Del libro en preparación “La revolución cubana. Un
análisis crítico de la era del castrismo (Capítulo XII del Tomo Uno)
Mario J. Viera
En
el mes de agosto se presentaba ante Castro una complicada situación. Había sido
fichado por la Dirección Federal de Seguridad, se había incautado muchas de las
armas de su arsenal. Se necesitaba urgentemente buscar el necesario
financiamiento para sus propósitos insurreccionales. De acuerdo con el oficialista
Humberto Normán Acosta, “(Castro) necesita con toda urgencia el dinero para
comprar las últimas armas, adquirir la embarcación para la expedición y
finalmente preparar la salida.
(…) Se le presentaba una situación
verdaderamente crítica, después de las detenciones y la ocupación de las
armas, lo cual causó cierta decepción y provocó incluso que hasta la
recaudación económica decayera”[1]
Castro había proclamado que, en 1956 serían libres
o serían mártires; pero la situación no parecía que pudiera cumplir su
entusiasta promesa. Así le dice a su complaciente entrevistadora Katiuska Blanco: “Agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre, ¡cinco
meses me quedaban! Para aquella fecha habíamos perdido una parte de las
armas, muchas casas — varias de seguridad —, los campos de tiro donde ir,
todo lo que teníamos; ya éramos conocidos, estábamos chequeados por la policía.
La situación era muy complicada. Fue un momento complejo en que hubo de todo,
gestos de amigos
(…), pero
también desaliento entre quienes habían ayudado antes, y el caso era que,
a partir de aquella situación, necesitábamos más dinero. En el escaso
tiempo restante teníamos que concluir los preparativos y recuperar una parte
de las armas, aunque realmente salvamos como el 70%. Teníamos que
completar el número de hombres, el entrenamiento, conseguir el barco,
preparar el punto de partida, hacerlo todo y bajo la vigilancia de la policía”[2].
Y agregó Castro: “Entonces, en las circunstancias posteriores a
nuestra detención, Prío se dio cuenta de que afrontábamos una situación muy
difícil, y consideró buena la oportunidad para tener un gesto con nosotros
y ofrecernos colaboración, y pidió una entrevista, un contacto, quería
contribuir”. Se necesitaba más dinero, quizá también por la probable
generosa coima concedida al amable Fernando Gutiérrez Barrios.
Y anota Normán
Acosta: “Al joven líder revolucionario no le queda
más remedio que pasar por un momento muy amargo y difícil, si quiere
cumplir la promesa al pueblo de que en 1956 iniciaría la insurrección en Cuba. Con
profunda molestia acepta sostener un encuentro con Carlos Prío, el ex
presidente, quien ha puesto la condición de que Fidel debe reunirse con él en
Estados Unidos”.
En realidad, no fue
Carlos Prío quien diera el primer paso para acercarse a Castro, con el fin de
colaborar con su gran obra liberadora. Ese paso lo dio, inicialmente el mismo
Castro. A principios de agosto, Castro le propuso a Teresa, “Teté”, Casuso
contactar con el expresidente para recabar su ayuda en los preparativos de la
expedición a Cuba, aprovechándose de las relaciones de amistad que Teté
mantenía con el depuesto mandatario; amistad que provenía desde la época donde
ambos eran compañeros de lucha contra la dictadura de Gerardo Machado. Sobre
esta propuesta de Castro, Teté Casuso anotó: “Me pidió
que fuera a Prío en Miami y concertara una entrevista, advirtiéndome, sin embargo,
que dejara que fuera Prío quien sugiriera la reunión”[3].
Ramón L. Bonachea, en
colaboración con Marta San Martín, en nota
explicativa al pie de página de su libro, The
Cuban Insurrection, 1952-1959. 2017[4],
expresó: “Fidel le pidió a Teté que
concertara una reunión con Carlos Prío. Aunque previamente había hecho la misma
petición de Antonio (Tony) Santiago[5] y
Carlos Vega en México. Antonio "Tony"
Santiago Ruiz actuó como enlace de Prío con Fidel Castro tras el
contacto inicial establecido por Teté Casuso”.
