lunes, 31 de octubre de 2016

¿Por qué Concilio Cubano es la esperanza liberadora?

Lázaro González Valdés


Lamentablemente la generalidad de los cubanos ha perdido la autoestima, y la confianza en su capacidad para echar del poder al criminal partido comunista (PCC) que viola los derechos humanos. 

La excepción a ese síndrome de res mansa rumbo al matadero está compuesta por la disidencia, la oposición, la prensa independiente y otros brotes de asociación al margen del control absoluto del PCC tanto en Cuba como en el exilio.

Sin embargo, este conjunto de agrupaciones no está unido operativamente, ha actuado de forma errática la mayoría de las veces y por lo tanto carece de la capacidad necesaria para confrontar al opresor con resultados positivos. 

Entre los primeros procedimientos usados por los cubanos para echar del poder al régimen comunista se destacó la lucha armada convencional, con algún apoyo de gobiernos extranjeros, pero fracasó porque ignoró principios elementales. 

Al respecto el académico Gene Sharp, en su obra De la dictadura a la democracia, señala acertadamente: “Los dictadores están equipados para aplicar una violencia aplastante... casi siempre tienen superioridad de armamentos, municiones, transporte, y en el tamaño de sus fuerzas militares” (sic). 

Después de la derrota de los demócratas en Bahía de Cochinos o Playa Girón como se prefiera llamar al hecho, se continuó usando el método de la guerra de guerrillas que tampoco triunfo por la misma razón. 

“La guerrilla –formula el académico Sharp- lucha por largo tiempo. La población civil es frecuentemente desplazada por el gobierno en el poder, resultando en un inmenso sufrimiento humano y en la dislocación social” (sic). 

Es obvio que la dislocación social y el sufrimiento humano son algunas de las consecuencias de aquellas valientes guerrillas anticomunistas en el Escambray, Pinar del Río y en otras zonas de Cuba. La confirmación de esas consecuencias se encuentra en los llamados pueblos cautivos como Sandino o Briones Montoto los cuales fueron fundados con personas sacadas de sus viviendas por las fuerzas militares luego que los soldados asesinaban o encarcelaban sin el debido proceso de ley a los familiares de esos desplazados. 

Otro modo de enfrentar al PCC que no ha prosperado consiste en alentar a los militares comunistas para que den un golpe de Estado, al Estado (léase también partido comunista) que los exaltó a la condición de élite privilegiada en el contexto de miseria premeditada y científicamente causado por el PCC para desarraigar al pueblo a fin de garantizar su completa sumisión política, económica y social. 

En relación con ese fracasado plan del golpe de Estado, Gene Sharp advierte sobre los peligros que conllevaría el mismo en caso de tener éxito: “Reemplazar a personas o grupos específicos de posiciones gubernamentales probablemente sólo hará posible que otro grupo tome su lugar. Después de consolidar su posición, el nuevo grupo puede ser más despiadado y ambicioso que el anterior... podrá hacer lo que quiera sin hacer nada por la democracia o los derechos humanos” (sic). 

La advertencia de Sharp podría parecer contradictoria cuando, en su obra Infiltración Mundial, el Licenciado Salvador Borrego asevera que “Los ejércitos fueron surgiendo como la última línea defensiva ante el avance marxista” (sic). 

Pero Borrego no se refiere específicamente al ámbito de los cubanos oprimidos, quienes no cuentan con un ejército ni tienen capacidad real para crearlo sin el apoyo de alguna potencia extranjera. Detalle que a su vez encierra otro problema según el académico Sharp cuando afirma: “Frecuentemente estados foráneos tolerarán, o hasta ayudarán, a la dictadura para avanzar sus propios intereses económicos o políticos... Algunos países extranjeros solamente actuarán contra una dictadura para ganar control económico, político o militar sobre ese país” (sic). 

No obstante Gene Sharp reconoce que esa regla tiene su excepción. “Las presiones internacionales pueden ser muy útiles... cuando apoyan a un fuerte movimiento de resistencia interna” (sic). 

