Mario
J. Viera
Pareciera
que el endriago del desaliento ha sentado su trono entre los sectores populares
de Cuba. No hay soluciones al presente; nada puede ser cambiado o removido;
¿acaso las ilusiones no se destruyeron ante el fracaso de la aventura ingenua
de convocar a una Marcha Cívica por el Cambio? Desaliento. En las prisiones
languidecen cientos de los participantes en las manifestaciones del 11 de julio
del 2021. Cargan largas penas de prisión que van hasta veinte años y más. No
les quedan esperanzas, nadie saldrá a las calles para exigir que sean
liberados. Desaliento. El Leviatán se siente seguro, ¿quién será capaz de
enfrentarle? Es mejor huir de sus garras antes que la osadía de retarle.
Hojeamos
las páginas digitales de los medios de periodismo alternativo consagrados a la
ejecución de un periodismo serio; unos, como Diario de Cuba y El Estornudo,
centrados más en artículos de opinión, otros decididos a hacer un periodismo
objetivo, como pudieran ser 14 y Medio o Ciber Cuba, sin faltar aquellos
dedicados a la elaboración de análisis del problema cubano como Cubaencuentro y
todos en conjunto planteando solo quejas, o con las esperanzas puestas en un
futurístico quizá, como así lo avizora Ariel Hidalgo desde la página digital de
Cubaencuentro: “a pesar de las reformas y éxodos masivos, si ese régimen [el de
la dictadura cubana] de modelo económico disfuncional ha perdido lo que
a la larga podía salvarlo del colapso: un proveedor externo permanente y
ya ha perdido la representatividad de la mayor parte del pueblo que lo
sostenía, está ya destinado a derrumbarse, porque cuando las medidas
tomadas para suavizar las tensiones pierdan su efecto, no habrá que esperar
mucho para que se produzca una explosión social de mayores proporciones que
la primera, y lo único que podrá salvarlo, si para entonces quedara tiempo,
sería un cambio profundo de las estructuras de esa sociedad, una sustitución
radical de ese modelo insostenible, por lo cual hemos afirmado que después
del 11 de julio, pase lo que pase, es un antes y un después, o sea, las cosas
no podrán seguir siendo como hasta ahora. En otras palabras, lo que se
impone es otra revolución, y lo único que habría que determinar es si esa
revolución se hará desde el poder o contra el poder”.
Solo
quejas sobre los desastres del sistema y sobre su poder represivo, y a la
espera de que algo un día se produzca; sin embargo, hay un tiempo para todo, y
el tiempo de ahora no es el de la queja, no es este el tiempo para denunciar y
exponer los errores y los fracasos del régimen para desenmascararle, porque ya
son pocos los que, en Cuba, desconocen los fracasos del régimen, porque ya la
gran mayoría los sufre, por eso la gente emigra porque no aguanta más y no ven
una luz en el futuro.
El
tiempo pasado de las quejas fue el primer paso que se requería dar, denunciar y
exponer ante el mundo la verdadera naturaleza del régimen, tarea que debió
cumplir y cumplió la disidencia y el periodismo independiente de finales del
pasado siglo. Era el tiempo de crear conciencia. El de ahora es el tiempo de
liderar, de organizar, de entrenar, de actuar. Es tiempo para generar
entusiasmo y no desaliento, de infundir en el ánimo de todos que se puede
enfrentar a la dictadura y derrotarla. No es tiempo para lamentos, sino tiempos
de inspirar y de alentar.
Se
requiere animar, convencer que se puede enfrentar a la dictadura y derrotarla,
mostrar los medios correctos para impulsar esa revolución de la que habla
Hidalgo, una revolución que no se puede hacer desde el poder, porque sería una
revolución a medias; que la revolución se tiene que hacer contra el gobierno.
Si no se genera entre los sin poder la confianza en sus propias capacidades,
continuará el éxodo masivo.
Ninguna
explosión social producida de manera anárquica, sin un centro de liderazgo que
la unifique, ha provocado la caída de ningún gobierno. En 2021 hubo explosiones
sociales en Colombia y en Chile sin poder, ni siquiera, desestabilizar a sus
respectivos gobiernos. El Euromaidán en Ucrania, la plaza Tahrir en Egipto y
las manifestaciones multitudinarias de Túnez, no fueron estallidos sociales,
fueron movimiento organizados con meses previos de preparación.
¿A
que ha quedado reducida la disidencia interna? Hoy, cuando por la ley de
inercia de la dinámica social podría haber asumido y afirmado su liderazgo, la
disidencia interna quedó relegada a la marginalidad. No estaba preparada, no
esperaba, no concebía una reacción popular de rechazo popular de muchos estratos
de la población en contra del gobierno, había sido tomada por sorpresa y no
supo darles cobijo y aliento a aquellas manifestaciones populares para
transformarlas en un verdadero movimiento de resistencia contra la dictadura.
El 11 de julio pudo haber sido el antes y el después que creyó ver Ariel
Hidalgo, pero no llegó a serlo porque la disidencia no supo cómo aprovechar
políticamente aquel acontecimiento.
