Miguel Cossío. EL NUEVO HERALD
Separemos la paja del grano en la reforma
migratoria anunciada por el gobierno de Raúl Castro, y condensemos el mensaje:
Compañero ciudadano,
usted pórtese bien; continúe poniendo su granito de arena en los ajustes que
hacemos al modelo. Sólo guarde silencio, ocúpese de llenar los requisitos
establecidos y podrá salir del país sin mi permiso. Acepte que después de medio
siglo usted está listo para enrolarse en mi renovado formato de proyecto social.
Visualicemos por un instante el
anuncio en términos matemáticos. Fidel Castro edificó su poder a partir de la
consolidación de una fórmula basada en cocientes políticos derivados del
control absoluto de una nación entera.
Castro logró condensar un numerador
social de millones de seres humanos, cuyos destinos individuales eran divididos
diariamente por un único denominador común: todos comían de su canasta básica;
todos pedían su permiso para viajar; todos se vigilaban los unos a los otros y
entre todos, a merced del CDR. Todos, es decir, la masa, vivían y dependían de
él.
El esquema de controlar
igualitariamente a los miembros de la sociedad a través de deberes,
obligaciones y unos mínimos derechos colectivos, siempre vulnerables, fue
funcional mientras los cocientes políticos arrojaron resultados productivos a
sus fines. Incluso cuando estuvo en riesgo la gobernabilidad del sistema en
épocas de externas turbulencias políticas vinculantes, como la caída del bloque
pro soviético en Europa del Este.
Con el tiempo, la gobernabilidad se
convirtió en un asunto de vida o muerte, sobre todo tras el retiro oficial de
Castro el mayor, a causa de enfermedades. Su hermano, el heredero, se propuso
entonces ajustar las tuercas del modelo, a fin de preservar el changarro.
De todas las demandas populares que
enfrentaba el general, quizás la reforma migratoria era la exigencia más
esperada por la sociedad, junto con los reclamos por la comida, el acceso a los
hoteles, la posesión de bienes, como el auto, la vivienda, el teléfono celular,
etc. Los ajustes al modelo no podían seguir su curso, sin una modificación real
de esta asignatura.
En el fondo y desde la perspectiva de
las pretensiones gubernamentales, la nueva medida se integra al intento de
transformar un modelo colectivista fracasado en uno donde el empresario más
exitoso y encumbrado de la sociedad sea reconocido hasta en los documentos
oficiales por el singular y nobiliario título de disciplinado compañero
Cuentapropista.
Estamos a las puertas, pues, del
reemplazo de la fórmula castrista tradicional para controlar a las masas, por
el uso de la ecuación de serie numérica de línea recta, que, según los cálculos
oficiales, permitirá segmentar a núcleos sociales de interés público.
Es decir, al menos en esta materia, la
antigua política de “para todos” será sustituida por la de “para partes”. El
todo por la parte, concebido para aislar a personas en categorías de “vitales,
imprescindibles y necesarias”, cuya lamentable partida al exterior se
traduciría en el colapso del desarrollo nacional.
Bajo este nuevo principio de
discriminación selectiva, el tranquilo Pepe Tuercas podría salir o entrar al
país, únicamente con su pasaporte. Pero no así los vitales médicos, deportistas
y científicos. Ni el guardia de seguridad de la posta sesenta y cuatro de Punto
Cero. Ni enemigos incómodos, como Yoani Sánchez, las Damas de Blanco o
Guillermo Fariñas.
En cuanto al plano financiero, se ha
especulado que el gobierno estaría en apariencia perdiendo ingresos a corto
plazo, por disminuciones en cobros de pasaportes, trámites de viajes, etc. Pero
a la larga, la apuesta es aumentar el volumen de los potenciales viajeros.
¿Cuál será, sin embargo, la actitud de los países de destino, en cuanto a
visados y política migratoria, comenzando por Estados Unidos y los vecinos de
la isla?
Al interior, veremos medidas
colaterales, dirigidas todas al rediseño de aspectos clave del esquema de
control gubernamental. El rediseño comprende, por ejemplo, el engorroso y
conflictivo tema de las extensiones del concepto de propiedad.
A cierto plazo, la nueva vuelta de
ajuste al modelo podría traer el surgimiento paulatino de clases sociales
reales en Cuba, cuyos ciudadanos se comportan por ahora como los números primos
en una sucesión numérica. Está demostrado que cuando se determina el último
número primo es imposible saber a ciencia cierta cuál sigue.
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