ud. ¡Dios me libre de ello! Lo que intento es defender mi tesis de que el régimen de Cuba es totalitario y pasar por alto ese que Ud. denomina “desacuerdo conceptual” conmigo. Por supuesto le agradezco todas sus amables palabras que le dedica a mi libro. Para mayor precisar. los contenidos de Cuba-Resistencia Noviolenta, no es solo, digamos, un intento didáctico sobre la lucha noviolenta, sino implícitamente político.

Por otra parte, su magnífico artículo “¡Abajo la Dictadura!”, ya lo he reproducido en mi página de Facebook y en mi blog El Fantasma (https://phantom-elfantasma.blogspot.com )

Siguiendo a Hannah Arendt, y a Carl Joachim Friedrich y Zbigniew Brzezinski, Ud. ve como las características principales del totalitarismo “el terror, una ideología totalitaria, y la sustitución de lo íntimo por lo público”, para concluir diciendo que, “de esa triada, solo se mantiene el terror. Ideología política no hay, y lo íntimo no ha logrado ser usurpado por lo público”; y para ello se basa en “las crónicas de Yoani Sánchez, o las narraciones de Leonardo Padura”, dos fuentes que no son la expresión de la realidad política interna de Cuba. Literatura excelente, pero solo eso, literatura.

Aunque estas no son las únicas características que definen al Estado Cubano, estas están presentes en el modelo político impuesto por el partido comunista.

Mi definición del carácter totalitario de un régimen político la expuse sucintamente en el bloque XIII, “Hegemonía política como fuente de poder del totalitarismo”. El totalitarismo es concentración de poder, bien en la persona de un líder o en la supraestructura del partido oficial, ejerciendo su hegemonía política sobre el Estado y la Sociedad (Hegemonía política). Esta concentración de poder en la actualidad se mantiene dentro del aparato del Partido Comunista de Cuba y más ostensible en su Buró Político y en su Secretariado. Distintivo del totalitarismo es la supresión del sistema de partidos y criminalización del disenso enmarcado como tal en su propio Código Penal y en sus leyes penales especiales como la muy conocida Ley 88 aún vigente.

Si nos referimos a Carl Joachim Friedrich, este identifica cinco factores o aspectos principales identificadores de totalitarismo, todos presentes dentro del sistema cubano: 1) una ideología oficial, consistente en un sistema de enseñanza oficial que abarca todos los aspectos importantes de la vida humana “con exigencias quiliásticas para una sociedad  “perfecta”; 2) un único partido de masas (en Cuba es selectivo), consistente en un porcentaje relativamente pequeño de la población total (hasta un 10%) [En Cuba el PCC alcanza un porcentaje del 17,7% del padrón electoral y los militantes de la Juventud Comunista ronda en torno al 10%], organizado habitualmente bajo un solo caudillo de manera jerárquica  y oligárquica; 3) un monopolio técnicamente condicionado y casi perfecto del control sobre todos los medios decisivos de lucha (en las manos del partido y de los cuadros a él subordinados de la burocracia y de las fuerzas armadas) [En Cuba todos los ascensos militares se hacen atendiendo a la confiabilidad política de los mandos, y todos los oficiales, sometidos a las órdenes del partido, el cual mantiene entre ellos una constante labor de concientización a favor de la ideología oficial] ; 4) un monopolio similar técnicamente condicionado y casi perfecto del control (en las mismas manos) sobre todos los medios decisivos de comunicación de masas, como prensa, radiodifusión, cine, etc. (En Cuba todos esos medios pertenecen al PCC, mediante el gobierno, y son controlados por el secretariado ideológico del PCC, el cual les traza e impone la línea editorial de los mismos); 5) un control terrorista policiaco, que para sus efectos descansa en los puntos 3 y 4, y significativamente se dirige no solamente contra los “enemigos” confirmados del régimen, sino contra grupos de la población escogidos arbitrariamente; en el caso de esta selección por cuenta propia se trata de medidas para asegurar la continuidad del régimen, así como de “consecuencias” ideológicas en las que se hace un uso sistemático de conocimientos sicológicos (esta condición ha sido permanente en  Cuba ya desde el mismo año de 1959).  

Las dictaduras pisotean las leyes; el Estado totalitario se ajusta a las leyes, las de su propio estado de derecho. Bajo el estado de derecho totalitario, enmarcado dentro de los postulados de su propia Constitución política, no existe como tal el Poder Judicial, sino un sistema judicial estructurado como un órgano corporativo bajo la dirección de una estructura superior, el Tribunal Supremo de Justicia, cuyos magistrados son miembros del PCC, electos por el PCC, pero supuestamente por la Asamblea Nacional del Poder Popular, la cual. también supuestamente, elige al Presidente y Vicepresidente de la República (casualmente miembros del Buró Político del PCC) y a los miembros de Consejo de Estado; y, por supuesto, revoca o sustituye a las personas elegidas o designadas por ella; es decir por encargo del Buró Político del PCC.

En el régimen totalitario actúa el principio: Todo dentro del Estado, nada fuera de o contra el Estado; y el Estado y el Partido oficial se convierten en una misma identidad. Gobierno, legislativo y judicial forman una misma identidad y todos, bajo el control y las directrices del suprapoder, el partido. Y este principio básico está presente dentro del actual régimen que existe en Cuba.