Por tanto los cubanos primero necesitarían tener ese “fuerte movimiento de resistencia interna” del cual habla Sharp, para después conseguir la solidaridad de gobiernos democráticos y poder establecer las presiones necesarias en apoyo de los activistas dentro del país. 

Hasta aquí queda demostrado que para los cubanos oprimidos la lucha armada sólo sería posible con el apoyo incondicional de una potencia extranjera, posibilidad impracticable en el contexto vigente donde se confirma que ningún gobierno democrático apoya a los luchadores por la democracia de la forma efectiva que sí apoyan los gobiernos marxistas a las guerrillas que tratan de llegar al poder en sus países por vía de las revoluciones. 

Estas y otras circunstancias ocasionaron que el movimiento pro democracia cubano optara desde 1976 por la única vía disponible para enfrentar al régimen del PCC. Me refiero a la resistencia cívica, desobediencia civil, no-cooperación, acción directa no violenta, oposición pacífica o como se le quiera llamar en consonancia con la forma de pensar de cada cual. 

Sin embargo, medio siglo de opresión, problemas internos en el movimiento pro democracia y las operaciones ofensivas de la contrainteligencia impiden el pleno desarrollo de la lucha por la liberación de la sociedad cubana. 

De los tres obstáculos antes citados el peor de ellos, el más importante y el que podemos solucionar de inmediato se podría resumir con el titular: Graves problemas que lastran al movimiento opositor. A continuación, esbozo los que considero más importantes. 

El desarraigo de la sociedad cubana - El PCC sabe que podrá usurpar el poder mientras mantenga a sus oprimidos dispersos, sin auto estima y por lo tanto carentes de la confianza y habilidades necesarias para desacatar a la dictadura. 

Es axiomático que ningún sistema opresivo sobrevive a la desobediencia de la generalidad de sus oprimidos. En consecuencia con este principio, es importante que los activistas pro democracia y empresas como Radio y TV Martí se dediquen de forma priorizada a fortalecer a los cubanos oprimidos para sacarlos del estado de desarraigo en que los mantiene el régimen comunista. Cuando ellos recuperen la confianza en sí mismos podrán enfrentarse al opresor. 

Para conseguir esa meta es necesario que en Radio y TV Martí se acaben los paños tibios con el criminal PCC. En consecuencia, la programación de esos medios debe diseñarse para educar a los receptores en cómo confrontar a la dictadura. Por lo tanto, debe cesar la práctica inútil de “balancear” la programación y las noticias de esas emisoras conforme a los estándares válidos para los medios en sociedades democráticas, pues en Cuba no impera la democracia sino un escenario de guerra irregular entre el PCC y la mayoría de la población. 

Además, los activistas cubanos deben disponer de los recursos para movilizar a la sociedad en contra del opresor. Por lo tanto, los fondos públicos y privados que se reciben para la causa de la democracia en Cuba deben ser usados por sus receptores de forma que la mayor parte de esos recursos se invierta en los grupos internos dedicados a fortalecer a la población restableciéndole su autoestima y enseñándole habilidades para desacatar al arbitrario régimen que la oprime. 

La desunión de las fuerzas democráticas – Sin unidad operativa la resistencia interna nunca podrá conseguir la fuerza que necesita para echar del poder al PCC. Mientras los comunistas detenten el poder no habrá libertad ni democracia ni paz en Cuba.
 
La única alianza que tambaleó a la dictadura fue Concilio Cubano. Tan es así que el régimen, exponiéndose a una declaración de guerra, ordenó masacrar a los tripulantes de dos avionetas civiles de Hermanos al Rescate para trasladar el escenario de confrontación al exterior del país y de esa forma debilitar al movimiento interno mermando la solidaridad que había conseguido esa alianza. 

Concilio alcanzó dos metas importantes: la unidad de todos los activistas en Cuba y un plan viable de enfrentamiento pacífico. La frustración de Concilio conllevó la más grande operación de contrainteligencia que se conozca porque ninguna alianza anterior o posterior al Concilio Cubano ha sido tan efectiva. 

