Nicolás Pérez
Díaz-Argüelles. EL NUEVO HERALD
He estado hospitalizado dos veces en
los últimos días por un coágulo en una pierna, algo común en mis genes
familiares, pero muy peligroso. Y me he cuidado, apenas he salido de mi casa,
veo en televisión películas zonzas como Batman y como necesitaba paz le di
calabazas al Internet, para que en un nuevo cliqueo noticias desagradables no
me erizaran los pelos de punta y mi boca no se quedara sin una gota de saliva.
Nada personal, como diría el abogado de Don Corleone, Tom Hagen, solo problemas
de salud.
Y esta eventualidad hizo que me pasara
lo mismo que a Rip Van Winkle, famoso cuento del genial escritor norteamericano
Irving Stone, donde un inmigrante holandés saca una fuerte discusión con su
esposa, y entonces posiblemente bajo un estado intenso de depresión, se larga a
un bosque donde duerme bajo un árbol veinte años, y cuando despierta, descubre
que el mundo ha cambiado a su alrededor.
A veces los cuentos copian la vida
real, estuve fuera de circulación no veinte años sino solo dos semanas, pero
como Winkle, al despertar me he encontrado con sorpresas en cuanto a las
elecciones norteamericanas: un tercer debate con un fuerte intercambio de
disparos, acusaciones más gruesas que las modelos del pintor colombiano
Fernando Botero e irrealidades donde los sueños y deseos toman peligrosos
atajos hasta convertirse en pesadillas.
¿Y les digo algo?, mis sospechas sobre
el rumbo de este país están confirmadas. Una minoría y que nada tiene que ver
con un Partido Republicano que se fundó hace 158 años bajo consignas
conservadoras, el Gran Old Party, y que ha sido un ejemplo de equilibrio
político, corre el peligro de entrar en crisis. Y es que está secuestrado por
el Tea Party, que si no lo piensa al menos imagina que Barack Obama
definitivamente, como ha asegurado el sheriff Joe Arpaio, no nació en Estados
Unidos. En Internet llueven emails con pruebas irrebatibles que nuestro
presidente no es simplemente un simpatizante del Islam, sino un agente activo
del terrorismo árabe infiltrado en la Oficina Oval. Tampoco Obama es de
izquierda ni comulga con el socialismo europeo, nadita de nada, quien gobierna
hoy a este país es un comunista de tomo y lomo, con toda la gravedad que tienen
esas nueve palabras. Ya lo dijo hace unos días el importante líder republicano
Mike Huckabee en una conferencia de Acción Política Conservadora: “Lenin y Stalin estarían felices con lo que
está pasando hoy en Estados Unidos”. Se la devoró.
Obama ha incumplido promesas, pero
desde el día siguiente de las elecciones, sin que tuviese tiempo de incumplir
ninguna, comenzó una campaña de los republicanos en el Congreso poniéndolo al
parir para que todo lo que él propusiera fuera rechazado llámese Reforma de
Salud o Dream Act. Nunca en la historia reciente, un presidente ha tenido que
enfrentar un Congreso dispuesto mediante vetos y obstrucciones a sabotear
cualquier tipo de entendimiento, hasta obligar a la Administración actual, a
gobernar una nación ingobernable.
Y me pregunto, con esta guerra de
encuestas donde puede haber un final de fotografía como en las del 2004 cuando
John Kerry ganó por un 1.47% del voto popular y George W. Bush los colegios
electorales por solo cinco puntos porcentuales, ¿qué podría pasar? Si gana Mitt
Romney todo marcharía sobre ruedas, los demócratas entregarían el poder sin
chistar como hicieron hace ocho años. Pero si gana Barack Obama, ¿el Tea Party
aceptará el resultado electoral sin una pataleta descomunal impugnándose por
primera vez unas elecciones presidenciales norteamericanas?
Llevo días tratando de explicarme las
causas del nacimiento de una ultraderecha inusual, incluso he preguntado a
amigos informados y concluyo que todo es un problema racial, que lo simboliza
un pullover que anda por ahí pululo y que dice: “Saquemos al negro y coloquemos a un blanco en la Casa Blanca”.
Ann Romney |
Barack Obama no la tiene fácil, un
estado clave es la Florida, ahí el voto cubano puede ser decisivo, y los
demócratas siguen insistiendo en que el 2 % de los multimillonarios dominan el
país, y que ser rico en vez de ser una honra es un estigma. Esto puede provocar
entre los exiliados anticastristas un fuerte deja vu, que es una paramnesia
donde experimentamos que hemos sido testigos anteriormente de una situación
parecida, y este exilio, puede suponer, que ya vio esta película en Cuba en 1959.
Por otra parte los republicanos
dirigen su artillería hacia nosotros, y fue noticia, que Ann, la fotogénica
esposa de Mitt Romney, en un mensaje subliminal el pasado sábado en Las
Vegas-Cuban Restaurant de Fort Lauderdale ni tarda ni perezosa se jamó un
sándwich cubano de un solo mordisco, ¿y es que en elecciones tan reñidas hasta
un sándwich puede decidirlas? Vivir para ver.
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