El totalitarismo requiere, para ser implantado, de la existencia de un líder carismático que embriague y controle a las masas. Ese fue el papel fundador de Fidel Castro; pero como expresó Hannah Arendt, que cito en ese bloque: “El líder totalitario (…) parece creer que la cuestión de su sucesión no es excesivamente importante, que no se requieren para ocupar el puesto cualidades o preparación especiales, que eventualmente el país obedecerá a cualquiera que resulte haber obtenido la designación como sucesor en el momento de su muerte…” Este es el caso del dictador sustituto Miguel Díaz-Canel, un mediocre que tiene sus días contados como secretario general del PCC, algo que ya había previsto Raúl Castro cuando promovió al Buró Político a Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, cuya muerte oportuna impidió poder sustituir al mediocre Díaz-Canel.

Desde 1968, el poder de la clase dominante de estado, no goza de aprobación, ni de consenso, ni de legitimidad; es un hecho. A partir de entonces las masas ya no eran las armas poderosas de la dictadura totalitaria, el entusiasmo iba mermando, aunque se mantenían las grandes movilizaciones en los espectáculos públicos del régimen, y aún se mantienen esas masividades. En 1980, se produjo la mayor manifestación espontánea de rechazo al sistema con el tremendo asalto a la Embajada del Perú y la estampida por el Mariel; pero también se originaron los masivos “actos de repudio” contra todos los que solicitaran abandonar al país y se han continuado hasta el presente y puestos en práctica en contra de los promotores de la marcha cívica del 15 de noviembre de 2021 y en especial contra Yunior García Aguilera. En 1991, el régimen creó y puso en funciones a las brigadas de respuesta rápida, a cuyos miembros he identificado con el sustantivo, quizá no muy apropiado o exacto, de “esquiroles”. Actúan como órganos parapoliciacos con elementos aportados por los núcleos del PCC y las secciones sindicales de los centros de trabajo, dirigidos a reprimir a los descontentos. Se les ha visto actuar armados de estacas durante las manifestaciones del 11 de julio y, listos para actuar si se producía el reto del 15 de noviembre.

En regímenes autoritarios, autocráticos, dictaduras militares y/o burocráticas, subsiste una sociedad civil, y hasta funcionan, aunque con limitaciones diferentes partidos políticos. Eso ocurre en Venezuela y hubo en algunas de las denominadas “democracias populares” controladas por el imperio soviético, por lo cual Václav Havel las denominó “post totalitaria”.  Con independencia de lo que opinen Yoani Sánchez y otros, en Cuba no existe una sociedad civil; la Iglesia Católica funciona dentro de marcos estrechos, sin acceso a los medios de comunicación masivos, el resto de las iglesias de distintas denominaciones están organizadas dentro del organismo corporativo del Consejo de Iglesias, controlado por el PCC y en armonía con el régimen.

No existen organizaciones independientes de profesionales, ni sindicatos libres. La cultura queda bajo el corporativismo de la UNEAC, cuya dirigencia esté conformada por conocidos miembros del PCC, al igual que el periodismo, cuyo ejercicio independiente es criminalizado, permitiéndosele solo hasta el punto de no cruzar la línea roja impuesta por el régimen; el sector de emprendedores privados no cuenta con representación gremial y queda constreñido dentro de la política general del Estado. La educación está sometida a la ideologización oficial; los párvulos de la enseñanza primaria están obligados a juramentarse con la fórmula “¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!”. Los padres no tienen opción para el tipo de enseñanza que prefieran para sus hijos; la Universidad no es para todos, sino para los que aceptan las políticas oficiales sin posiciones críticas; solo son reconocidas las denominadas “organizaciones de masa” cuyas direcciones están a cargo de funcionarios del PCC. 

En mi definición del totalitarismo omití un elemento distintivo, la existencia de un enemigo objetivo sobre el cual hacer caer la culpa de todo, bajo el nacionalsocialismo, ese enemigo eran los judíos, para el estalinismo eran los saboteadores, para el castrismo, primero el imperialismo yanqui y con posterioridad el embargo estadounidense identificándole como el bloqueo criminal.

Pienso que sería útil referirme a las consideraciones que tomó en cuenta Carl Joachim Friedrich para el estudio del totalitarismo fundándolas sobre la base de dos tesis: a) la sociedad totalitaria del fascismo y del comunismo son iguales en sus rasgos fundamentales, es decir, que tienen más similitudes entre sí que con otros sistemas sociales y de gobierno. [Esencias iguales, no totalmente iguales] b) la sociedad totalitaria es históricamente única y sui generis; y agrega diciendo que, “estas condiciones no presuponen que nuestra comprensión de la sociedad totalitaria sea perfecta o incluso adecuada (…) Por tanto no presuponen que las sociedades totalitarias sean unidades firmes y estáticas; por el contrario, se acepta que han experimentado y seguirán experimentando una constante evolución, que quizá encierre tanto crecimiento como decadencia.

El en el caso cubano, el Estado totalitario, se ha visto obligado a hacer tácticamente algunas reformas tímidas con el propósito de mantener incólume la hegemonía política del PCC hasta un punto satisfactorio; y tiene que hacerlo porque ve que sus recursos humanos se van erosionando cada vez más. Hoy no podemos ver al régimen del PCC situado en el punto del postotalitarismo. sino en su fase decadente, pero sin dejar de ser totalitario.

Este es el momento de abatirlo por medio de una resistencia pertinaz, osada y organizada con objetivos bien definidos. Porque como anotó Hanna Arendt, "La rebelión popular contra gobernantes materialmente fuertes puede engendrar un poder casi irresistible incluso si renuncia al uso de la violencia frente a fuerzas muy superiores en medios materiales".

Espero, estimado Mires que con este “alegato” mío, podamos mitigar un tanto su “desacuerdo conceptual” conmigo.

 

Con toda mi consideración y el debido respeto que me inspira.

Queda de Ud.

Mario J. Viera 

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