miércoles, 2 de diciembre de 2020

HABLEMOS CLARO

Un análisis sobre el Movimiento San Isidro y la protesta del 27 de abril

 

Mario J. Viera

 


Los últimos acontecimientos que están teniendo lugar en Cuba, han generado un fuerte debate en la red social de Facebook y, dividido aún más, si se quiere, a la comunidad de cubanos de emigrantes y exiliados. Todo ello por las diferentes concepciones y opiniones en torno al Movimiento San Isidro, a la huelga de hambre que catorce de sus miembros han mantenido en reclamo de la liberación de un joven cantante de rap, y a la protesta de un grupo de jóvenes artistas el 27 de noviembre, surgida en rechazo al desalojo policiaco de los ayunantes de la vivienda donde se alojaban. Rechazo que también expresó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en un comunicado de fecha 28 de noviembre: “La Comisión Interamericana de Derechos Humanos rechaza la irrupción violenta en contra del Movimiento San Isidro en La Habana, Cuba y las detenciones arbitrarias a sus integrantes. Exhorta al Estado a brindar información y determinar el paradero de Luis Manuel Otero y Anamely Ramos”.

 

La discordancia en opiniones se debe al criterio, opinión, apoyo o rechazo al MSI que cada cual sostiene. Líderes del Movimiento San Isidro, como Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Castillo (Osorbo), no son bien visto por muchos en la comunidad cubana de exiliados, que los consideran oportunistas y les condenan por su supuesto acercamiento al gobierno de Donald Trump, cuyo Departamento de Estado, el pasado mes de febrero, le extendió una invitación a Otero Alcántara para viajar a Estados Unidos.

 

Hablemos claro, el Movimiento San Isidro solo había sido, hasta ahora, un movimiento de performances, denuncias encriptadas en símbolos de actos escénicos abstractos. La corriente prevaleciente de este movimiento es la propia de la ultraderecha de las organizaciones de exiliados cubanos con base, principalmente, en Miami, y de firme apoyo a un presidente de Estados Unidos. Esta realidad, de hecho, implica un carácter típicamente divisionista. No todos los cubanos de la comunidad de emigrantes y exiliados en Estados Unidos se alinean con la ultraderecha ni con el apoyo acrítico al gobierno de Donald Trump. Toda organización opositora dentro de Cuba, debería centrarse en el concepto que la cubanía significa. Enfrentar al régimen del PCC, debiera sintetizarse dentro de un solo principio, la apertura al esfuerzo de todo cubano, sin distinción de izquierdas o de derechas, sin concepciones a la mentalidad del plattismo. Las diferencias políticas debieran relegarse para después del derrocamiento de la dictadura y la reconstrucción de la República con la formación de un sistema multipartidista.

 

No obstante, como antes dije en otra ocasión, tenemos que saber distinguir, en el caso de la política interna en Cuba, el trigo de la paja. Tenemos que motivar dentro de Cuba el criterio de cubanía, de no esperar por salvadores supremos venidos desde el exterior, que, en el fondo, solo tiene intenciones electorales en Estados Unidos. Es por ello que debemos dar todo nuestro apoyo, no al Movimiento San Isidro como tal, sino por sus hechos y acción de los últimos días; y, ¿por qué no?, respetar el acto de sacrificio personal, suicida que representa la ejecución de la huelga de hambre que por diez días los activistas del MSI, encabezados por sus líderes Otero Alcántara y el rapero Maykel Castillo habían mantenido. Y tenemos que darles, ahora y por ahora, nuestro apoyo, para contrarrestar y anular el influjo negativo de las corrientes de ultraderecha que impulsan los supuesto líderes del exilio cubano, adoradores y seguidores del aprendiz de brujo totalitario que es Donald Trump.  No podemos permitir que esa gangrena siga infestando a la oposición cubana. La política en Cuba debe ser la propia nacional, sin mezclar en sus propuestas la política electoral de Estados Unidos.

 

Prácticamente de manera espontánea, un grupo de jóvenes artistas decidieron reunirse ante la sede del Ministerio de Cultura para realizar una sentada de protesta en apoyo a los ayunantes de Damas 955. Buscaban llamar la atención y lo lograron, con aquel acto con todas las características de un desafío político, que, tal como lo explica Gene Sharp, es una confrontación noviolenta, llevada de manera desafiante y activa con fines políticos. La palabra ‘desafío’ denota una deliberada provocación a la autoridad mediante la desobediencia, y no deja lugar para la sumisión”.

