Mario J. Viera
Me
indigna ver que, el despertar del pueblo cubano frente a la dictadura, le haya
venido de provecho a unos cuantos para adelantar sus plataformas políticas y
sus miserables aspiraciones de resalte personal. Mal andamos.
Y
mal andamos cuándo desde un Subcomité de la Cámara de Representantes se trazan
planes, no precisamente para desestabilizar al régimen brutal que impera en
Cuba, sino para poner en crisis a la administración demócrata del presidente
Biden. Aparentan condenar a la tiranía del PCC, pero en el fondo los dardos los
lanzan contra Biden. Yo pudiera decir, qué me importa la oposición que los
republicanos le hagan al residente de la Casa Blanca, quien seguro cuenta con
sus asesores para contraponer los ataques. Así pudiera decir que, esa no es mi bronca.
Pero, lo que a mí si me importa es Cuba.
Lo que a mí si me importa, es hablar de Cuba, pero hablar con la sinceridad de
quien no la toma como negocio, como empresa que ofrezca réditos para una vida
cómoda.
Mal
andamos, cuando el presidente del Subcomité para el Hemisferio Occidental, Seguridad
Civil, Migración y Política Económica Internacional de la Cámara de
Representantes, no se da cuenta, que están tomando a ese subcomité como
tribuna, no anticastrista, precisamente, sino como vehículo para atarles las
manos a los demócratas, y qué mejor forma de hacerlo, sino utilizar la ira, el
dolor y la indignación de la diáspora cubana por los atropellos del régimen
contra los manifestantes del 11J para encauzar sus propósitos.
Mal
andamos cuando en ese subcomité de la Cámara, sea figura representativa, para
hablar a nombre de Cuba, una figurita sin trayectoria conocida en Cuba de
oposición al régimen, salvo la de ser hija del reformista cubano Oswaldo Payá.
Vive bien y viste caro la cubanita, no tuvo que correr la misma suerte de la
gran mayoría de loe exiliados, de los refugiados políticos que enfrentaron a la
seguridad del estado, que, para vivir honestamente, tuvieron que emplearse en
duros trabajos y hasta mal remunerados, y adaptarse a la dura viva de todo
emigrante a tierras extrañas.
La
diva del momento, Rosa María Payá, que tanto se sacrifica haciendo viajes a
numerosos países para promover un plebiscito vinculante en Cuba, que solo pudiera
ser autorizado por el gobierno del PCC; la directora ejecutiva de la Fundación para
la Democracia Panamericana; la que recibió el 6 de febrero de 2018 un
reconocimiento del Condado de Miami-Dade de la mano de su mentor político José
"Pepe" Díaz y del que fuera alcalde del condado y hoy representante
republicano, Carlos Giménez; que entre sus logros políticos estuvo un “interesante
y agradable encuentro” ─ según sus propias palabras ─ con Ivanka Trump el 7 de
marzo de 2019; que el 11 de julio de 2020 participó en una mesa redonda
televisada con Donald Trump; que el pasado 17 de julio fue invitada por Ron de
Santis, junto a María Elvira Salazar y Carlos Giménez para participar en una
denominada mesa redonda en el Museo Americano de la Diáspora Cubana. ¡Claro que
tenía que ser invitada a hablar, en nombre de los republicanos, no de Cuba, en
un subcomité donde toman asiento personajes como María Elvira Salazar y Mario
Díaz-Balart! Hay que reconocer que la chica es una triunfadora y sus negocios
le van bien.
Mal
andamos cuando escuchamos a la activa ─ no activista ─ Rosa María Payá
resaltando ─ así lo expresa Infobae ─ que los manifestantes que salieron a las
calles de la isla el pasado domingo 11 “piden libertad y derechos humanos,
ninguno mencionó el embargo, sino ‘Patria y vida’”. ¡Claro está que no tenían
que mencionar para nada el embargo! La protesta se planteó por las carencias
que en Cuba se vive, y se pidió, además, la renuncia de Díaz-Canel; y se gritó,
junto al Patria y Vida, “No tenemos miedo”. Ninguno tampoco pidió “plebiscitos
vinculantes”.
Véase
lo que dijo la señorita Payá: “Levantar las sanciones contra el régimen
cubano es dar fondos a la policía y a los militares, que oprimen a los pueblos
obedeciendo a los generales”. Maravilla tanta profundidad de pensamiento.
Para los órganos represivos, la dictadura siempre, con sanciones o sin
sanciones, dispondrá de los fondos necesarios. Las sanciones no selectivas que
impuso la pasada administración, poco daño le hacían al régimen de La Habana, y
sí, mucho al pueblo. En los inicios de los 90 ocurrió lo mismo. El régimen se
había quedado sin los subsidios soviéticos, y se mantuvo porque las penurias las
cargó sobre el pueblo. Levantar hoy las sanciones impuestas por Trump, podría
favorecer al cubano de a pie; sin embargo, políticamente, para la administración
demócrata, sería, hoy, luego de las represiones por el despertar de 11J, un
grave error político.
Luego
agrega ─ obsérvese bien lo que resalto en negrita: “Urgimos al
gobierno de Joe Biden que no haga concesiones unilaterales, sino que
pida la liberación de todos los presos políticos, el fin de la represión y el
respeto de las libertades fundamentales, incluyendo la legalización de los
partidos políticos”. Un dardo emponzoñado dirigido al presidente Joe Biden.
Callen
y no hablen en nombre de TODOS los cubanos, los que no han recibido esa
encomienda de TODOS los cubanos. Callen que, como dijera José Martí ─ en carta
abierta a Ricardo Rodríguez Otero, con fecha 18 de mayo de 1886 ─ “Azuzar es
el oficio del demagogo y el del patriota es precaver”. Y pienso en cuantos
hay como la Payá, nacidos en Cuba, y les digo, como dijo el Apóstol en esa
Carta Abierta, “que a. la patria no se la ha de servir por el beneficio que
se pueda sacar de ella, sea de gloria o de cualquier otro interés, sino por el
placer desinteresado de serle útil”; que no hay “sujetos más
despreciables que los que se valen de las convulsiones públicas para servir,
como coquetas, su fama personal o adelantar, como jugadores, su interés privado.
La patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no
se la toma para servirse de ella”.
Sí,
mal debemos estar ¡Pobre Cuba!
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