Mario
J. Viera
El
diario Granma vocero del único partido legal en Cuba, acaba de publicar una
patética carta, iniciativa de los periodistas, el español Ignacio Ramonet, y el
colombiano Hernando Calvo Ospina, conjuntamente con el sociólogo argentino
premiado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República
Bolivariana de Venezuela, Atilio Borón y el filósofo mexicano que admira
extraordinariamente a Fidel Castro, Fernando Buen Abad, Carta que el libelo
oficialista presenta como enviada por más de 200 expresidentes y personalidades
del mundo al mandatario estadounidense.
Que
entre los firmantes de la carta de apoyo a la dictadura cubana se encuentren
expresidentes como Dilma Rousseff, Rafael Correa, José Manuel Zelaya, y Ernesto
Samper Pizano, o como la exsenadora colombiana Piedad Córdoba no tiene nada de
extraño, y mucho menos edificante; la trayectoria de estas personalidades habla
por ellos; por sus frutos son conocidos.
Sin
embargo, entre los firmantes hay personalidades que sorprenden, precisamente por
su historial de lucha frente a dictaduras y en defensa de los derechos humanos,
como pueden ser el argentino Adolfo Pérez Esquivel Premio Nobel por la Paz, y
el paraguayo Martín Almada, "Premio Nobel alternativo" de la
Fundación Right Livelihood Award, es lamentable, pues al coligarse en apoyo a
una dictadura militarista como la cubana han pisoteado toda una vida dedicada a
la defensa de los derechos humanos.
Que
no simpaticen con el embargo que Estados Unidos le tiene impuesto al régimen de
Cuba, ¡Saludos! Esto, para nada es un demérito. Que con sus firmas planteen su
apoyo al párrafo donde se denuncia que “el gobierno de Donald Trump emitió
243 medidas que afectan mucho más a la economía de Cuba, buena parte de ellas
durante la pandemia de COVID-19. Ellas siguen vigentes con el gobierno de Joe
Biden”; aunque no son cubanos ni viven en Cuba es un derecho de ellos que
no podemos discutirles.
Pero
consensuar el párrafo de la carta de apoyo a la dictadura cubana donde se lee:
“Al interior del país, sujetos que se sienten respaldados y protegidos por
Washington, usando como bandera la difícil situación económica debido al
bloqueo (situación aumentada por la covid, como en todas las otras naciones),
llaman a manifestaciones subversivas. Lo hacen sin importarles las leyes
vigentes que prohíben todo atentado al sistema político vigente, como es lógico
en todos los Estados del mundo. Y mucho más cuando es incitado por una potencia
extranjera”; ya esto es, para decirlo suavemente un modo muy pueril de
interpretar la realidad cubana.
¿Manifestaciones
“subversivas”? ¿Así no calificaban las dictaduras argentina y paraguaya las
manifestaciones de protestas que se producían en ambos países ante el reclamo a
favor de los derechos humanos y de la conquista de la democracia? ¿Las leyes
vigentes que prohíben todo clamor disidente con el sistema impuesto?
¿Defenderán, estos que han recibido premios por su defensa de los derechos
humanos, la legitimidad de la Constitución de 2019, surgida dentro del
conciliábulo del Buró Político del Partido Comunista y sin la legitimación de
una Asambleas Constituyente pluralista electa por el voto libre de los cubanos?
En primer lugar, eso a ellos no les compete; en segundo lugar, no son cubanos;
y en tercer lugar eso, simplemente es intromisión en los asuntos internos de
una nación.
¿Convalidan
Adolfo Pérez Esquivel y Martín Almada la falacia por la cual se afirma “desde
hace décadas, el gobierno estadounidense viene invirtiendo millones de dólares
en la creación de «disidentes», de «opositores», de todo tipo, irrelevantes al
interior de Cuba, pero enaltecidos por la prensa internacional con el propósito
de dañar la imagen de la Revolución y así fundamentar la aplicación del
criminal bloqueo”? Esto sería, a más de lamentable, vergonzoso y una
afrenta a los cubanos que nos hemos opuesto a la dictadura continuista de Cuba.
Muchos
de los cubanos que estamos en el exilio, que le hicimos oposición al régimen
del Partido Comunista de Cuba, de manera no violenta, a cara descubierta y
sumidos en condiciones de miseria y hambre, por defender nuestro derecho a
disentir ─ que nunca recibimos dinero alguno de Estados Unidos ─ nos opusimos
firmemente al gobierno de Donald Trump y a esas 243 sanciones económicas no
selectivas que impuso su administración contra Cuba, porque las considerábamos
atentatorias contra nuestro pueblo y les servían de coartada eficiente al
régimen para hacer más severa su represión.
No
somos “disidentes” entre comillas; no somos “opositores” entre comillas, somos
la gran mayoría del pueblo que sufre y espera, del pueblo que teme. ¿Olvidan
acaso Adolfo Pérez Esquivel y Martín Almada, el acto cívico y viril
protagonizado el 27 de noviembre por cerca de 500 artistas e intelectuales, en
su mayoría jóvenes, reclamando por un diálogo, que nunca concedió el régimen
del PCC?
¿Movilizar
tropas y fuerzas policiales y el empleo de banda de facinerosos armados de
cabillas para impedir la convocatoria de una marcha cívica en reclamo por la
libertad de los presos políticos y por cambios en las estructuras políticas; es
algo que un defensor de los derechos humanos pueda cohonestar?
No
señores Adolfo Pérez Esquivel y Martín Almada, s esos que, para descalificarnos
entrecomillándonos como disidentes y opositores, les decimos, sí somos
DISIDENTES y OPOSITORES a una dictadura; que no bailamos al compás de la
ultraderecha republicana; que no nos apadrinan elementos como Mario
Díaz-Balart, Marco Rubio, María Elvira Salazar o Ron de Santis; que creemos que
nuestro derecho a recobrar la democracia no nos vendrá. de las manos de
cualquier presidente de Estados Unidos; que creemos firmemente que esa
democracia nos toca solo a los cubanos conquistar.
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