Mario J. Viera
Para no parecer absoluto, voy a decir que, prácticamente nada aparece, en
todos los estudios que se han elaborado para la teorización de la lucha
noviolenta, sobre el papel que el exilio debe jugar dentro de un movimiento de
resistencia interno de lucha noviolenta. Sin embargo, este es un tema que
debiera ser analizado, especialmente, en cuanto al papel del exilio cubano, y
sus relaciones con la resistencia interna. La muy numerosa diáspora cubana, al
menos en Estados Unidos, es una fuerza política significativa con gran capacidad
de cabildeo e influencia en el manejo de la política exterior estadounidense hacia
el tratamiento del régimen político de la isla.
En un conflicto de resistencia noviolenta activa, el exilio constituye una
retaguardia segura y eficiente para el movimiento de resistencia. El exilio
puede resultar un magnífico aliado o convertirse en un impedimento para el
logro de la acción concertada de las organizaciones opositoras empeñadas en las
acciones de resistencia activa. Si dentro del exilio no hay concertación de
actuación, y sus organizaciones se comportan como si cada una de ellas fuera un
partido político con miras e intereses particulares, y ansioso de captar prosélitos
dentro del movimiento de resistencia interno, solo se conseguirá el
debilitamiento del movimiento de resistencia noviolenta,
En lugar de esto, el exilio debiera dar los pasos necesarios y adecuados
para constituir un Comité Coordinador de Apoyo a la Resistencia Interna, sin
ánimos de influir en las decisiones que el movimiento de resistencia noviolenta
dentro de Cuba impulse o ejecute. Un comité de apoyo, no de dirección, donde se
integren todas las organizaciones de exiliados sin exclusión por colores
políticos. Un organismo dirigido a darle apoyo a la oposición interna sin
tratar de influir en sus decisiones.
El apoyo del exilio puede incluir denuncias de la violencia del régimen del
PCC contra el movimiento interno, publicidad, cabildeo ante los organismos y
gobiernos internacionales para buscar la expulsión de la dictadura cubana de
organismos internacionales, como, por ejemplo, el Consejo de Derechos Humanos
de la ONU; o la cancelación del carácter consultivo especial dentro de la ONU
concedido a la oficialista Federación de Mujeres Cubanas.
Es muy importante que las organizaciones de exiliados cubanos reconozcan y
ratifiquen que la democracia cubana solo es posible ser rescatada por el
accionar de los cubanos, enfrentados directamente, cuerpo a cuerpo con el
régimen del Partido Comunista de Cuba.
En resumen, el papel del exilio debe ceñirse al apoyo, colaboración, asesoramiento y
asistencia económica a la resistencia interna, sin pretender interferir, influir en o
manipular la conducción de las actividades de resistencia que se aplican al
interior de Cuba.
Las organizaciones anticastristas del exilio, deben entender que las
acciones de resistencia cívica noviolenta al interior de la isla, se realizan
precisamente, dentro de la isla. El exilio cubano no es, de ninguna manera el
jefe de la resistencia en Cuba; su deber es compartir información útil y dar
apoyo económico a los que se decidan a lanzar el reto político en Cuba, sin
pedirles ninguna concesión a favor de cualquier organización de exiliados; no
le corresponde al exilio dictar directivas para su cumplimiento por parte de la
oposición interna.
Dentro del exilio se puede crear un Fondo de Solidaridad con los que
impulsan la resistencia noviolenta al interior de la isla. Este fondo puede
crearse con aportes económicos de miembros del exilio y con el aporte de
empresarios cubanos para facilitar la logística del
movimiento noviolento y para dar auxilio económico a quienes han perdido su
empleo o hayan sido condenados a cumplir penas de prisión por las represalias
políticas. Esto plantea el tema neurálgico de las remesas. de dinero; el ser o
nos ser de una política que cuenta con apoyos y detracciones.
