Mario J. Viera
Cruzo los dedos y aguardo. El día se
me hace largo; mi ansiedad aumenta por momentos, y espero, espero a que llegue
la noche; espero a que cierren los centros electorales de Venezuela. ¿Sucederá
lo que todos anhelamos? Cuando digo todos, me refiero a los que creemos en la
libertad y la democracia, en los que piensan con su propia cabeza y no con
cerebros programados por otros.
Confío que Venezuela votará
mayoritariamente por Henrique Capriles, luego me entra la duda; acaso el miedo pudiera
imponerse en la mente de muchos votantes. Puede haber dudas de que el voto no
será secreto porque los electores tienen que imprimir sus huellas dactilares en
un documento al concluir la votación. Quizá los matones en motocicletas que
pasan despacio frente a las filas de votantes pudieran enfriar el ánimo de
muchos.
Pero entonces me animo, confío, trato
de confiar, en el civilismo de los venezolanos, en la energía democrática de
sus jóvenes, en el entusiasmo que se percibe en todas las ciudades, poblados y
barriadas de Venezuela. Pero me asalta una duda, la desconfianza que me
inspiran las masas arrebañadas que ceden, que se inclinan ante cualquier
demagogo, ante cualquier agitador que prometa el cielo…
Cuando veo las fotos que publica la
prensa mostrando largas filas de venezolanos aguardando estoicamente su turno
para ejercer el voto no me cabe duda que en cada venezolano esté la convicción
de que están viviendo un día histórico, que existe en todos ellos la convicción
de que su voto puede decidir el futro de Venezuela y quizá hasta el futuro de
la América Latina.
Entonces me pregunto, viendo los
rostros de aquellos que aguardan en largas hileras: ¿qué estará agitándose en
sus mentes? ¿A quién le otorgarán su voto?
Cruzo mis dedos y espero que en esta
madrugada o al amanecer de mañana se anuncie el triunfo de Capriles… Entonces
confiaré que hay un futuro para la América Hispana, donde no haya cabida para
ambiciosos de poder proclamadores de consignas hueras, ni para políticos
corruptos, sean de derecha, sean de izquierda; que no existirá más una
democracia a medias, sino una democracia sincera y verdadera. Así es, que
espero, y sujete mi impaciencia en este que será el día más largo del año.
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