martes, 19 de julio de 2022

CUBA SERA… NO SERA…

 

Mario J. Viera

 


¿Qué será Cuba tras la caída de la dictadura totalitaria del Partido Comunista de Cuba (PCC)? Seguramente, mucho mejor que ahora. ¡No hay dudas de ello! ¿Pero será como tiene que ser, democrática, abierta, transparente, dónde florezcan todas las escuelas del pensamiento y nadie sea constreñido por su forma de pensar, de expresar, de creer, de adorar o no adorar? ¿Será en verdad una nación próspera donde todos disfruten de un modo de vida decente y digno?

La respuesta puede ser afirmativa y negativa. Todo depende de nosotros, de lo que hagamos ahora, de la visión de mañana que tengamos hoy.

Por generación espontánea no caerá la dictadura. Tal vez, por sus propias contradicciones, la dictadura totalitaria pueda evolucionar hacia un modo de ser, quizá más soportable; ¡Es posible, sí! Más soportable pero no como debiera ser. El cambio hay que construirlo. Primero, la acción. Sin actuación nada se consigue.

En el presente, ante el drama de la vida actual de la Nación, debemos unir voluntades a favor del cambio, a favor de extirpar el tumor maligno; y esto solo se consigue con la acción, pero una acción dirigida, organizada con la vista puesta en los objetivos cardinales para alcanzar el cambio. No es necesario el accionar de las armas, solo se requiere decisión, inteligencia y sagacidad para la resolución de los conflictos: la resistencia popular y masiva de la lucha noviolenta.

Cuando hablamos de resistencia popular y masiva, estamos hablando de pueblo; de la acción emprendida por todos, obreros, campesinos, juventudes, intelectuales, artistas, emprendedores, católicos, protestantes, evangélicos, y libres pensadores, no de un solo sector social o de intereses particulares. Para ello es imprescindible la unidad, no la unidad ideológica como lo entienden los comunistas, sino la unidad en los métodos de lucha, echando a un lado las ideologías, para que no se disperse el movimiento actuando cada cual, según su propio parecer, sino unidos en la prosecución de un principio estratégico que guíe todas las acciones.

Una vez alcanzada la victoria, llegará el trabajo de la reconstrucción nacional, comenzando con el establecimiento de los principios de un estado de derecho; sin esto no es posible encauzar al país hacia la consecución de una verdadera democracia, enmarcada dentro de la legalidad jurídica de una Constitución política del Estado.

He aquí el primer embrollo: Constitución; pero, ¿cuál Constitución?

Por ahí, hay algún que otro, proponiendo que, al menos, de forma provisional se mantenga la Constitución del 2019, con la supresión de los artículos que establecen el papel dirigente del PCC sobre el Estado y la sociedad, y la irrevocabilidad del socialismo. También los hay, sugiriendo legislar una nueva Constitución. Por supuesto que esto requeriría que el gobierno de transición actuaría sobre la base de unos estatutos constitucionales elaborados a propósito; algo así como lo hecho por Fulgencio Batista tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.

Esta propuesta requiere, primero, tener elaborado un proyecto constitucional; segundo facultar capacidad legislativa al gobierno de transición para dictar una ley electoral que establezca el procedimiento para la elección de una Asamblea Constituyente Soberana que, al mismo tiempo, actúe como Poder Legislativo y Poder Constituyente; mientras tanto, todo al garete.