Por su parte, el movimiento opositor engarzado en las acciones de
resistencia noviolenta deberá dejar en claro que actúa de manera concertada al
interior del país y con amplia autonomía de acción con respecto al exilio, sin
aceptar imposiciones por parte de algunos sectores del exilio, ni el control y
fiscalización de una u otra organización de exiliados. El exilio debe actuar en
apoyo a la resistencia interna con independencia de los intereses de los
partidos políticos de los Estados Unidos y, al mismo tiempo, cabildear con esos
partidos para ganar, a favor de la resistencia interna, la solidaridad, no la
intromisión, de todo el espectro político de Estados Unidos. El exilio
organizado políticamente en rechazo a la dictadura totalitaria impuesta en Cuba
no debe dejarse llevar por los avatares de la política interior de
Estados Unidos y las batallas entre el partido Demócrata y el Republicano, sino
centrándose en lo fundamental, en Cuba, en lo cubano; y sobre todo no depositar
todas las esperanzas en conseguir el rescate por manos de una potencia
extranjera o por los parabienes de alguno de los presidentes de Estados Unidos
y de la jauría demagógica de muchos de los políticos de Estados Unidos y de sus
intereses electorales. El exilio cubano organizado políticamente no debe
reproducir los métodos empleados por la dictadura en contra de las voces
disidentes, actos de repudio, rechazo a la opinión divergente, acoso a los
artistas cubanos no gratos actuando en Estados Unidos. Esto crea una imagen
negativa del exilio en el imaginario de la opinión pública internacional. El
exilio tiene que aprender a pensar políticamente, democráticamente y en cubano;
y debiera plantearse una meta, ganar la opinión internacional, de
intelectuales, de artistas; de la izquierda democrática internacional y
arrebatarle esas fuentes apoyos externas a la dictadura.
A lo largo de toda la historia de la oposición pacífica cubana, ha sido
constante el interés de diferentes organizaciones de exiliados cubanos con sede
en Estados Unidos de penetrar, controlar y dirigir todo el accionar político
del movimiento disidente. Primero fue la poderosa Fundación Nacional
Cubano-Americana (FNCA) dirigida por el rico empresario nacido en Cuba, Jorge
Mas Canosa y fuertemente vinculado al partido Republicano de Estados Unidos,
actuando para Cuba con la colaboración de Luis Zúñiga y Ninoska Pérez Castellón;
posteriormente, luego de la pérdida de influencias de la FNCA, apareció una
nueva organización de exiliados, el
Directorio Democrático Cubano y su apéndice, la Asamblea de la Resistencia
Cubana, tan poderosa que ha anulado el protagonismo de la que un día fuera la muy
influente Fundación Nacional Cubano Americana.
Por
lo general, y como nota distintiva, los dirigentes del exilio derechista
radical, carecen de la experiencia existencial de vivir los rigores de
practicar la resistencia bajo el poder de un estado totalitario como el
existente en Cuba. Asimilan la teoría de la culpa colectiva, para hacer
responsable a todo el pueblo cubano, por su indolencia, de todo el desarrollo
de la dictadura, sin tomar en cuenta lo enunciado por Hanna Arendt de que “donde todos son
culpables, no lo es nadie”. No conocen ni entienden la psicología social de un
pueblo sometido a lo largo de muchas décadas de propaganda tóxica impulsada por
todos los medios informativos oficiales, sometido al temor y al fantasma
tenebroso, que esos medios se encargan de propalar, de la Seguridad del Estado
como ente presente en todos los ámbitos de la sociedad, como argos poderoso que
no solo todo lo ve, sino que también lo sabe todo, que está hasta presente como
topo dentro de las organizaciones opositoras.
Cuando
los topos son “destapados”, ¡Ah, qué sorpresa! ¡Si hasta algunos de ellos
habían sido figuras destacadas y aplaudidas por el exilio miamense! Así ocurrió
con Héctor Castañeda presidente de la bullanguera Coalición Democrática Cubana
que había impulsado la FNCA; así también, con Odilia Collazo, testigo de la
fiscalía de primera línea durante los juicios de la Primavera Negra de 2003, y
que era la muy reconocidísima presidente del Partido Pro Derechos Humanos de
Cuba; así sucedió con el “gran periodista independiente” Manuel David Orrio, o
Néstor Baguer el distinguidísimo presidente de la Agencia de Periodismo
Independiente de Cuba (APIC). Todavía no entienden políticamente esa psicología
social.
Muchos
son los proyectos elaborados por el exilio para, supuestamente ser puestos en
práctica dentro de Cuba ─ que nada han conseguido para alcanzar la
desestabilización del régimen ─, solo han servido para resaltar las figuras de
sus ponentes y poder presentarse como los líderes naturales e indispensable de
todo el panorama opositor cubano en una suerte de manifestación del síndrome de
mesianismo que debe quedar descartado entre el liderazgo del exilio
Olvidan,
sin embargo, algo muy importante: a los pueblos se le moviliza a la acción
luego de un trabajo sistemático de concientización dentro de su seno, al
interior del mismo pueblo, no con alardes pueriles. Primero hay que ganarse la
confianza del pueblo, con propuestas serias, con la confrontación de ideas, con
un programa que incite a la necesidad de cambio en la mente colectiva. Labor
silenciosa, callada, pero que debe ser conducida con inteligencia y astucia,
como nacida desde las entrañas del mismo pueblo y no como sugerencias ni
directivas provenientes del exterior, aunque se hagan estas con todas las
mejores intenciones, porque, ya se conoce, el camino al infierno está empedrado
de buenas intenciones.