No
se trata de que la disidencia haya perdido el rumbo, porque no se pierde lo que
no se tiene. La disidencia interna no ha sido capaz de trazar su propio rumbo.
Y esa falta de rumbo ante el estallido de las protestas multitudinarias
espontáneas del 11 de julio, le ha permitido al régimen tomar la iniciativa y
golpear primero. Se requiere salir del punto muerto, de ese punto de impasse,
término anglo que resulta más preciso, al cual ha quedado constreñida la
disidencia interna.
¿Qué
sucedió con aquel florecimiento de grupos disidentes de los años de los 90,
cuando llegó a alcanzar más de 300 grupos? Hoy solo quedan el resto, lo que
queda de aquellos 300 grupos ¿Por qué? Por el desaliento generado por el
fracaso de Concilio Cubano en 1996, y por la ofensiva represiva del régimen de
Fidel Castro en el 2003, y sobre todo, por la carencia de métodos de lucha
adaptados a las condiciones que se iban generando en el país. La carencia de
liderazgo fue siempre el mal endémico de la disidencia.
En
2019 apareció el Movimiento San Isidro, un movimiento de artistas populares y
cercanos a la marginalidad, que resultó ser, pese a sus inconsistencias y sus
incongruencias, una nueva luz para la disidencia interna, luz que se agigantó
con la sentada del 27 de noviembre de cerca de 300 de jóvenes artistas y
creadores ante la sede del Ministerio de Cultura. Con muy buenas intenciones,
aquellos del 27 de noviembre entraron en lo político; pero la política no es un
simple juego de buenas intenciones; la política es debate; pero más que debate
es lucha; es estrategia, es impulsar la acción hacia la conquista del poder y
para ello se requiere organización, liderazgo y un fuerte potencial humano.
La
disidencia no pudo llegar a convertirse en un movimiento popular, condición
fundamental para impulsar una revolución. La disidencia y el periodismo
independiente se han intelectualizado, hasta tal punto que los actuales
pronunciamientos, venido del sector intelectual han llegado a convertirse en
algo así como una peña, como un club de debate intelectual, centrado solo en
reformas civilistas. Han descartado la experiencia de los viejos luchadores de
la disidencia interna y llegan a considerar que, el periodismo independiente y
el mismo movimiento disidente es algo dr ahora, de los últimos tiempos.
La
orfandad de liderazgo de estos tiempos, repito, genera el desaliento, y la
respuesta es el éxodo masivo. Alberto Méndez Castelló, de Cubanet, se pregunta:
“¿Qué quiere decir este éxodo? Pues, obviamente, quiere decir y primero que
todo, que los cubanos huyen porque no se sienten bien en su país. No les gusta
el trabajo mal pagado, las casas derrumbándose, las calles ahuecadas, el agua
de tomar como si fuera de cloaca, la falta de comida, los precios inflados ni
los jueces y los policías haciendo de buenos mientras meten en la cárcel al que
protesta y dice lo que piensa, que el comunismo es basura, pura distopía. Y,
por supuesto, nadie se va de un lugar en que se siente a gusto, ¿no?”
Y
esto solo es una verdad a medias porque puede aplicarse a los miles de
migrantes de Centro América, y de Haití que tratan de buscar asilo en Estados
Unidos. ¿Qué quiere decir este éxodo? Todo lo apuntado por Méndez Castelló más
sumado al desaliento político, a la falta de un liderazgo que los conduzcan y
guíen en la solución del gran conflicto. Recuérdese que este éxodo masivo,
multitudinario de ahora,, no es similar al iniciado en 1959 y se generó luego del
fracaso de la convocatoria por la Marcha Cívica del 15 de noviembre del 2021.
Para
no hacer más extenso este artículo quiero poner un ejemplo:
Cuando
dos personas se conciertan para llevar a cabo un propósito, lo primero que
tienen ante sí, es definir cuáles son los objetivos que esperan alcanzar; para
ello requieren tener muy en claro con qué recursos cuentan para alcanzar esos
objetivos, valorar las dificultades para poder cumplir su empeño y las propias
posibilidades. Pronto se dan cuenta que por ellos solos no pueden impulsar sus
propósitos, que deben conseguir apoyo de muchos, que deben organizarse y trazar
un proyecto para todos, para captar recursos humanos, que la organización asuma
el liderazgo, que guíe y oriente, que estimule la elaboración de ideas, que no
se coarten las iniciativas de los miembros de la organización, siempre que no estén
en contradicción con la línea general de propósitos y métodos de la
organización.
Se
necesita liderazgo; no un liderazgo mesiánico, no la presencia de un iluminado,
sino un liderazgo orgánico. El punto débil del régimen ha quedado expuesto: El régimen
ha perdido sus recursos humanos, el apoyo popular activo, o pasivo o resignado
o como lo entiende Ariel Hidalgo, “ya no existe el mismo apoyo con que contaba
antes entre la población”. Sin embargo, la disidencia no ha sabido captar esos
recursos humanos a su favor, se lo impide su propia decidía y la emigración
masiva de los desalentados.