Fernando Ochoa
Antich. EL UNIVERSAL
La extraordinaria película venezolana "Tiempos de dictadura", dirigida
por Carlos Oteiza, narrada en una excelente dicción por Laureano Márquez y en
la cual dan su testimonio un importante grupo de venezolanos, Simón Alberto
Consalvi, Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff, Víctor Maldonado Michelena, Enrique
Aristiguieta Gramcko, José Agustín Catalá, Isabel Carmona, Oscar Yanes y
Yolanda Moreno, quienes tuvieron, en esos tenebrosos años, una destacada labor
en la resistencia de la dictadura o fueron testigos de excepción de ese período
histórico que todavía no ha sido suficientemente estudiado. No puedo negar, que
al ver esa película reviví mis tiempos de estudiante liceísta, la cárcel de mi
padre, Santiago Ochoa Briceño, y el derrocamiento de la dictadura, el 23 de
enero de 1958.
Carlos Oteiza hizo un extraordinario
trabajo, complejo en sí mismo, porque un documental que dura dos horas es normalmente
criticado severamente por los amantes del cine. Logró superar airosamente el
reto. Desde el principio la película cautiva y el interés no decae hasta el
final. Logra armonizar, con una habilidad sorprendente, documentales de la
época con narraciones muy bien tejidas de protagonistas de la resistencia y
testigos que opinan desde diferentes ópticas. Logra mostrar claramente, con una
interesante visión de nuestra historia, la contradicción que significó el
régimen de Marcos Pérez Jiménez. Fueron años de oprobio, de asesinatos y de
abusos de poder, en medio de un importante proceso de modernización nacional y
de seguridad personal que fue disfrutado ampliamente por nuestra clase media.
Uno de los aspectos que no logra
explicar "Tiempos de
dictadura" fue la crisis militar que derrocó el régimen del
general Pérez Jiménez. Es importante profundizar en el tema. En enero de 1957,
su gobierno se veía totalmente consolidado. Sorprendentemente, la cercanía del
final del período presidencial y el inicio de un creciente malestar económico,
empezó a fortalecer el descontento social, el cual tuvo algunas expresiones
políticas. El 1 de mayo de 1957, monseñor Rafael Arias Blanco, arzobispo de
Caracas, hizo pública una pastoral donde se criticaba con severidad las degradantes
condiciones del trabajo en Venezuela. La camarilla gubernamental no percibió el
significado de esta posición y mantuvo la tesis de la reelección presidencial a
través de un plebiscito. El 21 de noviembre de 1957, una huelga universitaria
alteró el orden público.
El gobierno nacional organizó el
plebiscito y sin mayores escrúpulos, informó al país el triunfo del sí a favor
de un nuevo período presidencial del general Marcos Pérez Jiménez. Todo parecía
decidido. Las Fuerzas Armadas se presentaban monolíticas. El dictador
planteaba, de manera permanente, que su gobierno era militar y lo demostraba
utilizando en altas funciones públicas a militares activos y retirados. Además
de ese permanente planteamiento se habían construido grandes obras de infraestructura
militar, el hospital militar, el círculo militar, varios importantes y muy
cómodos cuarteles, y se había adquirido un moderno material de guerra. El
pueblo consideraba que los militares eran un sector privilegiado de la sociedad
con excelentes ingresos y ventajas socioeconómicas indiscutibles.
Curiosamente, esa no era realmente la
situación interna en las Fuerzas Armadas. Un creciente descontento había
empezado a surgir en los cuadros medios y subalternos por causas intrínsecas al
propio funcionamiento de la organización militar. Entre ellas se podrían
enumerar las siguientes: permanencia en los mandos militares, por más de trece
años, de una misma generación militar; predominio absoluto del Ejército, sobre
las demás Fuerzas; marcado enriquecimiento, proveniente de los dineros
públicos, de una camarilla militar; interrupción del tradicional proceso de
consulta a los cuadros militares de las grandes decisiones políticas;
disminución progresiva del nivel de vida de los profesionales de las Fuerzas Armadas,
como consecuencia al proceso inflacionario; y control por la Seguridad
Nacional, del personal militar.
Al mismo tiempo que este descontento
surgía, alcanzó los grados medios una generación militar distinta a la del
general Pérez Jiménez. Justamente, uno de sus más distinguidos representantes
el teniente coronel Hugo Trejo lideró una conspiración militar en el Ejército
que logró importantes vinculaciones con oficiales de la Aviación y de la
Armada. La insurrección se iba a realizar el 6 de enero de 1958, pero al ser
descubierta, se adelantó para el 1 de ese mes. Distintas circunstancias, que
serían muy largas de analizar, condujeron a su fracaso. La sorpresa en la
opinión pública fue inmensa, produciéndose de inmediato la ampliación de la
crisis política, que fue aprovechada por la Junta Patriótica para incrementar
la resistencia popular. El régimen dictatorial, al perder su base de
sustentación militar, se desplomó en 23 días...
Aprovecho la oportunidad para invitar
a votar. El voto es secreto. No hay que olvidar que es el arma del hombre
libre.
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