jueves, 31 de octubre de 2019

¿QUE DECIDE CUBA?


Mario j. Viera  




¿Cuántos líderes hay dentro del exilio cubano? No tengo la cifra, pero imagino que pueden contarse por cientos, digo, atendiendo a los cientos de proyectos, mociones, directivas, acuerdos y convenios que brotan del caudal inagotable del oposicionismo del exilio. Cientos, ¿tal vez más?, de proyectos, dirigidos a socavar, debilitar, erosionar, y derrocar al castrismo, han sido presentados sin interrupción durante seis décadas. Todos considerados como la cumbre del pensamiento opositor, como infalibles soluciones al conflicto con el castrismo... No obstante, el régimen castrista se mantiene, negándose, de manera terca e intransigente, a cambiar, a modificar sus estructuras. No se mueve ni un milímetro. Es que todos los mágicos proyectos del exilio, e incluso algún que otro aparecido al interior de la isla, no han recibido el apoyo de las multitudes en Cuba, tal y como se esperaba sucediera. Pareciera que el pueblo, la gente, como se le denomina “de a pie”, no tiene interés por los cambios, que está resignada... ¡Desconsuela que los que debieran decidir su destino, nada deciden, que los cubanos no están dispuestos a tomar una decisión definitiva, que Cuba no decide...!  Sin embargo, Cuba ¡tiene que decidir!

Pero, ¿por qué esta falta de respuesta, de las masas cubanas, a los enjundiosos proyectos elaborados por esa pléyade de líderes de primera fila y abnegados activistas de ciertas y particulares organizaciones del exilio? ¿Es por miedo? Realmente existe el miedo dentro de la isla; pero el miedo puede dominarse en un momento determinado... ¿Porque se ha perdido dentro de la masa nacional la virilidad civil? Algo hay de esto a no dudarlo; aunque muchos alegan, “son carneros” que todo lo soportan; otros alegan “porque se han acondicionado a las remesas que reciben del exilio”. No tanto, no es preciso. Los cubanos son prisioneros, sin voz propia, de un régimen presidiario, policiaco, totalitario. ¡Es un hecho!

Frente al pueblo, se levantan dos tremendos monstruos espantosos, aterradores; ¿quién osa enfrentarles? Allí se levanta terrible el Leviatán del Estado totalitario: “Con sólo ver a Leviatán, cualquiera se desmaya de miedo. Si alguien lo provoca, se pone furioso; nadie es capaz de hacerle frente. ¿Quién, que se le enfrente, saldrá sano y salvo? ¡Nadie en todo el mundo!” ((Job. 41: 9 – 11), y se eleva, en la imaginación popular, el fuerte aliado y soporte del Leviatán., el Argos sigiloso y cruel, el gigante de cien ojos, que todo ve, que todo escruta, toda la fuerza policiaca de represión e inteligencia.

Es que parece no se entiende lo que es un pueblo subyugado por un poder totalitario. Para entender los temores y los anhelos del pueblo, hay que convivir dentro de su seno, sudar con el pueblo, sentir su vibración, y no hacer conclusiones idealistas sobre lo que es el pueblo, partiendo de lo que debiera ser y no de lo que, en realidad, es. Es que no se entiende lo que moviliza a los pueblos o lo que les inmoviliza. Y no se entiende esta verdad, porque asumimos la psicología de la aldea, de la tribu, y porque colocamos, por sobre toda realidad, nuestro propio ego. ¡Ah, el ego, con su carga de arrogancia y soberbia! Es el anhelo de sobresalir, es el vivir en el engaño, para creerse superior y no ver las realidades. Debemos hacer como Martí expresó en Patria del primero de abril de 1893: “Aquí el hombre no tiene nada que hacer. Hoy es uno y mañana es otro. La Persona hemos puesto de lado: ¡Bendita sea la patria!"

Hay en cierto sector del exilio, por suerte, no todo el exilio, un inusitado anhelo por sobresalir y, sin embargo, ni siquiera tienen el menor concepto empírico de lo que es la realidad del pueblo de Cuba; ese pueblo que padece bajo el poder del régimen fascista-comunistoide o comunista –fascistóide, que rige en Cuba. que le estrangula y oprime, y, que, en apariencia, es inconmovible. Carentes del menor concepto de qué se entiende por dinámica social, elaboran proyectos tras proyectos de gobiernos de transición, de idílicos “plebiscitos vinculantes” para decidir el destino de la Nación, pero que olvidan cómo movilizar al pueblo, cómo motivar en el pueblo la conciencia de la necesidad del cambio. Quizá debieran estos promotores de proyectos tomar algunas clases elementales de sociología, ¿y por qué no, de psicología de las multitudes?

