Mario J. Viera
Al igual que el Partido Comunista de Cuba
refundó la Historia de Cuba, para adaptar sus enseñanzas a los postulados
político e ideológicos del régimen, así, de igual manera Donald Trump intentó
renovar la enseñanza escolar de la historia de Estados Unidos para ajustarla de
acuerdo CON los patrones ideológicos de la derecha conservadora y mojigata, justificándola
como “educación patriótica” tal como lo han hecho fascistas y comunistas. Con
este objetivo en mente, Trump dio a conocer, en un discurso pronunciado el 17
de septiembre del pasado año, una denominada “1776 Commission” la que, finalmente, establecería como
Comisión Asesora del Presidente, por la Orden Ejecutiva 13956, firmada el 2 de
noviembre, un día antes de las elecciones. “Con este movimiento ─ consideró
el diario The Indian Express ─ Trump trató
de activar a sus partidarios de derecha duplicando lo que describió como ‘cultura
de cancelación’, ‘teoría crítica racial’ e ‘historia revisionista’".
En general, tal como lo hizo conocer el New York Times, la Comisión quedaría
formada por una serie de activistas conservadores, políticos e intelectuales,
ninguno historiadores profesionales.
En esta Orden
Ejecutiva, Trump justificaba la decisión acudiendo a una falacia: “A pesar de las virtudes y logros
de esta Nación, a muchos estudiantes ahora se les enseña en la escuela a odiar a
su propio país, y a creer que los hombres y mujeres que lo construyeron no eran
héroes, sino villanos”, y agrega, basándose en la
misma falacia: "No identificar, desafiar y
corregir esta perspectiva distorsionada podría desgastar y, en última
instancia, borrar los lazos que unen nuestro país y nuestra cultura". Más
adelante expresa falazmente: “Ver
a Estados Unidos como un país irremediablemente y sistémicamente racista no puede
explicar el extraordinario papel de los grandes héroes del movimiento estadounidense
contra la esclavitud y los derechos civiles, un gran esfuerzo moral que, desde Abraham
Lincoln hasta Martin Luther King, Jr., estuvo marcado por la comunión religiosa,
la buena voluntad, la generosidad de corazón y el énfasis en nuestros principios
compartidos, y una visión inclusiva para el futuro”.
En toda
falacia puede existir algo verdadero pero presentado con poco apoyo inductivo,
con apariencia correcta, pero con argumento engañoso. Partir de la proposición del
“extraordinario papel de los grandes héroes
del movimiento estadounidense contra la esclavitud y los derechos civiles”
no niega de ningún modo que, en Estados Unidos, exista un racismo
sistemáticamente existente. El racismo está presente desde la abolición de la
esclavitud luego de su proclamación por Abraham Lincoln; el racismo está
presente en el ultranacionalismo que se manifiesta en muchos sectores de la
sociedad estadounidense considerando otras etnias no anglosajonas como
pertenecientes a países “shit holes”, hispanos y asiáticos. El racismo está
presente en las innumerables organizaciones de supremacistas blancos de Estados
Unidos; presente en todas las organizaciones neo nazis; está presente en la
violencia policiaca contra negros e hispanos y que diera origen al movimiento
del Black Lives Matter; está presente en la existencia del Ku Klux Klan; se
manifiesta cuando se enarbola la bandera confederada, siempre presente en todas
las concentraciones trumpistas y hasta en el asalto sedicioso al Capitolio de
Estados Unidos.
El mismo día, cuando se honra la memoria
de Martin Luther King Jr, 18 de enero de 2021, la Comisión 1776 dio a conocer
el Informe 1776. Según la American Historical Association (AHA), “el informe consta de dos temas principales.
Uno es un homenaje a los Padres Fundadores, una interpretación simplista que se
basa en falsedades, inexactitudes, omisiones y declaraciones engañosas. La otra
es una pastoral contra medio siglo de erudición histórica, presentada en gran medida
como una serie de caricaturas, utilizando ejemplos individuales (sobre todo el "Proyecto
1619") para representar tendencias historiográficas más amplias”.
La declaración de la AHA expuso además en su análisis del Informe de la
Comisión 1776, que ignoraba “a los Estados Confederados
de América, cuyos líderes, muchos claramente culpables de traición, iniciaron una
guerra civil que se cobró más de 700.000 vidas, más vidas estadounidenses que todos
los demás conflictos en la historia del país combinados. En cambio, los autores
se centran en los reformadores progresistas de principios del siglo XX y sugieren
extrañamente que eran similares a Mussolini y otros fascistas europeos de la Segunda
Guerra Mundial. Cabe destacar la condena implícita a la legislación de la Era Progresista:
la legislación sobre salud y seguridad en el lugar de trabajo, la regulación de
la producción de alimentos y drogas, la eliminación del trabajo infantil y otros
bienes sociales que hoy damos por sentados”. Concluye la AHA su declaración,
diciendo:
“Aunque
ensalza (estrechamente definida) la familia
y la fe como las fuerzas finales para el bien, el ‘Informe de 1776’ también
observa que la "roca sobre la que se
construye el sistema político estadounidense es el estado de derecho. Sin embargo,
su condena a los movimientos sociales contemporáneos ignora los recientes esfuerzos
por socavar la legitimidad de las mismas instituciones consagradas en la propia
Constitución”.
El historiador de la Universidad de
Yale, sobre la Guerra Civil, expresó también su crítica al Informe 1776: “Es un insulto a toda la empresa de la educación
─ dijo ─. Se supone que la educación ayude
a los jóvenes a aprender a pensar críticamente. Ese informe es un pedazo de propaganda
de derecha”.
Biden, tras haberse juramentado como
el 46 Presidente de los Estados Unidos, posiblemente asesorado por un equipo de
historiadores, anuló, por medio de una Orden Ejecutiva, una de las 17 que firmara
en la tarde del 20 de enero, el proyecto fascista de “educación patriótica” de
Donald Trump, y disolvió la Comisión que, según declaró, “buscaba borrar la historia de
injusticia racial de Estados Unidos”.
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