Mario J. Viera
Cuando la oposición democrática se
organiza en contra de los dictadores, los pueblos responden. La resistencia
noviolenta, solo es posible, cuando la oposición sabe captar miles de
participantes en las protestas. Así ocurre ahora en Birmania (Myanmar).
Se capta pueblo, y el pueblo responde. La
oposición birmana convoca a una huelga general. Se ha hecho trabajo de
captación dentro de los sindicatos y de la sociedad civil y emprendedores.
"Fábricas, oficinas y comercios
cerraron en todo el país en respuesta a una convocatoria de huelga nacional.
Los cierres se extendieron a la capital Naipyidó". La huelga nacional
era una extensión de las acciones convocadas por el Movimiento de Desobediencia
Civil ─ informa AP ─, un grupo sin una jerarquía
estricta que ha instado a funcionarios y empleados de empresas estatales a
abandonar sus puestos. Muchos trabajadores de transportes y de oficina han
respondido a la llamada.
Cientos de miles de personas ─ reporta
Asia News ─ marchan en Rangún, Mandalay y otras ciudades del país. Manifestaciones
en Myitkyina, Monywa, Pagan, Dawei, Myeik y Lashio. Sacerdotes, monjas y fieles
cristianos se manifestaron en Rangún, Mandalay, Taunggu, Loikaw y Kengtung. Una
huelga general se despliega en todo el territorio de Birmania (Myanmar), con la
participación de cientos de miles de personas de todos los sectores sociales:
comercios, bancos, oficinas, escuelas, universidades. De sur a norte, el país
comparte los mismos eslóganes: "Basta de dictadura militar" y "Liberen
a Aung San Suu Kyi".
Según El País, "A pesar de la escalada de violencia de las fuerzas armadas, la
oposición al régimen es inquebrantable. (…) hubo manifestaciones en todo el país: en Myitkyina, estado de Kachin,
se celebró un acto en memoria de los muertos de Mandalay; miles de personas
marcharon por las calles de Monywa y Pagan, en Dawei y Myeik, en Lashio y en
Rangún. Muchos cristianos, incluso sacerdotes y monjas, también se manifestaron
en Rangún, donde la convocatoria reunió a casi 1.000 personas; se sucedieron
marchas en Mandalay, en Taunggu, Loikaw y Kengtung".
Birmania (Myanmar) se desangra. Corre la
sangre de civiles por todo el territorio; desde el golpe militar del 1 de
febrero, hasta la fecha, ya han sido asesinados por la soldadesca birmana, más
de 200 manifestantes. Pero, nada importa, continúan las protestas, continúa la
resistencia, sin armas, solo armados con el saludo de los tres dedos.
Puede haber miedo ante el despliegue de
fuerzas de la dictadura, en este caso la de los golpistas en Birmania. pero
como un profesor birmano de 25 años de edad le comenta al rotativo El País: “Tenemos miedo, pero no hay opción. Hoy
pueden ser las protestas más grandes que hemos vivido, ya que prácticamente
todos los negocios están cerrados pues todo el mundo se ha sumado a las huelgas
y manifestaciones… No hay cafés abiertos, ni mercados, ni siquiera puestos
callejeros… ¡Todo está cerrado!”,
La oposición contra los golpistas ha
captado la simpatía hacia al movimiento de resistencia, de jóvenes y
adolescentes. No obstante, los manifestantes actúan con gran disciplina,
ajustándose a los principios de la resistencia noviolenta. Revisan si entre los
manifestantes puede haber provocadores de la policía. y si algunos dentro del
movimiento de resistencia portan armas. Esto es básico en los métodos de
resistencia popular noviolenta: Disciplina, previsión y control de elementos
perturbadores dentro de las manifestaciones, de agentes provocadores y actos de
vandalismo.
La Asociación de Asistencia para
Prisioneros Políticos, denuncia: “Las
fuerzas de la junta atacan a manifestantes, pero también a gente corriente,
utilizando rifles de francotirador sin importar el lugar o el momento. Algunas
personas heridas fueron detenidas y murieron sin acceso a atención médica,
algunas personas han muerto por ser torturadas durante interrogatorios, otras
que murieron baleadas en una carga fueron arrastradas sin piedad y las fuerzas
de la junta no devuelven sus cadáveres a las familias”.
El pueblo birmano está, casi, en la
soledad; pero resistiendo. China y Rusia frenan cualquier acuerdo que se tome
en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para impulsar medidas
enérgicas contra los rufianes armados que se adueñan del poder político. El
mundo observa, apenas se escucha una voz de condena, solo un tibio llamado del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a los militares para que detengan
la matanza y un reclamo sin consecuencias de liberar a los presos políticos.
Nada se dice en la ONU, gracias a China y Rusia, en condena al golpe de estado.
Nada se dice en la ONU, exigiendo incrementar sanciones económicas y
diplomáticas contra los golpistas. Estados Unidos aplica sanciones económicas
selectivas conta personeros del régimen militar.
Mientras que. en el Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas, solo un grupo de estados, con representación en el mismo,
tengan el poder paralizador del veto, los esfuerzos para apoyar la resistencia
de los pueblos frente a sus dictadores serán nulos. China y Rusia poseen el
poder de veto que protegen a regímenes autoritarios y dictatoriales como Tailandia,
Birmania, Cuba, Venezuela y Nicaragua.
No obstante, y a pesar del frío recibido
en el Consejo de Seguridad, tal como reportó Asia News, ante el crecimiento de
la resistencia, crece asimismo la voz de la comunidad internacional para
condenar la violencia del ejército y exigir el retorno a la democracia. A la
mayor parte de los países democráticos y occidentales, ahora se unieron Japón y
Singapur. Este último país, había mantenido una posición muy pragmática y
equidistante hasta hoy. Cabe recordar que Singapur es el mayor inversor
extranjero en Myanmar. El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, dijo
que la fuerza letal utilizada por el ejército es inaceptable.
La ecuación es clara: Resistencia,
primero, luego, apoyo internacional con sanciones selectivas en apoyo al
movimiento popular y en contra de la dictadura; el resultado probable,
rendición de la Junta Militar (de la dictadura) R + S = derrota de la
dictadura, donde R es resistencia y S sanciones selectivas de la comunidad
internacional.
Mientras tanto, en Birmania, el doctor
Sasa, un médico que usa solo un nombre, uno de los guías más prominentes del
gobierno en la sombra que conduce la resistencia, es detenido. Los militares
traidores, le acusan de traidor. Le amenaza una pena de muerte; pero el médico
no se amilana; orgullo siente, "porque
la traición contra la junta implica que estoy con el pueblo de Myanmar, dando
mi vida por su libertad, por la democracia federal y por la justicia".
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