 

Aquel desafío político ante un organismo oficial tomó desprevenidos a los órganos represivos de la Seguridad del Estado, cuando reaccionaron, ya el grupo inicial se había convertido en una multitud de 300 jóvenes decididos a ser escuchados. Un acto sin precedentes en la historia actual cubana. Ya antes se habían producido intentos de retar al régimen de manera multitudinaria, como la convocatoria del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba en 1988 para concentrarse frente a la embajada soviética, o la frustrada protesta frente a Villa Maristas, convocada por los hermanos Aspillaga en 1991. Los dos actos fueron reprimidos y abortados por los contingentes de la Seguridad del Estado. Se habían convocado públicamente.

 

Fue la decisión de unos pocos conectados por sus móviles que aglutinó a muchos, ya fuera por entusiasmo o por contagio, pero al régimen cubano se le hizo claro que la juventud estaba perdiendo el miedo; no fue el intento de refugiarse en una embajada extranjera buscando asilo, como sucedió en 1980 en la embajada peruana, o los ingresos en las embajadas de España, Checoslovaquia, Alemania Federal, y Bélgica durante la Crisis de las Embajadas de 1990; esto era totalmente distinto. Allí frente al Mincult, estaba una multitud exigiendo que sus demandas fueran escuchadas obligando al régimen a parlamentar. El éxito de la sentada se debió al hecho de no haberse convocado públicamente, ni promovida por alguna determinada organización; ni siquiera fue convocada por el MSI; es más, entre ellos no había un líder conduciendo la protesta, estaban allí por propia decisión, cada uno era su propio líder; allí estaba, como diría la actriz Blanca Rosa Blanco, “un nuevo pensamiento, una nueva generación, vi a otros que no se han cansado, esos también estaban”.

 

Por supuesto, fueron instrucciones de las instancias altas de Partido Comunista las que aconsejaron al viceministro de Cultura Fernando Rojas, recibir a una representación de los plantados, escucharlos y ganar tiempo. Todo fue bien sopesado, ya desde antes, artistas como la cantante y compositora Haydée Milanés, hija de Pablo Milanés; como los cantantes Carlos Varela y Leoni Torres; la artista plástica Sandra Ramos y el director cinematográfico Carlos Lechuga aconsejaban al gobierno abrierse a un diálogo con los ayunantes de San Isidro. Allá, en Calle 2 e/ 11 y13, No 258, en el Vedado, donde se alza el edificio del Ministerio de Cultura, se presentaron el actor Jorge Perugurría y el director de cine Fernando Pérez para ofrecerse como intermediarios entre el numeroso grupo de artistas independiente y el ministerio de Cultura para que sus demandas fueran conocidas. “Es la hora de dialogar y yo creo que es importante que ustedes los jóvenes sean escuchados y vamos a trabajar para eso”, dijo Perugurría.

 

El acto de exigir ser escuchadas las demandas de los artistas independientes y el ser recibida en el Ministerio de Cultura una delegación de 30 representantes del grupo, generó de inmediato una polémica entre aquellos partidarios de abrir diálogos con la dictadura y los que están diametralmente opuestos a todo tipo de diálogo. Gene Sharp en lugar de la palabra “diálogo” prefiere utilizar el más preciso término de “negociación” más próximo al término castizo de “parlamentar”, que el correspondiente a “diálogo”. Sharp aconseja: “Las negociaciones son un instrumento muy útil para resolver algunos conflictos, y no deben desdeñarse o rechazarse cuando son apropiadas. Sin embargo, advierte: “Los dictadores firmemente establecidos, que se sienten muy seguros de su posición, pueden negarse a negociar con sus opositores democráticos. O bien, cuando ya se hayan iniciado las negociaciones, los negociadores democráticos pueden desaparecer y no regresar (…) Cuando la oposición es excepcionalmente fuerte y la dictadura se encuentra de veras amenazada, los dictadores pueden buscar la negociación como una manera de salvar lo más posible de su capacidad de control o de sus riquezas. En ninguno de estos casos deben los demócratas ayudar a los dictadores a lograr sus metas”.

 

Debemos preguntarnos, qué provocó que el régimen aceptara negociar o parlamentar con el grupo concentrado ante el 258 de la calle 2. Varias pueden ser las razones que manejó el Buró Político del PCC para autorizar la negociación. Desde “Palabras a los Intelectuales” de Fidel Castro el 30 de junio de 1961, el régimen castrista ha pretendido controlar al sector intelectual y artístico por medio de un organismo corporativo ─ siguiendo al pie de la letra la doctrina del fascismo italiano ─ la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC), fundada el 22 de agosto de 1961, control que se hizo más riguroso a la conclusión del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura el 30 de abril de 1971, generando lo que se reconoce como el “quinquenio gris” de la cultura cubana, comprendido dentro del periodo de 1971 a 1976, y ahora, convertido en norma penal con la promulgación del Decreto 349 de 2008.