Los intereses de la oposición cubana deben estar claramente definidos y no
necesariamente concertar sus intereses con los intereses de cualquier gobierno
de Estados Unidos. Por lo mismo, las organizaciones de exiliados no deben, como
organizaciones de cubanos, rendir adhesión a un partido u otro de los Estados
Unidos. El exilio debe estar abierto para todos los cubanos de la diáspora
cubana, ya sean republicanos, demócratas o independientes; o ya sean de
derecha, de centro o de izquierda.
Muy útil sería que los líderes del exilio cubano, dedicaran un apropiado
tiempo al estudio, análisis y comprensión de las técnicas y procedimientos de
la lucha noviolenta; por su parte, los estrategas y líderes sabios de
la lucha noviolenta deben anticipar el peligro de que, dentro del exilio,
aparezca un grupo autoritario o dictatorial que pueda aprovechar la situación
inestable del período de transición para tomar control del Estado, y prepararse
ante tal contingencia y publicitar planes de nocooperación masiva para disuadir
y derrotar tales intentos de usurpación.
Las
organizaciones de exiliados y emigrados cubanos, dispuestos a dar su aporte al
movimiento de resistencia noviolenta que surja en Cuba, deben distanciarse de
las políticas de Estados Unidos hacia Cuba. No hacerse los abanderados de la
política de embargo económico. Esto hace parecer a toda la comunidad de cubanos
como subordinados a los intereses estadounidenses, y explica el por qué no ha
habido un apoyo de la comunidad y de la opinión pública internacional a todo el
movimiento opositor y disidente al interior de Cuba y del exilio. La estrecha
vinculación de las organizaciones de exiliados con las posiciones de derecha
del partido republicano ofrece la apariencia de una alianza concertada y
explica la razón de que año tras años cuando se discute en la Asamblea General
de las Naciones Unidas la validez del embargo económico de Estados Unidos
contra el régimen del PCC, solo tres países voten en su respaldo. Hay que hacer
todo lo posible para ganar la opinión internacional a favor de un movimiento
opositor autóctono, nacido, desarrollado, y ejecutado en Cuba, y dirigido por
sus nacionales en contra de la dictadura, y que esta no continúe siendo
contemplada como si fuera el pequeño David enfrentado al coloso Goliat
imperialista.
Impulsar un fuerte movimiento de lucha noviolenta frente a una dictadura
totalitaria requiere, necesariamente de un apoyo político internacional y
requiere recursos económicos. Los activistas del movimiento disidente colocado
en el ostracismo interno por la dictadura, apenas cuentan con recursos para
sufragar su subsistencia física; poco pueden aportar en el sostenimiento
económico de la resistencia noviolenta estratégica.
Los recursos económicos deben ser aportados mayoritariamente por el exilio
y la diáspora cubana. Algunos pudieran decidirse por conseguir ayuda económica
de parte de algún gobierno extranjero, principalmente Estados Unidos,
considerándolo como un mal necesario.
Depender de una ayuda financiera de un gobierno extranjero constituiría una
desnaturalización de la revolución noviolenta, generaría una futura dependencia
del donante; a propósito, debo recordar lo expresado por el caudillo
independentista cubano Antonio Maceo y Grajales: “La libertad
se conquista con el filo del machete, no se pide: mendigar derechos es propio de
cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos: todo
debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que
contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.
Cuando
existe el desánimo dentro de la población y de su liderazgo, las miradas
suplicantes se vuelven hacia las fuerzas externas; aunque sea una consoladora
esperanza recibir de Estados Unidos o de cualquier otro poder extranjero, el
apoyo financiero, la realidad es que esa esperanza puede estar, como afirma
Sharp, depositada en un salvador foráneo, que les aporte ayudas financieras, e
impongan contra la dictadura sanciones económicas y diplomáticas.
“Hay
unas cuantas ásperas realidades ─ asegura Sharp ─ con respecto a esa
confianza en la intervención extranjera que habría que destacar aquí”.
Luego de enumerar algunas actitudes negativas que comporta la acción
extranjera, concluye: “Algunos estados extranjeros actuarán contra la
dictadura, pero sólo a fin de ganar para sí mismos el control
económico, político y militar del país.
Los estados extranjeros podrían involucrarse activamente para fines positivos sólo cuando hubiere un movimiento interno que ya haya comenzado a sacudir la dictadura y logrado que la atención internacional se enfoque sobre la índole brutal del gobierno”.
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