Retomando el punto inicial, es un imperativo formar una alianza para operar organizada y efectivamente. 

Por otro lado hay organizaciones de exiliados que –usando fondos públicos estadounidenses- buscan solidaridad internacional para el movimiento interno, pero en mi opinión el dinero invertido en esos planes es dinero perdido porque es imposible conseguir apoyo para un movimiento dividido desde el 24 de febrero de 1996.
 
Como se demostró anteriormente: primero hay que conseguir la unidad interna y sólo después de cumplir con esa condición es que el apoyo externo podría servir a la causa. Pero nada ni nadie puede garantizar el resultado. Recordemos la formulación del académico Gene Sharp: “Las presiones internacionales pueden ser muy útiles... cuando apoyan a un fuerte movimiento de resistencia interna” (sic). 

La ausencia de un plan efectivo de liberación – Planes hay muchos, pero efectivo ninguno. Recuerdo algunos ejemplos. Solicitud de Plebiscito en 1988, Concertación Democrática Cubana, Coalición Democrática Cubana, Frente de Unidad Nacional, Foro Cubano, Principios Arcos, La Patria es de Todos, Proyecto Varela, Arco Progresista, Todos Unidos, Diálogo Nacional... 

El número total de las proposiciones y proyectos de los activistas cubanos no se ha cuantificado pero, después de revisar los archivos de www.cubanet.org, podría alcanzar una cifra de cuatro dígitos. Lo interesante del asunto es que casi todas esas proposiciones presentan alguno de los siguientes errores: 

A) Depende para su realización de una buena voluntad que el opresor no tiene ni manifiesta. 

B) Asume que el PCC hará reformas democráticas en los ámbitos político, económico y social. 

C) Presupone que los usurpadores del poder accederán a realizar elecciones o consultas populares auténticas. 

D) Considera que el criminal PCC reformará leyes en beneficio del pueblo que oprime, o legalizará partidos de oposición, o permitirá sindicatos libres, o respetará las libertades básicas, o tolerará a la prensa libre, o liberará a los presos políticos sin condiciones o sin haber expirado sus condenas... 

Si el PCC cumpliera con alguno de los incisos anteriores no sería el régimen totalitario que es. La naturaleza de esa asociación comunista es excluyente (léase el Artículo 5 de su Constitución), agresiva e intolerante. Así lo confirma su Historia. 

Sobre esos errores de apreciación el académico Sharp dice: “Bajo regímenes dictatoriales, las elecciones no son un instrumento efectivo para el cambio político. Algunos sistemas dictatoriales, como los de la antigua Unión Soviética, jugaban el papel para parecer democráticos. Esas elecciones, sin embargo, eran plebiscitos rígidamente controlados para obtener el endoso público de candidatos seleccionados por los dictadores. Los dictadores bajo presión pueden a veces acceder a nuevas elecciones, para entonces perpetrar fraude y colocar a títeres civiles en oficinas gubernamentales... Los dictadores no están en el negocio de permitir elecciones que puedan sacarlos de sus tronos” (sic). 

Respecto al caso específico que nos ocupa, el Licenciado Borrego recuerda: “En Cuba se hicieron reformas fundamentales, profundas, audaces, y se cambiaron todas las estructuras políticas, económicas, sociales y religiosas. Se fusiló a 14 mil anticomunistas; se encarceló a más de 100 mil cubanos; 700 mil lograron huir al extranjero perdiendo todo lo que tenían; se recurrió al apoyo de 30 mil soldados soviéticos de ocupación; se importaron agentes extranjeros para organizar servicios internos de espionaje; se privó de sus fábricas a los industriales cubanos; las tierras pasaron íntegramente a ser propiedad del régimen; las propiedades urbanas también pasaron al poder del Estado; los sindicatos fueron disueltos; los salarios se redujeron; el derecho de huelga se suprimió; se estableció el racionamiento de víveres, ropa y medicinas; los ahorros bancarios fueron expropiados; los ahorros caseros también, mediante el cambio de la moneda circulante; en marzo (1968) más de 50 mil pequeños comercios y misceláneas fueron arrebatados a sus dueños y quedaron en poder del régimen; la mayoría de los antiguos propietarios fueron enrolados en levas de trabajo para cortar caña; se implantó la enseñanza ateísta en todas las escuelas; fueron expulsados cientos de religiosas y sacerdotes y sólo quedaron 200 sacerdotes para 7 millones de habitantes; 800 garajes y talleres de reparaciones fueron clausurados; los mecánicos quedaron convertidos en empleados oficiales para reparar vehículos del gobierno, y los comités vigilantes (el autor se refiere a los CDR)se encargan de catear domicilios o de registrar a las personas en plena calle, en busca de opositores” (sic). 