 

Para la dictadura organizada en torno al Partido Comunista de Cuba, la intelectualidad siempre se ha considerada como un sector no totalmente confiable políticamente y proclive a la disidencia. El reto que ahora se le interponía, provenía precisamente del sector cultural, de artistas e intelectuales, unos en desobediencia civil, otros, reclamando se concedieran espacios para el diálogo, como el cineasta Juan Vilar, quien fue seleccionado por el grupo del 27 de noviembre para que le acompañaran durante la negociación que se haría dentro del Ministerio de Cultura. Vilar un intelectual que fue miembro del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y de la UNEAC desde su fundación, como la actriz de cine, televisión y teatro Blanca Rosa Blanco Azcuy. Si se reprimía al grupo plantado frente al Ministerio de Cultura se podría ocasionar una respuesta nada agradable por parte de un amplio sector de esa intelectualidad que está haciendo llamados a la moderación. Era preferible parlamentar para ganar tiempo, haciendo promesas que nunca se cumplirían. Es que, lo que tenían ante sí, era, como bien lo expresó Michel Matos, vocero del MSI, un hecho histórico inédito.

 

Ellos no pidieron diálogo ellos exigieron que se escucharan sus reclamos: El pliego de demandas ─ que debiera ser reconocido como el Manifiesto del 27 de noviembre ─ se sintetizó en ocho precisa exigencias:

 

1) Derecho a la libertad de expresión. 2) Derecho a la libre creación. 3) Derecho al disenso. 4) Revisión y cumplimiento del debido proceso judicial a Denis Solís. 5) Que se le permita al artista Luis Manuel Otero Alcántara regresar a su domicilio. 6) Cese el hostigamiento, la represión, la censura, el descrédito y la difamación por parte de las autoridades y los medios oficiales a la comunidad artística e intelectual cubana y a todo ciudadano que disienta de las políticas del Estado. 7) Reconocimiento y respeto al posicionamiento independiente. 8) No más violencia policial, no más odio político, que sean el amor y la poesía la que una a este pueblo.

 

En un comunicado transmitido por las redes sociales, reafirmaron: "Los artistas e intelectuales cubanos repudiamos, denunciamos y condenamos la incapacidad de las instituciones gubernamentales en Cuba para dialogar y reconocer el disenso, la autonomía activista, el empoderamiento de las minorías y el respeto a los derechos humanos y ciudadanos. Nosotros, en solidaridad con nuestros hermanos del Movimiento San Isidro, exigimos que la justicia no se ejerza a discreción. La justicia no puede proteger al Gobierno por encima de los derechos de sus ciudadanos”. Declaraciones estas que fueron más allá de las planteadas en la ya histórica “Carta de los Diez” en 1991.

 

El viceministro Rojas, escuchaba, pero no oía. No dio, no podía dar respuestas a cada uno de los reclamos ante él expuestos. Nunca pensó que tales exigencias se pudieran plantear en Cuba, tan poco parece que los magnates del Buró Político estuvieran preparados para escuchar tal osadía. Así, solo siguiendo el libreto que le habían escrito hizo unas débiles promesas: 1.  Abrir un canal de diálogo entre las instituciones y los artistas independientes; 2. Seguir con urgencia la situación del rapero contestario Denis Solís y el artista independiente Luis Manuel Otero Alcántara; 3. La Asociación Hermanos Saíz (AHS) se comprometió a revisar su declaración sobre el Movimiento San Isidro; 4.  Se va a organizar una agenda de trabajo múltiple con propuestas de temas por ambas partes; 5. Los artistas pueden reunirse sin ser hostigados en los espacios independientes; 6. El ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau, se reunirá la próxima semana con un grupo de artistas; 7.   Permitir la ida libre hasta sus casas de los presentes frente al MINCULT, sin el hostigamiento de la policía política. Solo esta última promesa fue cumplida, y solo por la conveniencia de paralizar la sentada frente al ministerio. 

 

De inmediato comenzaron los ataques contra el grupo; contra los 30 que fueron recibidos en el ministerio y presentaron las demandas que propusieron y discutieron colectivamente y, entre los cuales había tres miembros del MSI, Michel Matos, Amaury Pacheco, voceros del MSI, y la poetisa Katherine Bisquet.