Los proponentes de crear una nueva Constitución para la República posterior al régimen totalitario, se presentan dentro de dos campos, el de aquellos que presumen de iniciativas “novedosas”, y el de los que responden a una ideología económica dada. Los primeros no merecen un análisis; los segundos sí habrá que enfocarse en sus concepciones ideológicas. Jorge A. Sanguinetty, por ejemplo, expone una tesis de realidad cuestionable, al decir: “la instalación de un sistema democrático de gobierno no sucederá automáticamente después del fin del castrismo o del socialismo en Cuba, tampoco será automática la instalación de una economía de mercado. Al mismo tiempo, los dos objetivos guardan una gran asimetría en cuanto a requerimientos y a condiciones para lograrse”, A partir de este concepto y de sus concepciones ideológicas del neo liberalismo económico. Sanguinetty intuye, como sinónimos de socialismo, la calificación de “avanzada” o “progresista” que históricamente se ha hecho del texto del 40, considerando además que la carta de 1940 estuvo “influenciada por doctrinas económicas ya superadas como la del estado benefactor y las proposiciones de Keynes”; doctrinas económicas ya superadas, es decir, reemplazarlas por doctrinas económicas modernas, como la que postula, por ejemplo la Escuela de Chicago, con un nuevo quehacer de los “Chicago Boys” que fomentaron el supuesto y falso milagro económico del Chile de Pinochet.

No obstante, cuando al afirmar que la Constitución del 40 “sería un impedimento en el desarrollo económico de Cuba”, Sanguinetty se contradice cuando agrega: “incluyendo la recuperación de los niveles de vida alcanzados antes de Castro”; es decir, los niveles de vida alcanzados en Cuba antes de Castro. precisamente alcanzados bajo la vigencia de la Constitución de 1940. Muy de aires de sapiencia, Sanguinetty predica   y amonesta, advierte que la Constitución del 40 “incluye una serie de artículos que no son congruentes con una economía de mercado”. Entre 1940 y 1952 parece que en Cuba no funcionó una economía de mercado según se deduce de lo afirmado por el ilustre economista. Y sentencia Sanguinetty: “Sobre esta noción me baso para afirmar que la restauración de la Constitución del 40 no sólo impediría el pleno desarrollo de una economía de mercado en el país, sino que también haría muy difícil la recuperación de los niveles de producción necesarios para superar la crisis actual”. Presupuesto de opinión no factual.

La economía es un factor social; actúa dentro de la sociedad y sus resultados afectan de una manera u otra a todos. Si existen trastornos dentro de la economía todos serán afectados, baja producción, elevación de los precios, déficits en la balanza comercial, aumento de los intereses bancarios, bajos salarios, aumento de las bancarrotas… ¿Debe el Estado, como representante de la sociedad organizada políticamente, cruzarse de brazos a la espera de la actuación de la “mano invisible del mercado”?

Políticas económicas agresivas con implantación de medidas de choque pueden generar un crecimiento económico y generar mayor prosperidad y sin embargo no hay prosperidad para todos y sí para una determinada élite social; ¿debe el Estado mantenerse aparte, viendo como crecen las diferenciaciones sociales y aumentan los índices de pobreza?

El Estado debe limitar sus esferas de poder en cuanto al imperio de los derechos humanos, políticos y civiles, inherentes a todo ser humano, y actuar para garantizar todos los derechos sociales, derechos a salarios y viviendas dignos, derechos a la atención médica y al disfrute de una enseñanza al alcance de todos. La economía, por supuesto es pragmática basándose en los enunciados de riesgos y beneficios; pero no debe aislarse de las necesidades básicas del ser humano.  Eso no es socialismo y mucho menos comunismo. Sin justicia social no hay disfrute pleno de la democracia. La democracia plenamente ejercida genera riquezas, desarrollo y prosperidad,   

No hay necesidad de inventar nuevos textos constitucionales cuando ya se cuenta con uno. Como lo expone José Gabriel Barrenechea: “Hoy que la nación cubana se aproxima al inexorable momento en que deberá asumir nuevos y diferentes caminos, se necesita de una constitución escrita que nos guíe en ese difícil trance, y esta no será eficiente si no nace del país y de su historia. Estamos obligados en consecuencia a recuperar nuestra tradición constitucional (…) [La Constitución de 1940, es] el resultado de una asamblea constituyente electa como resultado del sufragio de todos las cubanas y cubanos mayores de 21 años, sobre cuyas sesiones se ejerció el más estricto control popular, en un ambiente de completa libertad de pensamiento y expresión, como podrá comprobar cualquiera que abra la prensa de la época o los dos gruesos tomos de su Diario de Sesiones”. 

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