Daniel Ureña
Barack Obama
aprendió la lección. El Obama pasivo y calmado del primer debate dio
paso a un candidato directo, contundente e incisivo. El demócrata llevó la
iniciativa durante toda la noche, poniendo contra las cuerdas en más de una
ocasión a Mitt Romney, no sin cierta ayuda de la moderadora, Candy
Crowle, que le echó más de un capote y permitió que hablara hasta un 9% más
de tiempo. Las primeras encuestas apuntan a una victoria del Presidente, pero
más ajustada que en el primer cara a cara (46% vs. 39% según CNN).
El formato
"town hall meeting" favoreció a Obama, que supo interactuar mejor con
el público, formado por 80 votantes indecisos, quienes, a tenor por sus caras
en algunos momentos, quizás acabaron más confusos que al principio de la noche.
Obama estuvo duro, a la carga desde el primer momento. Su estrategia se repetía
en todas sus intervenciones: respuesta a la pregunta formulada por el público,
intento de inclusión de anécdota o historia personal y ataque a Romney.
El
republicano, más espeso que en el primer debate, titubeó demasiado. Su
voz, en ocasiones, denotaba inseguridad y nerviosismo. No obstante, en algunos
bloques, como el de economía y política energética, se defendió bien y supo
evidenciar las promesas incumplidas por Obama, pero le faltó pegada.
Desde el
punto de vista visual, Obama mostró una imagen más positiva. Dominaba mejor
la escena a la hora de sentarse en unos incómodos taburetes y su lenguaje
no verbal, especialmente al dirigirse a la audiencia, era más dinámico. Por
momento, Romney no sabía si sentarse o levantarse y su forma de caminar
recordaba en ocasiones a John McCain.
Después de
dos los dos debates presidenciales la situación es de empate: Romney, 1;
Obama, 1. En las próximas horas sabremos si el de anoche afecta a los sondeos
de intención de voto y si el 4 o 5% de indecisos salieron de dudas. Ahí estará
la clave en unas elecciones tan ajustadas, que tendrán como próximo hito el
tercer y último debate entre ambos candidatos el lunes 22 de octubre.
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