 

Los primeros ataques, las primeras críticas acres provinieron de personas muy vinculadas al Movimiento San Isidro, entre ellas, la periodista Iliana Hernández, la curadora de arte Anamely Ramos y la profesora Omara Ruiz Urquiola. A ellos se unieron, en la condena a los 30 representantes del grupo de plantados, algunos muy conocidos influencers de Miami, como Liu Santisteban, la “opositora” que hace oposición desde el exilio, la simpatizante trumpista, cuando en su página de Facebook les reclamó: “Tenían el poder. Solo tenían que quedarse y crecer. Quedarse hasta que trajeran como mínimo a Luis Manuel Otero Alcántara y demás miembros del movimiento San Isidro. Quedarse allí hasta que llegaran 1000 jóvenes más y 2000 más. Hasta que les quitaran el operativo a Maykel Castillo Pérez y Omara Ruiz Urquiola e Iliana Hernández, eso era y es lo que hay que hacer”. Y agregó, regañando como maestra a discípulos desobedientes: “Y cuando fueran miles podrían haber dicho hasta que traigan a Denis, hasta que liberen todos los presos políticos, hasta que se vaya Canel, hasta que Cuba sea libre”. Y les exigió que “deberán ser firmes en sus demandas y más claros y exactos al pedirlas”.

 

Muy apasionado discurso libertario de esta opositora desde la distancia, fuera de Cuba, desconocedora de la realidad cubana, ignorante en carne propia lo que significa el acoso de la seguridad del estado y sus métodos represivos. ¡Debieron quedarse allí hasta que hubiera miles, hasta que se arrojaran sobre ellos la jauría represiva repartiendo palos y gas pimienta! ¿Cómo podrían unírseles miles? Cuando todos los accesos al lugar estaban acordonados por elementos de la seguridad del estado y de las boinas negras, armados y dispuestos a impedir cualquier aflujo de simpatizantes del movimiento del 27 de noviembre. ¿Qué deseaba la gran patriota del YouTube? ¿Qué otros pusieran el muerto? Y agrega la opositora mediática: “Algo humano. Pero fatal para el MSI y Denis y Luis Manuel y la causa de la Libertad de Cuba”, acusando de cobardía el haberse levantado la plantada luego de la entrega de las demandas

 

Ahora bien, Sharp advierte: “El triunfo lo determina con más frecuencia, no la negociación de un arreglo, sino el uso acertado de los métodos de resistencia más apropiados y poderosos posibles”. Y entre ese uso acertado de la resistencia, Sharp reconoce el método de la intervención noviolenta, mediante procedimientos sicológicos, sociales, económicos o políticos tales como el ayuno, la ocupación noviolenta. Esto, precisamente es lo que hicieron aquellos cerca de trescientos jóvenes artistas e intelectuales plantándose a la entrada del Ministerio de Cultura.

 

Una tregua, ni dentro del campo de batalla de una guerra, ni en las confrontaciones políticas, de ningún modo puede ser considerada como una rendición, Sin embargo, lo más determinante, lo que más queda demostrado en estos hechos, es la pérdida del miedo entre las juventudes cubanas. “Esa pérdida del miedo, o el control sobre sí mismo ─ anota Sharp ─, es un elemento clave para destruir el poder que los dictadores tienen sobre la población en general”.  Ahora el temor está del lado oficial. Pero todavía tienen el poder.

 

Para matizar las críticas contra los jóvenes que habían realizado el acto de desobediencia civil y protesta pública, declaró Michel Matos: “El conflicto es en una sola dirección, el estado cubano, por los abusos cometidos contra nosotros. Fue una llamada de atención al Gobierno cubano, deben estar evaluándolo constantemente, saben que la sociedad civil se despierta, se organiza de manera espontánea. Seguimos en campaña. Hay una Cuba despierta y deben actuar ante esta realidad".

 

Tal pareció que el gobierno le daba una respuesta a Michel Matos, e incluso a los que habían criticado el supuesto “diálogo” con la dictadura, en el Twitter firmado por el denominado Jefe de Estado, Miguel Díaz-Canel, donde afirmó: "Cuba soberana no acepta injerencias. Algunos se empeñan en protagonizar shows mediáticos contra la Revolución, envenenando y mintiendo en las redes. El pueblo revolucionario cubano dará el combate"; o cuando en la concentración de simpatizantes de la dictadura y de algún que otro cobarde cívico, realizada en el parque habanero de Trillo aseguró que se estaba abierto a conversaciones, y que habría conversaciones, solo si es “por el socialismo y para todo lo que sea por la Revolución”.

 

Y La Habana se militarizó. El instinto de conservación de la dictadura reacciona, ve la amenaza, ve el reto, ve la decisión que puso en claro un pequeño grupo de 300 jóvenes artistas e intelectuales cubanos. Si ahora los grupos opositores y los mismos jóvenes de los 300, se dedican a captar apoyos dentro de los estudiantes de la enseñanza media y universitaria, y adhesiones para el movimiento democrático entre la intelectualidad, y se consiguen éxitos, a ellos se unirán los trabajadores, los campesinos, todo el pueblo; entonces, la era del castrismo llegaría a su fin.

 

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