No
obstante, Heberto Normán Acosta[6], señaló como los
enlaces ─ para coordinar la entrevista entre Castro y Prío ─ a Carlos Maristany
y Juan Manuel Márquez. El lugar del encuentro entre Castro y Prío se acordó
realizarlo en el hotel Royal Palms de Mc Allen,
Texas. Esto conllevaba un contratiempo, Carlos Prío no podía salir del
territorio de Estados Unidos por estar involucrado en un caso de contrabando de
armas, y Castro… Se dice que él no podía entrar legalmente a Estados Unidos,
según Heberto Normán Acosta, porque “las autoridades mexicanas le han retenido el
pasaporte”; o según, como el mismo Castro le dice a
Katiuska Blanco: “puesto que a mí no me daban visa para ir
allí, y mucho menos después de las declaraciones del Che y su defensa
encendida del marxismo-leninismo en las prisiones de la Policía Federal”.
En el libro. Fidel,
Raúl, mis hermanos donde María Antonieta Collins[7]
recoge las memorias de Juanita Castro, esta ratifica: “Luego
de varias consultas, Fidel decidió que era tiempo de ir a
pedirle ayuda al expresidente Carlos Prío Socarrás, y acordaron verse en
McAllen, Texas”. La hermana
disidente de los Castro, confirmó que Fidel, “ya no tenía visa de
turismo. La Embajada de Estados Unidos, en México, se la había revocado
porque Fidel seguía haciendo públicas las intenciones de invasión a Cuba, y con
eso se puso fácilmente en la mirilla de los batistianos…”
Ni una cosa, ni la
otra. Teté Casuso precisó:
Estuve
en Miami cinco días. Las negociaciones tuvieron éxito; Carlos estaba ansioso por
hablar con Fidel, y se organizó una reunión. Se reúnen una semana después en un
lugar específico de Estados Unidos, justo al otro lugar de la frontera. Prío sugirió
una cierta "conexión" ─ una figura mexicana importante ─ para llevar a
Fidel a través de la frontera, pero Fidel, a quien se le habían dado dos semanas
para salir de México a su salida de la prisión y ahora en el país ilegalmente,
prefirió no correr el riesgo, y nadó el Río Grande en su lugar[8].
Contrario a lo que
asegura Heberto Normán Acosta, que Castro sufría “una profunda molestia”, y que,
“personalmente le duela y humille” la entrevista con Prío; lo cierto es que fue
el propio Prío quien pasó por alto los ataques que Castro, el año anterior le
dirigiera durante su peregrinar por Estados Unidos en búsqueda de recaudaciones
por parte de los emigrados cubanos, cuando dijera, en clara referencia a Carlos
Prío: “El dinero robado a la
República no sirve para hacer revolución. Con el dinero robado a la República
no se ha disparado un tiro todavía”. (Capítulo VII § 6) Fue el expresidente quien aceptó la entrevista que
Castro, por conducto de Teté Casuso, le solicitara, haciendo olvido del ataque
verbal de Castro contra él.
Castro se decide. Va
al encuentro con Prío en la pequeña ciudad fronteriza de McAllen. Pero no tiene
la visa para entrar en Estados Unidos. ¿Qué podría hacer? Juanita Castro lo
responde: “…el único recurso que le quedó a Fidel fue
entrar como indocumentado. ¿Cómo lo hizo? Nadando en el río Bravo. Fofo arregló
que uno de sus trabajadores en sus oficinas de Reynosa lo llevara por el mejor
punto para tirarse al río, y así fue que nadando llegó a la otra orilla. Allí
lo esperaban con ropa seca y auto que le llevaron al hotel Las Palmas, en el
centro de McAllen para el encuentro con Prío, reunión que Orquídea [Pino] narraría
tiempo después”.
