Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD
¿Cómo se miden los candidatos? Mano a
mano. El mano a mano en los debates es crítico porque el electorado está tan
dividido y los candidatos tan parejos que para ganar dependen más de su
atractivo y actuación que de sus posiciones y su verdad. Ganará el que mejor se
vea, y eso dice muchísimo de quienes somos y qué valoramos. Verse mejor es tan
o más importante, para nosotros, que ser mejor. Es un ‘verse’ que nos lleva a
empaquetar todo, incluso nuestra verdad. Romney, reempaquetado, ha salido del
suelo al que había caído. Lo ha logrado con su nerviosa y acostumbrada
belicosidad, y con su previsible y anticipado giro al centro. Se ha alzado no
tanto por impulso propio como por haber rebotado. El suyo ha sido un rebote cuantificable
en encuestas, pero hasta un muerto rebota si cae de suficiente altura, y la
caída de Romney fue estrepitosa hasta el primer debate.
Los debates tienen un formato en el
que el ‘paquete’ cuenta. Su presentación es tan importante para Romney que
cambia de paquete según la ocasión. Cambia por votos, y esa desafortunada
consideración mueve su campaña. La aceptación y algarabía con que se recibió su
rebote también dice algo de nuestra sociedad y cultura. Tenemos mucho de
Hollywood. Nos gusta la apariencia, y para entender el rebote de Romney hay que
ir a su apariencia, y la de Obama, en el primer debate. Se le vio, nuevamente,
con una belicosidad que, nerviosa o no, contrastó con la parsimonia de Obama.
Su giro al centro disolvió algunos temores sobre su presunto extremismo. Obama,
mientras tanto, jugó un papel parecido al del caballero de la triste figura en
la obra de Cervantes, contemplando los aspavientos del molino de Romney. Obama
no se vio bonito. Fue demasiado pasivo, permitiendo giros y vueltas en su rival
sin cuestionarlo para nada.
Romney, cuya ansiedad le da ese
aspecto nervioso (o quizás sea al revés), necesita mantenerse en el paquete de
su rebote. No es, desgraciadamente, uno que permita ver lo que trae adentro. En
el paquete hay por lo menos dos Romneys, contrarios y opuestos, el moderado que
piensa llegar al seis de noviembre, y el de derecha extrema que venció en las
primarias. ¿Cuál es el verdadero? Quizás ninguno de los dos. ¿Habrá un
verdadero Romney? Tiene que haberlo, pero es tan enredado que quizás por eso no
se le vea tras los hilos de su enredo. Son hilos de hule que han hecho de él
una pelotita compacta, como las de golf. Es impresionante, ante esto, el
volumen de ansiedad republicana satisfecha con el rebote de este Romney
duplícito. Es una duplicidad que incomoda a los de centro derecha, en
desacuerdo con la extrema derecha y el Tea Party. Allí está el problema de Romney.
O satisface a unos o satisface a otros. Nunca podrá satisfacer a todos, pero no
sabe como salir, o no puede salir, del pasillo de espejos que ha construido,
con Romneys en todos lados. El desafío para Obama está en hacer que aflore el
verdadero Romney, no el rebotado y enredado con hilos de hule en su pasillo de
espejos, sino el Romney vivo y real, cualquiera y como quiera que este sea.
La razón por la que el primer debate
fue devastador para Obama es bastante simple. Se le crítica por ser inefectivo
y dejado. Deja que lo arrollen. Esa inefectividad y dejadez suya se vieron con
toda claridad en ese debate, y espantaron. ¿Seguirá así en un segundo periodo?
¿Será que no ha aprendido nada en estos 4 años? Obama, callado y silente, fue
derrotado por su silencio. ¿Saldrán los latinos a votar en la cantidad que
Obama necesita? Quizás no, precisamente por esa razón. Necesita mostrar
capacidad de acción. Romney, por su lado, necesita aminorar sus giros y
aspavientos para mostrarse como el estadista que tendría que ser en la
presidencia.
Falta menos de un mes para la
elección. Alístense para todo tipo de cambios en la ex-caída y ahora rebotada
campaña Romney. Prepárense también para todo tipo de ajustes en la campaña de
Obama, calibrada y recalibrada hasta el cansancio. Así es la verdad de ambos,
cambiante para convencer en el caso de Romney, y calibrada para no alterar más
que el mínimo necesario en el caso de Obama. ¿Qué les conviene a los candidatos
tan cerca a la elección? La verdad conviene a todos pero estamos tan
acostumbrados a distintas y variadas versiones de la verdad que la verdadera
verdad, valga la redundancia, suele quedar oculta como espada tras el capote en
manos del matador. La verdad conviene, pero alístense ─ sabiendo como es la
realidad ─ para la sorpresa tras el capote.
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