Entonces, cuando no hay respuesta positiva a lo que promueven, ese sector del exilio, por suerte, no todo el exilio, cae en la decepción, y reclaman sanciones económicas contra el régimen castrista, todas las que se puedan y más, hasta arruinar las finanzas de la tiranía, aunque se produzca el daño colateral al pueblo. Olvidan que el castrismo es una gran mancha de lodo y, como el lodo, puede moldearse, según las intenciones e intereses de sus artífices, tiene capacidad de adaptación ante cualquier contingencia y, cuando se ve apretado, entonces aprieta y aprieta más y más al pueblo, y resiste, cargando todas las penurias de su resistencia, no sobre su elite, sino sobre el lomo de los cubanos. Y el hambre no hace que los pueblos se rebelen. Y hay quien asegura que desde que el mundo es mundo se ha afectado al pueblo para que proteste y logre el cambio. ¡Hay que presionar con todos los rigores inimaginables para obligar al pueblo a que se rebele! Parece muy pragmática la idea, que no voy a calificar de falacia, pero sí como verdad a medias, sin olvidar que, en toda verdad a medias, siempre existe una mentira a medias.

Cierto es que algunos reclaman a los propulsores de los daños colaterales el no haber protestado en la isla, como aquí protestan al amparo de las libertades existentes en esta tierra de libertades. La respuesta que alguno da es que, huir de una dictadura es una manera de protestar y estar en contra de ella; manera por cierto muy cómoda de protesta y oposición; algo así como la propuesta castrista de “No me digas lo que hiciste, sino lo que estás haciendo”. Por supuesto, todo el que no comparta las ideas de ese sector particular del exilio, que no es todo el exilio por suerte, es como ser un activista pro castrista.

Aclaremos algo, los luchadores sociales o políticos, que han promovido cambios, para lograrlo ¿se han visto precisados a afectar a sus pueblos para obligarles a unirse a la protesta? Eso es totalmente falso. ¿A quién se le puede ocurrir que, para recibir apoyo popular a sus demandas, comience por presionar, por castigar al pueblo? Lo primero que hacen, esos luchadores por el cambio, es captar a sus pueblos con propuestas que les sean beneficiosas, que les inspiren a plantearse la necesidad del cambio. Las presiones sobre los pueblos las practican las dictaduras cuando se percatan que, dentro de las masas populares, hay decisión para impulsar el cambio. Entonces reprimen, encarcelando y asesinando. Eso ocurrió en Cuba durante las guerras independentistas, con la proclamación del bando de Balmaseda, en la Guerra de los diez años, o el bando de reconcentración de los campesinos por Valeriano Weyler; o el mismo bando del castrismo que, para quitarle apoyo a las guerrillas del Escambray que se le oponían, edificó los guetos de los pueblos cautivos. Los pueblos se rebelan contra los que les oprimen, contra los que les causan malestar.

Cuando el cubano de a pie, ese cubano que tiene que sufrir las deficiencias del transporte público, que tiene que vivir del “invento” para intentar cubrir las necesidades de su familia, ese que ve que su salario apenas le alcanza para sobrevivir, ve que sus problemas se agravan, que se hace más deficiente el transporte público, que le resulta más difícil vivir del “invento” y su poder adquisitivo se reduce aún más y ve que esa gravedad de su condición proviene de medidas coercitivas de carácter económico contra el gobierno, procedentes del exterior, que se anuncian con bombos y platillos, y escucha que son promovidas por cubanos de la otra orilla del océano, entonces, ese cubano de a pie ¿a quien culpará de su agravada condición de paria?; ¿será al castrismo...? la respuesta la dejo a la imaginación de cada cual.

Entonces, ¿quiénes, en verdad, están actuando como verdaderos activistas del castrismo?

Si lo que se busca es que Cuba decida, lo primero que tenemos que hace es ponerle sello de cubanía a la lucha a favor de la democracia. Lo primero que tenemos que hacer es actuar todos juntos para captar al pueblo, para moverle a la lucha de manera consciente y firme, hablándole al pueblo en el idioma que el pueblo entiende; y, sobre todo, no abandonar las denuncias de las violaciones de derechos humanos que se producen en la isla. Hay que captar, no obligar, al pueblo, para lanzar el reto de la desobediencia civil y la puesta en marcha de las técnicas consensuadas de la resistencia civil noviolenta. Eso, como tarea de todo el exilio, no de solo un sector de ruido y de poses mediáticas, del exilio; de todas las organizaciones opositoras/disidentes al interior de la isla y no solo aquellas reconocidas, por esas específicas organizaciones del exilio, de corte ultraderechista, republicano y trumpista.

Que la lucha prodemocracia de Cuba se despliegue por dos senderos: el civilista, de enumerar las violaciones de los derechos humanos y su denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ante las Naciones Unidas, hacerlas presentes en los medios informativos, hacerlas conocidas en todo el mundo; y el político, con proyecciones de carácter de ese tipo, como pudiera ser, que todas las organizaciones opositoras internas emitan una resolución conjunta reclamando la derogación de la actual Constitución impuesta por el castrismo, donde se alegue su ilegitimidad y se exprese con argumentos razonados el porqué de esa ilegitimidad, que la misma sea suscrita a posteriori por todas las organizaciones del exilio, ¡por todas!, y suscrita por la mayoría de la diáspora cubana, esté donde esté, para ser elevada a la consideración de la Organización de Estados Americanos y su divulgación por todos los medios informativos internacionales. Esta será la Carta fundamental de la resistencia interna noviolenta.

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