En el relato
existen algunas contradicciones. Según Heberto Normán
Acosta, unos amigos del ingeniero Alfonso Gutiérrez, al que siempre
identifica como mexicano, acompañan a Castro “en un jeep hasta un
determinado punto, donde montan a caballo hasta llegar a un recodo en la
margen del río, desde donde Fidel se lanza al agua”; Castro, en
cambio, le hace otro relato a Katiuska Blanco. Según Castro, fue Fofó quien
pudo garantizarle el traslado. “Contactó con sus amistades para que
pusieran caballos del otro lado del río. Entonces llegué, me monté
en un caballo hasta un punto y luego seguí en un vehículo hasta el motel…”
En
este punto, valga una digresión. Siempre, casi desde el mismo 1959, se había
divulgado, cual si fuera una leyenda, que Castro había ¡cruzado a nado la Bahía
de Nipe! Esta es la mayor bahía de Cuba y se considera plena de tiburones,
aunque, en el relato que le hiciera a la complaciente Katiuska, matizó el bulo,
diciendo que había nadado solo unos 300 a 400 metros, hasta un no muy distante
cayo, llevando a cuesta consigo una ametralladora, cuando la expedición de Cayo
Confites. Jamás se había dicho que hubiera cruzado el río Bravo o Grande a
nado. Esta nueva anécdota comenzó a circular a partir del verano de 2006
cuando, de acuerdo con Katiuska Blanco, él le habló de haber cruzado a nado el río Bravo como si fuese un
espalda mojada[9].
Todos estos hechos se prestan para que surja la
suspicacia. No obstante, investigando el terreno en torno a la ciudad de
Reynosa en México y los meandros del río Bravo o Grande en torno a esa ciudad,
así como la distancia a la cual se encuentra McAllen de la frontera con México,
se puede dar credibilidad al cruce de Castro a Estados Unidos como
indocumentado, sin importar si, en realidad, lo hizo a nado o utilizando para
ello alguna balsa o bote.
El Motel Royal
Palms, ya hoy desaparecido, se encontraba en el 2901 N 10th (336 hwy) de
McAllen, Texas, El motel, un conjunto de una veintena de cabañas agrupadas en
herradura en torno al edificio de su administración. Es posible que el punto de
cruce haya sido en un lugar próximo a la carretera condal 2910 Sur, donde había
la posibilidad de ser esperado por un auto o una cabalgadura, y desde ahí
trasladarse en auto hasta la carretera 336 que, en McAllen, se convierte en
N10th St, y continuando en dirección norte hasta donde se encontraba el motel.
Faustino Pérez y
Rafael del Pino, que habían acompañado a Castro en el viaje, desde la ciudad de
México hasta Reinosa, cruzaron, ese mismo día, 1ro. de septiembre de 1956, el
puente que une los puestos fronterizos de Hidalgo y Reinosa.
El encuentro de Castro
con Prío se produce en la cabaña marcada con el número 21. Allí le esperaba
Carlos Prío quien, en compañía de Juan Manuel Márquez, había viajado desde
Miami. Lo que se conversó entre ellos ha quedado en el anonimato. Al respecto,
de manera muy parca Castro le diría a Katiuska Blanco: “Conversamos
largamente. Allí estuve unas horas, creo que hasta almorcé con él”.
Castro había
solicitado inicialmente un préstamo de 40 mil dólares, sin embargo, Prío le
aportó una suma de 50 mil dólares. Heberto Normán Acosta afirma que la entrega
de dicha suma no se efectuó en ese momento, sino posteriormente. Según dice, la
entrega del dinero se realizó en diferentes partidas, todo lo cual se
contradice con lo declarado por Juanita Castro: “Fue ─ declaró ella ─ algo
muy privado y sin testigos. Fidel me dijo que le había explicado a Prío la
necesidad urgente de comprar el barco con el que regresarían a Cuba. Prío
entonces le entregó ahí mismo un paquete con cincuenta mil dólares para
que pudieran comprarlo…”
[1] Heberto
Normán Acosta. El día que Fidel cruzó a nado el río Bravo.
Granma, 31 de agosto de 2006
[3] Teresa Casuso. Cuba and Casto. Random House. 1961 (Pag. 111-112)
[4] Ramón L. Bonachea y Marta San Martín. The Cuban Insurrection,
1952-1959. Edición de 2017
[5] Antonio "Tony" Santiago Ruiz, era un estrecho colaborador de
Carlos Prío Socarrás. No confundirlo con el agente castrista de igual nombre, Antonio (Tony) Santiago
Rodríguez.
[6] Heberto Normán Acosta.
Op. Cit.
[7] María Antonieta Collins.
Fidel y Raúl, mis hermanos, la
historia secreta. Memorias de Juanita Castro. Penguin Random House Grupo
Editorial USA, 2011
[8] Teresa Casuso. Op. Cit.
[9] Katiuska Blanco. Op.
Cit.
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