¿Qué ha cambiado en Cuba para que algunos compatriotas crean en proyectos imposibles como un diálogo nacional con participación del PCC, y otros cubanos presupongan que existe un ala reformista en el gobierno opresor?
 
Nada ha cambiado. No hay nada nuevo bajo el sol como dice El Predicador. En el movimiento por la democracia en Cuba abundan las suposiciones infundadas y los planes basados en esas arenas movedizas de la irrealidad. 

Por lo tanto, se impone que los activistas de todas las organizaciones se reúnan para solucionar estos problemas y para establecer estrategias, planes, procedimientos de confrontación, uso correcto de los fondos y unificación de las fuerzas dispersas, entre otras necesidades del movimiento por la democracia. 

El pueblo oprimido de Cuba, esa mayoría desarraigada, en estado de indefensión y secuestrada hace medio siglo por el PCC es el argumento irrefutable, el signo evidente de que llegamos al tiempo preciso para echar a un lado las diferencias, el caudillismo, las acusaciones infundadas, el mesianismo, la invocación de la unidad únicamente cuando es en torno al proyecto propio, entre otros problemas que lastran la acción efectiva de las fuerzas democráticas.
 
Para avanzar en este sentido le propongo a mis compatriotas el Concilio Cubano, procedimiento donde todas las partes participan en igualdad de condiciones, sin agendas predeterminadas, sin jefes supremos ni estructuras convencionales porque en Concilio todos tienen voz y voto, todos los asuntos se consultan, se debaten, se analizan y se aprueban por decisión de la mayoría, respetando a la minoría que disciplinada y éticamente debe acatar la voluntad de la generalidad. Este procedimiento es prueba de respeto y madurez política. 

Sólo tres principios generales prevalecen sobre la mesa del Concilio Cubano: Libertad, Justicia y Democracia para la sociedad cubana.
 
Hasta hoy varias decenas de compatriotas han ratificado (en el caso de quienes firmaron en 1995-96) o han suscrito el renacimiento de Concilio dentro y fuera de Cuba. 

Es necesario recordar que quienes integraron Concilio entre 1995-96 nunca renunciaron a esta alianza. No se sabe de ningún activista que haya declarado su retiro. Por el contrario, en las biografías de muchos opositores notorios se indica que ellos formaron parte de Concilio y algunos destacan con orgullo el rol que tuvieron en aquellos eventos. 

Convoco a reintegrarse de manera efectiva al Concilio Cubano a quienes lo firmaron en 1995-96 y también a quienes no lo suscribieron por diversas circunstancias. Todo el que lea este escrito queda invitado. La noticia debe difundirse para que nadie diga que no se enteró o no lo invitaron.
 
Por los hechos y argumentos expuestos, Concilio Cubano es la esperanza liberadora. Creo que es un deber ayudarlo a renacer porque nuestra historia reciente demuestra que ninguno de los proyectos, alianzas u organizaciones que hoy existen ha podido por sí solo liberar al pueblo cubano oprimido. 

¡Sí alguien cree lo contrario que lo demuestre!
 



Bibliografía: 
De la dictadura a la democracia / Gene Sharp / 1993 / Editorial Fratelli, México. 
Infiltración Mundial / Salvador E. Borrego / 1968 / Impresos Aldo, México. 
Enlace relacionado: www.conciliocubano.wordpress.com 

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