Pedro Campos. Blog POLIS
La
aparentemente inexplicable decisión del castrismo de prolongar por otros dos
meses el "mandato" de Raúl Castro como jefe de los Consejos de Estado
y de Ministros es el resultado del incontrolable desmoronamiento del sistema
estructurado a la medida del caudillo fallecido y de la incapacidad de sus
sucesores para realizar los ajustes y cambios necesarios.
El
castrismo, por sus características políticas y socioeconómicas, ha sido una
mezcla de caudillismo populista latinoamericano, con "socialismo" de
corte estalinista y una especie de feudalismo, donde los leales al
"rey", familiares o amigos, detentan distintas parcelas de poder.
La
Constitución de 1976, con sus modificaciones posteriores, y todo el sistema
político allí estructurado, fue concebido para el sostenimiento de ese híbrido,
que nunca fue una cosa ni la otra y todas al mismo tiempo; pero sobre todo, una
dictadura personal de Fidel Castro, quien decidía todo, desde los grandes
planes económicos, las alianzas internacionales, hasta el uniforme de los
escolares.
A
la muerte del caudillo, su hermano heredero pretendió ponerse el traje del
occiso y mantener aquel híbrido, haciéndoles algunas pequeñas reformas al
modelo económico centralizado, que las características fundamentales del
sistema establecido rechazó, por lo cual han fracasado. La culpa se echa a los
burócratas intermedios, a los administradores y sobre todo a los trabajadores,
sean estatales, particulares o cooperativistas, a los que consideran una
caterva de ladrones y corruptos, por "robarle al Estado" y no
agradecer a la revolución y a Fidel el país que tenemos.
En
consecuencia, la economía que viene declinado desde mediados de los 80, y
prácticamente colapsó cuando la caída de la URSS y el "campo
socialista", ha continuado a la baja y si Raúl, consciente del desastre
que había heredado, dijo que estábamos al borde del abismo, con la situación de
Venezuela, el fracaso de sus "reformas" y la política de acercamiento
a EEUU, ya el abismo es inevitable al final de su mandato.
Desde
2008 Raúl pensó que en 10 años podría evitar el abismo. Hoy todavía no se ha
dado cuenta que solo un cambio profundo en el sistema político y económico del
castrismo, hubiera podido evitar lo que hoy parece inevitable.
Así
lo expresaron oportunamente desde 1990 muchos cuadros y funcionarios o del
entorno del Gobierno, que acusados de perestroikos, revisionistas, centristas o
agente encubiertos del imperialismo y la contrarrevolución, fueron sacados o
simplemente ignorados. Entonces se dijo que los cambios en vida de Raúl podrían
ser mejor aceptados por el sistema y sus burocracias. Pero en realidad, nunca
se realizaron.
El
ecléctico y oportunista modelo del castrismo ya hoy no aguanta más.
El
castrismo de Raúl puede pretenderse una dinastía semifeudal, pero no lo es por
muchas razones. Tampoco posee una sólida estructura estalinista, un partido y
una economía sustentados en una teoría económico-social neomarxista que pudiera
darle alguna integración. Se ha parecido mucho a las dictaduras caudillistas
latinoamericanas; pero en verdad a lo más que ha llegado es a hacer un híbrido
de dictadura, sin caudillo, con ingredientes dinásticos y estalinistas.
En
cualquier caso, solo una economía sólida podría darle sustento y continuidad.
Como la economía es un desastre, la dinastía no se puede consolidar, tampoco se
estructuró el sistema político-económico del estalinismo y el caudillo murió,
lo más natural es el desmoronamiento del sistema, como de hecho está ocurriendo
ya.
La
debacle puede ser mañana, pasado mañana o dentro de un año, en dependencia de
factores coyunturales, pero de que está en fase terminal, no hay duda.
En
medio de toda esta situación, la oposición y la disidencia no han sido capaces
de organizarse en un frente común democrático, capaz de convertirse en una
alternativa de gobierno o presionar a favor de los cambios que más convienen al
país.
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