Mario J. Viera
Ayer bullían dentro de mí dos
sentimientos contrapuestos: la esperanza y la duda. Tenía la esperanza de que
Henrique Capriles ganara las elecciones venezolanas y, al mismo tiempo, dudaba,
dudaba de la reacción de la masa arrebañada que se mueve dentro de toda
sociedad donde se impone el populismo y la demagogia; dudaba del miedo que
corroe el alma de tantos que viven en una sociedad donde el totalitarismo asoma
el rostro. Entonces, para anular mi esperanza y responder a mis dudas, hablaron
las masas.
Las masas que no razonan, que se
mueven siguiendo el cencerro del toro que les domina, le dieron la victoria a
Hugo Chávez y Venezuela perdió la oportunidad que le ofreciera la historia de
elevarse sobre todo el continente como ejemplo de madurez política y de apego a
la libertad. Más de cincuenta porciento de los venezolanos que ejercieron el
voto se decidió por la vulgaridad erigida en gobierno, por la renuncia a la
libertad personal a cambio de pobres, de migajas, de beneficios que no
satisfacen sus necesidades. Seguirán colocados por debajo de los niveles de
pobreza; continuarán viviendo con temor a la violencia criminal que se agita en
las barriadas y cantarán y bailarán como si ser indignos fuera motivo de
orgullo.
No siempre la voz del pueblo es voz de
Dios, a veces es solo eco de las voces de líderes ciegos e inescrupulosos que
manipulan sus necesidades y sus conciencias. Los pueblos, cuando se transforman
en masas no aprenden las experiencias de otros pueblos; los venezolanos de ese
más de cincuenta porciento no han aprendido la lección de Cuba. Un día Castro
le propuso al pueblo cubano, “Elecciones para qué” y el pueblo aceptó cegado
por una esperanza que más tarde se disiparía en los calabozos o moriría de
espaldas a un paredón de fusilamiento. Cuando las masas dicen Sí, cuando las
masas acatan con su mentalidad de rebaño, los tiranos florecen.
Ese más del cincuenta porciento que
votó por Hugo Chávez permitiéndole su relección cercenó el nervio viril de la
sociedad venezolana. Difícil le resultará a la oposición democrática
recuperarse de esta derrota, aunque Capriles le pida a sus partidarios que no
se sientan derrotados y diga que “el
pueblo contribuyó a abrir un camino y ese camino está allí”, donde “están mas de seis millones que están buscando
un futuro”, el desaliento prevalecerá en todos los que por él votaron.
Aunque Capriles pida “a quien hoy se mantiene en el poder,
respeto, consideración a casi la mitad del país, que no está de acuerdo con el
gobierno”, la prepotencia del reelecto presidente se fortalecerá con el
aval que le otorgara más de la mitad de los electores. Chávez no es el
presidente de todos los venezolanos; es el que gobierna para él mismo y para
sus ambiciones; no siente respeto ni consideración para aquellos que con él no
comulgan, esos, en su concepción, son representantes de la oligarquía, son
majunches, son pitiyanquis que no merecen consideración ni respeto.
La mayoría venezolana votó por el
desastre; muy pronto se percatará cuan grave ha sido su error, para entonces
quizá ya sea tarde.
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